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Crónicas
Discurso segundo de avisos prudenciales de diversos autores colegidos en las materias de gobierno y guerra
Capítulo VII

Y último deste discurso, que trata de la elección del general, de su oficio, y otras cosas tocantes a la milicia

Tratando pues lo que otros sabios sienten
De la raíz de toda la importancia
De la milicia y generales della,
Y cuales debrían ser estos ministros,
Entre primero Tácito que afirma:
         Para general no es bueno
         El que es a todos odioso,
         Y tiene al mundo quejoso.
Y si hay en que escoger, dice así Livio:
         Ciencia, virtud, providencia,
         Autoridad y ventura,
         En el general procura.
Pero porque parece demasía
Pedir en la elección también ventura,
Una cosa de suyo tan dudosa,
Advierto que esto dice, porque hay hombres
Cuyas fortunas ya son reconocidas
En bien y en mal por las pasadas cosas,
Y de tales, pudiendo, ha de escogerse
El bien afortunado más que el otro.
Mas esta regla no ha de regularse
Por un suceso adverso solamente,
Que antes es provechoso en lo futuro,
Que el que perdernos supo, se congoja,
Y se halla muy atado en casos tales
Adversos de fortuna, y aún se pierde
De ánimo muchas veces con gran daño.
Y así de Tulio es buena esta sentencia:
         Tu general en la guerra
         Haya fortuna pasado,
         La buena y mala probado.
Porque Cornelio dijo como sabio:
         Nobleza, hazaña, paciencia,
         Y humanidad, el caudal
         Mejor es del general.
Y Solón, solonino, aquesto añade:
         Entonces ha de regir
         Uno, cuando haya aprendido
         A ser mandado y regido.
Y si en entera edad se halla prudencia,
Es importante cosa, y Silo dijo:
         Gran bien es si el general
         En los trabajos ser guía
         Puede de la infantería.
Lo que dejó el Pescara bien probado,
Y de su sufrimiento y suficiencia
Como de su prudencia y valor mucho,
Ques la fama una cosa de gran peso
Cual Pro lege Manilia Tulio dijo:
         La opinión que el enemigo
         Y amigo del general
         Tienen, es grande, bien o mal.
Y si es soberbio, altivo y arrogante
El general, es daño de los suyos,
Porque dijo Polibio como experto:
         La soberbia apresurada
         Al contrario es provechosa,
         Al amigo muy dañosa.
Dígalo el caso de la Aljubarota,
Tan celebrado de los portugueses,
Que perdieron los mozos arrogantes,
Por soberbios consejos arrojados
Contra el insigne del francés prudente.
Mas volviendo a la estima del buen nombre,
No sólo el general ha de buscarla,
Pero para la hurtar, le da licencia
En esta gran sentencia Tito Livio:
         De tu cuerda providencia
         Te nació el bien casual,
         Que es hurto de general.
Y es de advertir que suele el enemigo
Por desacreditarle con la fama,
Echar voz de mil cosas mentirosas,
Por lo cual Quinto Curcio le aconseja:
         Ten gran cuenta con la fama,
         Que aún la falsa es una cosa
         En la guerra muy dañosa.
Por esto dijo Tácito Cornelio:
         La fama en impresas nuevas
         Mueve con grande vigor
         A la esperanza o temor.
Y aunque conviene que consejo tenga
El general, y en él consulte cosas
De muy grande importancia, es acertado
El no dar a entender nadie le rige;
Y que, oídos a todos, haga aquello
Que a su juicio mejor le pareciere,
Que a veces lo que dice un soldadito
De poca estima y experiencia menos,
Es lo que en grave caso es conveniente;
Que como es don de Dios, él comunica
El consejo acertado a quien se sirve:
         Porque nunca el mando es bueno
         Cuando los particulares
