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Crónicas
Discurso segundo de avisos prudenciales de diversos autores colegidos en las materias de gobierno y guerra
Capítulo I

Del principio del gobierno político

  Es lo primero que ha de ponderarse
        Que el imperio sobre el hombre
        Al bueno es dificultoso
        Y al malo muy peligroso [
1];
De donde ha de inferirse la importancia
De la virtud para acertar en todo,
Que es tanta que el gentil Séneca dijo:
        La virtud es inmortal,
        Y al mortal que della usa
        De todos males le excusa;
        Que los males deste mundo
        Ofenden al virtuoso
        Cual la sombra al sol hermoso.
Y Tulio Cicerón añidió a esto:
        Piensa que es para tu Dios
        Ofrenda cumplida y llena
        Ofrecerle una alma buena.
Y debe el que gobierna en sus acciones
Mostrarse muy cristiano y muy prudente,
Porque dijo el Filósofo, y es cierto:
        De mil virtudes que pide
        El ser buen gobernador,
        La prudencia es la mejor.
Y así el Sabio nos dijo lamentando
        Un gran mal: que al necio vio
        Puesto en grande dignidad
        Por error de potestad.
Y Lipsio en su Pulitica asegura:
        Que prudencia a nadie engaña,
        Ni puede ser engañada
        Si en pasión no es anegada;
        Que llegando a estar airado
        El que fuere más prudente,
        No hará cosa conveniente.
Debe poner estudio cuidadoso
En conocer los súbditos del todo,
Sus defectos, humor y condiciones;
También los accidentes del estado
Presente, porque Tácito nos dijo:
        Para acertar el gobierno,
        Se han de conocer primero
        Los súbditos por entero.
Principalmente cuando el tal contiene
De gente militar número grande,
Con quien muy alentado ha de mostrarse
Y viejo mucho en los consejos della,
Aunque en edad sea mozo y orgulloso,
Que el consejo de un sabio éste contiene:
        Reconoce bien tu estado,
        Y al mando, vista le senda,
        Alarga o coge la rienda [
2].
Y más en general Lucano dice:
        Que a todo mando conviene
        Muy por entero tener
        Conocido su poder.
Huiga de la calumnia, que así dice:
        Que a espada en mano de loco
        Es la fuerza comparada,
        Si por mozo es gobernada.
Y otro dijo mejor de aquesta suerte:
        Que quiere grande consejo
        La guerra, porque sin él
        Es desgraciada y cruel;
        Y es sabio aquel que procura
        Con sabios aconsejarse,
        Y con ellos descargarse [
3].
Que verdaderamente la edad poca
Lleva gran puerta abierta a las sospechas
Y presunción de corta suficiencia,
Y así debe vivir con más cuidado
Que los que con las canas de su parte
La tienen ya ganada de prudentes,
Para lo cual, cual digo, es el remedio
Mostrarse muy amigo de consejo,
Que fue gran dicho aquel de Tito Livio:
        Si el más sabio fuera rey
        Y por sí se gobernara,
        Yo arrogante le llamara;
        Que en las facciones humanas
        El consejo es la mayor
        Merced del alto señor.
Será también muy acertada cosa
Que imite en sus acciones a los viejos,
Para que así acredite esta prudencia
Lo que la poca edad desacredita,
Porque bien dijo Tácito Cornelio:
        Rostro compuesto y sereno
        Y reposo en la persona,
        El sujeto mucho abona.
Y Aristóteles dice de los reyes
A quien han de imitar ministros graves:
        Muestre el rey semblante augusto,
        Que por tal, en sólo verle,
        Le tengan sin conocerle.
Que si bien no conviene que se endiose,
Menos conviene que vulgar se muestre,
Según lo que Tranquilo bien advierte:
        Como el ser muy común quita
        Del cargo la autoridad,
        La ensalza la gravedad.
No hacer lo que a muchos hacer vemos,
Que es procurar de rigurosos fama
En el primer principio del gobierno,
Lo cual, dicen, excusa grandes males,
Que por bien lo observar he visto siempre
Dar en inconvenientes conocidos,
Porque castigos muy apresurados
Tener suelen o siempre o las más veces
Más de temeridad que de justicia;
       Que bien gobierna el que quiere
       Ser por justo conocido
       Más que por rigor tenido [
4].
Y si es verdad que las primeras obras
Del que entra a gobernar son muy miradas
