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Crónicas
Discurso tercero y último
Fragmento cuarto

Descanso Primero

                 GUSTOQUIO

    Digo cierto que fueron esos casos
Todos notables y de historia dignos.

                 PROVECTO

   Pues uno os contaré que es más moderno
Entre muchos que a mí me han sucedido,
Y que estando en Chile, tierra corta,
Donde unas mismas caras vía siempre,
Acaso sin pensar, noté en un hombre
Ciertas señales de que mal juzgando,
Según lo que de aspectos he entendido,
Me parecieron ser muy desgraciadas,
Su vida breve y el fin della acerbo,
Y en la mar su fortuna peor mucho
Y hecho en mi pecho ya de aquesta suerte
Discurso judiciario, en mí esperaba
Si en poco o mucho cierto me saldría;
Mas sin comunicarlo a criatura,
Como en lo más de lo que siento hago.
Sucedió pues que en este tiempo mesmo
Trataron de casarle muy aprisa
Con una hija de un honrado viejo,
Procurador de causas que en un pleito
De mucha cantidad me había ayudado,
Y yo le estaba grato del suceso.
Y estándome en la plaza paseando
Con un amigo mío confidente,
Y por allí pasando este piloto,
Que lo era de un navío que allí estaba,
El amigo me dijo que a la tarde
Se había de desposar, y hube disgusto.
Y dando del pesar alguna muestra,
Me apuró le dijese por qué causa
Mostraba de aquel caso sentimiento,
Pues era amigo de Francisco Gómez
(Que del procurador éste era el nombre)
A que le respondí: por eso mesmo
Siento mucho que a este hombre dé su hija;
Con lo cual apretome de manera
Que le hube de decir la causa toda
Con un conjuro empero encarecido
De que me guardaría gran secreto.
Mas hízolo tan bien que el mesmo día
Lo contó a una señora que a su suegro
Le advirtió, pero a tiempo que lo era,
De lo que yo había dicho de su yerno;
El cual dijo: sin duda que a saberlo
Antes de efectuarse el desposorio,
La hija no le diera; que experiencia
Tenía de algunos juicios míos tales,
Aunque yo tanto en esto me estrechaba
Por los inconvenientes que en sí tiene
De trocar ignorantes las palabras,
Que ya de decir algo me abstenía.
Díjolo el suegro al yerno desde a poco
Y le pidió me lo comunicase,
El cual así lo hizo, y preguntome
Si era cierto que yo lo hubiese dicho.
Yo le dije que sí, y que me pesaba,
Que lo que yo en secreto había pasado
Con un amigo a solas, estuviese
Público y en noticia de la parte;
Pero que tales cosas no tenían
Tanta certinidad que darle pena
Debiese aquel mi dicho judiciario;
Que Dios sólo era el todo omnipotente,
A quien lo encomendase, procurando
Con cuidado su gracia, que ella todo
Lo azaroso del hombre desviaba.
Díjome: así, señor, yo lo confieso,
Mas no deja de darme algún cuidado,
Por lo cual, si gustásedes, querría
Saber qué podría hacer para apartarme
De peligro que tanto me amenaza.
Yo le dije: señor, con una cosa
Sola que hagáis, habréis mucho acabado,
Y es que en la mar por tres o cuatro años
Vuestros pies no pongáis, si os es posible,
Que si bien yo no os temo de ahogado,
Según el juicio que de vos he hecho,
Son en la mar mayores los peligros.
Y dicho esto, pensó sin duda alguna,
O fue malicia mía, que quería
De la mar por mi fin yo divertirle;
Y el motivo que tuvo para esto
Fue pensamiento suyo, pero errado.
Al fin me pareció que menos pena
Del pronóstico tuvo por lo dicho,
Y diciendo que no le era posible
Dejar la mar por ser su oficio en ella,
Le aconsejé que hiciese decir misas
Pidiendo a Dios salud y buen suceso
En todos los viajes que intentase.
Y así lo proponiendo, nos partimos
De esta conversación; y divulgado
Por aquel corto pueblo ya mi dicho
Con mucho pesar mío y mucho empeño,
Dentro de pocos meses aportando
De vuelta de viaje a aquella costa,
Estando en aquel puerto que se llama
Valparaíso, tuvo una pendencia
Y en ella una estocada por un ojo
Le dieron tan mortal, que cayó luego,
Y sin decir Jesús, en la resaca
Del mar, al batidero de las olas.
Dios le haya perdonado, que yo creo
Que si hubiera tomado mi consejo,
Hasta hoy pudiera ser que vivo fuera
Gonzalo López pienso se llamaba,
Hombre de bien, muy hábil de su arte.

