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Crónicas
Historia de Todas las Cosas que han Acaecido en el Reino de Chile y de los que lo han gobernado (1536-1575)
IV. De cómo Pedro de Valdivia pobló la ciudad de Santiago y lo indios vinieron sobre los españoles y lo demás que acaeció

Está poblada la ciudad de Santiago en treinta y tres grados

 

Después que Valdivia llegó al llano de Mapocho, visto el sitio y buena apariencia de la tierra y fertilidad del campo y aparejo bueno que había para poblar, mejor que en otra parte alguna, pobló una ciudad. Como tengo dicho, púsole por nombre Santiago, tomándolo por abogado como a patrón de España para en los casos de guerra que contra los indios esperaba tener de cada día. Después de esta ciudad poblada, los naturales de su comarca [que] eran muchos, pareciéndoles que se querían perpetuar haciendo casas para su morada, viendo que eran terribles vecinos, codiciosos de sus haciendas y muy mandones, conjuraron todos los principales cada uno con sus súbditos para en un día señalado matarlos o hacer lo que pudiesen tentando su fortuna. Y acaeció, para que su intención hubiese efecto, que Valdivia había salido de la ciudad a buscar bastimento con parte de la gente que tenía para el sustento del pueblo, que por ser muchos pasaban necesidad por falta de ella y por que tuvo nueva qué valle de Cachapoal era fértil, abundoso de maíces, fué allá que es dos jornadas de caballo; y como quedaron pocos, entendieron los indios que mejor conyuntura no podían tener para el buen efecto de lo que deseaban. Teniendo aviso por sus espías, vinieron sobre la ciudad, apellidándose unos a otros, pareciéndoles que para acabarlo no habían más de poner por obra el comienzo y que en él consistía su libertad. Con ímpetu bravo arremetieron por el pueblo quemando algunas casas, mostrando su braveza. Los españoles, que entendieron su venida, se juntaron con el servicio extranjero que del Perú habían traído, a unos paredones, tomándolos por defensa y reparo, y de allí salían a pelear con los indios los que más bien armados y mejores caballos tenían, unas veces ganando y otras perdiendo. Los indios los apretaron de tal manera que, aunque los desbarataban los españoles, se volvían a rehacer y así les ganaron toda la ciudad, si no fué solamente el poco sitio donde estaban; y una vez que con buena determinación se metieron entre los indios por los romper del todo, les mataron dos soldados que habían peleado bien, y faltándoles socorro, los hicieron pedazos en la plaza, que era donde se peleaba; con esta suerte se mostraron más bravos que de antes. Alonso de Monroy, a quien Valdivia había dejado encomendada la ciudad, le envió a dar aviso haciéndole saber el aprieto en que estaba. Con presteza no creíble vino luego, aunque no tan secreto que los indios lo supiesen primero que llegase. Considerando que, pues no los habían podido desbaratar hasta allí, menos lo harían viniéndoles socorro, y que les habían muerto trescientos indios y peleaban tan valientemente, viendo [los] golpes de lanzas y cuchilladas que les daban tan bravas, en especial un clérigo natural de Sanlúcar, llamado Lobo, que así andaba entre ellos como lobo entre pobres ovejas, con este temor alzaron el campo y se volvieron a sus tierras, habiendo primero tratado entre sí dar muestra de paz para su reparo y que después harían como el tiempo les dijese.

