ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Crónicas
Compendio Historial
Capítulo IV

De los Gobiernos que se siguieron hasta el de la Audiencia Real

 

                PROVECTO

   Pasó, muerto Valdivia, aquello casi
Sobre el gobierno que refiere Arcila,
Que porque lo contó en tan sonoroso
Verso, y entiendo ya lo habréis leído,
Como cosa de todos tan sabida,
Lo excuso por pasar más adelante.
Pero al fin Villagra le sucediendo
Tuvo aquellos desastres de la Cuesta
Y de la Concepción, como allí visteis.

                 GUSTOQUIO

   Ya lo he leído, y admirable mucho
Fue ese suceso todo de la muerte
Que dieron a don Pedro de Valdivia;
Y lo que a Villagra sucedió luego,
Hasta aquella victoria de Lautaro
En Mataquito, con que recobraron
Ya los conquistadores alma nueva.
   Pasad al gobierno ya de don García
Que presto se siguió, y fue victorioso.

                 PROVECTO

   Sí fue; pero su fin no tanto bueno,
Que es en el que la gloria cantar suelen.
   Supuesto que decís que en la Araucana
De Villagra y Lautaro habéis leído
   El suceso que sabe el mundo todo,
Y que no importa mucho el advertiros
De lo que errada está en algo, el caso
Digo, volviendo a él, desta manera:
El año mil y quinientos y cincuenta
Y seis, en el Pirú ya se hallaba
El marqués de Cañete gobernando
(Como virrey que fue) la tierra toda;
Y sabido el suceso de Valdivia,
Y que entre Villagra y Aguirre andaba
Sobre el gobierno grande competencia,
Porque se halló que en un memorial suyo
Valdivia a Aguirre ya tenía nombrado,
Que estaba conquistando los Juríes
(Cuyo gobierno el Rey le dio adelante)
Y luego sus amigos le llamaron;
Y hallando a Villagra ya recibido
Por los de Santiago, estaba todo
En condición diviso en opiniones,
Acordó de enviar a don García
De Mendoza, su hijo, a aquel gobierno,
Con trescientos soldados muy lucidos,
En que fueron muy grandes caballeros,
Cosa que le dio ilustre y un ser nuevo.
   Y lo primero que hizo fue en llegando
Prender a Aguirre y a Villagra, y juntos
Y en un navío enviarlos a su padre,
Que si los agravió, los honró mucho,
(Si bien no tanto como merecían)
Lo más que fue posible en tal estado;
Mas Francisco de Aguirre en la hacienda
Padeció mucho, y no fue satisfecho.
   Entró pues don García, como digo,
Con muy lustrosa casa y aparato,
El cual, demás de haber pacificado
Por fuerza de armas a los araucanos,
Habiéndoles ganado dos victorias
En que les quebrantó su orgullo fiero,
Como en verso elegante el licenciado
Pedro de Oña cantó tan altamente,
Y puesta ya la tierra en paz tranquila;
Trató de la justicia y el gobierno
Dando forma al estado de la Iglesia
Y al secular también, que con él vino
Para esto todo un docto licenciado
Santillan, que oidor era de Lima,
Por justicia mayor; y a ella atendiendo,
Hizo una tasa y ordenanzas muchas,
Que duran hasta hoy algunas dellas.
   Descubrió don García más arriba
De Valdivia, y pobló una ciudad buena
Que Osorno la llamó (mas nunca supe
El porqué) pero es cierto a ser sigunda
De aquel Reino llegó por cuarenta años;
Y más de treinta habrá fue despoblada,
Con pérdida muy grande; que fue siempre
De gente principal, muy guarnecida
De lustrosos vecinos, y edificios,
Para conforme en Indias se platican.
   Mas antes de pasar más adelante
Conviene aquí inferir que aquella guerra
No es invencible como muchos piensan,
Pues la acabaron bien los dos ya vistos
Gobernadores, y por despreciarla
Murió Valdivia por gran culpa suya,
Y también don García tuvo azares;
Ambos por la gran suma de enemigos,
Y ser pocos los nuestros contra su pujanza,
