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Crónicas
Tomo II
Capítulo CXIII. Visita el Gobernador La Frontera - Corta la guerra intestina que tenian los indios i celebra parlamento con ellos - Competencia con el Reverendo Obispo de La Concepcion.

Penetró el coronel don Baltazar, que el gobernador no conocia, que aquellos bárbaros son por naturaleza crueles i ladrones i que no habiendo fuerzas para su contencion han de satisfacer sus inclinaciones, i viendo que no daba providencia alguna para contener sus hostilidades ni permitía tomarla i que las ponía en duda o las suponía efecto de mala conducta suya, i dé los comandantes de las plazas i fuertes de la frontera o qne maliciosamente se las abultaba, meditó estrecharlo a presentarse en aquel destino para que por sí mismo tocase esperimentalmente la insolente audacia de los indios.

Pero el gobernador que miraba estas cosas a sangre fria como realmente persuadido de que unos. miserables indios desnudos no eran capaces de hostilizar al territorio español con la rapidez que esponia el coronel don Baltazar, le contestó con la ejecucion de otro arbitrio a su modo de pensar mui eficaz para que los indios desistiesen de su empeño. Dispuso que el doctor don Agustín Escandon su capellan, tirase a nombre de los embajadores una carta dirijida a los caciques de las parcialidades independientes, manifestándoles la disonancia de sus operaciones con la le i del Evanjelio i con la humanidad, i haciéndoles ver lo desagradable que era al gobernador la conducta que observaban. El comisario de naciones, el intérprete i algunos capitanes de amigos condujeron la carta por las espresadas parcialidades para hacerla entender a los caciques. De éstos unos se desentendieron de esta bufonada atribuyendo las hostilidades a los mócetones sin noticia suya. Otros se produjeron admirándose con ironía de que en tan pocos meses. hubiesen aprendido a escribir los embajadores. Finalmente, otros dijeron muchos despropósitos; i estos rasgos de la débil política que iluminaba al gobernador confrontados con su irresolucion dió márjen para que el público no concibiese ventajosas ideas de su gobierno proporcionadas a su bondad.

El coronel don Baltazar, atadas las manos de su autoridad, no cesaba de pasar orijinales los partes de los comandantes de las plazas de la frontera sobre las hostilidades que sufrian sus territorios, de modo que ya no pudo el gobernador demorar mas su presencia en aquella frontera, i en noviembre de 1774 se dirijió a la ciudad de la Concepcion. Entabló con los indios un gobierno condescendiente, no solo inútil para contenerlos en sus deberes, sino mui apto para insolentarlos mas de lo que estaban. Dispuso llamarlos a la celebracion del acostumbrado parlamento, pero esta idea tenia que vencer el inconveniente de hallarse los indios embarazados con una guerra civil suscitada por Relbuantu, moceton de Llanquinahuel, cacique de la parcialidad de Llamanueo.

Dió Relbuantu un freno a un moceton de Malliqueupu, cacique de la de Tomen; para que le llevase los dos mejores caballos que pudiese quitar en su parcialidad. El ladron luego que recibid, marchó a donde le convino i dejó burlada la codicia de Relbuantu. Este, usando de sus bárbaras costumbres, quitó unos ponchos i otras prendas a otros indios de la parcialidad de donde era el ladron a quien dio el freno, i no bien satisfecha su codicia, aprovechó la ocasion que otros de la misma parcialidad le presentaron pasando por su casa, a quienes quitd un caballo en cobro de su freno. Jamas se habrá visto freno de tanto valor, pues ya Relbuantu tiene fundado en él su mayorazgo.

El dueño de este caballo que era de jenio intrépido i entroncado con los mas belicosos indios de su parcialidad, supo picar la codicia de Malliqueupu i de los demas caciques i puso en movimiento los ánimos de los mocetones inclinados a la rapiña.

Sin requerimiento ni mas dilijencias que tomar las armas se dirijieron al territorio de Relbuantu. Saquearon su casa, quitaron la vida a uno de sus compañeros, le cautivaron dos hijas, tomaron cincuenta vacas de su. cacique Llanquinahuel, i dos rediles de ovejas i él se libertó porque pudo meterse en un bosque.

Retirados los tomenes, orientó Relbuantu de su desgracia a Llanquinahuel. Usó éste de sus ritos i se quejó del hecho a Curigüillin, cacique de la parcialidad de Tubtub, para que pasase sus oficios a los caciques de Tomen. Cumplió Curigüillin con los deberes de la mediacion pidiéndoles los motivos que tuvieron para quitar los ganados de Llanquinahuel, ofreciendo que. éste pagaria si acaso alguna deuda fué la causa de aquella sorpresa. Escuchado el mensaje de Curigüillin, contestaron "que los motivos tuvieron en los malos procedimientos de Relbuantu, a quien toleraron de rapiñas: i por lo que respecta a la satisfaccion que se prometia era escusado a ofrecerla cuando ya ellos habian tomado la que correspondia; i que si le parecia excedente a lo que Relbuantu habia quitado, persuadiese a Llanquinahuel haber sido demasiado corta, pues muchos mocetones no quedaron contentos." Con esta seca respuesta se enardeció Llanquinahuel i no hubo menester mucho porque sintió demasiado la presa que le hicieron en sus ganados, i Relbuantu no los tenia para resarcirse de ella. Hizo vivas dilijencias a fin de poner en arma las parcialidades de su butanmapu, que fácilmente adhirieron a su solicitud para tomar plena satisfaccion contra sus enemigos.

