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Crónicas
Tomo II
Capítulo CXI. Se refieren los hechos políticos i económicos de este Gobierno, i la traslacion del Gobernador a la ciudad de Lima.

Las bellísimas circunstancias personales que adornaban al gobernador, hicieron recomendable su persona en los colonos de Chile, i verdaderamente le amaban. Tres oficiales de guardias españolas gobernaron aquel reino, los excelentísimos señores don José de Manzo, conde de Superunda, don Domingo Ortiz de Rosas, conde de Poblaciones, i el señor don Francisco Javier de Morales, de quien hablamos. Estos caballeros, como buenos cortesanos, estuvieron léjos de la fastidiosa elacion, se manifestaban afables en su trato, se pusieron mui distantes de la ferocidad que causan entre los honores, que vienen mui anchos a su oríjen, a su educacion, i a su mérito, i pensaron con utilidad del vasallo, i del Estado, de modo que aquellos colonos son dulcemente aficionados a la oficialidad de este cuerpo, i llevan con gusto su gobierno. No se engañan. Los tres espresados jefes, en las referidas cualidades, hicieron recomendable su memoria, que ha sido trasmitida a la posteridad en una constante afectuosa tradicion. Al caballero Morales le hacia amable su bondad, i esta cualidad, ni pudo estar odiosa, ni fué capaz de faltar a los deberes de la correspondencia. Esta le estimulaba a propender con su autoridad al bien público, sin embargo de que por momentos se esperaba la noticia de haber arribado a Buenos Aires el provisto para aquel gobierno. I deseoso de dejar alguna memoria para recuerdo de su bondad, facilitó, a beneficio de la provincia de Santiago, las abundantes salinas situadas en la parte oriental de los Montes Andinos, en la parcialidad de los indios chiguillanes. Negoció con ellos la estraccion de sal, sin otro costo que ir a tomarla, i conducirla. Se concluyó esta, negociacion con el cacique Curihuanque, i otros cuatro que eran dueños del territorio. Trasmontaron los Andes con treinta mocetones por el boquete denominado Planchon (3 de marzo de 1772), que baja al partido de Colchagua treinta i cinco leguas al sur de la capital. Se presentaron en casa del gobernador, i a presencia de la Audiencia i del Ayuntamiento, pidieron comercio recíproco con la capital, i sus partidos, que les fué concedido, i desde entónces hasta ho i gozan sin intermision, sin dificultades, i libres de los riesgos de la hostilidad, el beneficio de riquísima sal.

Los aumentos de la capital fueron también el objeto de sus desvelos. Mandó continuar la obra del puente del Mapocho. I porque hubo escasez de agua en este rio, i se agotaban los campos por falta de regadío (1772), puso en ejecucion la apertura del Canal de Maipo, que a principios del siglo presente emprendió su antecesor don Gabriel de Cano, i en su segundo cuadrante la adoptó el conde de Superunda con mejores fundamentos, i mas fondos que el primero, i jamás tuvo efecto. Tuvo presentes las dificultades que tocó Superunda, i se propuso salvarlas con el arbitrio de poner la obra a subasta,. Se hicieron todas las dilijencias judiciales que deben preceder i acompañar a semejantes negocios, i la subastó en treinta i seis mil pesos don Matías Ugareta, natural de los reinos de España (1772). Tomó Ugareta a buena cuenta veintiseis mil pesos, i se obligó a abrir un canal de veinticinco o cincuenta varas castellanas, i conducir por él, hasta introducirla en el rio Mapocho, una columna de agua de cuatro varas de latitud, i dos de profundidad. Se comenzó el canal, denominándole de San Cárlos. Dió Ugareta mala direccion al canal, o por malicia como quieren unos, i este es el inconveniente que tocó el conde de Superunda, o por ignorancia como creen otros, que yo en ello no tomo partido, i las aguas hicieron retroceso. Pero a presencia de este defecto tuvo Ugareta la impavidez de presentarse al Ayuntamiento, pidiendo que la ciudad recibiese el canal. Aquel cuerpo resistió su admision, porque no cumplió las condiciones del remate, i no se verificó la principal de la conduccion de la columna de agua hasta el Mapocho. Ignoro las providencias del Ayuntamiento sobre este negocio, pero esto i cierto de que Ugareta se quedó con los veintiséis mil pesos, i la ciudad sin el agua, i sin el canal, que ya está perdido (119).

Empleado el gobernador en estas útiles ocupaciones, llegó a Chile el provisto para aquel gobierno, i él se trasladó a la ciudad de Lima a servir sus empleos, donde falleció con todas las señales de habérsele propinado veneno.