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Crónicas
Tomo II
Capítulo CVIII. Gobierno interino del Mariscal de Campo Don Francisco Javier de Morales - Últimas operaciones de las columnas de Biobio i Carampangue - Llega a Chile un batallon de infantería i se amotina.

Luego que los indios acometieron a la frontera i a sus establecimientos, el gobernador orientó al virei del Perú en este suceso sin omitir las circunstancias que intervinieron en el rompimiento, i ya quedan referidas, i persuadida su excelencia de que un militar sabria hallar para aquella guerra, el temperamento, que suponiá escondérsele al gobernador togado, (como si las armas i las letras hubieran estado reñidas alguna vez, o Marte obligado a comunicar sus influencias a todos los militares con esclusion de todos los togados) despachó un pliego cerrado a la Real Audiencia de Chile, con órden de abrirle al tercero día de haber llegado a la capital de aquel reino el mariscal de campo don Francisco Javier de Morales, de la órden de Santiago, que siendo capitan de guardias españolas le hizo el rei la gracia de nombrarle inspector, jeneral i cabo subalterno de las armas del Perú, i desembarcado en el Rio de la Plata debía pasar a Chile para navegar al puerto del Callao de Lima (1770). El 3 de marzo se hizo lo que prevenía el vire i contenía el pliego los despachos de gobernador interino de aquel reino a favor del espresado mariscal de campo; i los de maestre de campo jeneral de su frontera, i correjidor de la ciudad de la Concepcion librados ele el coronel don Baltazar Senmatnat (que acababa de llegar en calidad de comandante del batallon, de infantería de Chile, que formado de piquetes de compañías de varios rejimientos, salió de Cádiz en setiembre de 1768, i entró de arribada en el Rio de la Plata en principios de 69) por suspension de don Salvador Cabrito, a quien se le mandaba presentarse preso en la villa de San Martin de la Concha, capital del partido de Quillota, donde ántes estuvo arrestado de órden del mismo jefe.

Se dió puntual obedecimiento a las disposiciones del virei, i don Francisco Javier de Morales fue admitido al gobierno i presidencia de Chile con las ceremonias acostumbradas (3 de marzo de 1770). Se le pasó noticia de esta resolucion al gobernador togado, que se hallaba en la ciudad, de la Concepcion, i se le intimó al caballero Cabrito la que se dirijia contra él. En contestacion de este oficio avisó el togado la llegada al puerto de Talcáhuano de la escuadra del mando de don Antonio de Arce, compuesta de los buques Astuto, Septentrion i Santa Rosalía, que llevó a su bordo al batallon de infantería de Chile en el número de seis compañías, i una partida de oficiales, sarjentos i cabos de caballería para disciplinar las milicias de aquel reino.

Dió aviso tambien del mal suceso de Tolpan con la resolucion que tomaron los comandantes Freire i O'Higgins de abandonar la espedicion i retirarse a la ribera septentrional del río Duqueco. Al nuevo gobernador le pareció cosa mui estraña que cien indios consternasen en una columna de dos mil hombres, i orientado de qué Sus comandantes jamas habían servido en la carrera militar, siguiendo la autoridad de Aristóteles (117) que afirma deben pasarse diez años sin comerciar, para que el mercader sea admitido a la milicia i a los oficios públicos, en 7 de marzo le separó de aquel mando (1770), i lo confirió a don Joaquin Valcárcel, ayudante mayor de asamblea, natural de la ciudad de Sevilla, dándole por acompañado en calidad de injeniero a Don Lorenzo Arrau, natural de Barcelona, quien pasó a aquel reino de criado del caballero O'Higgins i ordenó que Freire pasase a la plaza de Yumbel, i que el espresado O'Higgins tomase el partido que quisiese i le estuviese a cuenta, respecto a que servia en calidad de aventurero.

Al mismo tiempo que tomó esta resolucion dispuso que el coronel don Baltazar Senmatnat en ejercicio de su empleo de maestre de campo jeneral de aquella frontera pasase a visitarla, i él se puso en marcha para la ciudad de la Concepcion. Valcárcel, posesionado del mando de los dos mil, que mandaban Freire i O'Higgins, se mantuvo sobre Negrete en total inaccion sin atreverse a dar un paso adelante, aunque los enemigos no perdian la ocasion de hostilizar los establecimientos españóles. El nuevo maestre de campo reconoció las plazas de la línea divisoria i sus fortificaciones, i las fuerzas de toda la provincia de la Concepcion i dió cuenta al gobernador para que librase las providencias que le pareciesen oportunas para resguardo de aquel territorio.