Tuvieron éstos noticias del armamento de Llanquinahuel i sin perder tiempo convocaron sus parcialidades i se aprontaron para oponerse a sus designios. Por medio de Chigüai, suegro del toqui Ayllapagui fué descubierto el plan de operaciones de aquel cacique que se dirijió a su malvado yerno i adquirid puntual noticia del número de jeme que tenia Llanquinahuel i del dia de la sorpresa que este cacique intentaba darles i tomaron las providencias conducentes a su defensa.

Ignorante Llanquinahuel de la perfidia de Ayllapagui cayó sobre la parcialidad de Tomen al amanecer el 22 de setiembre de 1774. Éstos se emboscaron i presentaron a la vista sus ganados para que los mocetones se entretuviesen en el pillaje i tamb en los caciques i capitanes que para robar no se desdeñan de ser mocetones. En efecto, luego que vieron la presa se tiraron a ella como lobos, i desordenados se dieron prisa a robar.

Cuando los tomenes concibieron que y a sus enemigos tensan fatigados los caballos, salieron del bosque. Su infantería les descargó una lluvia de peladillas para acabarles de desordenar i la caballería dio sobre ellos. Les quitaron la presa que tenian hecha i les mataron mas de doscientos hombres, entre ellos los capitanes Callbugueru, Tecaulemu, Llanquei i Quiniu, sin pérdida que la de treinta personas.

El pehuenche Luinchapan llego con cien mocetones un dia despues de la funcion, i porque fué llamado de Llanquinahuel i no se halló en la batalla, le quitó veinte vacas que le quedaban para dejarle memoria de que habia ido a auxiliarle con su jente i de regreso saqueó las casas de los mocetones que vivian en las inmediaciones del camino.

Malliquempu, los caciques i capitanes de las parcialidades vencedoras se dieron por agraviados de Llanquinahuel i de sus aliados i dos dias despues le volvieron la visita en circunstancias de no esperar el golpe. Les tomaron dispersos i por eso hicieron mucho estrago en las primeras parcialidades de aquel butanmapu. Degollaron mas de cien personas i regresaron con la presa de seiscientas ochenta i tres reses de ganado vacuno i caballar i mas de siete mil del de lana. Pasados otros quince dias, repitió el mismo cacique con sus aliados otra espedicion contra Llanquinahuel. Se internó hasta la parcialidad de éste i le mató cuatrocientos hombres, le tomó mil cuatrocientas ochenta i ocho reses de ganados mayores, cerca de cinco mil del menor i le cautivó cincuenta personas de menor edad de ambos sexos.

Llanquinahuel, vencido ya en tres sorpresas, ocurrió a los pehuenches que habitan en los Andes a la parte septentrional del Biobio, i se dirijió al toqui Lebian. Don Antonio Concha, capitan de amigos de esta nacion, me orientó de este negocio hallándome de comandante de la plaza de los Anjeles, i pasé la noticia al coronel don Baltazar. Este jefe quiso reprochar la ocasion para ver destruida la parcialidad de Malleco, residencia del toqui Ayllapagui i de los demas partidarios que infestaban el territorio español, sin tomar partido en sus desavienencías i sin que el gobernador, que aun se hallaba en la capital, lo entendiese. Me comunicó su idea i me recomendó a Neculbud, cacique principal del estado araucano, que en mi presencia habla de solicitar la union de las armas -andinas con las araucanas contra Llanquinahuel i los de su confederacion que solicitaba su alianza i no se le habla dado respuesta categórica, sino remotas esperanzas.

Avisado Lebian de la llegada de Neculbud a la plaza de mi mando, pasó a ella i en m i casa hicieron memoria de la mútua alianza que las dos naciones tenian celebradas, i Neculbud hizo presente haber llegado de realizarla. Se tuvo sobre este negocio una larga conferencia i Lebian se convino a dar un golpe de mano al toqui Ayllapagui, pérfido aliado de Llanquinahuel, dándole yo paso franco por el Biobio. Esta condicion tenia inconvenientes i para salvarlos acordamos que sin pedir permiso a la comandancia jeneral de la frontera pasase i repasase el Biobio, siendo de mi cargo no hacer novedad por ello.