Que son copia decente [20]. Todos cuantos
Pusieron pecho a cualesquier facciones,
Las consiguieron con victorias llanas;
Y es llano que Valdivia conservara
Lo por él conquistado si no hubiera
Apartado de sí el nuevo socorro
Que envió a descubrir la costa arriba;
O con recato entrara a hacer castigo
Con cuatrocientos hombres, cual pudiera
Y como hacer debía, pues perdido
Estuvo con doscientos, como vimos,
Junto a la Concepción antes de haberla
Poblado, y por los mismos araucanos.
Pues casi al mismo modo malogradas
De don García las victorias fueron,
Pues estando pacífico ya todo,
Y estando ya poblando por su orden
De la otra parte de la cordillera,
Un capitán que Pedro del Castillo
Se llamaba, y a quien sucedió luego
El general Jufré que dos ciudades
Pobló que duran hoy, y han sido siempre
Escala de las tierras de adelante;
Y el general don Luis Jufré, su hijo,
Otra después pobló más en comedio
En tiempo de Loyola, que por esto
De San Luis de Loyola la dio nombre,
En que la costa y el trabajo puso
Sin más premio que haber su Rey servido
Como su nacimiento le obligaba...
   Le llegó a don García de Mendoza
Nueva a este tiempo de que le venía
Villagra a suceder en el gobierno;
Y que precisamente le mandaba
Su Majestad volviese los estados
De Arauco y Tucapel, que había tomado
Por su encomienda, a la mujer del muerto
Don Pedro de Valdivia [21]; y con aquesto,
Como nadie por sueldo allí servía,
Ni en treinta años después tuvimos paga,
Todos pedían mercedes o licencia
Para irse al Pirú a buscar su vida.
Y por nos los dejar allí cautivos,
Como no era posible comentarlos,
Pues no con poco esto podía hacerse,
Por ser hombres de grandes pensamientos,
De calidad y méritos muy grandes,
Dio más licencias muchas que debiera;
Sobre que algunos se desmesuraban
Sabiendo que su padre era ya muerto,
Y que venía ya a el Reino otro gobierno,
Por no obligarse a algún castigo justo,
Como estuvo muy cerca de hacerse
En el ya referido coronista
Que después fue, y mostró pasión callando
De don García muy lucidas cosas
Que pudiera decir con verdad mucha
(Como yo lo hiciera a tener tiempo);
Pero dejó rogarse don García [22]
        Que el sufrido con prudencia
        Se gobierna, y imprudente
        Muestra ser el impaciente.
Y era prudente y cuerdo, y como dijo
El Maestre de estado [23] en su sentencia:
        El que no deja rogarse
        En los excesos menores,
        Cruel será en los mayores.
   Y para no llegar a estrecho trance,
Dejando allí a Rodrigo de Quiroga,
Que era un vecino rico y muy bien quisto,
El Reino a cargo, se embarcó tan pobre
Que oí decir por cierto un sólo luto
Honrado no alcanzó, y de bocacíes
Negros fue el que llevaba al embarcarse;
Y después fue Virrey como ya vimos,
Que tales altibajos tiene el mundo.
    Quedaron en Arauco seis o siete
Hombres no más, y en Tucapel no treinta,
Cosa que ocasionó el perderse luego,
Como era cierto por tan mal aviado,
Descuido o flojedad no sé si diga,
O permisión del ofendido cielo,
Por los muchos pecados de la tierra.
    Entró pues Villagra en este gobierno,
Nombrado por el Rey, con poca gente,
Y fue de los del Reino recibido
Con gusto y con aplauso y esperanzas
Nuevas, porque lo nuevo todo aplace;
Y porque como antiguo compañero
De los conquistadores, más humano
Y menos grave se mostraba a todos.
    General de la guerra hizo a su hijo
Que Pedro Villagra tenía por nombre,
Caballero valiente y de gran brío,
Amado de soldados, pero mozo
Más que para tal cargo convenía,
El cual, con el orgullo que en sus años
Es ordinario, y de otros más movido,
