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Crónicas
Tomo II
Capítulo CXIV. Entra de Maestre de Campo i Comandante Jeneral interino de la provincia de La Concepcion Don Ambrosio O'Higgins de Vallenar - Continuan los indios las hostilidades, i se refieren las operaciones del nuevo jefe.

En las circunstancias de estar ya montada la caballería veterana de la frontera i principiada la nueva plaza de Puren, dedicada a San Cárlos en debido obsequio del augusto nombre del monarca, el coronel don Baltazar Senmatnat obtuvo licencia del virei del Perú para pasar a Lima (marzo de 1776), i él góbernador que deseaba su separacion i no la hacia decretado por consideracion al virei, dispuso conferir la comandancia jeneral de la frontera a don Ambrosio O'Higgins, ,jefe del cuerpo de caballería veterana de aquel reino, que declarado por el partido del gobernador contra el coronel don Baltazar, de súbdito i favorecido suyo, paso a ser si no su enemigo, su rival, i protejido del jefe superior lograba toda la sostencion de aquel gobierno. Se hallaba don Ambrosio en la capital desde que el gobernadorregresó a ella (1776), i por el nuevo empleo le fue forzoso dejarla i trasladarse a la frontera. Comenzó a usar de sus facultades con la consulta de los empleos vacantes de su cuerpo i propuso para capitanes a los tenientes don Juan Lotera i don Francisco Bello, i para subteniente de su compañía al cadete don Pedro del Alcázar i Zapata, que falleció en el tiempo que tardo en volver de la corte' la resulta de la propuesta, que no fué n_enester repetirla porque don Ambrosio llamó al soldado distinguido don Andres del Alcázar i Zapata, hermano del finado don Pedro, i dandole el real despacho librado a favor de su hermano, le dijo: "Tome usted ese despacho, le hago alférez, i en adelante nómbrese usted don Pedro Andres." Esta adicion del nombre de Pedro no pudo tener efecto, porque cra demasiado público este negocio, mas no hubo resultado alguno i no se hizo novedad en ello por la oficialidad de aquel cuerpo

Fijo don Ambrosio su residencia en la plaza de los Anjeles (1776) donde toco por esperiencia propia la rapidez con que llebavan las hostilidades los pehuenches subandinos i llanistas que las mas noches le hacia. mandar tocar la jenerala; i en alguna ocasion hizo señal con el caño de la plaza para que los habitantes de la comarca procurasen salvar sus personas. I persuadido que de sus maniobras militares no serian suficientes a contenerlas; resolvió poner en movimiento las de su política que es mui fecunda en todo jénero. Llamo al toqui Lebian, jefe de los pehuenches, hombre vanidoso, soberbio i de espíritu guerrero, i se propuso la idea de ganarle con dádivas; que dejando los montes de los Andes bájó al momento a personársele; le obsequio mucho i le hablo sobre una mútua e íntima amistad, i admitida paso a tratarle sobre las hostilidades haciéndole conocer su disonancia con los artículos de los parlamentos qué las prohibian i en que ellos mismos las habian detestado. Cuando le pareció que el pehuenche estaba convencido trató de hacerlo suyo, i haciendo de él ladron fiel le comisionó la contencion de los partidarios de su nacion, aparentando estar persuadido de que las correrías se ejecutaban sin su noticia i le honro con los cordones de cadete en una de las compañías de infantería, asistiéndole también con el sueldo i el mismo don Ambrosio le vistió el uniforme, i al tiempo de su partida le mando dar mucho vino: máxima verdaderamente grande; veamos su resultado.

Lebian se puso en marcha para su país bastante ébrio i una partida de ocho españoles mandada por el capitan de milicias don Dionisio Contreras, espero al cacique en las inmediaciones de aquella plaza, i a distancia de una legua de ella le acometieron. La bizarría de este hombre hizo por defenderse sin mas armas que un puñal, i habia logrado írseles de sus sanguinarias manos, pero porque conoció a varios de los nueve disfrazados españoles le persiguieron hasta darle caza i lo asesinaron (setiembre de 1776). Con esta iniquidad pensaronque libertarian aquel territorio de las correrías del pehuenche, pero se engañaron.