Neculbud regreso a la ciudad de la Concepcion i de allí a su pais. Lebian convocó a los caciques, capitanes i ancianos de su nacion para tratar este negocio en junta de guerra. Todos convinieron en tomar las armas para entrar en parte de presa, pero unos votaron por la alianza con NI eculbud, i la mayor parte fué de sentir se ausiliase a Llanquinahuel para tomar venganza de la muerte que dieron los de Tomen al capitan Quiniu de su nacion, sin que por este lado se dejase de entrar en parte de presa que era su principal objeto. Despues que toda la asamblea espuso su dictámen i ántes que se decidiera el punto, hablo el anciano Richuncura. "Valerosos capitanes (dijo), yo jamas podré esplicaros bien la satisfaccion que me ha recrecido el motivo de esta junta. Ella me orienta del elevado concepto en que os tienen nuestros vecinos i me hace conocer con suma complacencia mia que todos a porfía pretenden terreros de su parte. Los españóles ,solicitaron siempre nuestra amistad porque siempre temieron el poder de nuestras armas. Ahora quieren terreros de su parte los valerosos araucanos, cuya fama se ha difundido por todas cuantas partes rejistra el sol. Los llanistas tres veces vencidos, por Malliqueupu libran en vuestro valor la recuperacion de su Estado que y a lo miran moribundo i casi desolado. Esta satisfaccion sube 'tanto de punto la opinion de vuestro valor que os hace superiores a todos los esforzados capitanes de las naciones que suspiran por nuestra alianza. Este conocimiento no se puede esconder a vuestra penetracion i cuanto debe empeñaros en mantener esta reputacion, tanto mas debe alejaros del pensamiento de aventurarla cuando no lo exijen nuestros propios intereses. Yo veo que os habeis dejado seducir de una lisonjera satisfaccion i sin consultar a los inevitables peligros de vuestra inconsideracion, votasteis una guerra que nada os interesa i que indispensablemente debe traer la ruina ele nuestro poder. El maestre de campo i el comandante de la plaza de los Anjeles se interesan' en que tomeis partido, i esto nusino debió poneros en justo recelo de la utilidad de este negocio. Y o os lo haré ver. Declaraos por cualesquiera de los dos partidos. No quiero que sexis vencidos pi debo persuadirme esta desgracia de vuestra valor tantas veces acreditado; quiero suponeros vencedores. Los laureles de la victoria no se consiguen sin regarlos con apuna sangre que debilitaria lás fuerzas que hoi nos hacen respetables. Tambien quiero concederos que alcanceis la destruccion de los enemigos. En la ruina qué les inferís debeis conocer que haceis contra vuestros mismos intereses. En este caso no solo desembarazais a los españoles de los enemigos que ocupan una gran parte de sus cuidados, sino que los pone¡, en estado de no necesitaron, i aun en proporcion de obrar contra nosotros. Permitidme que os haga ver hasta donde puede conducirnos vuestra inconsideracion. Pongámosnos en la desgracia de ser vencidos. Ello es posible, porque es condicion de la guerra que en las batallas tenga mucha parte la inconstante caprichosa fortuna que suele distribuir las victorias a su antojo. En este caso sufrireis una completa derrota por las dificultades de una buena retirada con el Biobio de por medio, i seremos el ludibrio de los españoles, que viéndonos indefensos nos sujetarán a las leyes que quieran imponernos. Ya os puse a la vista i bien de bulto los inconvenientes de la guerra, en que sin necesidad quereis empeñaron. Cumplí con mis deberes, i es cuanto puede hacer un anciano cargado de esperiencias. Ahora toca a vosotros, hasta aquí invencibles capitanes, conferir sobre mis reflexiones i decidir con mejor acuerdo en asunto de tanta gravedad." Celebraron esta junta con asistencia del espresado capi-tan de amigos, i de comun acuerdo resolvieron conforme al dictamen de Pichuncura i quedaron fustradas todas las ideas levantadas sobre la débil palabra de unos hombres que jamas supieron cumplirla.

En esta situacion se hallaban aquellos indios a la llegada del gobernador a la frontera, i este jefe por efecto de preocupacion i de falsa piedad con inferior política a la de Pichuncura, se intereso en la pacificacion de los butanmapus belijerantes. Envió al comisario de naciones i seis caciques (noviembre de 1774) de las reducciones de Santa Fe. Santa Juana i San Cristóbal al país ele guerra para que acordasen sus desavenencias i. les convocasen para el parlamento que debia celebrarse en el campe de Tapihue por fines de diciembre siguiente. Dio la misma comision al capitan don Baltazar Gomez, comandante de la plaza del Nacimiento, i sin dificultad entraron en conciertos de paz que se concluyo en la plaza de Angol.

Transado este negocio i cortada la guerra intestina de los indios i convocados a la celebracion del acostumbrado parlamento, sé convinieron los butaninapus i se presentaron en las llanuras del rio Tapihue doscientos sesenta i un caciques, treinta i nueve capitanes con mil setecientos treinta i seis mocetones. Se tuvo el congreso en los dias de Navidad (año 1774) con asistencia del reverendo obispo de la Concepcion, del cuerpo de conversores con su superior i del maestre de campo i comandante jeneral de la frontera; con casi todos los oficiales. Yo, como uno de éstos, me hallé presente, i advertí la indiferencia con que los caciques oyeron los artículos relativos a su quietud i a las amenazas del gobernador con que se imajinaba compelerlos a ella. I cuando se trato de las hostilidades que cruel i bárbaramente hacían con irrelijiosa fraccion de los tratados del parlamento último de Negrete i de las juntas jenerales que le siguieron; se separó del congreso el toqui Ayllapagui i aparento que dormitaba el cacique Cheuquelemu, jefes los dos de los partidarios i ladrones.

