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Crónicas
Historia de Todas las Cosas que han Acaecido en el Reino de Chile y de los que lo han gobernado (1536-1575)
XLV. De cómo llegó el capitán Juan Pérez de Zurita a la ciudad de Angol, y viniendo a la Concepción con cuarenta soldados, fue desbaratado por Millalelmo, valiente indio y plático de guerra

Llegado el capitán Zurita a la ciudad de Angol con la orden que Pedro de Villagra le había dado para traer la gente, los apercibió que estuviesen prestos antes que los indios tuviesen aviso de su partida. Había estado en aquella ciudad por capitán de ella don Miguel de Velasco, y por haber dejado el cargo degustoso del proveimiento que Francisco de Villagra hizo nombrando por su teniente general a Pedro de Villagra, tuvo necesidad proveer de nuevo capitán, como cosa tan importante, y así proveyó a un hijodalgo, natural de Pamplona, llamado Diego de Carranza. Éste, muerto Villagra, dejó el cargo de capitán para irse a España, y así quedó la ciudad de Angol sin capitán que la tuviese a su cargo, porque Gabriel de Villagra se había vuelto a su casa a la Ciudad Imperial, y el capitán Lorenzo Bernal, aunque estaba en Angol, no tenía cargo ninguno más que un particular vecino. Los alcaldes ordinarios proveían en lo público lo que se les ofrecía como justicia ordinaria. En este tiempo llegó el capitán Zurita y estando de partida para volverse le dijo Lorenzo Bernal: "Señor capitán, por el camino que vm. ha venido no debe volver; pues hay otros caminos muchos, tome el más seguro, porque creo a lo que soy informado que los indios le esperan a la vuelta". Juan Pérez de Zurita, como hombre de grande ánimo y que no se había visto en recuentro ninguno con aquellos indios, despreció lo que le fué dicho, y respondió que por el mismo camino había de volver y entrar en la Concepción con todo el fardaje que llevaba; que era flaqueza con tan valientes soldados buscar nuevos y no usados caminos. Con este presupuesto y determinación salió de Angol camino de la Concepción con cuarenta soldados bien aderezados, con mucho cuidado en la vanguardia y retaguardia, repartidos con orden para caminar y pelear si caso le ofreciese no poder hacer menos.

Los indios, con su capitán Millalelmo, teniendo nueva de su venida por los humos que los comarcanos hacían, lo esperó dos leguas de la Concepción a un paso de un río llamado Andalien, con una ciénaga que juntamente con el río los hacía muy fuertes, e no saliéndole bien la batalla que pensaban dar al capitán Zurita, su capitán, que aunque había otros lugares donde poder pelear con astucia de guerra, quisieron descuidarlo esperándole más cerca de la Concepción; así llegó donde los indios estaban muy alegres, porque desde el alto del monte habían visto los muchos caballos que traían cargados de fardos y petacas en que llevaban sus ropas. Millalelmo mandó que treinta indios se les mostrasen delante con sus lanzas y arcos y que arremetiendo los cristianos a ellos se retirasen a los árboles y matas de monte comarcano, a no más fin de deshacerles la orden que traían y embarazarlos, y habló a sus indios diciéndoles peleasen valientemente, que los cristianos que allí venían era gente nueva en la guerra, y que demás de no tener plática de pelear, en la parte que estaban les tenían gran ventaja: que era imposible tan poca gente poderles resistir, que no les quitasen la ropa que llevaban por lo menos, y que si la quería defender entendía tenerlos a todos en su poder como a gente vencida. Los que llevaban el avanguardia desque vieron los indios tocaron arma; Zurita mandó juntar el bagaje para pelear, y pasó adelante a reconocer qué gente era. Como vió tan pocos indios mandó romper con ellos: los enemigos como tenían el emboscada cerca tuviéronles poco temor, antes se llegaron a pelear con ellos, acometiéndolos y retirándose. Millalelmo, como vió lo que deseaba, salió de la emboscada con tres mil indios dando terrible grita, que como era valle y estrecho atronaba la comarca, tocando grande número de cornetas y una trompeta que había ganado a cristianos. El capitán Zurita, recogida su gente, no desmayó, antes dejando diez soldados que mirasen por el bagaje, rompió con los demás peleando valientemente. Don Pedro de Godoy, natural de Sevilla, quiso mostrarse animando a los demás que hiciesen lo que él hacía; se arrojó entre los indios peleando, socorrióle otro soldado valiente hombre, llamado Rolón: a entrambos derribaron de los caballos y hicieron pedazos, porque estos indios de toda esta provincia en la guerra son cruelísimos; cortáronles las cabezas y puestas en unas lanzas largas fueron dando muestra de su victoria, y como eran muchos, con este principio cobraron tanto ánimo que luego mataron a otro soldado llamado Hinestrosa y a otro llamado Villero, y así con ánimo denodado rompieron. El capitán Zurita, que muy bien había peleado acaudillando su gente, hizo todo lo que en semejante caso se podía hacer: vueltas las espaldas le dejaron a Millalelmo y a su gente todo el bagaje que era de mucho precio que en socorro habían recibido del capitán Gabriel Villagra en la ciudad de Valdivia. El capitán Zurita, viéndose desbaratado y perdido todos los caballos que llevaba de dobladura, por un camino que atravesaba de montes, fué a salir al paraje donde habían desbaratado al capitán Vaca, y no osando ir a la Concepción, se fué a Santiago con la gente que le quedó, pobres y perdidos. El gobernador se disculpaba después diciendo que el capitán Zurita tenía la culpa por no haber querido guardar la orden que le había dado mandándole que por aquel camino no entrase en la Concepción, sino por el camino de Itata, que era el mejor y más seguro.