I como un abismo precipita en otro i por este método se conduce el hombre por sí mismo hasta su última ruina, Contreras i sus secuases esparcieron la voz de haber tenido orden de don Ambrosio para aquel horroroso hecho i se hicieron acreedores de su odio i de su indignacion. Esta desgracia comprendió tambien a todos los habitantes de aquella plaza i su comarca, porque estuvieron persuadidos de lo mismo i no se iba sin esperimentar los efectos de su venganza. El súbdito que hablaba de este negocio, como si las acciones de este bulto no Hubieran estado siempre sujetas a la crítica, aunque honestas i buenas i sí malas como éstas al odio público, sin hacerse cargo de que el transgresor de las leyes debe resignarse a sufrir las detestaciones de todos i queda espuesto al aborrecimiento comun. Dios nos libre de que en los superiores dominen la ambicion i la venganza, porque entonces no hai cosa segura i su gobierno no puede dejar de ser tirano. Para esta persuasion se fundaron aquellas jentes en que don Ambrosio miró con indiferencia este hecho i no hizo ni mandó hacer dilijencia para la aprehension de los delincuentes; que ni aun se ocultaron, porque el asesinato de este cacique fué premeditado mucho ántes de su ejecucion, pues se escribió a Lima la noticia i se recibió en aquella ciudad, que dista mas de quinientas leguas de Chile, cuatro dias ántes de su ejecucion; i porque todos estaban persuadidos de que el autor de este escandaloso crimen fué el sarjento Domingo Tirapegui, natural de Pupa en el señorío de Vizcaya, que le servia de escribiente i vivia en su casa como uno de sus criados, a quienes vieron aquellas jentes tratar de secreto con mucha eficacia i repetidas veces en los dias de su ejecucion con el expresado Contreras i con cierto comerciante rico de aquella plaza; porque corrieron i aun se conservan esquelas i cartas de Tirapegui relativas al delito; porque el cuerpo del pehuenche se quito del campo i se oculto en una laguna debajo de unos troncos i raíces de árboles, conduciéndole en un caballo de don Joaquin Ramos, concuñado del espresado Tirapegui; i porque cierto o incierto se hizo de notoria publicidad en toda aquella provincia. De modo que aquellas jenteq tan bárbaras como los mismos pehuenches llevaron su atrocidad hasta el sumo de una cruel inhumanidad, i degollaban lo mismo que a bestias a los que encontraban de esta nacion, i en las manos de estos sanguinarios perecieron veinte personas que viajaban comerciando en aquel territorio, sin otra causa que haberse divulgado que el asesinato del cacique fué disposicion de don Ambrosio. Opinen todos como quieran que yo jamas pude persuadirme que don Ambrosio tuviese Darte en este oscuro negocio, porque (dejemos aparte las razones jenerales de cristiandad, nobleza, disonancia de la accion i el derecho que tiene para que nadie se persuada de un crimen de tanta gravedad) se ejecutó sin sijilo i sin aquellas precauciones que deben acompañar a semejantes hechos, cosa mui repugnante a la sagaz política de don Ambrosio.