Aun hubo mas que notar. Pocos momentos después de la apertura del congreso insistieron los caciques destinados a hablar i contestar, en que se les diese vino, i estrecharon al gobernador de modo que les mando dar un pellejo para refrescar i sus contestaciones iban mezcladas con los bríndis. Conoció el reverendo obispo que este acto era de la misma naturaleza de los demas que se habían celebrado con aquellos. bárbaros, i se retiro a la plaza de Yumbel, desde donde se escusó de concurrir en los días siguientes con sentimiento de muchos hombres prudentes i de relijiosa conducta,, que hubieran querido se hallase presente a la ratificacion de los puntos acordados en el congreso para que fuese testigo de un horroroso desorden. Se mandaron a los caciques los juramentos, i al instante se oyó una tumultuosa algazara de los infieles i de los apóstatas, que levantando las manos, unos empuñadas i otros haciendo la señal de la cruz, en que no creen, ni adoran, gritaban todos: "Así se jura." Es mui doloroso ver que los gobernadores de un monarca católico, relijioso, piadoso, celoso defensor i protector de la relijion, quieran autorizar i hacer valer un acto inútil, i que bien mirado es perjudicial al público, i gravoso al erario sin que conduzca en cosa alguna, ni a la quietud, ni a la conversion de aquellos naturales, con lo mas sagrado que tiene nuestra relijion. Sabemos que jamás cumplieron lo que juraron, i que muchos de ellos concurrieron ébrios al congreso, i sin el menor remordimiento de sus conciencias mandan, i toda aquella multitud infiel i ateísta, que tome por testigo de la falsedad al verdadero Dios, que ni confiesan, ni adoran.

A los artículos de los anteriores parlamentos se añadieron los de la continuacion de embajadores i de la restauracion del Colejio. para la instruccion de los hijos de caciques i capitanes.

Concluido el parlamento, mandó el gobernador se les distribuyesen las dádivas que se acostumbran, i que se les diese mucho vino, que es el principal alimento que los conduce. .a la asam-blea, i dispuso regresasen a su pais escoltados de partidas de tropas veteranas, porque corrían riesgo sus vidas al transitar por la isla de la Laja donde habían privado de ella a muchos españoles, cuyos parientes todavía llevaban luto. A mí me tocó escoltara los mas perversos. Cur lñamcu, Taypilabquen, Ayllapagui i Cheuquelemu con otros de este porte, i los puse con felicidad en la parte meridional de la divisoria.

Despedidos los indios, comenzó el gobernador la visita de las plazas i fuertes de la frontera, i concluida regreso a la ciudad de la Concepcion, i mando que el contador mayor interino, don Gregorio Gonzalez Blanco, visitase las arcas reales i pusiese buen órden en su manejo, pero ellas prosiguieron mal servidas hasta que fallecieron sus dos ministros, i en su lugar entraron interinamente don Juan Valverde i don Juan José de la Jara, que trabajaron para arreglar esa madeja sin cuerda. Las materias de justicia no tuvieron el mejor despacho. El asesor del gobernador descuidaba demasiado en la espedicion de los negocios con perjuicio del público i principalmente de los pobres, que de los partidos de aquella provincia concurrieron a demandas judiciales. Consumían los dineros que tenian dando vueltas por la asesoría, buscando la providencia que solicitaban i exijian sus negocios, i la mayor parte de ellos regresó sin alcanzarla. A su regreso para la capital dejó el gobierno al doctor don Francisco Arechavala, vicario jeneral de aquel obispado, innumerables memoriales para su despacho. Muchos rolaban sobre asuntos criminales, i no pocos en real hacienda en cuyos ramos no podia intervenir el conocimiento de este jurista presbítero, i finalmente éstos i los restantes vinieron a quedar sin espediente.

Ni lo tenían pronto otros ocursos que los de los indios independientes, i era lo que interesaba a las ideas del gobierno. Estos aunque bárbaros alcanzaron a penetrarlo, i entablaron un fondo de intereses en la condescendencia que gozaban i conocieron. Los facinerosos de todas castas que se hallaban encarcelados se val ian de los caciques, para que negociasen su libertad, estipulando pagar la mediacion en caballos, yeguas, u otros jéneros de su estimacion; i no bien habia puesto el cacique la súplica, cuando y a estaba bien despachada, aunque el reo fuese de pena capital; i si por algún accidente esperimentaba renuencia, con manifestarse disgustado salia luego con su empeño, ¡Oh i qué trastorno sufrió la república en aquella Provincia! Salian los malhechores de las cárceles a robar para satisfacer a los capitanes su mediación; nadie tenia segura su hacienda.

