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Crónicas
Discurso segundo de avisos prudenciales de diversos autores colegidos en las materias de gobierno y guerra
Capítulo IV

Que trata del buen acierto en los gastos, y del tiempo de la sedición, y como se ha de haber en ella el buen gobernador, y otras cosas pertenecientes al gobierno político

Tiempo es de decir ya algo sin rebozo
De lo que en más peligro siempre corre
El mal gobernador, que es en el gasto
Del tiempo, y la hacienda ajena y suya
En amores, de quien Salustio dijo:
         ¡Ay del que gasta en lujuria
         Los tributos de vasallos!
         Más le valiera el pagallos.
Que, como a Nerón Séneca dijo:
         Las riquezas tiraniza
         El que piensa que el gozarlas
         Consiste en desperdiciarlas.
A que con gracia Tácito esto añade:
         Más gran necio que grande es
         Quien por grandeza a truhanes
         Da su hacienda, y charlatanes.
Otro consejo cuerdo y provechoso
Para bien gobernar hallé en Salustio,
Que es éste, y platicar [29] le ha visto a muchos:
         Arranca al mozo la amiga,
         Y al viejo dile con pausa
         Lo que mal ejemplo causa.
Y para tener esto buen efecto,
Es menester que obligue con ejemplo,
Porque generalmente Plinio dijo:
         Cuando el que manda es primero
         En guardar la ley que pone,
         Todos los demás compone.
Y por materia de reformaciones
No ha de reparar mucho en malquistarse,
Que es sentencia de Séneca muy cierta:
         Aunque bien quisto procure
         Ser quien rige por mil modos,
         No lo puede ser con todos.
Que dijo Erasmo con razón no poca:
         El que teme en demasía
         Ser mal quisto, ese reinar
         No sabe, ni gobernar.
Y añade en su Pulítica (?) Plutarco:
         En todo vulgo copioso
         Se halla siempre una querella
         Del que manda, aún sin debella,
Y Suetonio Tranquilo nos refiere,
         El grande Augusto decía:
         Basta estar asigurado
         Quien rige, aunque murmurando.
Que, mirándolo bien, si por su suerte,
Sus partes y prudencia, el que gobierna
Se hace estimar, no es grande inconveniente
Ser de pocos y malos murmurando;
Pero líbrele Dios le desestimen
Con razón por defectos conocidos,
Que es perdido, y así dijo Lucano:
         La estimación, obediencia
         Engendra en comunidades;
         Y el desprecio, libertades.
Acerca de lo cual Cornelio dice
Esta sentencia, buena como suya:
         El juez que ser loado
         Quiere muy en general,
         Hace a todos y a sí mal.
Porque dijo Dión resueltamente:
         Mal es que todo se vede,
         Mas es maldad infinita
         Que todo mal se permita.
Debe advertir también que la justicia
Distributiva es una gran cabeza
Del buen gobierno, porque Lipsio dijo:
         El que las honras reparte
         Sin mirar por que ni a quien,
         Cierto es no gobierna bien.
Que no hay cosa que más quejosos críe
Que el mal distribuir todas mercedes,
Pues que suele ofenderse un reino entero
Con una provisión de un hombre indigno,
Así como se agrada y goza todo
De una provisión buena en grande oficio;
Aunque fundarse suelen cosas tales
En razones de estado tan secretas,
Que no las puede penetrar el vulgo,
Y el darles apariencia convendría,
Pudiendo ser para evitar sospechas;
De más que razones de estadistas
No son todas las veces muy conformes
A toda cristiandad, pues estos vemos
Ser poco cuidadosos de conciencia,
Porque imitando a Midas, dijo Lipsio:
         Mira no pierdas el cielo,
         Estadista, en paz o guerra,
         Por querer tanto la tierra.
Porque hubo muchos destos que sintieron
No haberse de guardar la fe y palabra,
Más de en cuanto al estado conviniese,
Sin ver que aún por la ley del mundo misma,
Es la perfidia cosa tan infame;
Mas si con la católica quebraron,
¡Qué mucho es quiebren con la fe mundana!
Y afrentolos Plutarco desta suerte:
         Dice el pérfido se engañan
         Los niños con falsos cuentos,
         Los necios con juramentos.
Y también dijo Lipsio por lo mesmo:
         Al que ser pérfido quiere
         No le faltan argumentos,
         Para salvar juramentos.
Y el Orador mejor aún tanto antes:
         Por cualquier resquicio escapa
         Y por señal de hendidura
         El que con perfidia jura.
Y otra máxima llevan estos tales
En que se vio lo que ya dije dellos,
Y es que lícito es y aún hacedero
El apartar de sí, y aún deste mundo,
Quien con ellos compite por el reino,
De quienes dice Tácito Cornelio:
         Aparta el competidor
         Si es modesto, por buen modo;
         Y quita el malo del todo.
Para lo cual hacer más a su salvo
Hacen lo que Dión que César hizo