Que no hiciera a saber aquel consejo
Que dan los estadistas [24] que así dice:
       Que no siempre el general
       Ha de aplaudir ambicioso
       A su ejército orgulloso;
Un fuerte acometió en que mucha gente
Con sitio inexpugnable le esperaba,
Sin ser paso forzado ni importante
Acometerle, más de por bravata.
Matáronle con gente muy lucida,
Con que quedaron estos victoriosos;
Y con tantos despojos y trofeos
Tan soberbios, que el Reino se ardió luego
En guerra, y mil recuentros se ofrecieron
Con diferentes suertes de ambas partes;
Las cuales con prudencia bien previstas
A su gran multitud y orgullo fiero,
Se acudía a la defensa necesaria,
Reservando el castigo a mejor tiempo.
    Hallábase al presente en lo de arriba,
(Que así aquellas ciudades se llamaban,
Desde otra población frontera, fuerte
De guerra, que de Ongol era su nombre)
Pedro de Villagra, maestre de campo,
Y entonces de los hombres de más nombre
Que las Indias tenían de milicia;
Aquel que queda dicho con setenta
Entró por tierra en tiempo de Valdivia
Con tal cargo, vecino era del Cuzco,
Y guerreado había los estados
Desde Imperial y Ongol con valor mucho,
Y tenido victorias de importancia.
A éste pues Villagra [25] un fuerte bueno
En Arauco dejó en aquella guerra,
Habiendo a Tucapel ya despoblado
Con que a la Concepción él retirose
Cargado del pesar del muerto hijo,
Y de muchos cuidados del gobierno
Que era muy grande ya, y de mucho peso,
Y pocas fuerzas con que sustentarlo.
   Don Miguel de Velasco se hallaba
De Ongol en la frontera peligrosa,
Donde de ocho mil indios fue cercado,
A quienes dio batalla y salió a ellos
Con sólo treinta hombres, de aburrido,
Y los venció por un casi milagro.
    Arauco tuvo cerco, y con hallarse,
En él tal capitán y ciento y treinta
Muy escogidos valerosos hombres,
Estuvo muy a canto de perderse;
Y los indios llevaron una pieza
De artillería de la de los cubos;
Mas no fue éste el mayor, que retirados
Esta vez los valientes araucanos,
Y quedando en el fuerte por cabeza
Lorenzo Bernal, hombre muy de cuenta,
Y que después allí ganó gran nombre
De valiente, y honró a Canta la Piedra,
En Castilla la Vieja, patria suya,
Pues siendo allí cercado de una junta,
Que es cierto de diez mil hombres pasaba,
Le sustentó por más de mes y medio,
Con trabajo increíble y valor raro,
Muriéndosele de hambre los caballos,
Que de la flecha de los enemigos,
Que eran de caña, ya los sustentaba;
Y pasando su gente extremos grandes
Sin hallarse con fuerzas, aunque cerca
Villagra se hallaba de acorrerle,
Aún con tener a Pedro allí consigo,
Que a todo riesgo y trance se ofrecía;
Y viéndose Bernal tan apretado,
Y que podía durar meses el cerco,
Y que mucha comida le gastaban
Unos indios amigos araucanos
Que allí tenía consigo, y receloso
Dellos se hallando, por los cercadores
Ser sus parientes, desto confirmado,
Los mandó salir fuera de su fuerte;
Y allí al momento los despedazaron
Con bárbara crueldad, y sentimiento
No poco de Bernal que lo miraba.
Mas, bien se lo pagaron adelante,
Que es opinión mató su lanza sola
En veces, destos mesmos, más de ciento.
En fin, se retiraron convencidos
De la perseverancia del caudillo
Y la gran vigilancia de su gente.
   Murió el gobernador Villagra en breve,
Y a Pedro Villagra dejó el gobierno;
Que a Arauco despobló por no poderle
Sustentar, sin gran riesgo de su ruina.
Pero cayó en mayor inconveniente,
Porque creyendo ya temidos eran
Los enemigos, viendo despoblarlo
Se levantó por más de treinta leguas
Lo que a la Concepción de paz servía;
Y la cercaron tiempo de dos meses,