I si los indios hubieran insistido en solo este punto, aquel distrito lo hubiera aceptado por partido ventajoso, pero trascendiendo el mal a lo militar, paso a tocar tambien en la Iglesia. Andaban los indios por las ciudades, villas i estancias observando con disimulo en que casas habia personas de su nacion de las de menor edad para pedir en el gobierno su entrega. Al instante se libraba orden ejecutiva contra el dueño de la casa que indicaba el indio, para que enviase la criada o criado que se demandaba, i de la misma mano del gobernador pasaba a la del bárbaro, sin oír esposiciones i sin examen de la justicia con que pedía, el indio. Ignoro que leí hallo aquel asesor letrado para que pro bono pacis, como decía, se pudiesen arrancar estas nuevas plantas del cristianismo de las mismas entrañas de la Iglesia. Son estas criadas i criados aquellas personas que estos bárbaros se cautivan mútuamente en sus correrías i los españoles las rescatan, con el fin principal de su educación en el catolicismo, i secundariamente para servirse de ellas, hasta que puestas en edad competente usan de su natural libertad. Tomó tanto cuerpo este exceso, que el doctor don Juan de San Cristóbal, canónigo penitenciario de la Catedral de la Concepción, como promotor fiscal que es, se vio precisado i estrechado de su obligación a interponer súplica al reverendo obispo para que con la autoridad de su dignidad contuviese la del gobernador en este punto. El Iltmo. prelado acompaño la representación del fiscal, con un oficio que dirijio al gobernador, pero este jefe lleno de indignación i de ira, contra su natural bondad i mansedumbre, persuadido por dictamen de su asesor de la rectitud de su condescendencia i de que el fiscal pedia indebidamente, prorrumpió en amenazas contra este presbítero i no desistió de la entrega al barbarismo de innumerables cristianos nuevos, que diariamente demandaban los infieles.

Prosiguió adelante este mal, i se propago por toda aquella provincia. A ejemplo del gobernador hacían las mismas entre gas el maestre de campo i comandante jeneral de la frontera. los comandantes de las plazas i fuertes de ella, i los correjidores de los partidos, sin que los párrocos tuviesen arbitrio para impedirlo, i solo tenían la satisfacción de enjugar sus lágrimas espirituales quejándose a su reverendo obispo. El celoso prelado lo puso en noticia del. soberano con remesa de la representacion del fiscal, i el piadosa monarca, que nada mas quiere de aquellos indios, ni desea otra cosa que su conversion a la relijio católica, mandú que el gobernador informase con autos siendo Intes oído el reverendo obispo de la iglesia de la Concepcion. Pidió el gobernador el informe de este prelado, pero no quiso darlo sin la circunstancia de pasarle los autos que le sijilába el gobierno. Por este medio los consiguió, i entonces dio vista al fiscal, quien estendió la` que do i a la letra al fin de este libro, en que se da noticia de todo este negocio (124).

Puestos los autos en estado' de que saliese el hecho del gobernador mas claro que la luz del mediodia, se dirijieron a la corte, i viendo la justicia del reverendo obispo, espidió el rei una real cédula alabando el laudable celo de aquel prelado, i reprendiendo la conducta del gobernador, i por separado se dirijió al reverendo obispo un traslado de ella, que de otro modo no hubiera llegado a su noticia la piadosa real resolucion, porque semejantes reales despachos ya cuidan los gobernadores de sepultarlos. ¿Pero este rayo fulminado del ardiente piadoso pecho de un monarca tan cristiano, fue acaso para contener este exceso? Nada ménos. Se ha continuado sin el menor escrúpulo hasta llegar el caso de pedir un huilliche infiel que se le diese una india adulta ya cristiana i ladina en nuestro idioma llamada María de la Merced, que sin dilacion, ni la mayor excitacion sobre su licitud se la mandú entregar don Ambrosio siendo maestre de campo ¡comandante jeneral de aquella provincia (1.784), i allí mismo comenzó el infiel a usar de ella tomándola por mujer segun el orden de sus ritos supersticiosos. Son innumerables las entregas que este jefe mandó hacer despees de la real orden sobre este negocio.

De resultas de la real citada reprension, espidió estrechísimas órdenes prohibiendo los rescates de estas miserables personas para obviar competencias; de modo que a todo costo se ha condescendido con los indios de aquel reino con perjuicio de la relijion, del real erario, del público i del particular sin que en cosa alguna contribuya a su pacificacion, ántes les da motivo para perturbar la paz.

Por este abuso, la conducta de los oficiales que mandaban las plazas i fuertes de la frontera estuvo pendiente de los hombres mas facinerosos de aquella provincia. En desempeño de su obligacion i de los deberes de su conciencia, impedian aquellos comandantes las ventas de caballos i yeguas robados, que con demasiada frecuencia se hacian a los infieles, i celaban la introduccion de armas a sus pare i alid ades, prohibida por los gobiernos secular i eclesiástico, i los mismos delincuentes persuadian a los indios, que del celo del oficial se les seguia el perjuicio de no surtirse de. aquellas con poco costo, i los inducian a producir quejas contra él en el gobierno. Si algun español chileno, o europeo, o algun hombre de casta se contemplaba agraviado de alguno de aquellos comandantes porque hizo justicia contra ellos, o por otros resentimientos, sobornaba a uno o a dos caciques para que pidiesen contra él; i aunque esponian la queja en términos jenerales, i sin individualizar hecho alguno en que hubiese delinquido, con tal de que los caciques se pusiesen de rodillas, protestando no levantarse de allí hasta no ser bien despachados, se libró, no pocas veces, órden de separacion del mando de plaza contra el oficial, que nada mas hizo sino es cumplir con, el virei, con su conciencia, i con sus deberes, i era perjudicado en su honor, i en sus intereses, sin que le quedase otro remedio que él sufrimiento. Representaban su inocencia en el gobierno, i pedian las casuales de su intempestiva separacion, i aunque instruian su representacion con fundadas i sólidas razones acompañadas de documentos, i se conocia su fuerza eran desatendidas, i no se daba espediente porque estaba de por medio el pro bono pacis con que pretendian cohonestar aquellos procedimientos.