         Rigen a los generales.
Principalmente en dar o no batalla
Es cualquier parecer más sospechoso,
Que como al darla muestra valentía,
Muchos para mostrarse muy osados
La aconsejan a un viendo no conviene,
Y así el grande Maestro en esto dice:
         Considere el general,
         Aunque su gente batalla
         Pida, si conviene dalla;
         Que a el soldado le está bien
         Mostrar gana de chocar,
         Y al general, remirar.
Pero aunque suyas son estas sentencias,
También el mesmo en otra parte dice:
         Cuando los tuyos batalla
         Piden con instante fuego,
         Si la has de dar, dala luego;
         Mas sepa al pelear tu gente
         Que en sólo vencer su vida
         Va, y no tienen más guarida.
Porque se ha visto ya del enemigo
Ser traza el procurar por malos modos
Ganar traidores que a romper inciten,
Por no poder él mucho sustentarse
Y temer que sus fuerzas se deshagan,
O por hallarse superior en ellas;
Y aún cuando esto acontece, estratagemas
Hace el contrario mil para mostrarse
Tímido, para ser acometido
En sitio ventajoso, donde aguarda;
Lo cual el general entender debe.
Y es el mejor vencer al enemigo,
Quien detenerse puede, deshaciendo
Sus fuerzas con el tiempo y sus contrastes,
Si no se espera que aumentarse pueda,
Recelándose en todo con prudencia,
Que como bien Vejecio siente:
         Quien de nada se recela,
         Muy presto será vencido,
         Engañado y oprimido;
         Que la mucha confianza
         Es el camino trillado
         Del suceso desgraciado.
Y a causa desto avisa Quinto Curcio:
         Nada debes despreciar
         Del enemigo, que olvido
         De lo poco es mal crecido.
Lo que el gran César aprobó diciendo:
         Muchas veces en la guerra
         Se pierden grandes facciones
         Por muy leves ocasiones.
Y el sabio Tito Livio nos refiere:
         Que tan bien sabía Aníbal
         Las cosas de su enemigo,
         Como las del mesmo amigo.
Con que el general imitar debe,
Que en facciones de guerra es importante,
Y por eso Cornelio da este aviso,
         Debe el cuerdo aprovechar
         Del enemigo los miedos,
         Y aumentárselos por credos.
Y así dijo Vejecio cuerdamente:
         Mal será vencido aquel
         Que bien sus fuerzas midiere,
         Y las contrarias supiere.
En que no ha de creer aduladores
Que su poder y fuerzas le engrandecen
Disminuyendo las de su contrario,
Lo que a aquel gran león de Lusitania
Hizo perder en África la vida [35],
Que como dice Tácito, y es cierto:
         Es mal viejo en monarquías
         Ser con mil adulaciones
         Aprobadas sus facciones.
Principalmente es importante cosa
El conocer del general contrario
El valor o proceder y caudal cierto,
Que dijo bien Polibio acerca desto:
         Nada importa tanto como
         Conocer del general
         Contrario, el peso y caudal.
Y Tito Livio así más lo encarece:
         Lo primero es conocer
         Al contrario, y conocido
         Le tienes medio vencido.
Y Vejecio también nos dio este aviso:
         En el campo del contrario,
         Astucia es sembrar discordia
         Para ganar dél victoria;
En que bien se conoce la importancia
De concertarse bien los consejeros
En un acuerdo en lo que hacer se debe,
Porque aunque el general este consejo
Debe guardar dél mesmo que así dice:
         Pregunta en consulta a muchos,
         Y encubre tu parecer,
         Y más lo que se ha de hacer.
Aquel oficial grande que al contrario
Sintió de lo que mandan que ejecute,
Pocas veces acierta, y aún algunas
Por seguir su opinión, a errarlo viene,
En que dijo Cornelio como sabio:
         No puede dar más fortuna
         Que discordar los contrarios,
         Siguiendo consejos varios.
Que en estando discordes las cabezas
Aunque en el dar batalla sólo uno
Tenga el poder, si el otro la desea
Juzgando que es el darla conveniente,
En cualquiera ocasión o escaramuza,
Se entra en el enemigo y más se empeña
Por obligar a, siendo socorrido,
Todo junto, el poder venga a trabarse;
Cosa que suele ser perdición clara,
Y así dicen Cornelio y Tito Livio
Casi una misma cosa desta suerte:
         El que con temeridad
         Acomete la batalla,
         Huyendo viene a dejalla.
Porque Tácito dice del suceso:
         Todos la gloria en la guerra
         De la victoria así dan,
         Mas la rota al capitán.
Por lo cual los expertos generales
Miran mil circunstancias en tal cosa
Porque Cicerón dijo cuerdamente,
         Llaman a Marte común,
         Y tienen los más expertos
         Sus fines por muy inciertos.
Principalmente siendo el enemigo
Extranjero, a quien es prudente cosa
Sin arriesgar de propia fuerza nada,
Entretener la guerra y deshacerle,
Que dijo Tito Livio sabiamente:
         Al enemigo extranjero
         Si le entretienes la guerra,
         Él te dejará la tierra.
Y aunque es muy trabajosa la defensa
Que por un largo tiempo se mantiene,
La hace llevadera el buen ejemplo
Del general, porque Cornelio dijo:
         Mucho anima a los soldados
         Ver les hace el general
         Compañía en bien y mal.
Y al fin es un vencer menos sangriento
Que se debe tener por muy loable;
Pero debe notarse en este tiempo
El sentir del ejército y su brío,
Porque si está orgulloso y la batalla
Desea lo más dél con gran bullicio,
Es cosa que engendrar debe esperanza.
Pero si se sintiere receloso
Del contrario poder, o por noticia
Incierta o por alguna ocasión justa,
Aunque sea superior en fuerzas mucho,
Estando así, no es bien aventurarle
Hasta bien persuadirle, o que se anime
Con algún gran suceso de importancia;
Y siéntelo Vejecio así, pues dice:
         Si algún temor o recelo
         En tu ejército se halla,
         No le metas en batalla.
Sobre todo es ventaja provechosa
Coger al enemigo de repente
Si desapercibido estarse sabe;
         Que el que a su enemigo coge
         Poco o mal apercibido,
         Casi le tiene rendido.
Y el general que en ocasiones tales
Llega a ser del ejército forzado,
O casi a que acometa al enemigo,
En tan fuerte ocasión Tácito dice:
         General que ve la hueste
         A algo lo quier forzar,
         Anticípese a otorgar.
Y es muy notable cosa que estos casos
Impensados así, muy repentinos,
En coléricos hombres más imprimen,
Y así se ha visto ya viles naciones
Las más fuertes vencer por esta causa;
Porque debe advertir el que gobierna
Siempre a su gente que alboroto excuse
Cuando así el enemigo la asaltare,
Y en lo que esperar puede. prevenirlo,
Porque estándolo así, aún el gran peligro
No los ofende tanto ni alborota,
Porque dijo Vejecio como experto:
         Pocas lanzas repentinas,
         Espantan más no esperadas,
         Que las muchas aguardadas.
Y así dijo un moderno: en peleando
         Piensa que hay más enemigos,
         Porque los que sobrevienen
         Más ruido que fuerza tienen.
Y es cosa fuera desto muy loable
Saber ganar el sitio en el conflicto
Reconociendo bien el ventajoso,
Porque Lipsio nos dijo esta sentencia,
Y es de Vejecio, que a la letra dice;
         Reconoce el sitio bien
         Porque dél la gran ventaja
         Cualquiera fuerza abartaja.
En que las Alpujarras de Granada
Dieron costoso ejemplo con la muerte
Del de Aguilar famoso don Alonso.