Valdivia, llegado a la ciudad, fué recibido alegremente, y comenzó a dar orden cómo sosegar a los indios y por mañas traerlos a su amistad y servicio, prometiéndoles perdón de lo pasado, si en ellos había enmienda. Dijéronle los señores principales que no sólo le servirían, sino que le darían un atambor lleno de oro, y que para ello enviase algunos cristianos que lo recibiesen, que ellos tenían las minas en su tierra y le querían hacer aquel servicio; y como era costumbre entre todos ellos sacar oro para el tributo que pagaban a los Incas, creyó que lo hicieran así como se lo habían dicho. Dándoles crédito y entendiendo que habría efecto, envió al capitán Gonzalo de los Ríos, que era su mayordomo, con doce hombres, mandándole que recibiese el oro y diese orden como se hiciese un barco grande para enviar al Perú por gente de que tenía necesidad, y para el efecto envió con él carpinteros hombres pláticos de hacer navíos, considerando que enviar al Perú por tierra era jornada dura y habían de pasar por entre gente de guerra tantas leguas de camino y que por la mar costa a costa se iba con más seguridad y brevedad. Pues llegados que fueron al valle de Guillota, pidióles el capitán indios para cortar madera de que se hiciesen tablas para el barco; diéronselos cautelosamente muchos más de los que pidió por descuidarlo, y así mismo comenzaron a sacar el oro de que había abundancia en las minas; y un día que los vieron descuidados, vino el señor principal del valle con unos granos de oro gruesos como nueces al capitán Gonzalo de los Ríos, dejando toda su gente emboscada junto a ellos, y le dijo: "Señor, toma este oro, que como éste te daremos breve lo que prometimos a Valdivia". Gonzalo de los Ríos tomó el oro y estándolo mirando, el indio alargó la mano y sacándole el espada de la cinta le tiró una estocada con ello y dió voces llamando su gente. Salieron de sobresalto contra todos ellos con tanto ímpetu, que aunque estuvieran sobre aviso los mataran todos, como los mataron, dándoles tantos flechazos por el cuerpo, teniéndolos cercados, que los pobres españoles, viéndose en tanta necesidad, pelearon desesperadamente sin que quedase ninguno de ellos a vida, si no fué el capitán Gonzalo de los Ríos y un negro, que acertaron a tener los caballos ensillados cuando oyeron salir los indios de la emboscada; y como el indio le sacó al capitán la espada de la cinta, huyeron a los caballos y llegaron a la ciudad de Santiago diez y seis leguas de camino en un día, donde Valdivia fué avisado de lo sucedido.

Luego salió de la ciudad con cuarenta hombres y llegado al valle halló algunos indios que tenían de su servicio los españoles que habían sido muertos, y algunos anaconas del Perú que se habían escondido. Después de haberlos recogido, reconociendo el sitio y postura del valle, entendió era necesario para sujetar aquellos indios hacer un fuerte y que en él estuviese guarnición de ordinario. Visto el lugar conveniente trazó una casa, y con toda la diligencia posible, unos cortando madera y otros haciendo adobes sin hacer diferencia de personas, los más caballeros y gente principal eran los primeros que se cargaban de lo que convenía; y como cosa en que consistía su remedio, fué en breve tiempo acabada de poner en defensa, para que con seguridad pudiese estar en ella la gente que bastase, y por otra parte dando orden en hacer sementeras de maíz y quitar a los indios que no hiciesen las suyas, . proveyendo en sacar oro con el servicio que tenía, como hombre prudente en una cosa proveyó muchas, pues con facilidad todo se podía hacer. Los indios, visto la orden que los cristianos tenían y que de tiempo a tiempo se mudaban, unos iban a la ciudad y otros venían, y que ellos no podían sembrar ni salir al valle, comenzaron a venir de paz y servir. Viendo que a los que venían no se les hacía daño alguno, antes los recibían bien, extendida la voz, venían muchos de cada día. De esta manera se fué aumentando aquel valle, y desde aquel otros comarcanos, de lo cual fué instrumento el fuerte que se hizo en él; pues habiendo proveído en acreditar la tierra con buena parte de oro que había sacado, le pareció ser ya acertado enviar al Perú alguna muestra. Tratando en ello, halló algunos caballeros con voluntad de servirle en aquella jornada de Valdivia: con promesas que les hizo se concertó con el capitán Alonso de Monroy y Pedro de Miranda, que después fué vecino en la ciudad de Santiago, y otros cuatro soldados fuesen con la nueva de la tierra de Chile e informasen en el Perú al que gobernase aquel reino.