Creció tanto aquel mal, que algunos oficiales de ánimo débil, i que no tenian bien puesto el honor, se abandonaban a valerse de los caciques, o para que se les diese el mando de alguna plaza, o si le tenian para que se les continuase en él, o se les trasladase a otra de mas utilidad. Trascendió esta debilidad a mas elevacion pero con disimulo. Eran vecinos de aquella frontera el capitan de infantería don Baltazar Gomez, i el comisario de naciones don Miguel G omez, hermanos. Tenian éstos mucho partido con los indios, i eran enemigos irreconciliables de don Salvador Cabrito, maestre de campo, i comandante jeneral de aquella provincia, que por disposicion absoluta del excelentísimo señor don Manuel de Amat, virei de Lima, estaba suspenso del empleo, i arrestado en la villa de San Martin de la Concha, i los jefes que estaban entrando en el interinato de su empleo hacian estrecha amistad con estos hombres, principalmente con don Miguel, i se notaba que en satisfaccion de su criminal negra pasion, o en obsequio del que mandaba la frontera, hacian que los caciques en los parlamentos, en las juntas, o en cualquiera otra concurrencia, pidiesen que jamás volviese a mandar el caballero Cabrito, porque su nacion se volvería a revelar. El capitan don Baltazar perdió el concepto del gobernador, i don Miguel se retiro por enfermedad, i entró en la comisaría de naciones don Juan Rey í mui protejido de don Ambrosio, que en estas circunstancias ya obtenia el gobierno interino de la frontera, i a persuasion del nuevo comisario observaban los indios la misma cancion. Una continua contradiccion tiene fuerza superior para poner en duda la mas acertada conducta; i la que estos desapiadados hombres hicieron a don Salvador bien pudo no causarle perjuicio, pero ello es que declarada su inocencia en consejo de guerra que sufrió, i confirmada por el rei la sentencia, se le repuso en su empleo, i se le pagaron los sueldos atrasados, pero no ha vuelto al mando de la frontera, i se le tiene en la ciudad de Lima hasta hoi, sin que le hayan resarcido los daños, i quiebras de su estimacion e intereses que le causo la violenta e injusta resolucion del virei, ántes sí le miramos castigado en la espatriacion que sufre. Parecerá haberme excedido en la narracion de este punto, pero nada está de mas cuando se trata de hacer conocer las tramoyas para que se remedien antes que causen daños de difícil reparacion.

Al mismo tiempo que el gobernador se hallaba embarazado con la competencia referida, los mismos indios decidieron a favor del reverendo obispo. Hicieron conocer que los medios de condescendencia, i nimia suavidad, no soló eran insuficientes para contenerlos en sus deberes, sino que Cambien manifestaron, su ineptitud i débil proposicion, atendidos, i observados el jenio, i carácter de aquella soberbia i bárbara nacion. I para decirlo de una vez, no solo sentenciaron por el reverendo obispo (ya lo dice con modestia su fiscal, cuya vista es digna de que se lea con atencion, que ella da bastante luz de las ideas del gobierno de aquel reino), sino que pasaron a echar el fallo contra los parlamentos, i confirmaron su inutilidad. Poco mas de un mes habia corrido el tiempo despues de la celebracion de este congreso, cuando salió de la parcialidad de Malleco una partida enviada por el toqui Ayllapagui (fué uno de los caciques que asistieron al parlamento) con destino de pasar el Biobio en Negrete para volver a comenzar las hostilidades en la isla de la Laja. Puesta en ella, i entrada la noche, quitó la vida, a distancia de tres leguas de la plaza de los Anjeles, a dos ancianos, marido i mujer, i a un niño (2 de febrero de 1775). Se liberto en un bosque una mujer joven con un niño de pecho, porque tuvo la precaucion de cebar su codicia para que descuidase de ella dejándole el caballo en que viajaba acompañada de aquel desgraciado matrimonio. Hecha esta atrocidad, bajó a la reduccion de Santa Fe, que dista seis leguas de la misma plaza, i mato a un hijo del cacique don Ignacio Lebihueque, a tiro de pistola de la parroquia. Recojió todos los ganados que pasturaban en aquella comarca, i repasó el Biobio por el mismo paraje de Negrete.