Don Antonio Santa María, que se hallaba, en Carampangue casi en la misma inaccion de Valcárcel, luego que fue orientado del trastorno que tuvo el gobierno, i de la separacion de Freire i de O'Higgins, resolvió moverse a consecuencia del golpe de mano que dió Calicura sobre el ganado de la plaza de Arauco, que queda referido (marzo 11 de 1770). Dirijió la marcha hacia, la parcialidad de Raque, que dista de ella dos leguas al sur. No halló indio alguno pero taló las sementeras, i entregó al fuego sus chozas. De allí avanzo' otras seis leguas hacia el mismo rumbo i campo, en la isla de Quidico que sufrió las mismas hostilidades. No se detuvo en esta parcialidad, i caminó otras dos i medialeguas hasta Quiapo. De aquí hizo cuatrocientos, hombres a las órdenes del capitán de artillería don Juan de Ojeda, con destino de hacer una descubierta en toda la parcia- lidad, i sus cercanías, que ya son términos del estado de Tucapel, i para que desvastase todo el distrito. En este reconocimiento descubrió Ojeda un escuadron de trescientos araucanos que enviaba Calicura con designio de observar los movimientos de Santa María. Les buscó Ojeda, i la bizarría araucana no senegó a complacerle. La mañana del 19 de marzo de 1770 comenzaron la batalla que se concluyó con la noche, retirándose los enemigos, con pérdida de ochenta i cinco hombres, i Ojeda al campanlento con la de dos soldados i muchos heridos. A presencia de esta, victoria, aun no se atrevió Santa María a seguir la marcha, i se mantuvo allí hasta la mañana del 28. Tuvo noticia de que el cuerpo del ejército de Calicura se hallaba en Tucapel haciendo tierno recuerdo de su famoso Caupolican, sobre la derrota que dió a los conquistadores con muerte del insigne capitan Pedro de Valdivia; i aunque se componía no mas que de tres mil combatientes, le pareció no podía contrarrestarle por mal montada la tropa de sumando, i en dos marchas volvió a su antigua situacion de Carampangue.

Orientado el gobernador de la fatal constitucion en que se hallaba la frontera, i del mal estado de las remontas de la tropa miliciana, dió las providencias que podían facilitarse en la ocasion i para reparo i resguardo de las plazas i fuertes de la línea, i despidió aquellas tropas a sus respectivos partidos (abril 22 de 1770) para ahorrar gastos al erario. I aunque no quedó bien segura la línea divisoria, no pudieron los indios hacer la menor hostilidad porque las lluvias del invierno fueron tan excesivas, que todos los rios salieron de sus márjenes, i se mantuvieron intransitables hasta el mes de agosto.

Retiradas las milicias a sus partidos parece no quedaba otra cosa que hacer sino meditar el mejor modo de castigar a los enemigos en la próxima primavera; pero no fue así, que dentro de casa tuvo mucho que hacer el gobierno porque el batallon de infantería que fue de estos reinos le puso en mayores cuidados. Los cabos de escuadra i soldados; pidieron se les ajustase su cuenta, i les pagase el alcance; pusieron la solicitud por los conductos regulares. Los oficiales lo hicieron presente a los jefes, i éstos al gobernador, que no quiso resolver por si mismo, i consultó al doctor don José Clemente de Traslaviña, oidor de la Audiencia de aquel reino, i le acompañaba en calidad de auditor de guerra. Este togado opinó que los jefes i oficiales contuviesen a los soldados haciéndoles ver la falta de caudales para satisfacerles por entónces el alcance que demandaban (poco conocimiento tenia el doctor Traslaviria del carácter de Juan Soldado). El gobernador se conformó en este dictamen, i lo intimó a los oficiales. Obedecieron éstos, i trabajaron con eficacia, pero viendo que no podian convencerlos, resolvieron intentar el convencimiento del gobernador que suponian mas asequible, conveniente i seguro. Se fueron a él con sus jefes. Reiteraron la certidumbre de un Motin, i repitieron su representacion; mas, todo quedó sin efecto porque el gobernador i el oidor evadieron la dificultad con la falta de dinero. El coronel don Baltazar, conociendo la cercanía i certidumbre del golpe, si antes habló al gobernador como jefe de aquel cuerpo, ahora se fue a él como a un amibo, i le advirtió que se valiese de alguno de los muchos arbitrios que allí ha i para aprontar el dinero, que despues se vería estrechado a desembolsar cuando ya estuviese dado el escándalo, i verificada la insubordinacion, que era irremediable, por otro medio que no fuera exhibiendo el alcance.

La tropa trascendido la dureza del gobernador, i no se le pudo esconder que en "la ocasion no habría fuerzas superiores a las suyas en la Concepcion, i se amotino en principios de mayo de 1770. Con las armas en la mano se hizo apuntar la cuenta, i satisfecho el alcance, pidió se le perdonase en nombre del reí, i que en atencion a estar refíujiados en la iglesia i convento de San Francisco, saliese el reverendo obispo por garante del perdon. Todo se hizo a su voluntad, i tuvieron los oficiales que sufrir el ruboroso acto de recibir los fusiles i banderas de los amotinados para conducir aquella desobediente tropa a sus cuarteles que se presento el batallon formado en orden de parada, i rehusó volver a ellos sin aquella formalidad. Todavía no terminaron en esto sus inqúietudes porque segunda vez volvieron a tomar las armas sospechosos de que se arribaban a aquella ciudad las milicias del partido de Maule para castigar su delito, pero no la presencia del gobernador, reverendo obispo i su comandante que les repitieron los seguros del perdon, se sosegó el segundo tumulto.