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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo IX. Predominio de la Idea de Independencia. Persecución a los Realistas
Documento 40. Manifiesto de la Junta

¡Ciudadanos! [1]

Después de 300 años en que habéis oído aquella máxima tan sostenida en el código de la opresión, sobre que los soberanos sólo deben responder a Dios de su conducta; escuchad ahora por la primera vez la ley de la razón, y el homenaje que hacen vuestros representantes a los sagrados derechos de los pueblos.

Somos vuestros mandatarios, y os daremos sucesivamente cuenta de nuestras gestiones públicas para que la opinión dirija nuestros principios.

Ved aquí el resumen de las providencias más interesantes que se han expedido para vuestra felicidad, desde el seis de septiembre último hasta la fecha.

Los derechos cargados a los oratorios, matrimonios, óleos y entierros, impedían la fecundidad natural del país, fomentaban la Inmoralidad, y aun desacreditaban la religión:

¡Ciudadanos pobres!

Ya podéis libremente y sin costos obedecer a los dulces impulsos de la naturaleza; reproduciros virtuosamente y ser llamados a la religión, según el espíritu liberal del Evangelio.

¡Esclavos!:

Preciosa porción aunque infeliz de la humanidad: nuestras embarcaciones jamás condujeron del África a vuestros progenitores.

Vosotros habéis visto a nuestros hermanos los indios sujetos a peor condición, y nuestras trabas y envilecimiento cuasi nos dejaba de una suerte igual a la vuestra.

Ya es libre nuestra posteridad.

Chile, es el primer país de la América española, que proclama ese natural derecho: agradecednos lo que es posible por ahora.

Os halláis sin industria y sin ocupaciones para subsistir: por esto no podéis ser unos hombres libres, pero vagos.

Sin embargo, luego veréis los principios suaves y benéficos, que modificarán la triste servidumbre hasta reduciros a la clase de hijos.

¡Negociantes!:

Vosotros no podéis usar del derecho natural de salir del país, y pagáis una contribución con el nombre de licencia.

Marchad ahora libres, y volved a vuestra patria con luces, con industria y con comercio para recompensarle sus cuidados.

¡Agricultores!:

La siembra de tabacos os estaba prohibida, ya podéis hacerla bajo de unas trabas que se os ha permitido: formaréis vuestra subsistencia con esta ocupación, si os dedicáis a ella empeñosamente.

¡Infelices litigantes!:

Ya no es la vida de un hombre, y el caudal de un poderoso el que se necesita para concluir los recursos que debieron hacerse en la Península: si os sintieseis agraviados de las magistraturas, en el seno de vuestra patria está establecido el Tribunal que os hará justicia en todos los recursos extraordinarios.

¡Pueblos!:

Os quejabais justamente que el Erario, formado con vuestros sudores, era únicamente la tesorería de opulentos funcionarios y agraciados que venían de Europa: vedlos hoy a todos contribuyendo con sus mismos alimentos para vuestra defensa: extinguidas las plazas inútiles, moderados los sueldos, destruidos los privilegios de exenciones arbitrarias de derechos, y aumentado el Erario en más de ochenta mil pesos, sin que este aumento cueste una gota de sudor al labrador ni un suspiro al padre de familia.

Los peligros que por todas partes nos rodean, exigen armas, y la pericia militar de todos los ciudadanos.

El Gobierno espera racionalmente que dentro de diez meses se verifiquen con felicidad las activas providencias que ha tomado sobre el primer artículo y, aumentando ya el cuerpo de asamblea, correrá en breve a los campos y las villas para disciplinar los robustos brazos en que la patria funda su seguridad y sus derechos.

¡Ciudadanos!:

¿Creísteis que los subdelegados eran restos de la antigua opresión de los pueblos?

Ya están dadas las providencias para extinguirlos.

Elegiréis vuestros funcionarios, y deberéis a vosotros mismos los principios inmediatos de vuestra felicidad.

Tenéis dos puertos principales.

Os quejabais justamente de su desamparo.

Ya Valparaíso y Coquimbo van a fortalecerse con valientes guarniciones.

¡Ciudadanos ilustres!:

Quisisteis que el Gobierno confiase en vuestras luces y en vuestro amor a la patria, y a vuestros hijos su inviolabilidad, y la energía de sus principios liberales; ya formáis un Regimiento de Patriotas dispuesto por la Autoridad Suprema, y organizado por vuestra libre elección.

Centenares de millares de numerario absorbe la compra de yerba del Paraguay.

Vuestro Gobierno cuida con actividad y con felices resultados sustituir una abundancia equivalente de este fruto en la Guillipatagua, propia del país.

Necesitábamos de relaciones políticas, y de darles la correspondiente energía y seguro giro.

Ya tenéis un enviado diplomático a la capital de Buenos Aires.

Nuestros hermanos, los pardos, han manifestado siempre una ardiente y generosa adhesión a. nuestros principios.

Deben contarse entre los valientes defensores de la patria: ya su cuerpo está aumentado a la clase de Batallón y dentro de dos meses podrá competir con los veteranos.

La artillería forma el nervio principal de la guerra y la seguridad de la defensa.

Ya está disponiéndose una Escuela Práctica de Artillería, y preparándose los libros que no teníamos, necesarios para ella, con trabajo de escribirlos.

Ya tenéis decretado el establecimiento de una Escuela de Matemáticas y Dibujo Militar y llamado un excelente maestro que la dirija.

Vuestra artillería no podía salir dos leguas por defecto de sus trenes.

Ya la tenéis con todos sus atalajes y pronta para ocurrir a los puntos que la necesiten.

La disciplina y orden militar se ha asegurado con la creación de una inspección, y circulan las órdenes correspondientes a los cuerpos militares del reino, para establecer y consolidar los principios de ordenanza.

Tenéis un Gobierno de cuyo despacho parece no podréis quejaros de que haya algún negocio atrasado.

He aquí la razón por mayor que os dan vuestros mandatarios en poco más de un mes de sus funciones.

Con la misma continuarán en épocas determinadas.

Pero entended que vosotros también sois responsables a la opinión, a vuestra posteridad, y al examen de todas las naciones que hoy fijan los ojos sobre la América.

En el día que proclamasteis vuestros sagrados derechos y os encargasteis de vuestra seguridad, en ese mismo habéis renunciado al egoísmo, a las miras bajas y rastreras, y a formar un círculo de vuestros intereses independiente de la fortuna pública.

Seréis cuanto queráis, si amáis vuestros principios, confiáis en vuestro Gobierno y conserváis la más perfecta unión; pero todo lo perderéis en el momento que os falten estos sentimientos que son los únicos que forman los pueblos.

Santiago de Chile, 15 de octubre de 1811.

Juan Miguel de Benavente.- Martín Calvo Encalada.- Juan Enrique Rosales.- Juan Mackenna.- Doctor Gaspar Marín.- José Gregorio de Argomedo, Secretario.

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Notas

[1] Martínez enuncia este documento, pero él no aparece en la edición de 1848. Feliú Cruz lo copia de la obra de Talavera, Revoluciones de Chile. (N. del E). Volver.

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