Atónitos los habitantes de h.. ciudad de la Concepcion al oír este hecho inusitado en aquellos remotos paises, donde viviendo a la española antigua, se ignoraban entonces los sabios arcanos de la política de Europa i de que no se admirarian ahora, que ya van sabiendo algo en el frecuente trato de estranjeros que se goza, cada uno lo escribió a sus corresponsales de la capital i a la llegada del correo mensual tambien allí se hizo pública la inquietud i llegó a noticia de la Real Audiencia. Este tribunal lo hizo presente al gobernador i este jefe dio comisión a don Ambrosio contra los asesinos con facultad de sentenciarlos a la pena capital, i ejecutada la sentencia dar cuenta al gobierno con autos. Al momento que llegó este rayo a la plaza de los Anjeles, se desaparecieron los delincuentes, sin duda el duende de este negocio les dio la noticia, pero don Ambrosio llevó a efecto la comisión con toda rectitud. Los delincuentes confiados en su persuasión i mui satisfechos así de que habían hecho un especial servicio al reí i a su patria como de la protección de Tirapegui (merecen disculpa, ignoraban entonces todo lo que sabe hacer la política) aunque no se presentaban en público iban de noche a sus casas, i cayeron todos, in menos Contreras, en manos de don Ambrosio. Dos fueron sentenciados a muerte en horca, i la sufrió N. Morales (1777) i al compañero estando en capilla se le puso en libertad de resultas de haber hablado un breve rato con don Ambrosio su mujer, que marchó a su casa con el marido. Dos a presidio de por vida: otros dos expatriados en los reinos del Perú, i los dos restantes a cárcel perpetua, i a poco tiempo alcanzaron libertad. Se hacían diligencias para la aprehensión de Contreras, que practicadas por algunos inadvertidos comisionados, eran frustradas por los oportunos avisos i especiales recomendaciones de Tirapegui. A mí me dio don Ambrosio especialista comisión tirada de letra de Tirapegui, i de palabra me hizo don Ambrosio la expresión de que le convenía mucho la prisión de Contreras para vindicar su estimación; pero yo receloso de que me cayese la lotería de la gran política, no quise dar un paso en negocio tan peligroso, sin embargo de que siempre le profesé especial inclinación i deseaba servirle, i sacarle airoso en todos sus encargos. Pasado poco mas de un año falleció Contreras de viruela, fuera de su casa, porque siempre anduvo errante, i condenado por su propio delito a vivir trabajosamente apartado de su familia: los otros siete también sobrevivieron poco a la víctima de la política, i finaron con muertes aceleradas; Tirapegui fume ascendido a subteniente, teniente i graduado de capitán, árbitro siempre de la confianza de don Ambrosio, i le fue concedida la duración de dieciocho años i al fin de ellos falleció de enfermedad violenta que le privó del uso de los sentidos, i le puso como un tronco; de modo que pasó a la eternidad sin la menor disposición cristiana. Así acabaron todos, oprimidos por aquella sentencia: "El que a cuchillo mata, no se prometa morir a sombrerazos."

El asesinato del cacique Lebian no tuvo influencia alguna en el cese de las hostilidades que se pretendía, i corrían siempre con la misma rapidez que hemos referido. Los partidarios salian de la parcialidad de Malleco, i meditó don Ambrosio comprar la vida de su cacique que lo era el toqui Ayllapagui. Su política ganó con dádivas, i promesas la voluntad de otros caciques sus vecinos, i bien insinuado de lo mas interior de la codicia de aquellos indios adelanto un poco mas, i les entró por el partido de que ellos mismos fuesen los ejecutores de la decapitación de su compatriota. Tiró don Ambrosio este otro rasgo de su política, sin solicitar el permiso del gobernador. Estaba persuadido de que le era lícito, porque no conocía otro medio de cortar aquellas irrupciones que el de quitan del país de los vivientes a los jefes que las promovían i las dirigían. Conocía también que la bondad i rectitud del gobernador, mui distante de crueldades, no era capaz de acomodarse a este modo de pensar, i entregado en brazos de la fortuna, se arrojó temerario a una empresa, en cuyo éxito depositó toda la felicidad o su desdicha. A la verdad que se, aventuró a mucho, porque los caciques aunque comían i bebían con él, i le, admitían sus dádivas i sobornos, no estaban de buena fe. Se hablan todos convenido a engañarle, i tenían dispuesto darle un golpe, que verificado hubiera empeñado al gobierno en otra guerra. Le pidieron concurriese a la pretendida decapitación del toqui Ayllapagui con treinta españoles armados, con designio de quitarles la vida i burlarse de la facilidad de don Ambrosio, si accedía a la solicitud. I en efecto, lo habrían logrado, porque persuadido de su buena fe, i olvidado de la real cédula de 9 de abril de 1662 que, previene se forme. Junta de guerra, i que sin su acuerdo no se hagan malocas a los indios, convino en ello, concibiendo que, aseguraba mas el hecho. Para el día emplazado envió una partida de treinta soldados de caballería veterana i miliciana al cargo del sargento Domingo Fontanon, natural de Hungría. Las jemes de aquella frontera en notando el arma contra los indios, que es el enemigo único que allí tienen, acuden todos, i en esta ocasión aconteció así, i a la sombra de los nombrados pasaron el Bio-bio otros ochenta. En esto consistió la felicidad de don Ambrosio, porque los indios aguardaban treinta, hombres como otras tantas víctimas de su perfidia i de su crueldad, i se pallaron con mas de cien guerreros; i concibiendo La vigorosa defensa que podían hacer, allí mismo hicieron una breve junta secreta, que, resolvió separarse de la primera idea, i le dirigieron mensaje a Ayllapagui avisándole de su peligro.

