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Crónicas
Historia de Todas las Cosas que han Acaecido en el Reino de Chile y de los que lo han gobernado (1536-1575)
XXIII. De cómo don García de Mendoza entró en Chile y, recibido por gobernador, las cosas que hizo

Llegado jerónimo de Alderete a España en nombre de Pedro de Valdivia para negociar con su majestad, le fué necesario pasar a Inglaterra, porque el Emperador don Carlos había renunciado todos sus reinos en el serenísimo príncipe don Felipe, su hijo, y retirado en un monasterio de religiosos, no entendía cosa alguna, ni en proveimiento de ninguna suerte; por donde le convino Alderete irse a ver con el rey, que a causa de se haber casado con la reina de Inglaterra estaba en aquel reino. Llegado allá, e informado el rey de su venida, desde a pocos días le hizo merced dalle a Valdivia la gobernación por su vida, y más, que le sucediese la persona que él nombrase; con este despacho se partió de Inglaterra. Entrando por Francia le alcanzó un correo, que le hizo Eraso, secretario del rey, en que le decía que por cartas había el rey sabido era Valdivia muerto; que le parecía se debía volver a hacer sus negocios, porque el secretario Eraso, siendo informado que la tierra de Chile tenía mucho oro debajo de tierra, hizo una compañía con Alderete, en que ponía Eraso ciertos esclavos para labrar las minas, y Alderete lo demás, con un tesorero que desde allá venía para el efecto de tener cuenta con lo que de las minas se sacase; viendo que el tiempo le ordenaba por la muerte de Valdivia reformarla mejor, dió aviso. Alderete, con esta nueva, volvió a Londres, donde el rey estaba; con buenos terceros que tuvo, y por crédito que el rey tenía de su persona, le hizo merced dalle la gobernación de Chile, así como la tenía Valdivia, y más un hábito de Santiago y título de Adelantado; con esta merced se partió de España para Chile. Llegado a Panamá, que es y ha sido sepultura de cristianos, enfermó de calenturas, y apretándole la enfermedad, murió.

En este tiempo el marqués de Cañete venía proveído por visorrey de el Perú y capitán general. Llegado a la ciudad de los Reyes, y recibido por el Audiencia que en ella reside, desde a pocos días muchos hombres principales, vecinos de Chile, que estaban esperando Alderete, le fueron a besar las manos, informándole de el estado de Chile y la grosedad de la tierra; le suplicaron y pidieron por merced les diese a don García, su hijo, por gobernador. El marqués, después de haberlo pensado, se determinó enviarlo, porque gobernando el padre el Perú y el hijo a Chile, de gente, armas y lo demás necesario, lo proveería; y para que hubiese buen efecto tener de paz el reino, y por poner a su hijo en buen lugar, teniendo atención a lo de adelante, porque siendo, como era, mancebo, tenía aparejo desde aquel puesto para grandes efectos. El marqués, como era hombre prudente, considerado todo lo proveyó, y para que viniese conforme a la calidad del padre y presunción suya, mandó hacer gente en Lima, y rogando a otros personalmente que ayudasen a don García en aquella jornada, entendiendo que al marqués daban contento, muchos hombres nobles se ofrecieron irle a servir: algunos por culpa que sentían en sí de las rebeliones pasadas quisieron tenerle propicio, y muchos hidalgos que habían venido de Castilla con Alderete. Y para mejor efecto, el marqués, como era generoso y liberal, gastó de la hacienda de el rey número de cien mil pesos, que dió en socorros y ayudas a muchos soldados que con don García venían. Juntó el marqués para la jornada trescientos hombres, y con tres navíos bien aderezados de artillería, arcabuces y mucha munición de guerra, lo envió que gobernase el reino de Chile, y acompañado de religiosos, hombres de buena vida y ejemplo, salió a la vela de el puerto de los Reyes, año de 1557. Con buen tiempo que tuvo llegó en tres meses a la ciudad de la Serena; fué recibido con grande alegría de el pueblo. Estando allí le llegaron procuradores de Santiago pidiéndole por merced quisiese entrar en aquella ciudad; recibiólos amorosamente, y los despachó diciendo que él venía a poblar la ciudad de la Concepción, por cuyo respeto no pensaba entrar en Santiago por entonces; que recibía su voluntad y se lo agradecía mucho.

Tratando con Francisco de Aguirre, en cuya casa posaba, de algunas cosas de el reino, entendió de él no estaba bien en amistad con Villagra, y que era cierto las revueltas que en el Perú había habido, las más habían sido por no ponerles remedio breve. Quiso atajar lo que algunos le decían podía ser; siendo como eran hombres poderosos, y tenía muchos amigos, era bien quitarles la ocasión y enviarlos al Perú, mientras a la tierra de Chile se hacía la guerra y la ponía de paz. Con este acuerdo envió a la ciudad de Santiago, llegado que fué a la Serena, embarcasen a Villagra y lo enviasen a donde él estaba. Preso Villagra como atrás dijimos, lo llevaron en un navío. Entrando por el puerto, comenzó a hacer salva con el artillería que llevaba, y un galeón que estaba surto en el mesuro puerto, respondió a la salva con el artillería que tenía. Don García mandó ir a ver qué era: supo traían preso a Villagra. Holgándose infinito, lo mandó visitar de su parte, y que lo pasasen a otro navío, en donde estaba Francisco de Aguirre preso, y escribiendo al marqués, su padre, los entregó a un hijodalgo, natural de Bormes, en Alemaña, llamado Pedro Lisperguer, que los llevase a su cargo, el cual se hizo con ellos a la vela y fué al Perú, donde los entregó al marqués de Cañete, que los recibió con mucho amor y mucho honor, y porque iban pobres les mandó dar dineros que gastasen de presente, dándoles esperanza de hacerles mucha merced; se andaban en su corte, como ellos querían, hasta que desde a dos años Aguirre se volvió a Chile con licencia que le dió el marqués.