Del pueblo, que a la mira está ganoso
De entender su talento y condiciones,
Más importa con sólidas virtudes
Se muestre que en rigores de artificio,
Que como bien aquel egipcio dice:
        Más testimonio me dan
        Del bien que interior manejas
        Los ojos que las orejas [
5].
Y el divino Agustino más añade:
        Entienda el gobernador
        Que no hay cosa más dichosa
        Que la conciencia sabrosa.
Y no puede tenerla el que arrojado
Pretende ganar nombre de terrible;
Y el que conserva un alma bien regida
Con la divina gracia, acierta en todo,
Porque ella los yerros en aciertos trueca
Y sobre esto llevar debe sabido:
        Que el principal fundamento
        Del imperio más fundado,
        Es cuidar de lo sagrado [
6];
        Que nos es benigno Dios
        ¿Quién lo duda? Si le amamos
        Y de su culto cuidamos [
7],
Porque la Iglesia santa en himno dice:
Sic tu nos visita, sicut te colimus [
8],
Y no hay cosa que así el estado afije
Cual la religión santa bien fundada,
Que fue admirable el dicho del rey Ciro,
Que por tal le celebra Jenofonte:
        Si a Dios los vasallos temen,
        Nunca se conjurarán,
        Pero si no, sí lo harán.
Y en Lactancio Firmiano se ve escrito:
        Donde no hay respeto a Dios,
        Todo es vicios y maldades,
        Traiciones y atrocidades.
Pero debe advertirse que a ninguno
Por fuerza a ser cristiano ha de obligarse,
Que como bien nos muestra San Bernardo:
         La fe se ha de persuadir
         Sin fuerza y sin opresiones,
         Sin agravios ni extorsiones.
Y el sabio Cordobés dio este consejo:
         Prueba a todo entendimiento
         Con blando freno a enfrenallo,
         Cual generoso caballo;
A que añadió Cornelio lo siguiente:
          La fama de la clemencia
          Para el que empieza a mandar,
          Buen modo es de conciliar;
Porque el mucho rigor más entorpece
Como la voluntad desaficiona,
Y en esta falta muchas veces caen
Los de muchas católicas naciones,
Y más los de la nuestra que de altivos
Apuran y avergüenzan los gentiles,
Que a los herejes no me maravillo,
Queriendo en una hora hacerlos buenos,
Y en vez de aficionarlos, los irritan.
Mas los ejemplos son los que más dañan,
Que ¡qué mucho! Ignorantes, desestimen
Nuestra ley, si a nosotros nos ven della
Tan no observantes, más quebrantadores,
Lo cual reparar debe la destreza
Del gobernador cauto así advertido,
Pero no con rigor, porque sin duda:
        Si es muchas veces usada
        La recia severidad,
        Desminuye autoridad [
9];
Que aunque, como dijo Tulio a Bruto:
        A tiempo es bueno el castigo,
        Y puede severidad
        Más que clemencia y bondad;
        Y a veces mando furioso
        Hace cuerdo el reino y fijo,
        Como el rey de Tracia dijo.
Y aunque sentencia sea prudente mucho:
        Por causa del bien común
        Poder la severidad
        Usar con seguridad [
10];
Con todo, más me inclino a la clemencia,
Porque dice Agustino, doctor santo:
       Más amado que temido
       Ser debe de procurar
       Quien bien quiere gobernar.
Y Séneca nos dijo acerca desto:
       Aunque convengan castigos,
       Mejor con la caridad
       Se gobierna en la ciudad;
       Que con la mucha opresión
       El ánimo se envilece
       Y la lealtad descaece [
11].
Y es de notar que corre este consejo
En ciudad como dice, que otra cosa
Es estando en ejército formado.
Y en otra parte Cicerón afirma:
        Que es muy loable el castigo
        Si cortando mano o dedo,
        A todos alcanza el miedo;
En que claro se ve que a la clemencia
Más que al rigor se inclina, pues que dice:
       Si con castigar a un malo
       Muchos malos enfrenaste,
       Con prudencia ejecutaste.
Y así en otro lugar también advierte:
       Desean ver acabado
       Todos al aborrecido,
       Y esto siempre el muy temido.
Ha lugar el rigor, si tal llamarse
Puede con propiedad el que se usa
Con el delito que de traición tiene
Alguna parte, porque mucho importa
Echar del mundo tan nociva peste,
Demás de que cualquiera que con él se muestra
Se hace en sana paz del vulgo todo,
Según lo dijo el Máximo Valerio:
        El convencido traidor
        En breve ha de ser punido,
