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Crónicas
Tomo II
Capítulo CVII. Ataque del Fortin de Antuco - Progresos de la espedicion de los españoles contra los pehuenches, i subandinos i llanistas en el presente Gobierno.

Los pehuenches, mandados por el famoso Pilmi poco satisfechos de las operaciones de los españoles que ya trataban de tornar las avenidas de los Andes, resolvieron atacar el reducto de Autuco. Al ponerse el sol el 20 de enero de 1770, trasmontaron el cerro del Vo can i se man uvieron en os Chacayes hasta que fué entrada la noche que se arrimaron al rio Tubunleu sin ser vistos, porque no se apostaban centinelas en las alturas ni se hacian descubiertas en la única avenida por donde los enemigos podían entrarle. Antes de amanecer el siguiente dia lo vadearon a pié, hallaron dormidos a los milicianos de la avenida colocada a poco mas de doscientas varas del reducto al sur de él sobre la ribera occidental del espresado, rio i mataron catorce hombres, que se hallaron en la eternidad sin saber cómo se les habia proporcionado el viaje. Los demas despertaron con el ruido de las armas e hicieron hacia el reducto i entónces se pusieron todos sobre las armas a esperar a los enemigos que nada tardaron en acometer con intrepidez. Repitieron vigorosos avances por espacio de siete horas, pero con el fuego de la artillería i fusilería fueron rechazados.

Perdieron los enemigos ochenta hombres i pocos fueron los que salieron del ataque sin algo que curar, sin que se esceptuase su jeneral que llevó atravesado un muslo de un balazo. De los españoles muchos quedaron heridos con las flechas i cautos que arrojaron sobre ellos los enemigos i no pocos fallecieron despues. Todo este escuadron estuvo espuesto a perecer si saliendo los pehuenches por el boquete de Villucura, que por el acelerado progreso del maestre de campo a la plaza de los Anjeles quedó descubierto, le hubieran cortado la retirada i la comunicacion con los establecimientos de la frontera; pero la arrogancia de Pilmi despreció este pensamiento contra el dictamen común de sus capitanes, i le estuvo mal porque de resultas de su derrota perdió la vida. Mas no se piense que esta sentencia se dió en algun consejo nacional i con algunas formalidades jurídicas o militares. Estas circunstancias están de mas en unas jentes que no tienen especie alguna de gobierno. Acaeció así: la mañana del ataque un pehuenche de la plebe no entró en funcion. (De esta clase era forzoso que se niega a las acciones gloriosas i que mira si no con desprecio, al ménos con indiferencia la defensa común). I miéntras otros peleaban, él i otros de su modo de pensar almorzaban al oriente del rio i del reducto i a su parecer libres de todo riesgo, i en esta descuidada operacion le cayó en suerte una bala perdida que le atravesó el insaciable vientre i allí mismo murió. Puestos en su pais, otro pehuenche de poca cuenta, pariente de aquel, hizo cargo de esta muerte casual al famoso Pilmi, i echándose repentinamente sobre él le asesinó. Tomaron las armas los deudos del jeneral difunto, les hicieron resistencia los del agresor i últimamente quedó éste, no solo impune, sino también victorioso en la muerte de su pariente atribuida al intrépido Pilmi por la razon de que el almorzador no peleaba. Hasta este punto de monstruosidad llega el gobierno de los indios de Chile i esta es toda la disciplina militar i toda su obediencia.

Estas operaciones de los indios pusieron al gobernador en la necesidad de acelerar sus disposiciones, no ya para la defensiva, sino para una guerra ofensiva, i resolvió que el capitan Freiré entrase por tierra de Llanos con una columna de mil hombres, i con otra de igual número abatiese don Ambrosio el orgullo de los pehuenches, penetrando las fragosidades de los Andes por el boquete de Antuco, i don Gregorio de Ulloa, natural del Perú, vecino i del comercio de la ciudad de la Concepcion, debia hacer la misma operacion por el de Alico, en el partido de Chillan, con un escuadron de seiscientos milicianos de la caballería, para unirse con don Ambrosio en el centro de aquellos montes. El mando de la columna que se dió a don Ambrosio pertenecia por costumbre al maestre de campo, i lo solicitó vivamente, mas no pudo alcanzar lo que era mui debibido, porque sus enemigos hicieron concebir al gobernador falta de valor, i de conducta en este jefe.

