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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo IV. Los Comienzos de la Revolución. 1810
Documento 12. Proclama del Marqués de Casa Irujo

Hace tres días se recibieron aquí las melancólicas noticias de las últimas desgraciadas ocurrencias de Buenos Aires. La misma Junta que se llama allí provisional de Gobierno me las ha comunicado con toda solemnidad.

Como debo suponer a V. E. bien instruido de ellas, y por otra parte van extractadas en el documento adjunto[1], me abstengo de molestarle con su repetición. Observaré solamente que, su tendencia  parece se dirige más a promover las miras ambiciosas de Bonaparte, que los derechos de Fernando Séptimo que se pretenden defender.

Es indubitable que las resoluciones de aquel pueblo y cabildo parten del supuesto falso de hallarse subyugada la Península, y que llevan consigo el germen de la división, quizás en su último resultado, de la confusión, desorden y anarquía que sabemos de oficio procura promover de mil modos en este precioso continente el devastador de toda la Europa.

Si se quería ayudar a la Península y defender los sagrados derechos, como se pretende, de nuestro amado monarca, ¿por qué privar de todo mando al que le ha representado con tanta dignidad, celo y acierto? ¿Por qué arrancar de sus manos el bastón que empuñaba en virtud de un nombramiento hecho por una autoridad reconocida como legítima?

Estoy firmemente persuadido, se ha sorprendido con falsas impresiones a muchos hombres de buena fe, y creo que algunos de los mismos que componen el nuevo Gobierno, se hallan en este caso.

Es bien notorio que Buenos Aires ha estado minado de algunos años a esta parte por la división de los partidos; también se sabe que entre los hombres de bien que componen la masa general de la población de aquella distinguida y apreciable capital, se encuentran, desgraciadamente, varios espíritus ardientes e inquietos; algunos deslumbrados por teorías seductoras, aunque  constantemente  reprobadas  por  la experiencia, y otros estimulados con la esperanza de elevar sus fortunas sobre la ruina de los demás.

Con estos materiales dentro de su seno, las resultas pueden ser fatales. Las consecuencias de mudanzas de esta naturaleza son incalculables y los que dan el primer movimiento no son después dueños de detenerlo o dirigirlo.

La Asamblea Constituyente en Francia, quizás la más ilustrada y virtuosa que ha existido o existirá jamás, se halló en este lamentable caso.

Por lo mismo, los hombres de dignidad y de prudencia, los propietarios y todos los interesados en conservar el orden, deben, por su propia ventaja, oponerse a estas peligrosas innovaciones.

La fidelidad verdadera a nuestro amado monarca, y el afecto, gratitud y simpatía hacia nuestra desgraciada patria, las reprueban y condenan.

Con todo, como los interesados en propagar especies falsas sobre el verdadero estado de nuestra Península, podrán hacer titubear con sus desfiguradas relaciones aun a las personas del patriotismo más puro, situadas de un modo poco favorable para que penetre hasta ellos la verdad, he creído de mi obligación ilustrarles y consolarles con una relación concisa pero verídica de la situación favorable de nuestros negocios en España, según las últimas noticias que se hallará en la adjunta proclama. Lejos de estar subyugada la Península, existe; existe con gloria, y no se duda existirá con independencia.

La lealtad bien conocida de V. E. me hace esperar leerá la adjunta exposición con particular interés y que penetrado de lo importante que será su circulación para contrarrestar los esfuerzos pérfidos de los agentes de Bonaparte, la promoverá por todos los medios posibles particularmente, dirigiendo copia a todas las autoridades subalternas de su jurisdicción.

Río de Janeiro, 20 de junio de 1810.

Marqués de Casa Irujo.

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Notas

[1]

En ninguna de las dos ediciones, figura el texto aquí aludido. (N. del E). Volver.

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