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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo VI. El Triunfo de la Revolución. La Constitución de la Junta Nacional de Gobierno. 1810-1811
Documento 31. Oficio del Embajador español en el Brasil Marqués de Casa Irujo a la Junta de Gobierno aprobando su instalación

Muy señor mío:

La Gaceta de Buenos Aires había anunciado hace algún tiempo con triunfo y exultación, la instalación allí de una Junta de Gobierno, que se presentaba como la formada en dicha ciudad sobre principios revolucionarios y peligrosos.

Teniendo, como he tenido siempre la más alta opinión de la acendrada lealtad de los habitantes del reino de Chile a su Soberano y de un afecto cordial a sus hermanos los de la dicha Península, y tomando también en consideración el canal impuro por el que se circulaban estas impresiones, dudé, desde luego, de la verdad de semejante publicación; pero cuando vi en las mismas gacetas de Buenos Aires los nombres respetables de las personas que componían esa nueva junta, se disiparon mis dudas y anticipé con satisfacción que varones tan ilustres y generosos pudiesen ser instrumentos del desorden y del cruel despotismo que se ha manifestado en la desgraciada capital del Río de la Plata.

La carta con que V. E., me ha honrado con fecha del 2 de octubre último y los documentos que la acompañaban me han confirmado en la alta y merecida opinión de que goza ese noble pueblo, y las expresiones explícitas de V. E., la solemnidad con que se ha reconocido el Consejo Supremo de Regencia y otra variedad de circunstancias que resaltan de su lectura, acreditan del modo más honroso su patriotismo, su prudencia y moderación.

Doy, pues, a V. E. las más expresivas gracias por la atención que ha tenido en manifestarme la efusión de unos corazones en que se abriga tanto honor, y al paso que, como buen español, veo con muchísimo gusto estrecharse así, más y más, los vínculos preciosos que unen y deben unir a los vasallos de nuestro amado Monarca el Señor Don Fernando Séptimo en todas las partes del mundo, celebro que el discernimiento de ese pueblo distinguido haya triunfado de las insidias con que se ha procurado y procurará todavía atacar su fidelidad.

La situación desgraciada de Buenos Aires es la mejor lección para los hombres de rango, de juicio y de probidad sobre el abuso que existe en la aplicación de ciertos principios seductores.

Estos han servido en todos tiempos, como nos lo manifiesta la historia antigua y moderna y últimamente los melancólicos sucesos de aquella afligida y oprimida capital, para encubrir la hipocresía y la ambición de los que esperan hallar sus ventajas en el desorden.

Pónganse los promotores y agentes de la revolución de Buenos Aires a esta piedra de toque, compárese su conducta con sus profesiones, y se reconocerán inmediatamente sus verdaderos designios.

Estos quisieron dar la España por perdida.

En mi proclama, que ignoro si ha podido penetrar hasta ahí, manifesté y repito ahora que la España existe, existe con honor y que la experiencia de cada día no nos deja dudar existirá, finalmente, con gloria e independencia.

Pero aún admitiendo, por vía de suposición, que estuviese condenada a la desgracia de sucumbir, el interés obvio de la América toda, y los empeños de su fidelidad, la deben dirigir hacia una unión compacta de todas las partes que tienen la honra de llamarse españolas en esta parte del mundo; por esta unión tan deseada se hace incompatible con los principios subversivos que se propagan en Buenos Aires diariamente por su prensa, y podrá realizar las miras de alguna nación ambiciosa que pretenderá quizás establecer su influjo y ascendiente en la América Meridional, siguiendo el antiguo principio de divide et impera.

Me tomo la libertad de una insinuación de esta naturaleza para que con este previo conocimiento no pueda ser sorprendida su buena fe, observando al mismo tiempo que en la actual situación de las cosas, Chile no puede tener otros enemigos que los intrigantes y facciosos que quieran minar su lealtad y destruir los nobles sentimientos que respira la carta de V. E. a que respondo, y que tan gloriosamente han servido de base para su instalación.

Correspondo muy reconocido a las expresiones de atención que me son personales en la apreciable carta de esa nobilísima Junta, y deseándole como a los habitantes de ese reino toda la felicidad que merecen por su virtud y patriotismo, me ofrezco con gusto a la disposición de V. E., deseoso de que Nuestro Señor guarde su vida muchos años.

Río. Janeiro, 14 de diciembre de 1810.

Excmo. Señor: Besa las manos de V. E. su más atento y seguro servidor.

Marqués de Casa Irujo.

Excmo. Señor Presidente y vocales de la Junta Provisional Gubernativa del reino de Chile.

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