        Sin ser a juicio traído,
Y son muy de notar unas señales
Que pone Quinto Curcio por comunes
En los deste jaez, desta manera:
        Fácil a traición se inclinan
        Los que con el tiempo andan
        Adulando a los que mandan;
A que añade Salustio lo que es cierto:
        Quien al traidor perdonare,
        Verase, si no perdido,
        Confuso y arrepentido.
Que tan abominable vicio es éste,
Que arrancar mandó Dios de sus altares
Al que matase al prójimo acechando,
Y que fuese con muerte castigado [
12];
Y aconsejó lo mismo Tulio a Bruto:
       Para castigar traidor
       Le arranca del santo templo,
       Que importa mucho este ejemplo.
Y para encarecer más la malicia
Deste vicio perverso, abominable,
También nos dijo Tácito Cornelio:
       Que el que goza del provecho
       De la traición, la aborrece,
       En mil ejemplos parece.
Y así el cuerdo en gozando de aquel útil
Que el traidor le encamina, se descarga
Dél por no ser del mundo aborrecido,
Que es un gran mal del vulgo ser odiado;
Y así es de Cicerón esta sentencia:
       Huye del odio común,
       Que aún para un rey poderoso
       Es contrario y peligroso.
Y Calígula dijo por lo mismo:
       No sé porque una cabeza
       De muchos aborrecida
       Sea segura de la vida [
13].
Principalmente debe el que gobierna
A nadie hacer injuria en dicho o hecho,
Porque es del sabio Séneca sentencia:
       De tantos peligros piensa
       Tu persona rodeaste
       Cuantos son los que injuriaste;
Ni aunque primero sea él ofendido,
Porque este mismo sabio así procede:
       No castigues con rigor
       Si la ofensa toca a ti,
       Si a la república, sí.
Con que no sea traición a la persona,
Porque en tal caso a la sentencia grave
De Tulio, debe estarse, que así dice:
       Más que al rey al reino toca
       Su rey, y mayor guardar,
       Y su traidor castigar;
       Mas si el agravio no injuria,
       Despreciado con valor,
       Más afrenta al hacedor.
Y por ser primera parte del gobierno
Pulítico el rigor y la clemencia
Saber usar a tiempo conveniente,
Diré muchas sentencias que lo tratan,
En que del mesmo autor es memorable:
        Con gran pesar el castigo
        Mostrar debes y el rigor,
        Por evitar mal mayor.
Porque dijo Claudiano doctamente:
       Alegrarse en el castigo
       Que a sí la ley se atribuye,
       Pecho de cruel arguye.
A que Tácito alude donde dice:
       El juez que en castigo grande
       Asiste a la ejecución,
       Más cruel es que cruel Nerón.
Y así de Jenofonte fue consejo:
       Por ministros el castigo
       Haz lejos de tus paredes,
       Y en tu casa las mercedes.
También de ningún modo ha de entenderse
Que se muestra venganza en los castigos.
Ni aunque sea en la materia de milicia
A sangre fría se han de hacer crueles,
Que es consejo de Séneca loable:
         La venganza encarnizada
         De pocos la culpa quita,
         Y odio de muchos irrita.
Pero es inexcusable hacer castigo
Por bien común en el ladrón famoso:
         Porque no hay castigo grande
         En alevoso y ladrón,
         Que todos pequeños son [
14].
Pero guarde el aviso de Salustio:
        No por los facinerosos
        Castigar, siendo tan menos,
        Arriesgues muchos y buenos;
        Mas descubierta traición
        Presto sin ruido te afija,
        Y luego al remedio aguija.
Y Séneca aconseja en casos tales:
        Si incurrió gran personaje,
         Lo mejor es castigarle
        Si puedes, o no irritarle;
Que imprudencia es poner la fuerza toda
Y mostrar que no pudo lo que quiso,
Que engendra un atrevido menosprecio.

__________

[1]

Justo Lipsio.

[2]

Lipsio.

[3]

Tácito.

[4]

Lipsio.

[5]

Moises, en la Historia Eclesiástica.

[6]

Aristóteles.

[7]

Lipsio.

[8]

Visítanos así como te adoramos, segundo verso de la última estrofa del himno de Santo Tomás de Aquino Sacris Solemniis, que se canta en el oficio de Corpus. -Bajo el título de El latín místico ha publicado M. Remy de Gourmont (París, 1892) un elegante estudio sobre los poetas y los himnos del antifonario. -M.

[9]

Séneca.

[10]

Cicerón.

[11]

Boecio, a quien pertenece el pensamiento contenido en los tres últimos versos.

[12]

Éxsodo.

[13]

Lipsio.

[14]

Cicerón.