                GUSTOQUIO

    Raro caso por cierto; yo os prometo
Que si algo me decís, que he de guardarme.

                PROVECTO

    Pues falta de contaros hasta ahora
Todo lo más gustoso del suceso,
Que como fue tan público el anuncio,
Y se cumplió el pronóstico tan breve,
Se levantó en el Reino tal ruido
Y de mi judiciaria tal figura,
Que ya unos me llamaban adivino,
Otros decían que con el diablo hablaba.
Y cosas hubo tantas a este modo,
Que cierto recelé que me llamasen
Del grave tribunal del Santo Oficio.
Y aún era lo peor que en aquel Reino
No hay más de comisarios, y era fuerza
El ir a Lima a dar estrecha cuenta
Del límite con que estas cosas trato;
Y mientras que la daba, cada uno
Juzgara de mi honor lo que quisiera,
Viéndome allá llamar una por una.
Y así quedé por esto escarmentado
Para más no decir, en todo o parte,
Nada que ser pudiese tan notorio,
Aunque otras cosas muchas se cumplieron
De las que recelar significaba;
Que si yo no pusiera en deshacerlas
El cuidado que muchos en contarlas,
Pienso que hubiera habido pelotero,
Porque gente ignorante trueca tanto
El modo de tratar aquestas cosas,
Que pudieran hacerme sospechoso
Si, a Dios gracia, no fuera conocido.
Ved según esto ya si vais cobrando
Otro color de aquel que ayer tuvisteis.

                 GUSTOQUIO

    Es de manera que os prometo y juro
Que cuando me miráis, ya me recelo.
Decidme, ¿veis alguna señal mala?
Y Sabino aún se ríe de lo mismo.

                 PROVECTO

   Quiero pues concluir con el discurso
Un poco que me falta, porque quede
Sabino con lición del todo entera.

                 GUSTOQUIO

    Recibiré yo en ello merced mucha.

