Llegando ya a tratar de la milicia,
Lo primero ha de verse que la causa
De la guerra sea justa totalmente,
Porque dice Propercio, como sabio:
La injusta causa en la guerra
Por fuerza interior secreta,
El vigor rinde y sujeta;
Y Lucano lo mesmo casi siente:
Guerrear con causa justa,
Hace que espere el soldado
El ser de Dios ayudado.
Y Eurípides, refiere Justo Lipsio,
Dijo lo mesmo por aqueste modo:
Si no va justificada
La causa, ni vencerás,
Ni a tu tierra volverás.
Y aunque en esto seguro militamos
Los que seguimos con dichosa suerte
La milicia debajo las banderas
De Felipe católico (que guarde
Felices años el Poder Supremo)
Pues cuando este león de España mueve
Sus armas, más que vista y remirada
Está por muchos sabios su justicia,
Que la mitad desta sentencia dijo
Salustio, y yo la añado lo postrero:
De ordinario la ambición
Mueve las armas paganas,
La justicia, las cristianas.
Porque el gobernador que muy distante
Está del rey, también poner podría
Causa de mover guerra contra alguno,
La lleve aquí sabida, pone Lipsio:
El autor, la causa, y fin,
Son cosa que justifican
La guerra, o la malifican.
Debe saberse empero que a ninguno,
Sino al rey mismo, es lícito el romperla
Por su albedrío, sin licencia expresa
Del propietario príncipe del reino,
Que el divino Agustino así lo dice:
Al príncipe es permitido
Abrir la puerta a la guerra,
Pero a los demás, se cierra.
El defenderse sí, porque es notorio:
La defensa es permitida,
Justa cuanto necesaria,
Según la fuerza contraria.
Y sin lumbre de fe, Tácito dijo:
Todos los que por cudicia
Intentan el guerrear,
En mal vienen a parar.
Y quien quisiere desto mil ejemplos
Tan grandes como ciertos y modernos,
Lea descubrimientos de las Indias,
Hallará cosas muchas milagrosas,
Y evidentes castigos de cudicias;
Y dice bien Salustio acerca desto:
Más siguro vive el pobre,
Porque muchas veces llama
La guerra la rica fama.
Y así el que sin notoria causa a guerra
Es provocado, ha de justificarse
Cual Marco Tulio bien así aconseja:
En toda guerra civil
Muestra que entras obligado
Y la dejarás de grado.
Que cierto bien mirado Justo Lipsio
Refieres de Tucides (?) autor desto:
Gran agravio se le hace
En hacer guerra inhumana,
Al que a justicia se allana.
Verdad es que ya hecha, ha resultado
Muchas veces en un provecho grande
De los mismos vencidos y agraviados,
Que el divino Agustino así lo dijo:
Con su provecho se vence
Aquel que, aunque a su pesar,
Se prohíbe idolatrar.
Mas no dice por esto que se haga,
Porque demás de ser contra las leyes,
Nunca se ve buen fin en guerra hecha
Contra los justos términos cristianos,
Que dice Tito Livio, como experto:
Que en nada acude el suceso
Menos a la estimación,
Que en guerra contra razón.
Y por suya ésta Lipsio nos refiere:
Tu reino y el que buscabas
Puede fortuna traidora,
Quitártelos en una hora.
Y debe el que entra nuevo en la milicia
Llevar sabidas, porque no le espanten
Las asperezas della y sus rigores,
Que como dijo Tulio, es cierta cosa:
La guerra no sólo aflige
Con mil males y quebrantos,
Mas con temor de otros tantos.
Y como el sabio Séneca refiere:
No falta en habiendo guerra,
De todos malos ejemplos,
Aún hasta en los mismos templos.
Y apuntó Silo bien como gran sabio:
No sabe nadie en la guerra
Donde llegará la espada,
Una vez desenvainada.
Y lo mismo Salustio así nos dijo:
Con facilidad la guerra
Se principia, mas ya brava,
Con dificultad se acaba;
Y al vencedor y al vencido,
La fortuna de la guerra
Enseña el daño que encierra.
Y lo mismo así siente Quintiliano:
No hallo cosa más capaz
De males y maldiciones,
Que la guerra y sus facciones.
Y entre las propiedades malas suyas,
Ésta, dice Cornelio, es muy notable:
De la guerra todo el mal
Se atribuye a sólo uno,
Y el bien a sí cada uno.