Afirma, por su estado, que fue aquesto:
         Augusto César mató
         Muchos de sus sospechosos,
         Por manos de sus odiosos;
Cosa que han imitado en nuestros días
Muchos herejes contra nuestros reyes,
El dicho de Aristófanes fingiendo:
         La discordia en los vecinos
         Es a reyes provechosa,
         Y a los demás peligrosa.
Y aconseja Vejecio: militando,
         Siembra discordia en el campo
         Del contrario, que la unión
         Es más fuerte que el león.
A quien parece Tácito disculpa,
Que, como no cristiano, también dijo:
         Aquellos ejemplos grandes
         Que algo de injusticia tienen,
         En bien común se mantienen.
Doctrina que no admite la ley santa,
Mas al contrario que ni un mal pequeño
Se sufre hacer por bienes muy mayores;
Y así injusticia a nadie hacerse puede
Por ningún bien común, mas por aqueste,
Todo el particular ha de estrecharse,
Y es justicia fundada en buen gobierno.
         Otras máximas muchas del estado
Tocan los sabios que con gran prudencia
Contienen más provecho que justicia,
Cual de Séneca es esta memorable:
         Cuando el estado es dichoso,
         El menearle es error
          Muy pernicioso al señor.
Que lo que el refrán dice comúnmente:
Lo que está a par de bien no ha de mudarse,
         Que mayor prudencia muestra
         La estable conservación,
         Que valor la adquisición,
Y el parecer contrario es de ignorantes.
Mas las cosas mundanas son de suerte
Que a la ruina caminan por sí solas,
Y así dijo Lucano bien notando:
         Por sí, las mayores cosas
         Apriesa a su fin caminan,
         Se caen, consumen y arruinan.
Y Séneca notó como tan sabio:
         Que quiso Dios nada fuese
         Desta vida muy estable,
         Antes todo variable.
Mas lo que más destruye poderosos,
Son porfías injustas y excusadas,
Porque dijo bien Tulio esto notando:
         Porfía de poderosos
         Siempre para en perdición,
         Del que tiene y no razón.
Así mismo es peligro del estado
La demasiada unión de los vasallos,
Porque Plutarco, de Catón tomada,
Nos vino a declarar esta sentencia:
         Peligrosa es mucha unión
         En tus mismos comensales
         Si no te son muy leales.
Y aunque esté en su poder muy afirmado
El que gobierna pueblo muy copioso,
No ha de menospreciar por eso a nadie,
Ya mínimo soldado o ya a su amigo,
Ya bajo, o poderoso, o chico o grande;
Mas piense ha menester a cada uno,
Porque Séneca dijo en razón desto:
         Como las piedras del arco
         Unas a otras se tienen,
         Nuestras vidas se mantienen.
Mas no por esto debe persuadirse
Que convienen discordias entre nobles,
Que antes son gran peligro del estado,
Y mayor cuando son banderizadas
De poderosa copia de parientes,
Por lo cual el Filósofo aconseja:
         Procúralas concertar
         Al punto que las entiendas
         De los grandes las contiendas;
         Y para apartar sus iras
         Como sus parcialidades,
         Atropella calidades;
Que cuando declaradas éstas andan,
Está la sedición ya muy cercana;
La cual es del estado grave peste,
De que bien Tito Livio nos avisa:
         Las juntas y monopolios
         Secretos, son desconciertos
         Que ya anuncian males ciertos.
Y sobre esto también Lipsio nos dice:
         Las más veces hemos visto
         Que nace la sedición
         De miedo de la opresión.
Y es punto esencialísimo al gobierno
Antever con prudencia anticipada
La sedición que el vulgo mover quiere,
Y acudir al remedio antes que el mesmo
Sienta que el oprimirle se pretenda
Y para conocer de quien se puede
Esperar, Aristóteles afirma:
         Las sediciones levantan
         Los que delinquen con furia,
         O los que temen injuria.
Y aunque he loado la clemencia tanto,
Ya dije había de ser prudente mucho,
Que no lo siendo, Tito Livio dice:
         La demasiada blandura
         Hace el pueblo licencioso,
         Y este tal da en sedicioso.
Y gran peligro corre deste daño
Comunidad de pueblo en que se halla
Rica y de calidad muy poca gente:
         Que cerca está a sedición
         La tierra donde los buenos
         Y los ricos, son los menos.
Y Tito Livio aún más esto exagera
Y dice lo que mil veces se ha visto:
         Pocos malos enloquecen
         Y encienden en sedición
         Los muchos por contagión.
Y para conocer estos tan malos,
Que pocos hacen muchos sediciosos,
El maestro insigne Tácito Cornelio
Esta regla nos da por cosa cierta:
         Un desalmado y tahúr,
         Pobre, inquieto y revoltoso,
         Hace un millar sedicioso.
Y ésta Tulio nos da no menos buena:
         A el malo que ve no puede