Descanso Segundo

    Concluyo con decir que nadie puede
Saber con certidumbre cosa alguna
De lo que por venir está, pues vemos
Que tampoco el Demonio no lo sabe
Con ser en todas ciencias tan perito
Y un conjeturador tan vivo y presto;
Que esto es de sólo Dios y su potencia,
Aunque hubo ya ignorantes que dijeron
Que como el alma entiende lo presente,
Y para se acordar de lo pasado
Tiene reminiscencia tan cumplida,
Le era dada virtud por un barrunto
Altivo y casi cierto y verdadero,
Con que lo porvenir anunciar pueda.
Y aunque éste es un dislate conocido,
Por la fisiognomía y metoposcopia
Vemos que muchas veces se conoce
Condiciones de hombres muy notorias,
Y lo que se asimilan y contrahacen
Los otros animales que las tienen,
Siendo sabido cuales son feroces,
Cuales son atrevidos o cobardes.
Con ésta tuvo cuenta el Sabio cuando
Dijo: reluce la sabiduría
Del hombre en el semblante de su rostro;
Y en otra parte: el corazón alegre
Regocija del hombre el rostro luego;
Y en otra: resplandece del prudente
En el rostro la gran sabiduría.
Y de aquí es, según San Antonino,
Que habiendo visto el gran San Isidoro
A Mahoma, en España, en su figura
Y mal aspecto, dijo que sería
De la Iglesia una peste perniciosa.
Que aunque esta ciencia no tener se debe
En tanto como algunos la acreditan,
No es todo empero vana. Así lo sienten
Aristóteles que hizo un libro della,
Y Hipócrates que mucho la celebra,
A quien siguió el doctísimo Galeno.
Y muy en su favor hace el Derecho,
En el cual nada vemos se estatuye
Que no lleve muy grave fundamento,
Y manda que si dos hay indiciados
En un delito mismo, a aquel primero
Se dé tormento que peor semblante
Y más feo tuviere, presumiendo
Contra el tal el delito en primer grado;
Que dijo el Sabio que era el rostro bueno
Del corazón vestigio muy patente,
Y así, aunque estas señales no infalibles
Son en el hombre tanto como en brutos,
Por la gran fuerza del libre albedrío
Y la de la razón y la crianza,
No han de dejar con todo de estimarse
Para buenos efectos, y tenerlas
Por contingentes, procurando obviarlas
Si pronostican mal, con oraciones,
Como apelando ante el Juez Supremo,
Cuya sentencia es la definitiva,
Procurando alegar en tal instancia
La enmienda de la vida y otras cosas
Bien devotas y pías, y probarlas
Para que en la revista se modere
Lo que amenaza el cielo; que se muestra
Juez a quo sanguíneo y riguroso
Por el ad quem que es el Omnipotente.
   Y aunque alzando figura al nacimiento
A otro punto notable de la vida
Los astrólogos vemos pronostican,
Tiene aquel modo mil falencias claras
Por lo que dicho queda, y causas otras
Como lo más juzgado por estrellas.
Pero por los portentos muchas veces
Y por meteorológicas figuras
Con prudencial discurso y conjetura,
Mucho se vaticina lo futuro,
Porque éstas significan de ordinario
Cosas cercanas de importancia grande
Que con certinidad nos amenazan,
Como se ven ejemplos de Escritura
Muchos, que por notorios los excuso.
Pero por los semblantes y señales
De la fisiognomía, es lo más todo
De lo que hoy bien se juzga de peligros
O prósperas fortunas de los hombres
Y de su condición principalmente,
Lo cual parece quiso demostrarnos
Aquel lugar de Sabio, donde expresa
Que se conoce el hombre en el semblante,
Que verdaderamente mucho dice
El semblante del hombre, malo o bueno.
Porque ¿quién verá un rostro cejijunto
Y de torcidas rayas en la frente,
El blanco de los ojos deslavados,
De un mirar como a hurto muy ceñudo,
Que, sin que sepa nada desta ciencia,
No reciba disgusto de mirarle?
Y ¿quién, por el contrario, un rostro mira
De cejas bien compuestas, frente clara,
Y en ellas rayas pocas y derechas,
Y unos ojos alegres y risueños,
Que no reciba gusto en sólo verle,
Y antes de conversar con tal figura
Que con la otra que pinté primero?
Pues el ABC es éste más moderno
Hoy de la más curiosa judiciaria,
Y que con mejor rastro pronostica
Los más sucesos de la vida humana.
Porque, aunque Salomón en otra parte
Nos dice que del hombre no juzguemos
Muy bien por la hermosura solamente,
Ni le menospreciemos por la vista,
Pues puede haber virtud en todas cosas,
Y el consejo es tan santo como sabio;
No hay duda que en el hombre más nos muestran
Las señales que en animales otros.
Y en este mismo lugar parece siente
Que para ni lo uno ni lo otro
Hay mérito ni culpa en el semblante,
Pues el bueno por serlo no merece
Premio, pues fue esta gracia gratis data;
Ni así el que no la alcanza, vituperio,
Pues es muy de entender que la quisiera.
Y como el refrán dice muchas veces:
Las virtudes se ve vencer señales,
Prueba del gran poder del albedrío,
Y así la estimación no ha de hacerse
Sino de las virtudes conocidas.
Pero en otro lugar él mismo dice
Que en el asiento sólo de su rostro
A prima vista se conoce el sabio,
O el necio natural y el incipiente.
Así que los semblantes muestran mucho,
Y mucho trae el hombre bien escrito
En la frente si hay quien leerlo sepa.
Verdad es que esta altiva conjetura
Es al modo que vemos que la tiene
El médico en juzgar por accidentes,
El buen agricultor por las señales
Del tempero [17], los aires y la tierra;
El experto piloto por la luna
Y a la puesta del sol por horizontes;
Y el diestro general al dar batalla
Por las mismas facciones del contrario;
Y el prudente senado en su gobierno
Por los humores de sus ciudadanos,
Sin que cosa de aquestas sea infalible
Aunque salgan muy ciertas de ordinario.
Y así no porque siempre no suceda
Lo que fue el parecer pronosticante,
Se ha de entender que es embustero el docto;
Que por auto del cielo allá Exequías
Vimos, después de ya notificado,
El haber de mirar de su dolencia
Dentro de un breve y señalado tiempo;
Que vuelto a la pared y arrepentido
Y pidiendo perdón de sus pecados,
Quince años alcanzó de vida nueva,
Sin que la profecía de Isaías
Que se lo denunció, quedase incierta,
Bien que su certidumbre era infalible.
Y la comparación no corre en todo,
Y es mucho de notar que el primer jueves
De cuaresma, la iglesia representa
Este caso en la epístola poniendo
Del centurión el evangelio raro,
En que extremo de fe tener mostrando,
Alcanzó la salud para su hijo,
Cuya muerte sin duda entonces fuera
A no haberle otorgado nueva vida
El autor della todopoderoso.
Y así acontecer puede que la suya
De un desdichado digan las señales
Ha de ser en agraz cortada presto,
Según juicio fundado en esta ciencia,
Siendo ésta la sentencia como dije
Del primer juez a quo como severo;
Y que apelando el reo ante el Supremo
Y haciendo mejor prueba en tal instancia,
Alcance remisión en todo o parte
Sin que haya dicho mal el judiciario,
Que sabe Dios, cual dijo San Gregorio,
Enmendar la sentencia de tu muerte
Si tu supieras enmendar tu vida.
Y aunque el consejo eterno de Dios era
Invariable y permanente siempre,
Como dijo el Profeta Rey sagrado,
Es lo [18] en las cosas de eternal consejo,
De que trata San Pablo cuando habla
De aquellos que eligió, y predestinados
Tiene ab eterno en su divina mente.
Pero otras sus sentencias que no fueron
Definitivamente pronunciadas,
Mudarse pueden cuando nos mudamos
Del bien al mal, o deste al bien volvemos;
Y así debe entenderse aquel difícil
Lugar en que del Génesis leemos,
Que tuvo Dios pesar de haber criado
Al hombre, ya su grave culpa vista;
Y aquel de Jeremías: «si esta gente
Hiciera penitencia del pecado,
Yo la haré del castigo que tenía
Propuesto acá en mi pecho de hacerles».
Mas si estando esperando la sentencia,
Añidiendo pecados a pecados,
Irritaste al Juez de cielo y tierra
Con nuevos inormísimos delitos,
¿Qué mucho si tu muerte apresurare,
Aunque hubiese juzgado el judiciario
Que tan mala o tan presto no sería?
Pues si consiente Dios, no es para siempre.
Mas como este Juez, aunque tan recto,
Es otro tanto misericordioso,
Lo que se experimenta comúnmente,
Es que esperando al hombre a penitencia
Antes se le retardan sus azares,
Que nunca vemos que se le anticipen.
    Mas cuando en conjunción de dos planetas
Tiene su crisis, de ordinario en ellas
Siempre suceden, o pasadas pasan,
Como pudiera verse en un ejemplo
Raro, admirable de un virrey indiano
Que prometo contaros otro día,
Que ahora no hay lugar, porque lo excuso.
    Así que aunque en los hombres se conocen
Muchas señales malas que amenazan
Sucesos malos en muy corta vida,
Como yo juzgo en muchos muchas veces,
Y si los pronunciara errara mucho,
Porque más en la vida se detienen,
Que parece rehúsa se ejecuten
El piadoso señor de todo dueño,
Lo cual he yo notado en juicios muchos
Que si os los refiriera os admiraran.
Y así debe llevar esta advertencia
Para acertar mejor el judiciario,
Y cierto juzgo fuera provechoso,
A no tener más grande inconveniente,
Ponerse por escrito estas señales
Para que cada cual las conociera,
Por lo que dijo Séneca, si es cierto:
         Los futuros infortunios
         La industria puede apartarlos,
         Y la prudencia evitarlos;
En que se ve con claridad que siente
Poderse algo alcanzar de lo futuro,
Sino con especial conocimiento,
Con generalidad que muestra mucho;
Y don Íñigo López de Mendoza,
El cual, siendo marqués de Santillana,
Fue su comentador, así lo explica,
Aunque atribuye más a la prudencia
Que puede, y menos mucho a ciencias tales,
Que aunque, es cierta verdad puede el prudente
Por accidentes bien conjeturando
Y por causas forzosas de las cosas
Vaticinar de lo futuro mucho,
Porque adivina a la prudencia llaman,
No siempre su barrunto sale cierto;
Y más si la malicia se adelanta,
Como muy de ordinario hacerlo suele.
Con lo cual baste ya de judiciaria.