Se disponía ya don Ambrosio para la espedicion, i se hallaba en la plaza de Tucapel, de la que a la sazon era yo comandante, i le dí jente escojida, quedándome con la ménos útil para guarnicion de mi destino, cuando dió aviso el comandante de la de los Anjeles de hallarse bloqueada la del Nacimiento por las tropas de las parcialidades de Angol, i Quechereguas, mandadas, por sus toquis, Curiñamcu i Taipilabquen, i esta novedad dió mérito para que el gobernador alterase sus primeras disposiciones. Dispuso, entónces, que la columna del mando de don Ambrosio se, uniese con laque Freire mandaba, i que pasasen a la parte meridional del Biobio para hostilizar a las parcialidades inmediatas a la antigua arruinada plaza de Puren, hasta las de Imperial i Boroa.

En los primeros dias de febrero (1770), pasó don Ambrosió el Biobio para la plaza de Puren, i campó sobre sus riberas en el paraje nombrado Los Tycahues, al oriente del cerro denominado Negrete, poco distante de él. En los bosques inmediatos se emboscó una partida de sesenta indios llanistas, i sorprendieron a ocho paisanos, que de la plaza del Nacimiento viajaban a la de Puren. Trabaron una reñida guerrilla desde las nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde (12 de febrero de 1770), i orientado de ella don Ambrosio, envió una compañía de milicias para que los auxiliase. Descubierta por los indios,hicieron éstos aceleradamente, ménos veintisiete, que aquellos ocho leones habian destrozado, cuyos nombres nunca podia serme lícito silenciar, pelearon iguales en las armas, i desiguales en el número (116). Estuvieron tan empeñados en aquella escaramuza, que manifestaron el sentimiento que les causó la llegada de la compañia, porque les separó, de ella, i ;les quitó la gloria de que fuese mas completa la victoria.

Siguió don Ambrosio su marcha siempre sobre la ribera meridional del Biobio, siguiendo sus aguas hasta las inmediaciones de la plaza del Nacimiento, donde halló campado a Freire, que al frente de aquel establecimiento acababa de transitar el mismo rio, de su confluente con el de Vergara. Desde allí sé dirijieron (23 de febrero de 1770), unidos, pero independiente uno de otro, a la parcialidad de Angol, residencia del jeneral Curiñamcu. Caminaron seis leguas al sur por estancia de espalioles, i a media tarde llegaron ál rio Tolpan, :que por aquella parte deslinda territorios con los indios independientes, i pusieron el .campamento en un valle situado sobre la ribera septentrional, en su confluente con el Vergara. Apoco rato de haber campado, salid de un bosque inmediato una partida de cien indios de! la parcialidad, de Angol, que bárbaramente esforzados, emprendieron quitarles la remonta. i sin duda lo hubieran conseguido si no aceleran la accion, i hubieran dado tiempo a que acabase de echar pié a tierra la columna de don Ambrosio, que componía la retaguardia. Algunas compañías estaban todavía montadas, i prontamente salieron a contenerlos. Se pusieron en defensa, i con tal denuedo, i bizarría, que hicieron resistencia a dos mil hombres, i mantuvieron la guerrilla hasta entrar la noche, que se retiraron peleando los que salieron con vicia, para referir a los suyos la gallarda intrepidez con que avanzaron hasta entrar en el campamento. Don Ambrosio se mantuvo quieto a retaguardia. Freire montó a caballo i salió a pelear, pero tuvo que volver las herraduras, i aunque corrió mucho, hubiera perecido, si Segundo Sánchez, teniente de la compañía de forajidos, no le hubiera salvado la vida, quitando la suya a un indio que le daba alcance i enristraba la lanza para atravesarlo por la espalda. Murieron en esta escaramuza nueve españoles, siendo de este número el valeroso capitán de milicias Otalier, natural de la ciudad de Talea; i de los cien enemigos perecieron muchos. Este hecho de armas fue para los llanistas una completa victoria. El solo fue bastante para que se abandonase aquella utilísima, e indispensable espedicion para concluir la conquista de aquellos indios, que conducida por pulso militar, hubiera tenido felices consecuencias. Cayeron de ánimo las tropas milicianas, i el capitán Freire, i don Ambrosio, sin consultar al gobierno, se retiraron al día siguiente por este pequeño ocurso, i desairados, volviendo pasos atras, trasladaron su campamento a la ribera septentrional del río Duqueco, al frente del cerrillo de Negrete, repasando el Biobio por la plaza del Nacimiento.

Las frecuentes irrupciones de los enemigos por toda la frontera, i la mala direccion de las espediciones, tenían al gobernador sobrecojido de temores, i receloso aun de los indios que, huyendo de las consecuencias de la guerra, resolvieron separarse de sus patriotas, i aficionados de los españoles, buscaron la proteccion de las reales banderas. Poseído de estas sospechas, dispuso espatriar, i enviar a la ciudad de Lima, contrá lo dispuesto en la real cédula de 19 de mayo de 1682, que espresamente lo prohibe, al cacique Antipagui con treinta pehuenches que tenía a sus órdenes; i exasperado de aquella tropelía, cayó en desesperacion, i se quitó la vida con un dogal. El virei del Perú desaprobó esta espatriacion, i recibió benignamente a los que llegaron a su presencia, que fueron pocos, i bien asistidos, i mui obsequiados, i regalados, los restituyó a su patría. De los treinta, i un pehuenches, solo tres sobrevivieron a la injusta determinacion del gobernador, i alcanzaron la incomparable satisfaccion de regresar a la amada patria, que en sentir de Séneca, no se ama por buena, sino por propia.