         Mandar en paz, su ambición
         Le lleva a la sedición.
Y otra también de Tácito esto dice:
         Los perdidos y quebrados
         Desean revoluciones,
         Por rebozar sus borrones.
Y en otra parte el mismo escribió ésta:
         Los vanos que no han podido
         Aparentar su hinchazón,
         Fomentan la sedición.
Y para amonestar contra los tales
El pueblo que aún se está indeterminado,
Advierta lo que Justo Lipsio dice:
         Siempre el tirano se arrea
         De apellidar libertad,
         Pero no dice verdad;
Según siente Cornelio como sabio:
         Quien pueblo engañar procura
         Toma motivos fingidos,
         Y apellidos fementidos;
         Y a el que vanas esperanzas
         Engañan muy de ligero,
         No tiene su juicio entero.
Y adviértales también que el mesmo nota
En prueba del error en que se envuelven:
         No gobiernan sediciones
         Los hombres más estimados,
         Sino los más empeñados.
Y así Lipsio lo nota donde dice:
         Las revueltas populares
         Porque son de los más ruines
         Regidas, han malos fines.
Y dice bien Lucano, que si estando
En sedición revuelto el pueblo todo,
El gobernador grave y atrevido
Se entrase entre la plebe y alboroto
Y con blandura la reprehendiese
Prometiendo perdón, la cobraría,
Opinión que parece temeraria
Más que prudente, aunque la siguió César,
Y cobró autoridad con un tal hecho;
Pero tienen muy pocos su fortuna,
Y así yo no la apruebo ni repruebo,
Sólo digo que el caso y accidentes
La podrán hacer buena o reprobada,
Y a ocasión y prudencia la remito;
Y dice su sentencia desta suerte:
         El príncipe que en revueltas
         Al gran César imitare,
         Sin duda que las repare.
Y parece que Tácito lo aprueba
Porque dice tratando de este punto:
         Más peligroso es el miedo
         Que no la temeridad,
         En sediciosa maldad.
Pero aunque yo a Cornelio reconozco
Por maestro de estado y de gobierno,
Más crédito le diera habiendo visto
Por su propia persona ejecutarle,
Y ser segundo César en suceso.
Es de advertir empero que a este hecho
Llamó temeridad muy declarada,
Aunque dice es el miedo más nocivo,
Y esto por ser en sí tan vergonzoso,
Que es menos mal morir que mal mostrarle.
Mas no sé si a el estado es conviniente,
Al cual más debe siempre el que gobierna
Mirar prudente que a su propia vida;
Mas es sentencia cierta y imitanda:
         Nada emprende con valor
         La sedición mal regida,
         Y con mediano es vencida.
Y más claro lo dijo Tito Livio:
         El vulgo de mejor gente
         Es feroz al rebelar,
         Y cobarde al pelear.
Con que el montante pienso que atendido
En la contienda desta controversía,
Dando la decisión de lo acertado,
Es que el gobernador no se entrometa
En la primera furia declarada;
Mas sí después, antes de dar batalla,
Cuando tiene las fuerzas ventajosas;
Y si no aprovechare, seguir debe
A Tácito Cornelio que así dice:
         Si crece la sedición
         Y a medios no se endereza,
         Fuerza y armas y presteza.
Y otro moderno en su parecer dice:
         Da esperanza al sedicioso,
         Y con la preparación,
         Le quebranta el corazón.
El cual practicar vimos al gran duque
De Alva, como famoso y tan cristiano,
Entrando en Portugal tan prevenido
Para rendir con sólo el aparato,
Los que por ser cristianos y españoles
Y valerosos tanto, no quería
Guerrear derramando aquella sangre
Que en servicio de Dios también se emplea
Y tanto el Evangelio ha propagado.
Mas prosigue así Tácito el consejo:
         Con promesas y con maña
         Divide los sediciosos,
         Conciliando poderosos.
Porque bien Tito Livio en esto avisa:
         Entre muchos obstinados,
         No faltan arrepentidos
         Que fácil son reducidos.
Y Plutarco lo mismo por buen modo:
         Pues que las palabras valen
         Para deshacer las quejas,
         Gana al lobo las orejas.
Más va ganando el juego si hay moneda,
Según dice Cornelio desta suerte:
         Dinero en civiles guerras
         Mucho más que el hierro puede,
         Espere el que en él excede.
Y en otra parte esta sentencia grave:
         Promete mucho al alzado,
         Que no llenar su esperanza
         No será cruda venganza.
En lo cual Justo Lipsio más se aclara:
         Para conciliar errados
         Menos daño es engañarlos,
         Que por no hacerlo, matarlos.
Ya sosegado el sedicioso fuego
No conviene hacer gran carnicería,
Según Tácito siente, en los culpados,
Cuya sentencia y a la letra es ésta:
         Acabado el alboroto
         No te muestres muy cruel,
         Ganarás crédito en él;
         Pero ya bien sosegado,