Hecha esta breve diligencia, llamaron los caciques de la liga a los españoles, i en aquella noche marcharon a la parcialidad de Loneopau, donde se había refugiado su compatriota desde que trascendió que don Ambrosio maquinaba quitarle la vida a traición. Al amanecer el día siguiente llegó aquel escuadren a la espesada parcialidad, i se halló sin la cabeza que buscaba i porque el viaje no les saliera del todo vacío se dispersaron indios i españoles en pequeñas partidas con destino de hacer pillaje en la parcialidad inocente. En esta correría cuatro españoles advirtieron que entraba la huella de unas caballerías, por una vereda escusada, i se fueron sobre ella. Antes de haber caminado un cuarto de legua descubrió a dos indios. Uno de ellos que era el mensajero de la tarde anterior, huyó; i el otro enristrando la lanza que llevaba les aguardó. Este era el famoso Ayllapagui, objeto de aquella expedición, que acometido de los cuatro españoles, se defendió animoso, hasta que desfallecido su caballo, cayó en tierra, i fu cribado a lanzadas.

No puedo menos que detenerme a hacer una oportuna reflexión. Si no hubieran entrado al país independiente mas de los treinta hombres que enviaba don Ambrosio, i los indios hubieran verificado la traición que maquinaron, i si el cacique Ayllapagui hubiera elegido el partido de la fuga, i no hubiera caído en la red que le tejió la política de don Ambrosio; sin duda alguna se hubiera puesto en armas toda aquella nación, i se hubiera suscitado otra sangrienta guerra, en las criticas circunstancias que mas adelante diremos; i si en el gobierno de aquel reino no hubiera ocurrido el gran trastorno que se temió i amagó, se hubiera dado parte a la corte afirmando con autos que la inconstancia i la perfidia de aquella bárbara infiel nación, i otros epítetos que se le saben dar cuando conviene acriminarla la habían movido. Oigamos añora a don Francisco Nuñez de Pineda i Bascuñan, escritor de Chile en el siglo pasado, i se entenderá cuan obvio i antiguo es en aquel reino este método, aun habiendo pasado trescientos años el descubrimiento de las indias. "Pues en el discurso del tiempo, dice en su Cautiverio feliz, capítulo 20, que he continuado sirviendo a Su Majestad en esta guerra de Chile he experimentado que algunos alborotos, i alzamientos que ha habido en las fronteras se han originado por malos ministros. Gobernadores codiciosos, sin temor de Dios ni reparo a las justicia ni a los mandatos del reí nuestro señor, pues no se saben ajustar a sus reales cédulas tan bien ordenadas i dispuestas, i en alguna manera los discípulos, porque como se salen con todo lo que intentan, i con cuanto hacen sin que se vea ni haya visto algún ejemplar castigo en semejantes ministros, no es mucho que no teman la justicia de Dios ni la de la tierra i que vengan unos peores que otros, i lo pague el pobre reino con hallarse cada día en peor estado, i engañando los consejos con informes falsos que también lo pagan los leales vasallos de S. M: i aun su real patrimonio, pues se lo están gastando conocidamente en sus particulares intereses." Así explaya i dilata su corazón aquel experimentado buen vasallo. 1 en semejantes casos (digo yo) ,qué lía de hacer la corte que nada mas sabe que aquello que quieren escribirle los gobernadores?

Decapitado el cadáver de Ayllapagui, fue conducida la cabeza en triunfo hasta la plaza de los Anjeles, donde residía don .Ambrosio, i este horroroso espectáculo que debió poner espanto a la humanidad aunque se hubiera ejecutado en formal batalla, se celebró en la casa de don Ambrosio entre alegres abundantisimos brindis del suave néctar de Baco, con que fueron festejados los indios.

