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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo VIII. Memorable y Funesto Día Para Chile. Elección de Diputados y Motín de Figueroa. Disolución de la Audiencia
Documento 13. Acta de instalación del Congreso Nacional de Chile

Cuando el reino de Chile, preciosa e integrante porción de la monarquía española, divisaba sin equívoco que rayaba casi en la cima de las desgracias por los desventurados sucesos de la metrópoli y triste situación del adorable Fernando Séptimo; cuando los contrastes de la fortuna la hacían dudar de su futura suerte, y cuando en su seno miraba acrecentarse la división y variedad de opiniones; entonces fue cuando su Ilustre Ayuntamiento y vecindario reanimados con la memoria de sus leales progenitores y noble presentimiento del vasallaje más feliz, sensibilizó la tierna efusión de sus afectos; meditó con el celo más activo y con la contracción más viva el arbitrio que pusiese en seguridad o constituyese en menos riesgo los derechos más sagrados de la religión, los homenajes más augustos del Soberano y de los deberes más legítimos de la conservación de la patria, objetos los más sublimes del vasallaje religioso.

La diversidad estaba sólo en los medios, conviniendo todos en su incomparable importancia y que era preciso que la razón y prudencia adaptase el más a propósito para reducirnos a un punto de unidad; maldecían ya por momentos las cadenas de la servidumbre que miraban no a gran distancia, al paso que la fidelidad suspiraba por la conservación del reino bajo la única apreciable dominación que reconocía hacia su Rey; quería perpetuarle íntegro en sus reconocimientos, incontaminado y libre de un vínculo extranjero; y por eso ni debía aventurarle a la dirección de un mandatario desconocido, ni persuadirse fuese el gobierno de un solo individuo tan preservado de la corrupción como el de siete patriotas. Tenía a la vista los desgraciados ejemplares de gobernadores que descendieron a tanta infamia, cuando les había realzado el mérito y la lealtad.

En 18 de Septiembre del pasado año se deliberó de común consentimiento del alto pueblo de la Capital y sus corporaciones la instalación de una Junta Provisional Gubernativa del reino que la precaviese del riesgo que la amagaba, hasta tanto que concurriendo los diputados de las provincias, que para el caso eligiese, se acordase la clase de Gobierno que debía subsistir.

Fueron sus vocales los Señores don Juan Mateo de Toro, Conde de la Conquista, Presidente; el Ilustrísimo Obispo Electo de esta Capital Doctor José Antonio Martínez de Aldunate, Vicepresidente; don Fernando Márquez de la Plata, del Supremo Consejo de la Nación; los Coroneles don Juan Martínez de Rozas, don Ignacio de la Carrera y don Francisco Javier de Reina, Comandante del Real Cuerpo de Artillería y el Maestre de Campo don Juan Enrique Rosales.

La complacencia con que recibieron los pueblos la acta de su instalación, acreditó la general adhesión al nuevo sistema, y extinguido el germen de la discordia procedieron a elegir por sus representantes, en la capital a los señores don Juan Antonio Ovalle, don José Santiago Portales, Superintendente de la Real Casa de Moneda, don Domingo Díaz Muñoz, Coronel de Ejército, al Maestre de Campo Doctor don Joaquín de Echeverría, al Reverendo Padre Doctor fray  Manuel Chaparro, al Conde de Quinta Alegre don Juan Alcalde, al Maestre de Campo don Agustín de Eyzaguirre, al Maestre de Campo don Francisco Javier de Errázuriz, al Licenciado don José Miguel Infante, al Maestre de Campo don José Nicolás de la Cerda, al Doctor don Gabriel Tocornal y a don Juan José de Goicolea. En Concepción a don Andrés Alcázar, Conde de la Marquina, al Canónigo Magistral de aquella Iglesia don Agustín Urrejola y al Doctor don Juan Zerdán, presbítero. En Coquimbo a don Marcos Gallo, presbítero, y a don Manuel de Recabarren.  En Talca al Teniente Coronel don Manuel Pérez Cotapos y al Maestre de Campo don Mateo Vergara.  En Chillán al Coronel don Antonio Urrutia y Maestre de Campo don Pedro de la Arriagada. En Quirigue al Maestre de Campo don  Manuel de Salas.  En Valparaíso al Licenciado don Agustín Vial. En San Fernando al Teniente Coronel don José María Ugarte y Castel-Blanco y al Licenciado don José María de Rosas.  En Curicó al Maestre de Campo don Martín Calvo de Encalada. En Rancagua al Maestre de Campo Doctor Fernando de Errázuriz. En Quillota al Licenciado don José Antonio Ovalle. En Petorca al Capitán don Estanislao Portales. En Aconcagua al Teniente Coronel don José Santos Mascayano. En Copiapó al Doctor Juan José de Echavarría.  En Santa Rosa de los Andes a don Francisco Ruiz de Tagle. En Illapel al Licenciado don Joaquín de Gandarillas. En Melipilla al Maestre de Campo don José de Fuenzalida.  En Cauquenes a don José Antonio de Soto y Aguilar, Presbítero. En Rere al Coronel don Luis de la Cruz.  En los Ángeles al Teniente Coronel don Bernardo O'Higgins. En Linares al Doctor don Juan Esteban Manzano. En Puchacay al Canónigo de esta Santa Iglesia Doctor don Juan Pablo Fretes; y en Osorno al Ministro Tesorero de la Real Hacienda de esta Capital don Manuel Fernández, estando todavía por elegirse en Valdivia y en el Huasco.

