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Crónicas
Historia de Todas las Cosas que han Acaecido en el Reino de Chile y de los que lo han gobernado (1536-1575)
XLIV. De cómo el gobernador Pedro de Villagra envió al capitán Lorenzo Bernal en el galeón del rey a hacer gente a la ciudad de Valdivia en compañía del capitán Gabriel de Villagra, y de lo que hicieron

Despoblada la fuerza de Arauco, Pedro de Villagra, para hacer la guerra contra todos los indios rebelados, el verano siguiente quiso juntar gente de todo el reino, y para el efecto envió al capitán Lorenzo Bernal con un galeón que estaba surto en el puerto de la misma ciudad, que el gobernador Francisco de Villagra había comprado para el rey, y por no molestar los tratantes tomándoles sus navíos de mercancías para el proveimiento del reino en cosas necesarias que de ordinario la guerra trae consigo. En este navío, como dicho tengo, despachó a Lorenzo Bernal con su poder para que como su persona y en su nombre se recibiese en aquella ciudad y después de recibido quedase el licenciado de las Peñas, natural de Salamanca, por su teniente de gobernador, y envió una provisión al capitán Gabriel de Villagra de su teniente general en todo el reino y comisión que pudiese hacer gente; y para buen aviamiento de ella, gastar los pesos de oro que le pareciesen necesarios de la hacienda real. Lorenzo Bernal, llegado a Valdivia, presentó en el cabildo los testimonios que llevaba, fué luego recibido Pedro de Villagra por gobernador y envió la comisión que llevaba a Gabriel de Villagra, el cual en compañía de Lorenzo Bernal comenzó a hacer gente en las ciudades comarcanas a la de Valdivia, que son: Osorno, Ciudad Imperial y Ciudad Rica; y porque muchos de los soldados y vecinos que habían de ir aquella jornada estaban pobres, fué necesario ayudarles con algún socorro de ropa para su aviamiento, porque Pedro de Villagra con ciento soldados que de la casa de Arauco habían salido y con los que de Valdivia le traerían, con la demás gente que se hallaba, entendía hacer la guerra y conquista. Lorenzo Bernal y Gabriel de Villagra sacaron de aquellas ciudades setenta soldados bien aderezados, gastando al rey de su hacienda diez mili pesos que son catorce mil ducados y más. Con esta gente se partieron la vuelta de Angol, que era la orden que tenían de Pedro de Villagra, para que desde allí se proveyese en las cosas de guerra, habiendo primero despachado el galeón del rey con mucho bastimento y armas para los que en la ciudad de la Concepción estaban sin ellas. Caminando por tierra de la Imperial llegaron breve Angol, dejando allí la mayor parte de la gente que traían: con treinta soldados se fueron a ver con el gobernador, y porque los que en su compañía iban no llevaban ropas de vestir, que la habían dejado por ir a la ligera, temiéndose tener recuentro con indios de guerra. Informado el gobernador mandó al capitán Juan Pérez de Zurita, natural de Córdoba, fuese [a] Angol y trajese de vuelta los soldados que por una memoria le dió, a causa que algunos amigos de Villagra le pusieron mal con Lorenzo Bernal: tanto puede la envidia en caso semejante contra hombres de valor, que Pedro de Villagra mostró no estar bien con él. Entendido Lorenzo Bernal le pidió licencia para irse a su casa, y al capitán Gabriel de Villagra mandó fuese a la Ciudad Imperial y desde allí tuviese cuenta con el gobierno de aquellos pueblos.

En este tiempo y días había Pedro de Villagra mandado al capitán Francisco Vaca que con cuarenta soldados saliese de la Concepción y se pusiese en el río de Itata, corriendo aquella comarca, haciendo la guerra de la manera que a él le pareciese hasta traer aquellos indios de paz. Está este río de la ciudad de la Concepción ocho leguas: llegado que fué el capitán Vaca hizo asiento en un llano que le pareció a propósito para caballos y donde podía estar al seguro. Desde allí destruía las sementeras de los indios, llamándolos de paz; mas estaban tan soberbios viendo que todo se les hacía bien, que no pararon en el daño que recibían, antes trataron de pelear, y para el efecto se juntaron número de tres mil indios; tomando la mano Loble, indio belicoso y valiente, les dijo que les estaba bien pelear con los cristianos en aquel lugar donde estaban, antes que recibiesen más daño, y que aunque tenían el sitio tan dañoso para ellos, en la muchedumbre se suplía la ventaja que los cristianos les tenían; y así juntos fueron caminando a ponerse cerca de los cristianos. El capitán Vaca, como soldado viejo y de tanta plática de guerra, era informado de todo, y dió de ello nuevas al gobernador Pedro de Villagra de cómo los indios querían pelear con él, y el número que eran y la gente qué tenía poca, que le enviase socorro. No se lo envió, porque esperaba al capitán Juan Pérez de Zurita, que era ido a Angol por cuarenta soldados de los que Lorenzo Bernal había traído: por este respeto no le envió socorro. Los soldados decían que pues no tenía gente para dar batalla que se retirarse a la Concepción, y que después saldría con mayor fuerza y podría hacer buen efecto. Estas palabras no le daban gusto, porque decía con los que le eran amigos que si desamparaba el campo era dar a los indios grande ánimo y avilantez para lo de adelante, y que él perdía mucho de reputación: que más quería estar a lo que fortuna determinase probándola en aquella campaña, que a su parecer era a propósito para pelear y ser bien manejados los caballos, y que no veía los indios quisiesen aventurarse a pelear con gente de a caballo en aquel llano. Con este acuerdo estuvo en su campo poniendo mucha guarda en las velas y rondas todos armados esperando lo que harían. Loble, con orden de guerra sus escuadrones juntos al amanecer, dió en el campo; los cristianos tocan arma, que ya por el aviso que tenían estaban en orden. El capitán Francisco Vaca ordenada su gente rompió con el escuadrón que más cerca estaba con grande ánimo, y pasó por ellos hasta el cabo: alanceando y tropellando muchos indios, anduvieron peleando un rato. Los indios derribaron un soldado llamado Giraldo, vecino de la Concepción; de lanzadas que le dieron fué muerto en presencia de los demás que no pudieron darle socorro. El capitán Vaca, aunque peleaba bien y acaudillaba su gente con buen ánimo, no los pudo romper de manera que quedase señor del campo. Los indios como eran muchos lo tomaron en medio y a lanzadas le mataron tres soldados; viendo que se perdía, antes que queriendo no pudiese, se retiró con los que le quedaban, dejando a los enemigos el bagaje y todo lo que tenían, que le fuera mejor haberse retirado antes, como se lo decían, que no ponerse tan imprudentemente en caso tan dudoso; y porque entendió el camino de la Concepción estaría tomado por ser montañas y pasar estrechos, se fué camino de la ciudad de Santiago, que estaba sesenta leguas de allí; llegó con los soldados que le quedaron, rotos, maltratados y heridos.