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Crónicas
Historia de Todas las Cosas que han Acaecido en el Reino de Chile y de los que lo han gobernado (1536-1575)
XIII. De cómo Valdivia salió de la Concepción para ir a poblar la ciudad de Valdivia y ciudad Rica y de lo que le acaeció a Francisco de Villagra en el Perú hasta que vino a Chile

Después que Francisco de Villagra llegó al Perú, como muchas veces acaecer suele, donde creyó que fortuna le fuera contraria así por la muerte de Pedro Sancho como por ir pobre, le fué tan favorable, que halló tanta voluntad en el presidente Gasca, que demás de dalle licencia para hacer la gente que pudiese, se holgó mucho con su llegada: y en lo de Pedro Sancho no mostró haber sido mal hecho, antes lo tuvo por muy loable; y como en aquel tiempo las disensiones que en el Perú había habido aún no estaban acabadas de sosegar, recibió contento, porque le pareció saldrían muchos soldados con él que pretendían desasosegar el reino, y otros que estaban descontentos por no haberles dado de comer, que es indios en repartimiento, y él se quitaría de importunidades. Villagra, como era hombre de buenas palabras, aunque mal mañoso, halló mercaderes que levantándoles los ánimos con las cosas muchas que de Yunguyo les decía y a otros oían, viendo la comisión que de el presidente Gasca tenía, por tener buen lugar par de él, le ayudaron muchos con sus haciendas. Luego se subió al Cuzco y de allí a los Charcas, donde hizo pie para hacer la gente.

Juntáronsele en dos meses doscientos hombres, y entre ellos algunos mercaderes que vinieron con él, de manera que donde entendió que todo le faltara, todo le sobró, porque juntó número de más de cien mil pesos. De ellos repartía con algunos soldados que no tenían con qué aderezarse, los cuales le hacían obligaciones por lo que les daba, y porque no paresciese que los recibía para nunca los pagar, también él hacía obligaciones a los que se lo prestaban, aunque después ni ellos se lo pagaron a él ni él a los que se los prestaron. Viéndose con doscientos y veinte hombres, hizo su maestro de campo al capitán Alonso de Reinoso, natural de la villa de Maqueda, hombre de mucha experiencia de guerra y de buen entendimiento. Hizo su camino la vuelta de los Juries, que agora se va poblando de cristianos; no quiso parar en ellos aunque era tierra viciosa de cocas y de mucha gente, por la grande nueva que llevaba de Yunguyo. Pasó por la provincia de largo, donde le acaeció que un hijodalgo llamado Juan Martínez de Prado, hombre principal y que en el Perú había servido a su Majestad, le pidió al licenciado Gasca le diese facultad para que con la gente que juntar pudiese, fuese a poblar fuera del reino a donde le paresciese. Tenida esta licencia, con cien hombres que juntó entró por los Juries y pobló una ciudad a la entrada: púsole nombre Santiago del Estero, por estar poblada, junto a un río pequeño que pasa por ella que hoy permanece y será buena ciudad por la noble comarca que tiene.

