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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo V. El Curso de la Revolución. 1810
Documento 5. Protesta de la villa de Rancagua

Los muy leales[1], buenos y honrados vecinos de esta villa que abajo firmamos, deseosos de dar una prueba nada equívoca de nuestro verdadero patriotismo, y del respeto y veneración con que miramos la sagrada persona de nuestro augusto soberano, la Constitución del Estado y las santas leyes bajo cuya influencia han vivido nuestros padres y abuelos, de las que no nos es permitido, ni es nuestra intención apartarnos por ninguna causa, pretexto o motivo, tanto porque así cumplimos con el juramento que tenemos hecho, como porque de otra suerte no podemos ser felices, evitando por este medio los designios de ambición, odio y avaricia que pudieran concebir algunos pocos, queriendo innovar el orden establecido por la legítima potestad, a quien siempre hemos obedecido;

Y deseando también que ésta no decaiga de su autoridad, ni se degrade por sorpresa, o acaloramiento de una corta parte del pueblo, que suele tomar el nombre de todo el vecindario para sus miras y fines particulares, muy distantes de la felicidad pública, y seguridad individual que ahora disfrutamos, y temeríamos perder en cualquiera otro sistema, o peligrosa innovación;

Por todas estas justas consideraciones, y otras infinitas que a nadie se le ocultan, protestamos bajo nuestro honor y conciencia, y la sagrada religión del juramento que ratificamos, que seremos constantemente leales y fieles a nuestro muy amado Rey y Señor, y al Gobierno que legítimamente le represente, no admitiendo ni consintiendo las peligrosas innovaciones y novedades que se han intentado en otros puntos de esta América, sin otra fruto ni provecho, que la desolación y la muerte que han padecido los culpados e inocentes; y todos los demás ciudadanos útiles, y honrados, que en estas crisis terribles sufren las más horrorosas extorsiones, vilipendios y violencias, en que los malvados encuentran su aparente y momentánea felicidad.

Y para que se logren nuestras justas y sanas intenciones, y la pública tranquilidad que tanto apetecemos y es inseparable de la fidelidad, y obediencia a las leyes y autoridades legítimas, ponemos a disposición del superior Gobierno, y Tribunal de la Real Audiencia nuestras personas, bienes, arbitrios y facultades. Rancagua y agosto 3 de 1810.

Pedro de los Álamos, Subdelegado Intendente.‑ José Antonio Rodríguez,  Cura y Vicario.‑

José Matías Grez, Coronel y actual Alcalde.‑ Antonio Palomera, Administrador de Tabacos.‑

Pedro Antonio Baeza, Capitán Comandante.- Bernardo Del Pozo y Silva.‑ Gaspar Arredondo.- Pedro Juan Baeza.‑ Eugenio Antonio de Las Cuevas.‑ Juan Isidro Carrasco.‑ Francisco Javier del Soso y Silva.‑

Pablo Mendoza.‑ Agustín Tagle.‑ Francisco Mendoza.‑ Luis Fernández.‑ Andrés Baeza.‑ Santiago de Valenzuela.‑ Lucas Sotomayor.‑ Mateo Aguilar y Olivos.‑ Juan de Dios de la Cuadra.‑ Antonio Espinoza.‑

Felipe de la Gándara.‑ José Miguel de Larrea.‑ Antonio Solís de Ovando.‑ Nicolás Leyton.‑ Antonio Arredondo.‑ Francisco Oliva.‑ Juan José Briones.‑ Pablo Solís de Ovando.‑ Francisco Díaz.

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Notas

[1]

Este documento es agregado por Feliú Cruz en la edición de 1964, copiándolo del Archivo Eyzaguirre. (N del E).  Volver.

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