         Aparta bien las cabezas,
         Ya con honras, ya por piezas.
Que el divino Crisóstomo nos dice:
         La justicia sin clemencia
         No es justicia, mas maldad
         Y tirana crueldad;
         Y el usar misericordia
         Sin justicia, no es cordura,
         Mas perniciosa locura.
Y el sabio cordobés Séneca dijo:
         Tan grande crueldad es
         Todo a todos perdonar,
         Como a ninguno librar.
Y Lucano admirablemente dice:
         Lo que muchos cometieron,
         Bien en pocos se castiga,
         Aún en la gente enemiga.
Pero tuvo Cornelio envidia, y dijo
Una prudencial cosa, y como suya:
         No busques culpados más,
         Antes da a entender son menos,
         Y que los más fueron buenos.
Y el buen gobernador consejos tales
No sólo ha de seguir, mas mostrar mucho
Enojo con quien diere los contrarios,
A quien ama el tirano vengativo,
Por quien dijo Salustio de enojado:
         El que sirviendo al tirano
         Muestra pecho más cruel,
         Halla más favor en él;
         Que espanta el bueno al tirano,
         A quien la virtud ajena
         Causa recelosa pena.
Y diré deste monstruo algunas mañas,
Porque el gobernador bien huiga dellas,
Y si le guerreare, le conozca,
Cual estos sabios todos lo publican,
Que como (gloria a Dios) en nuestra España
Es incógnito tanto, es conveniente
El retratar en algo sus facciones
Para que sea por ellas conocido,
Y entre Plinio primero, que dél dice:
         Ciencia y virtudes destierra
         El tirano aún sin odiarlas,
         Sólo por no respetarlas.
Pero es muy de reír que se persuada
A que con su poder mal adquirido
Ha de justificar su causa en algo,
Sino con Dios, que no recibe engaño,
Con el mundo a lo menos, mal torciendo
La historia y la verdad, siendo imposible
El hacer trampantojos a los tiempos,
Y así le burla Tácito y dél dice:
         Piensa el soberbio tirano
         Con su presente poder,
         La historia y verdad torcer.
Y el mismo en otra parte certifica:
         Es el tirano reinar
         Mar de procelosos vientos,
         De sospechas y tormentos.
Y Suetonio Tranquilo muestra esto
Bien claro, que su historia destos tales
Dice que dijo Séneca de experto:
         Los oídos en las lenguas
         Y los ojos en las manos,
         Tienen siempre los tiranos.
Y Justo Lipsio con viveza grande:
         Como el que al infierno fue,
         Así el tirano insolente
         Siempre tarde se arrepiente.
Y Tácito Cornelio bien le nota
Otro tormento cierto, y esto dice:
         El recuerdo de sus hijos
         Es del tirano castigo,
         Grande más que otro enemigo.
Y Laercio, mejor que judiciario
Experto, les acierta su fortuna
Así en la historia de Milesio Tales:
         El morir tirano viejo
         Dijo Tales que era cosa
         No vista, o muy espantosa.
Y Juvenal lo afirma, y más añade:
         Pocos tiranos escapan
         De morir a puñaladas,
         En infierno trasladadas.
Que es a buenos la falsa tiranía
Tan insufrible, que nos dijo Tulio:
         Quiere el ánimo brioso
         Ver antes muerte temprana,
         Que no la cara tirana.
Dé pues gracias a Dios el que gobierna
Con justicia, de verse así apartado
De una suerte tan llena de miserias,
Que como Quintiliano bien decía:
          Del príncipe la clemencia
          No nace dél solamente,
          Mas del súbdito obediente.
Que es virtud la obediencia que produce
Admirables efectos en las grandes
Repúblicas, cual dijo bien Plutarco,
Atribuyendo el dicho a Teopompo:
         No floreció tanto Esparta
         Por buenos reyes tener,
         Cuanto por obedecer.
Pero siempre entre muchos hallar suele
Cualquier gobernador, unos soberbios
Que pensando es agravio de fortuna
El ser mandados de otro, y que debían
Mandar y gobernar ellos el mundo,
El presente gobierno más calumnian
Deseando continuas novedades:
A quienes desengaña así Tucides:
Siempre el gobierno presente
         Es pesado y de quebranto,
         Y el que viene, o más o tanto.
Pero Cornelio como sabio dijo:
         Mejor es sufrir gobierno
         Tolerable, que esperanzas
         Poner en nuevas mudanzas.
Mas no se canse mucho el que gobierna
En contentar los tales, que es trabajo
Inútil, pues que nace las más veces
Su discontento, no del mal gobierno,
Sino de su ambición y su soberbia;
Mas haga lo que Séneca aconseja:
         No procures contentar
         A los muchos o a los menos,
         Contenta a Dios y a los buenos;
         Y así procura vivir,
         Que ni te teman los chicos,
         Ni menosprecien los ricos,
         Que es la nobleza del hombre
         Tener alto corazón
         Y hidalga condición.