Nada bien le hizo a este cacique su fidelidad, i peor le tuvo a Tureculipí, de la misma nacion, con toda su parcialidad, compuesta de veinte familias. Vid sublevados a los principales capitanes i abandonó su partido por no tener parte en aquella guerra, i por no ser objeto de su furor, si rehusaba tomar, las armas contra los españoles; adoptó tambien la resolucion de Antigaquí i se pasó al partido de Chillan, presentándose a su correjidor don José Quevedo, natural de las montañas de Santander, vecino i del comercio de la ciudad de la Concepcion, para que le señalase territorio donde establecerse, i se le mandó fijase su residencia en la estancia de su capitan de amigos i que éste estuviese a la mira de su conducta, para que no causasen daño en las estancias circunvecinas, i era lo único que se podia recelar. Poco despues falsamente impresionado el caballero Quevedo, de que aquellos hombres no procedían de buena fe, mandó degollar a todos los varones (febrero de 1770, sin que la mas decrépita senectud mereciese compasion a los ejecutores de la crueldad, i se apoderaron de las mujeres i niños para la servidumbre de sus casas.

El gobernador disimuló esta atrocidad, i en aquellos mismos días no solo dejó sin castigo, sino que le mereció aprobacion la decapitacion de los tres indios yanaconas, que en el centro de aquella frontera, a distancia de diezisiete leguas de la Concepcion, mandó hacer un alcalde de Monterilla. Esta clase de hombres, a quienes allí son desconocidos los mas naturales sentimientos de la racionalidad, o talvez erróneamente persuadidos de que los indios no son de su misma especie, siendo así, que a dos o tres azadonasos que den, exhuman un abuelo nacido i criado, si no en los incultos montes de Arauco, al niénos oriundo de los amenos campos de Boroa, olvidados de las intimidades de su misma sangre brutal i basa antemente conducidos de un abominable espíritu de venganza, persuadian al gobernador que estaban confederados contra el Estado cuantos indios habitaban en el territorio español para sacarle la aprobacion de sus inhumanidades. Era el gobernador. hombre de sana intencion, i por otra parte, imbuido en que aquellos hombres campestres por la propincuidad i conexiones que tienen con los indios, debian tener i poseian tan perfecto conocimiento de sus ritos, costumbres, ardides i operaciones militares, sin advertir que no pocos de ellos apenas saben que existen i solo tienen luces para la iniquidad. No discernid, el espíritu que les animaba, i sin dificultad presentaba su aprobacion, segun el semblante de que revestian los informes con que alucinaban su bondad.

Los pehuenches del jeneral Pilmi se dividieron en varias partidas, i una de ellas volvió sus ideas al norte de los Andes (febrero de 1770), sorprendió la guardia del boquete de Alico que halló dormida; la pasó a cuchillo i bajó a las llanuras del rio Ñuble, que corre por el partido de Chillan. Saqueó aquel territorio i regresó con la presa de muchos ganados vacuno i caballar, i algunas mujeres i niños españoles. Llegó la noticia de esta hostilidad a la ciudad de San Bartolomé de Gamboa, capital del partido, i entónces salid don Gregorio de Ulloa con el escuadron de su mando a darles alcance. Trasmontó el primer cordon de los. Andes, estuvo en el valle de las Damas, donde vid los vestijios de un alojamiento de los enemigas, se intimidó porque le parecieron muchos i regresó sin haber hecho otra cosa.

Amenazada por todas partes la frontera no hallaba arbitrio el gobernador para tomar un buen temperamento en aquel negocio. Las tropas milicianas, poco acostumbradas a la fatiga de las armas, estaban cansadas, sin que se les hubiera hecho hacer cosa alguna de provecho, cansados tambien estaban los caballos en marchas inconsideradas i ejecutadas con la aceleracion que no era menester; de modo que ya no quedaban, fuerzas mas que para mantener una guerra defensiva, i no sin trabajo; consecuencia inevitable de no haberse hecho ofensiva en sus principios. Pero esta pesada carga pasó a otros hombros por disposicion del virei del Perú (marzo de 1770), i se retiró a la capital a continuar en la Audiencia el ejercicio de su empleo de oidor decano Siete años despues le concedió el rei su jubilacion i falleció en aquella ciudad.