Por decreto de la Excelentísima Junta, su fecha 2 de mayo, reconocidos los poderes se incorporaron al gobierno los mencionados señores representantes, principiando a ejercer desde entonces las altas funciones de su comisión.

El día 4 del que rige se celebró la apertura del Congreso del modo más magnífico y majestuoso, precedidas las rogaciones públicas que se mandaron hacer por tres días, tendida la tropa veterana de guarnición y formados varios cuerpos de milicias, se personaron a las 10 de la mañana en el palacio presidencial los señores vocales de la Junta y diputados, el Real Tribunal de Justicia, el Ilustre Ayuntamiento, Real Universidad, prelados y jefes de los cuerpos; de donde partido el concurso a la Iglesia Catedral, llegados allí se invocó al Padre de las luces, cantando solemnemente el himno Veni Sancti Spiritu, y concluido se principió la misa que celebró el Sr. Chantre y Vicario Capitular Doctor don José Antonio de Errázuriz. Al Evangelio se siguió un sermón manifestando que el nuevo sistema de un gobierno justo y equitativo, durante la ausencia del Rey, no era contrario, si no muy conforme a los adorables principios de la religión y luego se procedió por el Secretario de la Junta Doctor don José Gregorio de Argomedo a recibir de los Sres. representantes juramento en la siguiente forma:

¿Juráis (se les preguntó), la Santa Religión Católica, Apostólica Romana, sin admitir otra en este Reino? ¿Juráis ser fieles a Fernando Séptimo de Borbón, libre de toda dependencia extranjera? ¿Juráis defender el reino de Chile y sus derechos contra sus enemigos interiores y exteriores y para esto conservar la mayor unión? ¿Juráis desempeñar fiel y legalmente la importante comisión que el reino ha puesto a vuestro cuidado?”. Y habiendo respondido todos, “sí, juramos”, dijo el Sr. Presidente: “Si así lo hiciéreis, Dios os lo premie y si no os lo demande; a lo que respondieron, “Amén”.

Subieron los señores de dos en dos a tocar el libro de los Santos Evangelios que estaba colocado en un altar.

Continuó la misa, cansándose en su conclusión el Te Deum Laudamus.

Salió el Congreso con el noble concurso a su sala, haciéndose a este tiempo una salva real de artillería.  Allí produjo una elegante oración el señor  don Juan Martínez de Rozas que hacía de Presidente; y en concluyéndose se retiró con los demás señores de la antigua Junta.

Pasó a presidir el cuerpo el señor Decano representante don Juan Antonio Ovalle, quien del propio modo persuadió con elocuencia y energía deber el Congreso consagrar sus tareas en obsequio de la religión, del Rey y de la patria, indicando para ello, los más importantes arbitrios.  Hizo de Secretario en ese acto el señor don Francisco Ruiz de Tagle que lo es nato del cuerpo por lo más joven.

Se procedió a la elección de Presidente y salió electo el mismo señor Ovalle y Vicepresidente el señor don Martín Calvo de Encalada. Acordó el Congreso que debía hacerse la elección de estos oficios cada quince días.

Se declaró al mismo Congreso el tratamiento de Alteza y honores de Capitán General del Ejército y al señor Presidente de Excelencia y honores de Capitán General de Provincia dentro y fuera del cuerpo.

Al siguiente día concurrieron los jefes militares, prelados y corporaciones a otorgar el juramento que hicieron en esta forma: “¿Reconocéis (se les dijo) en el Congreso de los diputados de este Reino, la suprema autoridad que en nombre de nuestro muy amado Fernando Séptimo representa?” Y dijeron todos: “reconocemos”. “¿Juráis obedecer sus decretos, leyes y constitución que se establezcan, según los santos fines para que se han reunido y observarlas inviolablemente?”. Y respondieron todos: “Sí. Juramos”; fueron despedidos.

Procedió después el Congreso en votación secreta a elegir por sus secretarios a los Doctores y Abogados de la Real Audiencia don José Antonio de Echaurren y don Diego Antonio de Elizondo.

Y para que de, todo haya testimonio y puedan tenerlo las provincias del reino y demás a quienes debe circularse, mandó S. Alteza se extendiese esta acta, secándose al efecto ella por la escribanía mayor de gobierno los correspondientes testimonios: y la firmaron los señores en su real sala de acuerdo de esta ciudad de Santiago, capital del reino de Chile, a 5 días del mes de Julio de 1811, de que certifico.

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