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Crónicas
Historia de Todas las Cosas que han Acaecido en el Reino de Chile y de los que lo han gobernado (1536-1575)
XXXV. De cómo Francisco de Villagra llegó a la ciudad de Valdivia, e yendo a la Concepción por la mar con viento contrario fué a la Nueva Galicia, y de las cosas que le acaecieron

Habiendo pasado las aguas del invierno, Villagra se puso en camino para ir a la de Valdivia. Los vecinos de aquella ciudad estaban temerosos si les removería los indios que tenían o no, y con este temor se desvelaron en hacerle el mejor recibimiento que pudieron con gente de a pie y de caballo, a uso de guerra, y le enviaron un barco al camino bien esquifado, con mucho refresco, para que en el barco viniese por el río que pasa junto a las casas de la ciudad, grande y de mucha hondura, y a la boca de este río, porque hace una isla que lo divide en dos partes, atravesaron un navío sobre áncoras con mucha artillería que le hiciese salva cuando llegase. Después de recibido con esta orden le llevaron a su posada, donde le fatigó el dolor de los pies en gran manera, por cuyo respeto de ordinario se estaba en la cama, y allí negociaban los que tenían negocios; cuando se sentía en mejor disposición, que se levantaba, estaba en una silla, y así ya enfermo, ya mejor, pasó aquel invierno, y a la primavera por el mes de octubre, que por aquel tiempo entra el verano en el reino de Chile, fletó un navío a costa del rey, y embarcando en él treinta caballos y cuarenta soldados salió del puerto de Valdivia a la mar año de sesenta y tres, diciendo al piloto navegase a donde el tiempo le quisiese llevar, aunque no tan confiado de su ventura como Otaviano César, porque Villagra siempre fué mohíno en las cosas de guerra, pues saliendo a la mar con buen tiempo para su viaje, revolvió tramontana. Corriendo el navío con el temporal fué a parar al archipiélago de Chiloé, provincia de la Nueva Galicia que después se llamó así.

Villagra, antes de su viaje, había enviado un bergantín que lo descubriese, qué tierra tenía aquella costa hacia el estrecho de Magallanes; cuando vino le trajo nueva era tierra poblada y fértil, y así le tomó deseo de la ver, y para este efecto mandó al piloto navegase a donde el tiempo le quisiese llevar. Entrando entre tantas islas el maestre surgió y amarró el navío a su usanza. Villagra mandó sacar los caballos en tierra, y que algunos soldados fuesen la tierra adentro a caballo por mejor ver y reconocer qué disposición tenía, que gente había en ella. Trajéronle nueva que era bien poblada, y parecía fértil de simenteras. Estando en tierra en frente de donde estaba surto el navío, no conociendo el piloto, ni teniendo plática de lo que por aquella costa menguaba la mar, un día descuidado menguó tanto con el retirarse las aguas vivas, que el navío, puesta la quilla en tierra, cayayó(9) de lado; con el golpe que dió, y otros que le daba la mar, se abrió por algunas partes. Socorriénronlo con grande diligencia; viendo que estaban en una isla que si el navío se perdía se habían de perder o pasar mucho trabajo sus vidas, lo remediaron con estantes hasta que la mar volvió a crecer; luego lo metieron a lo largo donde estuviese seguro de otro semejante acaecimiento. Los indios de la isla, viendo que estaban de asiento, tratan de se juntar, y una noche dan en ellos diciendo no se les podían escapar, porque estaban en tierra y no había dónde huir, aunque quisiesen. Con este acuerdo se juntaron mil indios, y una noche, a la que amanecía, dan en Villagra y los que con él estaban, que no les sintieron hasta que andaban envueltos a las manos con ellos, dando de palos a los cristianos y caballos y a la tienda en que Villagra estaba; que si como eran indios bisoños fueran pláticos, ninguno de ellos quedara que no mataran, y a Villagra con ellos. Algunos soldados, aunque estaban desnudos, subieron en sus caballos en cerro, y entraron por los indios, y con otros que iban armados y bien en su orden los desbarataron, porque los indios, como gente mal plática, no sabían jugar de lanza, y así mataron algunos y otros tomaron a prisión. Para informarse de la tierra y del número que eran, de estos llevó Villagra algunos consigo, que luego le hizo buen tiempo y se embarcó con todos los caballos y gente y con él navegó hasta la playa de Arauco, donde desembarcó y se fué a la casa fuerte que allí estaba. Sabiendo que era llegado, le vinieron a ver de la Concepción y de Cañete algunos amigos suyos, principalmente Pedro de Villagra, al cual hizo su teniente general de todo el reino para las cosas de guerra.

Estando en esto, los indios andaban haciendo fuertes donde pelear a su ventaja hasta hacer alguna suerte en los cristianos. Queriéndolo remediar de la Concepción enviaron a Francisco de Castañeda con treinta soldados que deshiciese un fuerte que comenzaban a hacer, antes que lo pusiesen en mejor defensa. Llegado a él peleó con los indios, y de tal manera tuvo la victoria que los enemigos se volvieron a él y desde allí trataron mejorarse en otro sitio cerca de aquel. Villagra, informado por cartas que tuvo de la Concepción y de la ciudad de Angol, para dar el remedio que convenía, mandó a su hijo Pedro de Villagra, que ya era vuelto de Santiago, donde su padre lo había enviado a ser justicia, se aderezase con sus amigos y se fuese a juntar con el capitán Arias Pardo, a quien había dado comisión cuando se embarcó en Valdivia para que hiciese gente en aquellas ciudades y viniese con ella a Angol y que de allí le avisase. Siendo informado, le escribió viniese a juntarse con Pedro de Villagra, y a Pedro de Villagra mandó se juntase con él, porque sabía había muchos indios juntos.

Con esta orden se vieron y concertaron cómo pelear con los enemigos, pues era monte la parte en donde estaban y a caballo no se podía hacer efecto alguno, y así acordaron de se apear todos y pelear a pie, pues el fuerte no estaba aún acabado de hacer. Con esta determinación se fueron hacia los indios cincuenta soldados disparando los arcabuces en la multitud, y los indios grandísima lluvia de flechas en los cristianos. Arias Pardo iba delante embrazado de una rodela y un dardo en la mano, con buena determinación y desenvoltura, caminando hacia los enemigos: llegando cerca de ellos en caso pensado y no repentino, sino con determinación acordada de pelear, se le heló la sangre de todo un lado, de condición que le privó el calor natural y quedó pasmado de manera que no se pudo mover más; los demás pelearon con tanta determinación que ganaron el fuerte: echando a los indios dé el, mataron algunos y otros tomaron prisioneros. De allí se fueron todos al río de Biobío para enviar por el río a Arias Pardo a la ciudad de la Concepción, a causa de que no podía caminar a caballo, ni era posible de la manera que quedó, que aunque se puso en cura en el Perú y en este reino, no pudo sanar; los soldados salieron todos cincuenta tan mal feridos en el rostro y en lo que llevaban descubierto sin armas [que] unos se volvieron a la Concepción, de donde habían partido para aquella jornada, y otros a Arauco, donde Villagra estaba.

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Notas

(9) Por encalló. (Nota de la edición de la Academia).
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