Y en llegando a este punto hizo Provecto pausa, como dando a entender que allí paraban las sentencias tocantes al gobierno; y dijo:

Aquí tienen principio las sentencias
En materia de guerra, en que el discurso
Se acaba: más cansado estaréis pienso
Y será bien dejarlo por ahora.

                 GUSTOQUIO

Éstas son las que más he deseado,
Como cosas más propias de mi arte,
Ver puestas en teórica a ese modo,
Y lo que escriben dellas los antiguos;
Que cierto me parecen las tratadas
Materias dos, están bien advertidas.

                 PROVECTO

¿Cómo decís que dos? Que sólo una
Materia de gobierno he mal tocado,
Y por tal y no más os la he vendido.

                 GUSTOQUIO

Bien he echado de ver que la de estado
Inserta en esa va, aunque al disimulo,
Y que vos lo negáis de muy modesto.

                 PROVECTO

¡Líbreme Dios de tal! No me atreviera
Así a arrojar mi hoz en mies ajena,
Que esa es materia sólo de prudentes,
Y en experiencias muchas consumados.

                 GUSTOQUIO

Cierto que está lo visto más que bueno,
Y materias tan graves, tan sucintas
No he visto, ni tan bien autorizadas,
Con autores tan graves, como tantos,
Que parece coloquio que entre sí hacen,
Siendo en tiempo y edades diferentes.
Bien sé que este mi voto aficionado
Os puede parecer; que lo es, confieso.
Mas muchos compañeros tendrá, juzgo,
Que con su gusto le han de hacer muy cierto;
Y tengo por sin duda que si a todos
En general también no pareciere
Cosa tan provechosa como grave,
Por lo menos quien trata de gobierno,
Verá que le es no sólo provechosa,
Pero para acertar, muy necesaria;
Y los que de gobiernos diferentes
Tratan en posesión o en esperanza,
Son tantos, que ha de ser bien recibido
Este vuestro discurso, de infinitos.
Mas porque, como digo, lo que resta
Es lo que más me toca y pertenece,
Os pido prosigáis, que verlo aguardo
Con un entero gusto deseoso,
Si el vuestro ya cansado no se halla,
Que si lo estáis y gustáis, podré yo leerlo.

                 PROVECTO

Paréceme muy bien, que aunque mi gusto
En cosa que es el vuestro no se cansa,
Porque veáis si está algo mal escrito,
Y porque oyendo yo, mejor perciba
Lo que pidiere conocida enmienda,
Será acertado mucho así se haga.

                 GUSTOQUIO

Venga pues.

                 PROVECTO

             Desde aquí.

                 GUSTOQUIO

                                Desde ahí leo.

 

[29] Por practicar. -M.