Y la pusieron en un grande aprieto,
Y Ongol lo estuvo de la misma suerte.
Pero bien defendiendo su partido,
Y habiéndole subido un buen socorro
De la noble ciudad de Santiago,
Que siempre en tales trances ha acudido
Como cabeza a socorrer sus miembros,
Alcanzó dos victorias importantes,
En que matando mucha buena gente,
Restauró la opinión y lo perdido,
Y crédito mayor para adelante.
    Presidia en el Pirú ya en este tiempo
El licenciado Castro que, nombrando
Al capitán Rodrigo de Quiroga
Para gobernador, le envió socorro
De trescientos soldados muy a tiempo;
Y con otros doscientos veteranos
De la tierra, subió y entró pujante
En los Estados, que la paz le dieron
Por dejarle quebrar la primera furia
Y tener en el campo sus comidas.
Pero cogidas ya y en cobro puestas,
Se alzaron luego, como de costumbre
El hacerlo tuvieron tiempo largo,
Sin que se hiciese nunca buen castigo
En esta gente para su escarmiento,
Con ser tan entendida esta su traza,
Y mostrar la experiencia cuan dañosa
Era el recibir paz tan paliada,
Y que se vía la daban para sólo
Entretener y quebrantar la fuerza
Nuestra, cuando la vían más entera.
   Guerreó después dos años con instancia,
Con diversos sucesos y batallas,
Y teniendo rendida mucha parte
De lo poblado ya, sin acabarlo
De quebrantar cual fuera conveniente,
Envió a poblar de nuevo más arriba
De la ciudad de Osorno, porque en Lima
Se entendiese que mucho aventajaba
El gobierno, y que se hallaba todo
Muy sujeto, pacífico y siguro.
En esta última tierra, donde vive,
En un gran archipiélago de islas,
Gente mucha muy dócil, aunque pobre,
Hizo esta población con poca guerra
Martín Ruiz de Gamboa, un caballero
Que fue su yerno y gobernó adelante.
   A la ciudad llamó ciudad de Castro,
Por el ya dicho grave Presidente,
Y Chilué se llama la provincia
Que el extremo de Chile siempre ha sido;
Y contera del mundo, a lo que pienso,
Se pudiera llamar con justa causa.
Por entonces sirvió de dar cuidado
Mayor a quien el Reino gobernase,
Y casi siempre desto ha más servido
Que de otro útil de importancia mucha.
Dura hasta hoy reliquia alguna della,
Habiendo sido presa de corsarios,
Y victoriosa dellos también pudo
Ser, mas no supo asir de la guedeja
A la ocasión que caso se le vino.
   Estando en este estado pues las cosas
Mandó Su Majestad que se asentase
Audiencia en aquel Reino, por objetos
Que se habían puesto a los gobernadores
De que la guerra hacían infinita
Para de todo más señorearse;
Y otras mayores cosas se decían,
Que ocasionaron una acción tan grande
En tiempo que no estaba bien la tierra
Dispuesta para cosa semejante,
Como por la experiencia se vio luego;
Y presto se tomó mejor acuerdo
Para hacer las cosas necesarias.

__________

[20]

Es decir en cantidad digna de ser atendida o tomada en cuenta. Todo este trozo parece haber sido muy estropeado en la imprenta, pues como se sabe, Melchor Jufré no corrigió las pruebas de su obra. -M.

[21]

Véase sobre este punto el Proceso de Pedro de Valdivia y otros documentos concernientes a este conquistador, reunidos y anotados por D. Barros Arana. Santiago. 1873. Pág. 326 y siguientes. -M.

[22]

Alude al resentimiento que según los amigos de D. García, guardó Ercilla contra éste, y fue causa de que no lo celebrase en su Araucana. El suceso que dio motivo a este resentimiento y a que hace referencia el mismo Ercilla en algunas octavas de los cantos 36 y 37 de su poema, se encuentra relatado en casi todas sus biografías. -M.

[23]

Tácito.

[24]

Tácito.

[25]

Francisco de Villagra, el gobernador. -M.