                 GUSTOQUIO

    Baste por cierto y muy perfectamente
Para que me halle yo muy enterado
Del modo que tenerse debe en ella,
Para no andar con miedo impertinente
Como lo tienen muchos que más saben.
Pero querría saber ¿qué mal se sigue
De poner por escrito esas señales?

                 PROVECTO

    Sería muy grande y de perjuicio mucho
Porque son practicadas aún a escuras
Y especulación piden muy atenta,
Y más que un muy mediano entendimiento
Para comprehender sus diferencias,
Que, como fabularon los poetas
Que Tirecias cegó por haber visto
A Minerva bañándose desnuda;
El que sin la prudencia que requieren,
Trata de ciencias tales, ciega luego.
Y así si en escritura se pusiesen,
Llenarían el mundo de embusteros,
Que fingiendo saberlas, errarían
Mil juicios, dando miedo impertinente
A muchos con que hacerlos religiosos
Sin aptitud, y luego arrepentidos,
Con otros infinitos muy mayores,
Que ni aún aquí decirlos se permite.

                 GUSTOQUIO

    Digo que decís bien, y es cierta cosa
Que tuviera otros mil inconvenientes.

 

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[17] [«témpero» en el original (N. del E.)]
[18] [«Eslo» en el original (N. del E.)]