Este hecho de la política de don Ambrosio que se duda si con el anterior estará en el caso de la real cédula de 10 de octubre de 1702, pasó a noticias del gobernador i no solo le aprobó según aquella regla factum temí, sino que le proporcionó a su autor la graduación de coronel de caballería con el sueldo de tal, i le fue conferida por real despacho de 7 de setiembre de 1777, de modo que puede gloriarse don Ambrosio de haber subido a la elevación por la misma vereda que caminaron otros a la perdición.

La misma cruel carnicería quo referimos haberse hecho en la isla de la Laja a consecuencia, de la muerte alevosa del cacique Lebian, se ejecutó poco después en el partido de Chillan. Se levantó una partida de españoles que disfrazados tiñéndose de negro las caras, regaron sus campesino la sangre de cerca de treinta pehuenches que viajaban traficando sus manufacturas. Bien fue menester desmintiesen el color blanco que tenias los que labia de manchar el honor de su patria,. La causa de estas bestias feroces, también se comisionó a don Ambrosio, i subrogó esta escabrosa comisión en el capitán de infantería. don Patricio Nolasco Güemes Calderón De la sumaria resultó el conocimiento de los delincuentes, i fueron agresores de este atroz i feo delito algunos jóvenes nobles de la ciudad de San Bartolomé , Gamboa, cabeza de aquel partido, que experimentaron las malas mero indispensables resultas de su tiranía en la constante justa persuasión que les hizo la real justicia hasta que fueron comprendidos en el real indulto que la piedad del soberano se dignó conceder con motivo de un feliz; parto de la serenísima, princesa de Asturias, hoy nuestra reina i señora, i por este medio ninguno de ellos sufrió la pena de su detestable delito. Al mismo tiempo que el capitán Calderón tenia la comisión contra los asesinos de Chillan, la tuvo contra los de la Laja don Isidoro López, hombre idiota. Este mozo se manifestó oficioso en su cumplimiento, i a poco tiempo mando ahorcar a tres hombres en la plaza de Tucapel sin formalidad do juicio que hiciese parecer el delito mas claro que la Luz del medio día, como previene el derecho, de modo que si confesarnos que la, pena fue justa, tampoco negaremos quo el modo divo una gran parte de iniquidad. Los demás cómplices huyeron, i no volvieron a sus casas hasta, que les amaneció el claro día del espesado indulto.

Corrían las vidas do los hombres a precio tan bajo en aquella provincia i en el país de los indios, que ninguno tenia seguridad de la saya. En éste residía el mestizo Mateo Pérez, que se había pasado del territorio español al independiente, i amenazaba a don Ambrosio con decapitación, i (hablando impropiamente) retándole con expresiones injuriosas e propuso don Ambrosio vengarse del mestizo, i para salir con ello sobornó a unos caciques, i por cuatro bagatelas lo entregaron atado de pies i manos al comandante de la plaza de Puren, quien lo remitida la de los Anjeles, i Don Ambrosio lo mandó ahorcar.

Estos hechos, por extraños, estaban sujetos a murmuración, i aquellas gentes hablaban sin precaución de la conducta de don Ambrosio, que asombrado de estas habilitas, enviaba sus espías por las casas, por las lonjas i por las tabernas, para que llevasen lo oían. En una de estas se deslizo el mulato N. Rondon, i dijo cuatro chistes acerca de don Ambrosio sobre aquellos deslices comunes, los hombres, i la sallo bien amarga la burla, porque sin ser reconvertido ni ciclo sobro su delito, si acaso lo fue, recibió cien azotes en el rollo; la misma pena recibió N. Saldrías, conocido por el apodo de Luli, sombrerero mui honrado, sin otro mérito que haberle visto don Ambrosio en un caballo de la tropa, que un soldado le presta por un breve rato. El artesano tuvo que abandonar su familia, i expatriares por no llevar en su patria la infamia de azotado. Tan indignado como todo esto estaba don. Ambrosio con aquellas gentes, de modo que entre ellas, i aun entre los bárbaros, introdujo un pavoroso terror.