Estando en ella pasó Francisco Villagra con su campo, veinte leguas apartado. Juan Martínez de Prado que lo supo por la nueva que los indios le dieron, no sabiendo qué número de gente llevaba, creyendo ser menos salió con treinta hombres en su busca, diciendo dar una noche en él y quitarle la gente que llevaba, que estaba desproveído y falto de ella para poblar su provincia. Ateniéndose que en aquel tiempo las más veces se determinaba la justicia por las armas, llegado a donde Villagra estaba alojado su campo, a la media noche las centinelas que velaban tocaron arma, diciendo: "Arma de cristianos". Se recogieron al campo, y los que venían con Juan Martínez de Prado juntamente con ellos, los unos dando arma y los otros con tropel de caballos, diciendo: "Adónde está Villagra? Rendir, caballeros". Todos alborotados en caso tan repentino, se comenzaron a juntar en cuadrillas, y algunos mostrando flaqueza y falta de ánimo, se rindieron; que después entre ellos se trataba. Villagra estaba debajo de un árbol donde tenía su pabellón, y si acertaran a dar en él antes que se le llegaran soldados, acabara una cosa grande para él en aquella tierra. Armándose Villagra con los que le acudieron, se estuvo quedo por entender bien la gente que era. En este inter llegó el capitán Guerra con la espada desnuda, preguntando: "¿Dónde está Villagra, que había prometido prenderlo?" Villagra le dijo qué quería, que él era. Llegándose a él, le dijo: "Sea preso vuestra merced". Villagra le asió de la guarnición de la espada, tirando con fuerza se la sacó de la mano y dándole algunas cuchilladas los que con él estaban, que por venir armado no le hirieron, se les huyó de las manos. Juan Martínez de Prado, siendo informado la gente que allí había, parescióle que si esperaba a el día, todos se habían de perder: recogió su gente y por el camino que habían venido se volvió, no habiendo hecho más efecto que se ha dicho: que si viniera con cincuenta soldados hacía una hermosa suerte.

Llegado el día, Villagra recogió su campo dejando el servicio y tiendas con los bagajes que llevaba; casi con cien hombres a la ligera fué en su seguimiento y aquel día entró en la ciudad de el Estero, en donde Juan Martínez de Prado estaba, el cual, como le vió venir, salió luego a recibirlo y llegando a él se hincó de rodillas y como hombre rendido le entregó su espada: Villagra como era hombre noble y amigo de gloria, lo abrazó y trató muy bien. Después de haber recibido su disculpa, capituló con él que por estar aquella ciudad en la gobernación de Pedro de Valdivia, poblada como parecía por los grados en que estaba contando la latitud, le dejaba en ella para que en nombre de Valdivia la tuviese y le reconociese por su gobernador. Acerada esta condición y capítulo, tomado de él juramento, aunque después no lo cumplió, le dejó allí algunos soldados que se quisieron quedar, y otros que se quisieron ir con él los llevó consigo.

Yendo su camino de Yunguyo, dejando los Juries atrás con esperanza de hallar aquella tierra tan rica, habiendo caminado de una provincia en otra, llegó al valle de Cuyo, donde agora están pobladas la ciudad de Mendoza y la ciudad de San Juan. Estándose regocijándose todos juntos en su alojamiento acertó a quemarse una casa, y tras de aquella otra, y así se quemó todo el campo con algunos caballos y casi todos los pertrechos que traían con las demás ropas de vestir. Quedando tan desbaratados, acordaron, pues estaban en el paraje de Chile y tan faltos de todas cosas, mudar de rota y venirse a donde Valdivia estaba. Pasando la Cordillera Nevada llegaron a Santiago, aunque contra la voluntad de muchos hombres nobles que en su campo traía.