Los comandantes de las plazas de la frontera ya no pasman partes de las hostilidades, temerosos de la indignacion del gobierno, que quería se sonase que los indios estaban quietos, i subordinados; pero este hecho fue demasiado cruel para que se pudiese ocultar, i estrechado de su publicidad dio noticia de él don Andres Pedrobueno, natural de Madrid, que a la sazon era comandante de dicha plaza, pero el gobernador no pudo persuadirse fuesen indios los agresores, porque acababan de prometer con juramento su quietud, su pacificacion, i el cese de hostilidades. Se le insinuó a Pedrobueno el pensamiento del gobernador, i al propio tiempo se le paso orden para que hiciese una exacta pesquisa. Empeñado este oficial, por un efecto de adulacion, en sacar airoso al gobernador en su modo de pensar contra el sentir del maestre de campo, que conociendo el carácter de los indios opinaba por la contraria, procedió a la prision de algunos españoles parientes de los asesinados, suponiéndoles sospechosos de este delito, ¡recibió muchas declaraciones, que lejos de condenar a los finjidos reos, declaraban su inocencia; i con todo se trasladaron al proceso de un modo indiferente, que si no les condenaba, tampoco les absolviese. Pero Dios, que no permite por mucho tiempo la opresion del inocente, permitió, no solo que incesantemente repitiesen las hostilidades, sino que Cambien dispuso que un moceton de la misma parcialidad de Malleco saliese a la plaza del Nacimiento en el caballo i montura de la mujer que se liberto en el bosque, i declaro haberlo comprado a uno de los partidarios, nombrando así a éste como a todos los domas de la partida. Con esto se finalizó la pesquisa, se rompió el proceso, i se dio libertad a los inocentes encarcelados, que tuvieron que callar, i darse por bien servidos, i todo se remitió al silencio. Ignoro la moral con que esto se hace, pero es una bagatela para lo que luego hemos de referir. Nada tardaremos sin ver remarcables injusticias precedidas del mismo detestable principio, i tan átroces, que solo pueden cometerlas hombres persuadidos de que no ha i otra gloria que comer, beber i triunfar, ni mas felicidad qué la que el hombre se proporciona con el exceso de un desordenado apetito dirijido a una imajinacion imbuida en el error.

Con estas hostilidades tuvieron su oríjen i principio las desavenencias del maestre de campo i comandante jeneral interino de aquella provincia con el gobernador, que fueron la causa principal, sino la única de sus atrasos. Es el coronel don Baltazar Senmatnat hombre activo i de mucha viveza, de jenio pronto i ardiente, diametralmente opuesto al manso, tardo i pausado carácter del gobernador, Era buen servidor del reí, i mui celoso por los intereses del real servicio; i como se hallaba mas inmediatamente encargado del gobierno de la frontera, sentia vivamente ver desvastado su distrito, i que el gobernador no adoptase medio alguno de los que proponía para contener a los indios, i que no traspasasen los términos de la divisoria. Representaba con fogosidad estos males i su remedio. El gobernador era bondadoso i condescendiente i hallaron los. émulos del coronel don Baltazar, i la ambicion buena oportunidud para desconceptuarle con aquel jefe, i para meditar en su ruina, i labrar sobre ella su fortuna. Impresionaron al gobernador en que trataba de informar contra él a la corte, descubriendo el engaño que acerca de indios corre con tanto crédito desde Chile a Madrid, i que aquella ardentía con que le hablaba era, insolencia nada propia de la subordinacion, i poco respetuosa para un gobernador de Chile. Le persuadieron no se dejase insultar, i con arte le hicieron concebir atrevimiento del coronel don Baltazar, lo que era celo del real servicio, i del bien público. Es menester confesar 'que el caballero Senmatnat se dejó arrebatar de los impulsos de la hombría de bien, i pospuso sus intereses a los del real servicio, i del público contra la, práctica corriente de los jefes subalternos de aquel reino, que ya saben, i conocen que contradiciendo el modo de pensar de los gobernadores i no apoyando sus sistemas i sus determinaciones por disonantes que sean, no tienen que fundar esperanzas de ascensos, i de adelantamientos, i que por el contrario esperimentan atroces perjuicios, como los ha sufrido el mérito del coronel don Baltazar. I por eso ponen todo su estudio en dedicarse a la contemplacion de los gobernadores, i en adherir a sus máximas, como que de sus informes, i no del verdadero mérito, o demérito penden las conveniencias i los daños.

Lo primero que hizo el gobernador para desairarlo fué quitar a su batallon la caja de fondo i deposito sus caudales en las arcas reales de la ciudad de la Concepcion (1775), manifestandomas confianza para su manejo i distribucion en los ministros de real hacienda qué en los.jefes del cuerpo. Mandó licenciar a los soldados que fueron de Espada (1775) i que se reemplacen estas plazas con jente del pais. No se tuvo consideracion a los fines que movieron al soberáno para impender los crecidos gastos de sus trasporte ni a los perjucios que se le habian de seguir a aquel batallon i que aun hoi se dejan ver bien de bulto: i aunque su majestad no se conformo con esta resolucion i mandó repetidas veces que se recojiesen aquellos soldados licenciados, ha sido ya impracticable reclamarlos.