Aquí dejando la lectura con risa, Gustoquio dijo, sin dejar el cuaderno de la mano:

Porque el hablar de veras rato largo
Cosas tan graves, es extraño mucho
Para mi condición aún en lectura,
Os quiero aquí contar un lindo cuento
Que en Sevilla de cierto me contaron,
Pasó acerca del caso que tocaste
De la muerte del de Aguilar honrosa.

                 PROVECTO

Decid, que bien la siesta nos le pide,
Daréis con él un filo a nuestro gusto,
Cual decís en tristezas ya embotado.

                 GUSTOQUIO

Dicen que estando allí el conde de Ureña
Andaba en aquel tiempo por España
Un falso romancillo que decía:
         Decidme conde de Ureña,
         ¿Don Alonso de Aguilar a dónde queda?
Y por aquí otras cosas a lo burdo,
Tales como se usaban en cantares.
Y al buen conde no le era necesario
Satisfacer a nadie en este caso,
Porque la verdad mesma de su hecho
Sobre su gran valor bien le excusaba.
Sucedió pues que un pobre zapatero
De viejo (que a este conde mal quería
Por participar causa, o por la sola
General que lo es todo villano
Tener querencia mala a los tan nobles)
Cuantas veces pasaba por la calle
Donde él cosía, cerca de su casa,
Que por esto era casi de día,
A cantar se ponía en alto tono
Este romance, y procuraba siempre
Hacerle la pregunta emparejando
Por la tienda mecánica en persona,
Lo cual notaban mucho sus criados,
A quienes mandó el conde que palabra
No dijesen sobre esto, ni tratasen
Con él ni otra persona cosa alguna.
Y así pasó este caso muchas veces,
Hasta que ya después de días muchos
Pasando, y porfiando el zapatero
En cantar su pregunta maliciosa,
El conde se apeó a su misma puerta,
Quedando el zapatero medio muerto
Pensando, como bien lo merecía,
Le quería hacer cortar o las narices
O narices y lengua o las orejas;
Y el conde sin hablar otra palabra
Mandó a un paje llegase una banqueta,
Y sentándose en ella muy de espacio,
Al mecánico habló así con paciencia:
Hermano zapatero, muchas veces
Pasando por aquí os oí cantaste:
         Decidme, conde de Ureña,
         ¿Don Alonso dónde queda?
Sabed, amigo, que subimos juntos
Él y yo al Alpujarra de Granada
Tal día, por tal parte, desta suerte;
El hizo como bueno lo que pudo
Y peleó muy valerosamente
Por su parte con gente rebelada:
También yo por la mía hice lo mismo,
Y porque yo y los míos anduvimos
O algo mejor o con mejor ventura,
Salimos con las vidas victoriosas.
A tal parte su cuerpo fue traído
Donde yace enterrado, y su memoria
Vivirá para siempre eternamente
Como de un tan valiente caballero.
Veis aquí adonde queda, ya os lo he dicho
Por responderos a preguntas tantas.
No lo preguntéis más, porque os prometo
Que os cueste cara vuestra impertinencia.
Con lo cual el mecánico temblando
Tan turbado quedó que de rodillas
Que su paternidad le perdonase
Pedía, que él por tal no lo cantaba.
Tomó el conde con risa su caballo
Y con mucha los pajes reventaban,
Bien ejemplificados de un tal hecho,
Con que cerró la boca a tontos muchos,
Y en toda España fue muy celebrado.

                 PROVECTO

Por cierto anduvo cuerdo caballero,
Y mostró cristiandad y gran grandeza
Del ánimo, y nobleza de su sangre.
Líbreme Dios que en Indias tal pasara
Con un muy moderado personaje,
Que a manos de un lacayo el zapatero
Muerto quedara allí a segundo día.
Gracioso y grave ejemplo de modestia.

