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Relación que de la Conducta Observada por los Padres Misioneros del Colegio de Propaganda Fide, de la Ciudad de Chillán, Desde el año 1808 Hasta Fines del Pasado de 1814, Hace su Prelado el Reverendo Padre...
14. Proclama que se cita en este número. Sentimientos de las señoras realistas a las

Proclama que se cita en este número. Sentimientos de las señoras realistas a las Tropas de la Nación Española

 

¡Soldados valerosos y esforzados voluntarios!

Oíd a las que no pudiendo acompañaros en las fatigas de la guerra, viven satisfechas de vuestras hazañas y cuidadosas de vuestro honor.

Sabed que escuchamos con el mayor sentimiento las voces melancólicas que degradan la gloria que habéis adquirido en el campo de Marte, a esfuerzos de vuestra constancia.

Se quiere persuadir que sois unos militares insubordinados[,] inexpertos, temerarios, voluntariosos y, por lo mismo, inútiles para la milicia.

¡Qué atrevimiento tan injusto!

Pero despreciad tales dichos o trapos rotos que unos egoístas cobardes y adulones presentan para cubrir la ignominia de los tratados que acaban de celebrarse a costa del honor del Rey y del vuestro.

No hagáis caso, repetimos una y mil veces. Vuestro valor y generosa constancia os presentan al mundo dignos de toda la gloria militar.

Así lo gritamos y publicaremos siempre en honor de la verdad y la posteridad acreditará vuestra justicia cuando en los fastos del Reino lea las heroicas acciones de vuestro valor.

Allí verá que al primer paso de vuestro arribo a pesar del fuego de los enemigos y sin perder un hombre, os hicisteis dueño del puerto de Talcahuano y de la capital de la provincia.

Verá que vendidos en Yerbas Buenas por una alevosa traición y sorprendidos del enemigo, le rechazasteis con valor obligándole a una vergonzosa fuga con pérdida de un crecido número de prisioneros, heridos y muertos que dejaron en el campo.

Verá que fatigados de las marchas, despeados del camino y faltos de alimento, en las inmediaciones de San Carlos, con el corto número de seiscientos hombres y en campo abierto resististeis el ataque de once mil enemigos bien montados y proveídos de todas armas: que al cabo de seis horas de vivísimo fuego huyeron a rienda suelta dejando el campo sembrado de cadáveres y sin tener de vuestra parte más partida que cinco hombres.

Verá que después de sufrir en la fidelísima ciudad de Chillán un prolongado sitio rechazasteis con heroico valor el ataque más inhumano de tropas organizadas de hombres sin piedad, obligándolos a una fuga ignominiosa después de haber perdido la mayor parte de la gente.

Verá que en Ninhue y Cauquenes, Quilo y el Membrillar, el Roble y la Florida, Rere y Gualqui, Tucapel y Santa Juana, San Pedro y Carampangue, los vados del Itata y de la Laja, Penco el Viejo y otros puntos, en cortas partidas de guerrilla, habéis pifiado al enemigo; le habéis perseguido siempre y habéis aprisionado gruesas divisiones de insurgentes.

Verá que con doscientos hombres os hicisteis dueños de Talca, de su superior guarnición y del gran depósito de armas y municiones de guerra que en ella había.

Verá que a los pocos días, en el término de media hora, acabasteis el grueso refuerzo que venía de Santiago a reconquistar dicha ciudad y os apoderasteis de sus personas y caballos, de su artillería y demás armas y municiones que conducían para el ataque.

Verá que en el término de cuatro horas tomasteis por asalto la ciudad de Concepción, rendisteis a discreción la guarnición que tenían y, evacuado el fuerte de Penco, franqueasteis el puerto, quedando dueños de toda la provincia.

Verá finalmente que en cortas partidas habéis vencido siempre las numerosas del enemigo, dejando en todas partes eternos monumentos de vuestra gloria.

Y si a esto se añade que en medio de tantas fatigas estabais alegres y contentos, sin otro prest que dos pesos mensuales, ¡qué elogios deberá aumentar la posteridad a vuestra constancia sobre los que son debidos al valor!

Estos hechos brillantes y tan notorios que no se pueden ocultar, harán eterna vuestra memoria y en todos los siglos os pondrán a cubierto de la maledicencia.

Vosotros solamente obscureceréis el nombre que habéis hecho tan respetable y echaréis un borrón sobre vuestras hazañas, si os dejáis llevar del empeño con que unos adulones y egoístas os persuaden la vuelta a vuestros hogares.

Vuestra retirada en este caso os haría el objeto de las maldiciones de todo hombre de bien.

Acordaos que os hablan las mujeres, las madres, las hermanas y parientas de los que a vuestro lado presentaron el pecho a las balas y merecieron los laureles de la victoria igualmente que vosotros.

Acordaos, asimismo, [de] la generosidad con que todos y todas hemos franqueado nuestro[s] haberes en obsequio de la causa más sublime y honrosa que puede acontecer; y el tierno afecto con que os hemos abrigado debajo de nuestros techos.

¡Ay de nosotras!

¿Qué sucedería si por unas apariencias de paz, después de tan gloriosas empresas desamparareis el suelo que ha sido teatro de tan gloriosas victorias?

¿Qué sucederá si dejáis a los insurgentes tremolar el estandarte de la independencia sobre nuestras cabezas después de tantas derrotas como han padecido?

El corazón se nos estremece sólo con pensarlo, porque son perjuros por costumbre, como discípulos de Bonaparte; sanguinarios por propiedad inseparable de hombres débiles y vencidos: egoístas por naturaleza y francmasones por religión.

A consecuencia de esto, aquellos vuestros compañeros tan amados se verían perseguidos, cargados de prisiones y conducidos al último suplicio: sus propiedades serían enajenadas y sus hijos llorarían pidiendo limosna en el momento mismo de verificarse la retirada que os persuaden; y sin otra culpa que haber servido con fidelidad a Dios, al Rey y a la religión.

Pero no, no pensamos que tal suceda: os miramos animados del mismo valor, fidelidad y entusiasmo con que os dejasteis ver desde el primer día y así, ¿qué resta ahora sino que miréis con desprecio la seducción de cuatro cobardes egoístas adulones y sospechosos de fidelidad?

¿Qué resta sino que mirando los intereses de la religión, del Rey, de la nación entera y de vuestro honor, sigáis la empresa comenzada?

El Dios de los ejércitos os protege. María Santísima es la mediadora; y todas las buenas almas claman al cielo para que os conceda nuevos triunfos.

¡Ea!, pues soldados valerosos. Vamos a destruir los planes de la independencia que con perjuicio de los derechos del Rey y abandono de la religión han formado los insurgentes.

Mientras conseguís la victoria, nosotras dirigiremos al cielo el incienso de la santa oración para que el Excelso y Eterno os llene de bendiciones, dirija vuestros pasos y os colme de triunfos hasta consumar la grande obra que habéis comenzado con tanto honor.

 

Caminad seguros de que la posteridad compensará vuestros méritos y el Señor de los ejércitos premiará vuestro heroísmo con nuevas y mayores glorias.

Entonces oiréis que todas nosotras rebosando júbilo y placer gritamos. ¡Vivan los chilotes!

¡Vivan los valdivianos!

¡Vivan los fieles de Fernando Séptimo!

¡Vivan los limeños!

¡Vivan los restauradores de la paz!

¡Vivan los defensores del Rey, de la Religión y de la Patria!

¡Vivan los redentores del Reino de Chile!

¡Vivamos todos en paz!

Amén.

 

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En virtud de la comisión que se nos dio, etc.