Pero mucho mejor que todos juntos
Dice San Agustín lo que es la guerra:
¿Quién habrá que niegue viendo
Sus males abominables,
Ser las guerras detestables?
Y así Cornelio pone este consejo
Que dice es del sapiente Tito Livio:
Echa de tu reino a aquellos
Que siendo amigos de guerra,
Son tizones de tu tierra.
Y él, de sí mismo, añade también esto:
Mira que son por sus fines
Desterrados extranjeros
Engañosos consejeros.
Muchos ejemplos las historias desto
Nos dan, si yo pudiera dilatarme
En referir algunos, aún de paso;
Mas no excusaré un poco detenerme
Por preguntar a aquel Felipe Strozzi [30],
(Francés, a quien ayer el forajido
Don Antonio nos trujo al matadero
De las Islas Terceras) porqué causa
Tan fácil se movió contra un monarca
Tan poderoso cual conoce el orbe?
Dirá que grandes cosas le ofrecieron;
Y la prudencia luego le replica
Que por tanto debiera persuaderse
A que era la promesa sospechosa,
Pues nadie da lo mucho tan de valde.
Pero volviendo al punto, en otra parte
Dice en este propósito Cornelio:
Verás los que te incitaron
A guerra, al primer desmán,
Cuan de otra color están.
Por lo cual dijo Píndaro de experto:
Quien mal la guerra conoce
Piensa que es gustoso juego;
Mas a quien la conoce, fuego.
Y el doctísimo Plinio, este consejo
Da a poderosos reyes, que es muy sano:
El príncipe valeroso
La guerra no ha de buscarla,
Amarla, ni rehusarla.
Y da la razón Tácito, que es ésta:
Más propiamente es señor
El que vive quieto y ledo,
Que el que arriscado y con miedo.
Y en otro lugar hace esta pregunta:
¿Qué cosa más miserable
De rey que a estado llegar
De morir, o rey matar?
Que todo esto aventura el que la guerra
Rompe con otro rey tan poderoso,
Que empezando por poco, se encarnizan,
De suerte que en persona a darse vienen
De poder a poder cruel batalla,
Como ya visto habemos cada día.
Y éstas consumen las riquezas todas
Que parecían muy inacabables,
Y viene a hallarse el cuerpo sin la sangre;
De quien dijo Petroneo propiamente:
Como sin nervios el cuerpo
Cayera al paso primero,
La guerra así sin dinero.
Y el marqués Mariñán sabemos dijo:
Danaro e piu danaro hace la guerra;
Y declarando aquesta alegoría
Que tan clara se está, Lipsio nos dijo:
No respeta ni obedece
Desnudo, hambriento soldado,
Sin dinero, y mal armado.
(Propiedad es que todos los de Chile
Tienen, sin que les falte alguna dellas)
Y Lampridio lo mesmo por contrario:
Nadie se atreve a injuriar
A ejército bien pagado,
Prevenido y recatado.
Pero porque he ya dicho tantos males
De la guerra (aunque menos que ella tiene
De millares palabras) saber debe
El que la trata, que también se siguen
Della muy grandes bienes comúnmente,
Y es consejo de Lipsio memorable:
El que quiere gozar paz,
Prevéngase para guerra,
Y asignará su tierra.
Y dice bien, que viéndole en defensa,
Ninguno fácilmente se le atreve,
De lo cual y de haberse ya mostrado
Bien el poder que tiene en duro trance,
Viene a gozar después de paz tranquila;
Y por dar ya principio a la materia
Más en su centro propio, es bien se sepa
La sentencia de Séneca, que es ésta:
No consiste en multitud
Del campo la fortaleza,
Antes es carga y torpeza.
Y ejemplo desto claro nos han dado
De Jorge Castrioto las victorias,
Y las famosas de Alejandro Magno,
Como no menos tantas tan insignes
De España contra todas las naciones,
En que, si fuera lícito, pudiera
Por campo lato bien tender la pluma
En discurso más fácil y gustoso
Que el que siguiendo voy, más importante,
Que de entretenimiento ni apacible,
En que este mismo sabio también dice:
Más valientes corazones
Que muchos, se han de buscar
Para victoria alcanzar;
Porque Vejecio así lo mismo siente:
Sabed que vence el valor,
Y que en muchos escuadrones
Dan victoria diez varones.