                 GUSTOQUIO

Por tal le juzgo yo, pero prosigo
Que ya sólo una hoja pienso queda.
         Será del general gran imprudencia
Dar la batalla en parte que su gente
Tenga cercana y cierta la guarida,
Porque dijo Cornelio esta sentencia:
         La necesidad constriñe
         A todos, y la guarida
         Cercana, da la huida.
Lo cual bien penetró como prudente
EL famoso Cortés, marqués del Valle,
Cuando en el Nuevo Mundo aquellas naves
Barrenó con un pecho diamantino.
Mas vamos adelante, y ponderemos
Para poner en orden bien la gente
Esto que, dice Lipsio, dijo Homero:
         Pon lo dudoso en batalla,
         Lo gallardo en la vanguardia,
         Lo más fuerte, en retaguardia.
Y es opinión de Tácito que siento
El ser tan importante como suya:
         Que por tropas los soldados
         Entren juntos en la guerra
         Apellidando su tierra.
Y otro exquisito ahorro así aconseja:
         El mercenario el primero
         En peligro poner usa,
         Porque propia sangre excusa.
Resuelto en dar batalla; Lipsio dice,
Primero acometer importa mucho,
Y da así la razón que es evidente:
         Elige el anticipado,
         Y sus amigos anima,
         Y al contrario desanima.
Por esto ha de ser muy considerado,
Y no dejando el sitio ventajoso,
Ni siendo el del contrario fuerte mucho.
Y donde aquel consejo mejor corre,
Es en la mar donde, porque las fuerzas
No se descubren tanto, mucho arguye
Un presto acometer, que así al contrario
De tal resolución hace que dude;
Lo cual se vio en la naval famosa guerra [36]
Donde el turco feroz acometido
Del ínclito don Juan, con valor tanto
Dijo el de Arcila, y otros lo dijeron,
Que tomó por agüero conocido
La gran resolución de los cristianos.
Y es buen consejo el de Belerofonte (?)
Que dijo como diestro en casos tales:
         Al tiempo de la batalla
         Muestra alegre confianza,
         En Dios puesta la esperanza.
Y así el gran Tito Livio bien nos dijo:
         El peligro sigue al miedo,
         Y más la muerte al medroso;
         Arriédrala el valeroso.
Demás desto Cornelio que es, afirma:
         Oficio del general
         Difícil, pero forzoso,
         Exhortar en trance honroso.
Y advierte así Vejecio lo que importa:
         Por el dudoso principio
         No receles la victoria,
         Que al fin se canta la gloria;
         Mas si ordenado venciste,
         Recela desordenado
         No trueque la suerte al hado.
Que como bien nos dijo Quinto Curcio:
         Los que huyen, si se aprietan
         Resuelven a pelear,
         Para con honra escapar.
Y Justo Lipsio apunta en favor desto:
         Pirro dijo: no persigas
         Al que te huye, y con esto
         Otra vez huirá más presto.
Y a Tácito pregunta lo que sabe:
         ¿A cuántos ha sucedido
         Por perseguir la huida,
         Perder la victoria y vida?
(Como se vio en la muerte de Valdivia
Descubridor de Chile tan famoso)
Y tiene por mejor este maestro
El vencer con la fuerza que con maña,
Como en esta sentencia nos lo muestra:
         El que venciste por maña
         Volverá retoñecido,
        Que piensa no fue vencido.
Mas Jenofonte siente lo contrario,
Según que Lipsio dél así refiere:
         Los ingeniosos ardides
         Harán tu nombre glorioso;
         Tu contrario, temeroso.

 

__________

[35]

El rey don Sebastián. -M.

[36]

El combate de Lepanto (7 de octubre de 1571) cuya descripción, que ocupa el final del canto XXIII y todo el siguiente, es uno de los episodios más animados de la Araucana. Los conjuros del mago Fitón permiten al poeta presenciar toda la escena, hasta que los restos de la armada vencida logran ganar la playa, y queda

                                                     Rendido al nombre de Austria el Otomano,

aludiéndose al valor y fortuna del príncipe don Juan que comandó la acción. -M.