En este tiempo Valdivia, llegada la primavera, juntó toda la más gente que pudo para ir a poblar una ciudad o más conforme a cómo respondiese lo de adelante, antes que Villagra entrase en Chile, de el cual tenía nueva venía por de la otra parte de la Cordillera caminando con doscientos soldados bien aderezados, gente muy lustrosa, a fin, a lo que después él mismo dijo, de dar repartimientos de indios a los que le habían ayudado a ganar y descubrir el reino, porque después los que con Villagra viniesen no quisiesen entrar tan a la parte que le obligasen a dalles de comer en lo que él había descubierto. Con esta orden salió para Arauco, que era por allí el camino, y por Tucapel llegó a la ciudad Imperial, donde le fué hecho un recibimiento ordenado por un hidalgo, su amigo, llamado Andrés de Escobar (hombre de mucha virtud y discreción, a quien Valdivia había dado de comer y héchole vecino de aquella ciudad), a manera de triunfo muy solemne, que dió gran contento a todos y más a Valdivia, que en los pensamientos que tenía todo le parecía que le estaba corto, según estaba puesto en nombre de señoría. Después de ser así festejado, deteniéndose pocos días en aquella ciudad, mandó apercibir la gente que le pareció bastaba para ir con él dejándola reparada; porque en los naturales no hubiese algún movimiento, pasó el río de Cayten, y descubriendo la tierra de adelante llegó a otro río llamado Tolten, río grande. Después de haberlo pasado en balsas de carrizo, los caballos a nado, caminó hacia la Sierra Nevada. Informándose de lo que había en aquella provincia, llegó a un valle que hace camino para pasar la Cordillera de la otra banda, y aunque tuvo por plática de los indios ser mejor tierra y más bien poblada que en donde estaba, dejó de ir allá, porque muchas veces semejantes relaciones salen inciertas, y en este caso los indios mienten mucho. E informado que cerca de adonde estaba había unas minas ricas de plata, de donde los naturales sacaban y labraban plata, diciéndole que se las mostrarían, envió al capitán Alderete con diez soldados a pie. Llegados a donde decían que estaban, o fué que se arrepintieron, o fué mentira (que a lo que adelante se nido, lo hicieron por sacar a Valdivia de sus tierras). Alderete se volvió sin hacer más efecto de lo dicho. Luego levantó Valdivia su campo, y perlongando la Cordillera Nevada, atravesando unos montes, vino a dar a un valle bien poblado llamado Marequina. En este valle tuvo nueva de Villagra y que llegaba desde a pocos días allí; que como entró en Chile y tuvo nueva que Valdivia había salido de la Concepción a descubrir lo de adelante, vino en su busca con ocho soldados a la ligera.

Llegó desde a diez días, Valdivia lo recibió a él y a los que con él venían amorosamente. Después de haber estado allí tres días le mandó volver, y que la gente que había traído la recogiese y viniese con ella a donde él estuviese, porque iba a poblar una ciudad, y que en ella daría de comer a todos los que lo hubiesen merecido; y que en lo que a él tocaba, entendía hacerle mayor señor que lo era el marqués de Astorga, su amo.

Ido Villagra, envió luego al capitán Alderete con cuarenta soldados, todos a caballo, que le descubriese la costa de la mar de el Sur. En este tiempo los indios que ya estaban juntos esperando coyuntura que en su favor fuese para pelear, la hallaron entonces. Como vieron que un capitán había salido con gente y que era la mitad menos, informados por sus espías, vinieron sobre el campo; y si como tuvieron ánimo para intentarlo y llegarlo hasta allí, lo tuvieran para pelear, se creyó hicieran una buena suerte; mas fueron tan ruines, que siendo descubiertos y tocada arma en el campo, hasta seis soldados que se hallaron prestos a caballo, acudiendo a donde el armase había dado, y viendo los indios, rompieron con ellos y con tan buena determinación, que el grande miedo que tenían les hizo volver las espaldas sin pelear, tan temerosos, que soltando las armas se echaron a un río desde una barranca alta. Allí se ahogaron muchos, porque como caían unos sobre otros y era raudal, quedando desatinados, se ahogaban. Desde a dos días llegó el capitán Alderete con nueva de haber visto buena tierra y bien poblada en algunas partes. Luego partió Valdivia en busca de algún asiento donde poblar. Yendo caminando llegó a un río mayor que ninguno de los que hasta allí habían visto. Después de informado que a la entrada de la mar era mucho mayor, porque entraban en él otros ríos grandes y porque sobrevinieron algunos temporales de muchas aguas, se detuvo la Pascua de Navidad en su ribera, y desde allí envió Alderete con treinta soldados que viese la disposición de la tierra, el río abajo. Llegó a un valle grande, bien poblado de naturales y cercado entre dos ríos, por cuyo respeto no pudo pasar adelante. Desde allí se volvió y dió aviso a Valdivia que luego partió con su campo. Llegado a aquel valle llamado Guadalauquén, mandó hacer balsas para pasar de la otra banda. Este río no corre furioso, sino manso, por su mucha hondura, y así lo pasó sin peligro alguno. En su ribera de la otra parte halló un asiento bueno y muy a propósito para poblar una ciudad, que era la pretensión que Valdivia llevaba. Desde aquel asiento mandó algunos hombres de la mar fuesen con algunas canoas el río abajo hasta la boca de la mar y viesen si tenia puerto para navíos. Desde a cuatro días vinieron con nueva que tenía buen puerto y tan bueno como lo había en el mundo. Luego Valdivia pobló en aquel mismo lugar donde estaba, y púsole nombre la ciudad de Valdivia. Está poblada en treinta y nueve grados y medio; y porque de él quedase aquella memoria, quiso remedar a los antiguos que tenían aquella orden cuando alguna ciudad poblaban. Luego mandó alzar árbol de justicia, nombró por alcaldes que la administrasen a Francisco de Godoy, natural de Córdoba, y a Nieto de Gaete, de Zalamea natural, en Extremadura; hizo regidores conforme a la costumbre de indios, y dió solares en que hiciesen casas los que allí habían de ser vecinos, y envió a Alderete con cincuenta soldados a ver la tierra de adelante; y porque tuvo nueva que Villagra estaba en el valle de Marequina, ocho leguas de la ciudad de Valdivia que acababa de poblar, no fué personalmente a esta jornada, a lo que él mismo dijo.