Pocos dias después espidió instrucciones para el gobernador de la frontera destructivas en una gran parte de las esenciones i privilejios del empleo de maestre de campo i algunos artículos de ellos mui ventajosos para la sarjentía mayor del ejército de Chile, i de consiguiente de muero desaire para el coronel Don Baltazar, contra quien ya estaban declarados, a quienes imprudentemente habia hecho hombres i andaban en esta máquina. Pero remitidas a la corte para su aprobacion, al propio, tiempo que se pasaron las actas del parlamento celebrado en el campo de Tapihue se le aprobaron éstas i se desentendió la corte de aquéllas; mas no por esto se dejaron de poner en uso, i se les dio obedecimiento lo mi mo que si hubieran tenido la real aprobacion.

Concluidas estas dilijencias de gobierno, regresó el gobernador a la capital, sin embargo de que los indios en nada cumplian los artícnlos del parlamento, ni cesaban sus hostilidades, antes sí, apretaban mas en ellas. Puesto en aquella ciudad arbitró para contenerlas condecorar a los embajadores con una medalla de plata grabado en ella el busto del soberano i pendiente de una cadena del mismo metal, i que el maestre de campo hiciese saber a los caciques la merced que les habia hecho en nombre del monarca. En efecto, se hizo así, i empeñado el coronel don Baltazar en aburtarles la honra que les recrecia de esta condecoracion, lo pasó el cacique Cheuquelemu, de la parcialidad de Colgüe, que dista tres leguas de nuestro establécimiento. "Maestro de campo de dijo), si es de tanto valor esa medalla que el gobernador ha dado a los embajadores, escríbele que me dé veinte vacas i tome la que le ha dado a mi hijo Curilemu," Es la honra tan desconocida entre aquellos bárbaros como la infamia: los dos estremos les son indiferentes.

I a consecuencia de lo acordado en el parlamento llevó adelante el gobernador la fundacion de un colejio para la instruccion de los hijos de caciques (5 de mayo de 1775) i lo estableció con treinta en la casa de 3.a probacion, que dedicada a San Pablo tuvieron los ex jesuitas en aquella ciudad. Nombró de rector a su capellan el doctor don Agustín de Escandon, i consiguió el dinero que se necesitaba para su subsistencia en la consignacion que en virtud de real orden de 11 de mayo de 1697 hizo su antecesor don Tomas Mlarin de Poveda, para el que en 23 de setiembre de.1700 estableció en la ciudad de San Bartolomé de Gamboa (125) i se hallaba incorporada en las temporalidades de los espatriados. El maestre de campo negoció con los caciques que se desprendiesen de algunos indiecitos i conducidos a su colejio se dio principio a su instruccion, cuyos efectos, atendido el carácter de los indios de Chile, es regular seán lo mismo que ha producido el establecimiento de embajadores i los que tuvo en su primer fundacion.

Por ahora veremos que nada de esto fue bastante para que cesasen las hostilidades, i desesperando el gobernador de conseguirlo por los medios de suavidad, dispuso acordonar el Biobio; pero como esta operacion debia verificarse cruzando los vados i tránsitos de este rio con patrullas de caballería i este cuerpo se hallaba desmontado, libro caudales para que se hiciese remonta. Se dio la comision a los tenientes de asamblea de la caballería don Luis de Velasco i don Antonio de Castro, naturales de los reinos de España, donde sirvieron desde la clase de soldados hasta la de sarjentos, quienes con la intelijencia qne adquirieron en estas clases compraron en el partido de Maule setecientos buenos caballos, triplicado número del que habia de soldados en aquel cuerpo, i los remitieron a la frontera (año 1776). Qué se hizo con ellos i de ellos, otra pluma que escriba con libertad lo dirá a su tiempo,

Esta acertada providencia no surtió el efecto que se necesitaba i debia esperarse; es mui dilatada la ribera del Biobio i las patrullas no ténian en ella donde abrigarse, i era indispensable saliesen de la plaza de los Anjeles que dista cerca de cinco leguas de aquel rio. Sobre sus márjenes meridionales, que las poseen los indios, descuellan algunos cerros que dominan i descubren las septentrionales pertenecientes a los españoles, i desde aquellas eminencias observaban los movimientos de nuestras patrullas i daban el golpe por la parte que se hallaba sin resguardo. Ya fueron tan repetidas i crueles estas irrupciones, que conducian a su última ruina el territorio mas pingüe de aquella provincia, i no pudo ponerlas en duda el gobernador ni ménos desentenderse de ellas. Para ocurrir al. remedio de este mal resolvió acordonar la divisoria con una línea de plazas i fuertes, i viendo que la de Puren, situada al sur del espresado rio, en territorio de los indios, era inútil para contenér sus hostilidades ¡que la ubicaron en paraje difícil de socorrer en caso de bloqueo, resolvió demolerla (1776) i trasladarla al norte del mismo rio, tambien sobre su ribera como mil doscientas toesas mas abajo de su primera situacion para que haga cordon con la de Santa Bárbara i puedan sus patrullas batir con ménos dificultad toda la ribera del rio que corre de una a otra plaza.