Luego debe inquerirse si es más útil
La infantería o la caballería,
Según la tierra y partes conquistadas,
De que el mesmo Vejecio aquesto siente:
Los más diestros de la guerra
Quieren más infantería
Diestra, que caballería.
Y Justo Lipsio da la causa desto
Diciendo lo que es cierto, desta suerte:
Vence con mayor espacio
Pero más cierto el infante:
El caballo es más pujante.
Y Aristóteles da la cierta causa,
Porque al revés sintieron los antiguos,
Y dice en su Pulítica fue aquesta:
Por no saber los antiguos
Ordenar la infantería,
Quisieron caballería.
Verdad es que la tal suerte de fuerza
Requiere valerosos fuertes hombres,
Que si la soldadesca no es selecta
Con el cuidado grande que se debe,
Si no comprada al modo que se halla,
Nunca acude su efeto a la esperanza.
Antes en las de tales calidades
No debe confianza mucha hacerse,
Y así dijo Cornelio dijo Galva:
Por no elegir ser soldado
Y por comprarse a dinero,
Pierde este nombre su fuero.
Y Justo Lipsio pone las señales
Que dio Salustio así del mal sujeto;
Del mal soldado es la lengua
Vara, y las uñas buidas,
Los pies prestos para huidas.
Y de las condiciones de milicia
Dice Tácito así: están pervertidas,
Solían los militantes
En la virtud competir,
Como ahora en mal vivir.
Y los que al huésped son,
Estando en paz, enojosos,
Sol en la guerra medrosos.
Y Salustio lo mesmo desta suerte:
El soldado que hace presa
En bienes de los amigos,
Es lo de los enemigos.
Que ha de tener su punto el buen soldado
En honra y presunción fundado mucho,
Que si no dice Tácito: que es cierto
No habrá vergüenza de huir
Quien no pone en la victoria
Su pundonor y su gloria.
En lo cual mucho más son peligrosos
Extranjeros a sueldo conducidos,
Y más si llenos entran de cudicia,
Porque a militar vienen deseosos
Más de dinero que de fama y honra;
O dígalo Cornelio, que esto siente:
El extranjero soldado
El tanto más peligroso,
Cuanto pobre y cudicioso.
Que a pelear no llegan estos tales,
Dice Lucano, por motivo bueno,
Y refiérelo Lipsio desta suerte:
El soldado de almoneda
Mayor razón atribuye
A quien más le contribuye.
Y Tácito mejor contra esto dice:
Más la guarda que la arrisca
El extranjero al poner
La vida, por su vencer.
Por lo cual Tito Livio da un aviso
Así, que es de tener muy en memoria:
En el tercio de extranjeros
De tu contrario hallarás
Menos riesgo y miedo más.
Y Tácito Cornelio este muy bueno:
Mira que los extranjeros
Soldados, son en tus villas
Pestes para destruillas.
En que de Lipsio el parecer es éste:
Malos, costosos, tardíos,
Son los extraños socorros;
Los propios, de mil ahorros.
Así que en el provecho de muy poco
Son siempre, y en el daño de muy grande,
Como lo dijo Juvenal con gracia:
Secos los reyes están
Por extranjeros soldados,
Cual sanguijuelas chupados;
Porque les amonesta Quinto Curcio
Procuren guerrear con propia gente,
Diciendo así el gran útil que esto trae:
El natural militante
Hace honra obedecerte,
Y es leal hasta la muerte.
Y Séneca en el libro De Clementia:
Pelea el vasallo fiel
Por defender las banderas
De su rey, con vivas veras.
Y Tito Livio adviértelo evidente:
Si más que los naturales
Llevas soldados extraños,
Vas sujeto a grandes daños.
Mira no dañe la estaca
A la vid que sustentaba,
Aristófanes gritaba;
Y en la misma opinión Vejecio dice:
Hay en adestrar los suyos
Menos costo y menos daños
Que en conducir los extraños.
Así que por ser tanto conocida
Esta verdad cuan poco ejecutada,
Porque de inconveniente no carece
Y aún de imposibles muchos otras veces,
Dejo de proseguir lo mucho bueno
Que della más escriben otros muchos.