Villagra llegó desde a poco con ciento y treinta soldados, de ellos muchos hijosdalgo y muy nobles, y que a su majestad han servido mucho y muy bien. El capitán Alderete llegó al mismo tiempo con buena nueva de la tierra de adelante. Valdivia mandó apercibir ciento y cincuenta soldados para illa a ver; y porque envió a Alderete a poblar una ciudad en el valle de los Poelches, que es donde le dijeron que estaban las minas de plata, trazando en su pecho, que si era verdad el tiempo las descubriría y se ennoblecería el reino, llevó consigo a Villagra.

En este tiempo algunos soldados quisieron revolver a Valdivia con Villagra, diciendo traía determinado de matarlo, que mirase por sí. Éstos estaban desgustosos de Villagra de el tiempo que con él anduvieron, y así querían sacar, como dicen, la culebra con mano ajena; mas Valdivia despreciándolo todo con su mucho valor y sagacidad, lo trató con el mismo Villagra, quedando conformes y amigos. Le dió de repartimiento más número de treinta mil indios, diez leguas de la ciudad Imperial, y dejando allí por su teniente al licenciado Altamirano, hombre principal, natural de Huete, se fué a ver lo que Alderete había descubierto. Llegando cuarenta leguas adelante de la ciudad de Valdivia, que había acabado de poblar, halló por delante un gran lago que nacía en la Cordillera Nevada e iba a entrar en la mar del Sur, tan ancho que le pareció era menester hacer bergantines para poderlo pasar; aunque después acá se ha pasado infinitas veces, los caballos nadando hasta la otra banda, y los españoles metidos en canoas, remando, llevan los caballos de cabestro y así lo pasan hoy. Pues Valdivia, poniéndole por nombre el lago de Valdivia, se volvió desde allí; que cierto todo el fin y deseo que tenía era acercarse al estrecho de Magallanes.

Llegado de vuelta a la ciudad de Valdivia, hizo repartimiento de indios en general a todos, rogándoles y pidiéndoles por merced en una oración que hizo al pueblo, respetasen y tuviesen por su capitán al licenciado Altamirano, de cuya prudencia estaba confiado los tendría en justicia, y que él volvería presto a repartirles todos los indios que habían de servir aquella ciudad: que en el entretanto se visitasen todos para no dar cosa que incierta fuese a ninguno. Dejándolos con esta orden se fué a la ciudad Imperial, que era camino para la Concepción, lugar que había escogido para su vivienda, por estar en mitad del reino. Llegado a la Imperial, halló algunos soldados antiguos que estaban quejosos de él, porque en el repartimiento que les había hecho de aquella ciudad no les había dado lo que pretendían. Después de haberlos contentado con palabras a unos, y a otros con obras, que todo tenía Valdivia cuando él quería, se fué a la Concepción.