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Crónicas
Historia de Todas las Cosas que han Acaecido en el Reino de Chile y de los que lo han gobernado (1536-1575)
XIX. De las cosas que hizo Villagra después de ido el navió a los reyes, y de lo que se proveyó

Cuando Villagra vió alguna manera de quietud entre sus amigos y enemigos por el parecer que los dos letrados habían dado, quedando que aquello se guardase, trató de enviar un hombre por su parte que hiciese sus negocios e informase a los oidores cuánto convenía al bien de el reino que lo gobernase él, y fué un amigo suyo, oficial del rey, llamado Arnao Cegarra, natural de Sevilla. Con tres mili pesos que le dió le envió en el navío que estaba de partida para los Reyes; y en el entre tanto, con la gente que tenía, quiso dar socorro a las ciudades Imperial y Valdivia, porque la ciudad Rica, como tuvo nueva de la pérdida de Villagra, se retiró a la Imperial, despoblando aquella ciudad; y para mejor hacer esta jornada, a muchos de los que con él habían de ir, que estaban sirviendo a otros en la ciudad de Santiago, los casó con algunas huérfanas y les dió indios. Usando de una cautela diabólica, como antes lo debía tener pensado, hizo una exclamación diciendo que los repartimientos que daba y había dado en sí, fuese ninguna la data para que la persona que en nombre del rey viniese a el gobierno lo pudiese repartir y dar como le pareciese; diciendo que compelido de necesidad lo había hecho para poder sustentar el reino, lo cual de otra manera a su parecer era imposible; aunque después andando el tiempo se arrepintió, porque don García de Mendoza, estando en el gobierno de Chile, por esta exclamación que había hecho Villagra, lo repartió y dió como él quiso y se han quedado con ello y quedarán para siempre conforme a la orden que se tiene en Indias. Y para más grangear las voluntades a los que consigo había de llevar, abrió la caja del rey y sacó de ella diez y seis mili pesos: éstos repartió entre los soldados que más necesidad tenían, aderezándose para este efecto.

Año de 1555 años por el mes de enero salió de la ciudad de Santiago con ciento y sesenta hombres camino de la Imperial con gran cuidado, como por tierra tan poblada y de guerra. Llegó a la ciudad sin que supiesen de él ni él de ellos, si estaban poblados o no, hasta que entraron por las puertas. Fué grande el alegría que recibieron cuando fueron vistos y se presentaron en la plaza. Luego dieron aviso a la ciudad de Valdivia cómo habían llegado allí, y envió Villagra por su teniente al licenciado Altamirano con algunos soldados que había dado indios en ella.

Después de haber agradecido a Pedro de Villagra el trabajo que había tenido y regocijádose con juegos de cañas, que a ninguno pareció bien, salió descansando pocos días con número de cien hombres, se fué al asiento que había tenido la ciudad de Angol, haciendo por aquellos llanos la guerra, quitando a los indios las simenteras hasta que llegó el otoño, que como esperaba nuevas de el Perú, envió seis soldados que llegasen a los términos de Santiago y le trajesen nueva de lo que había; y en el entre tanto andaba hollando aquella comarca sin hacer fruto alguno, a causa de estar los indios tan victoriosos y soberbios que toda cosa despreciaban. Vinieron los mensajeros sin nueva alguna más de que todo estaba como lo había dejado. Viendo que entraba el invierno y que no hacía allí efecto alguno, se fué a Santiago con sesenta soldados, sus amigos.

Llegado a los Poromacaes, ques una provincia en mitad de el camino, supo que el mensajero que había enviado a los Reyes era venido, y que aquellos señores mandaban por el bien de el reino, y porque así convenía por evitar pasiones entre sus vasallos, que Villagra y Aguirre, ambos capitanes, licenciasen luego la gente que tenían y se fuesen a sus casas, y no se ocupasen más en tener gente alguna a su cargo ni hiciesen retención de cargo alguno en sí, y que daban por ningunos los nombramientos hechos por los cabildos y por su gobernador Valdivia, y que los alcaldes ordinarios cada uno en su juridicción administrase justicia. Luego que Villagra lo supo, mandó quitar el estandarte, y a los que iban con él les dijo que él había de obedecer lo que su rey mandaba; que les rogaba cada uno se fuese a donde quisiese; quedándose con sus criados, se fué a Santiago. Francisco de Aguirre, cuando supo que le querían notificar la provisión, respondió al que la traía antes que se la notificase, que fuese a notificarla a Francisco de Villagra y no a él, aunque después la obedeció y hizo lo mismo que Villagra.

Antes que estas cosas sucedieran, tuvo Villagra una diligencia por donde vino después a ser gobernador; y fué que hizo una probanza como él la quiso ordenar, y con cartas de los cabildos envió a España a un hidalgo llamado Gaspar Orense, natural de Burgos, en que le pedían por gobernador, que le negociase con el rey don Felipe, y para su costo le dió seis mil pesos en oro que gastase. Con este recaudo navegó la vuelta a España, y diciéndole mal el viaje se ahogó a vista de Arenas Gordas, que es cerca de Sanlúcar; algunas cartas salieron a tierra; y como la pérdida fué grande, y el armada llevaba gran cantidad de plata y oro, acudieron allí algunos mercaderes, y entre otras muchas cartas que salieron a tierra mojadas y perdidas, hallaron aquéllas: éstas fueron a manos de un deudo de Villagra, hermano de su mujer, clérigo de misa, llamado licenciado Agustín de Cisneros, el cual procuró favores de algunos grandes, y fué a negociar con su majestad, que estaba en Inglaterra, la gobernación; de manera que abrió la puerta para que adelante cuatro años el rey se la diese: por aquí vino a ser gobernador, como adelante se dirá.

Pues volviendo a la provisión que de el Audiencia de los Reyes se trajo a Chile, presentada en la ciudad de Santiago la llevaron a la de Valdivia. Los que en ella estaban se holgaron con el buen proveimiento a causa que tenían a Villagra por hombre mohino, y que se le hacían mal las cosas de guerra.