Y pararé a este punto, y éste sea
El daño que recibe la milicia,
Ahora esté mal contenta, o victoriosa,
La soldadesca puesta en ocio grande,
Cosa con mil ejemplos comprobada,
Y de Aníbal en Capua el mayor dellos,
Demás de que aquel Lipsio bien recela:
Muchos soldados ociosos
Juntos siempre y mal contentos,
Crían malos pensamientos.
Y pues que dicho queda lo que importa
El conducir selectas soldadescas,
Y si pudiere ser de naturales,
Diré las reglas ciertas importantes
Que los sabios escriben para esto,
En que entre ésta de Lipsio la primera:
La patria, edad, cuerpo y vida
Considera en el soldado,
Y el ánimo denodado.
Y Séneca entre luego, que es su voto:
La aspereza y las montañas
Te dan sin vicio ni antojo,
Buen soldado; ciudad, flojo.
Y en el tercer lugar dice Salustio:
Quien sufrir frío y calor
Sabe, y dormir en el suelo,
Entra a ser soldado a pelo.
PROVECTO
Doblad la hoja y vamos a otro cuento,
Que hecho mucho de ver que vais cansado.
GUSTOQUIO
De ninguna manera a conocerme
Menos acertaréis que dese modo,
Que si bien reconozco que ese miedo
De gran desconfianza, en vos discreta,
Os crece a cada paso y abrís puerta
Para que elija yo lo que quisiere,
Es juzgarme también por muy terrestre
Dármela de escapar tan ancha y clara,
Porque sabed que cuando las potencias
De rastreras no alcanzan lo que leen,
Principalmente en cosas como éstas,
Que las hace aplaudibles su importancia
Más que el sonido y gracia del discurso,
Luego el cuerpo se cansa de muy poco,
Ya leyendo, ya oyendo cosas tales;
Mas si el entendimiento bien percibe
Su gravedad y su importancia grande,
La voluntad a ellas aficiona,
Y encomendando a la memoria mucho,
La cultiva y aumenta con tal gusto
Que destierra al cansancio en gran trabajo;
Y diversión tan breve y a tal hora,
No sólo no me cansa, más recrea;
Y no queráis haceros ya tan dueño
Destas sentencias, que tengáis por clara
Lisonja vuestra el aplaudirlas tanto,
Si ya no es, como a creerlo vengo,
Que las avarientáis porque no tantas
De tan graves autores yo perciba;
Pero si esto es así, tened creído
Que las he de ver todas hasta al cabo,
Y no tengo el cuaderno de volveros
Hasta le trasladar a punto a punto.
PROVECTO
Huélgome mucho deso, y os prometo
Que aún no bien del todo me aseguro
De que también os haya parecido
Sólo por ir tan mal acomodadas,
Y no porque no veo que es sin duda
Que por sí la materia es estimable;
Mas el haberla tanto atropellado
Por haberme ceñido en tiempo corto
Y faltándome libros muchos buenos,
Que unos a otros citan en el punto
Que iba con mayor gusto ponderando;
Y deseado resumirla mucho,
Me deja por lo menos receloso
Del mal sonido de mi bajo estilo.
GUSTOQUIO
Pues no lo estéis, que es muy sabido y cierto
Que unas cosas se leen porque se tiene
Delectación en la maraña y cuento
Que siguen, sin tener sustancia alguna,
Como novelas, pasto de holgazanes;
Y farsas, diversión a ociosos buena;
Mas otras muchas, porque en letras pocas
Nos enseñan materias resumidas,
De autores graves bien recopiladas;
Y éstas son las que tienen comúnmente
Más cudiciosos y de los más graves,
Que de ordinario están de tiempo faltos;
Y como le cudician, con más gusto
Las ven luego y estiman y aprovechan.
Así que no debéis entristeceros
Porque vuestro discurso a todo oído
No deleite si enseña lo importante,
Que no cabe en razón quererlo todo,
Ni el provecho y honor se compadecen.
PROVECTO
Si así no lo sentís, disimulado
Lo habéis tan bien con diestro fingimiento,
Que os quiero ya rogar vais adelante,
Que también desterrado mi recelo,
Me sonará de perlas lo que resta,
Y si he de confesaros, puridades
Juzgo lo que decís. Lleva camino.
GUSTOQUIO
Leo pues, atended que al punto vuelvo
De elegir los soldados; y así dice.
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