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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo XII. Rivalidades de Influencia entre Santiago y Concepción. 1812
Documento 3. Oficio de la Junta de Gobierno de Santiago a la de Concepción

Ve con admiración la Junta que al paso que las ideas de esa provincia son del todo uniformadas a las que adoptó la capital y siguen las demás del reino; aún no se terminan las diferencias que han causado movimientos escandalosos y hecho presumir hostilidades entre hermanos.

El hombre malicioso y mal contento que desde el gabinete de la iniquidad escribió siniestra y falsamente de la conducta de los gobiernos, ha conseguido sembrar desconfianzas entre Concepción y Santiago incapaces de discordar en otra forma.

Estrechemos de nuevo aquellos vínculos que nos unieron por naturaleza, por Constitución y por sistema; comuniquémonos sinceramente nuestros pensamientos y no nos decidamos a obrar, ni emprendamos sino por las cartas oficiales de parte a parte.

La capital profesa ideas generosas: y sus papeles no distarán de sus intenciones.

Todo el reino desde el Maule hasta Copiapó está en expectación y pendientes del resultado de nuestras competencias.

Cuando es más necesaria la unión para contener los insultos de innumerables enemigos que nos rodean debe obrarse sin pérdida de momento.

Nada ganarían los progresos de una causa grande y sagrada en que estamos empeñados hace 15 meses, con la división y la rivalidad; y sucediendo ella también malogramos el tiempo en indemnizaciones, será mayor el daño y menos susceptible de enmienda.

V. S. asegura esperar un ajuste de reconciliación en recompensa de las provocaciones que hace y la Junta está persuadida de haber ella misma provocado desde el principio esa reconciliación.

Una serie de hechos antipolíticos, tiranos y absolutamente contrarios al plan de libertad que hemos levantado en nuestros corazones y que ejecutaremos sin pérdida de proporción a costa de nuestra sangre y de nuestras vidas, si es necesario, obligaron a una medida tan abultada como enérgica que evitase todo su efecto y cortase de raíz todos los pensamientos de tiranía.

En el último extremo no deben considerarse los medios de que se vale una imaginación apurada para salvar un daño; y la salud de los pueblos es la ley suprema de los Estados y de la sociedad en toda empresa.

Deben haber convencido a V. S. de la regularidad de los procedimientos de Santiago los papeles oficiales del suceso que se le remitieron inmediatamente; y la capital que en nada procedió con tanta precisión como en participarlo a V. S. ha dado la mejor prueba de la aplicación y ardor con que se empeña en la unión y acuerdo general de las provincias del reino.

No llevaban muchos días de camino las relaciones de los acaecimientos de Santiago, cuando el Gobierno de Concepción recibe los oficios en que esa Junta le amenaza.

Cuales fuesen las intenciones de V. S. (de que ya empieza a desengañarse) era necesario pensar en defensa para todo trance.

La poca libertad y falta de soberanía en el Congreso, fueron los principios en que V. S. fundaba la marcha de sus tropas, ¿y no debió esperarse que a su suspensión absoluta sucediese una activa y hostil?

V. S. se determinaba equivocado en los hechos.

Las relaciones particulares y siniestras que acusaban el empeño eran dictadas por nuestros enemigos verdaderos; y ellos seguirían escribiendo hasta acabar el plan de la anarquía, que habían meditado, y nos habrían envuelto en sangre si se dejaba la correspondencia con la franqueza que entre amigos.

Por eso fue necesario alguna precaución en el paso de correos.

Pero jamás adoptaremos las trabas y reservas con que cubre el despotismo y hace misteriosas sus determinaciones.

Las nuestras se presentarán de manifiesto a V. S., al reino y a todo el mundo, y nunca se valdrá de las armas de la tiranía un gobierno franco, noble y generoso.

Los extraordinarios que ha hecho esa provincia han sido atendidos, bien tratados y aun socorridos en cuanto han expuesto necesitar.

El Dragón José Márquez fue conductor de los peores oficios, y no sólo se le auxilió con un sueldo adelantado sino que no pudiéndose hacer en el momento de la petición, por ser a deshoras del despacho, algún funcionario del gobierno le entregó para mientras el dinero que tenía en la faltriquera.

Si otro fue detenido lo exigió su conducta; y aun su arresto se hizo con más franqueza que lo que manda la justicia.

Es acusado por un compañero de camino que le conversó en el viaje y aseguró que la pila de la plaza de Santiago muy pronto vertería sangre, que las tropas penquistas habían de sacar del corazón de sus vecinos ¿cómo procedería V. S. con semejante noticia? Tenemos aviso seguro que un Rojas y otro que le acompañaba en chasque están presos mucho tiempo ha sin más delito que serlo.

La Junta, sin embargo, no ha dado contra aquél un paso adelante, aunque vio sostener en careo la acusación y al acusado no negar el hecho que atribuye a bufonada.

Está por último dispuesto a que vaya libre, si V. S. asegura la infundamentalidad de sus protestas y su corrección.

En el instante que leyó el oficio de 29 de diciembre se dispone a consentir la marcha de los diputados que quieren irse: ¿y qué le pedirá a V. S. a que no acceda, si no se opone a su dignidad, a sus fueros y a la gran causa en que está empeñada?

Luego que se reciben los papeles de V. S. son contestados con la determinación de sus particulares y conformes a ellos; y en medio de esta generosidad, adhesión y prontitud con que satisfacemos a V. S. ¿puede dejarse de extrañar que yo haya respondido cosa alguna a los oficios de 4 de diciembre?

No sólo la capital de Santiago y su provincia, de quien protesta V. S. que Concepción es hermana menor está adherida y gustosa a la última reforma de nuestro sistema; si no que se unieron a sus ideas, las sostienen y proclaman Coquimbo y los partidos de su comprensión.

Como jamás negará Santiago que su obra ha sido grande y de trascendencia, también advierte a V. S. que no provocó al reconocimiento imponiendo, sino consultando; y que no contenta con una deferencia de la justicia o de los cabildos previno a ellos se leyesen sus actas históricas en reunión de los pueblos. Así es que las del sometimiento han venido suscritas de todos los vecinos.

No es de esta carta expresar a V. S. las aclamaciones públicas y festivas con que se recibió la noticia.

Asegura, sí, el Gobierno sobre su palabra y sobre su honor que las provincias todas callaban por fuerza: y que si la capital no toma en tiempo las medidas enérgicas que adoptó para conciliarlas, ellas habrían hecho un rompimiento desastroso, tal era su descontento.

Bien podemos últimamente tratar por principios y convencernos si a V. S. para alguna duda.

Santiago no ha tenido otra parte en la revolución del reino para llegarse a lo hecho que proponer su obra en la que se adelantó porque era necesario.

En la capital está en cúmulo de partidos y de facciones.

En ella ha de reventar primero la mina del desastre, si no se rompen con oportunidad los lazos que extiende la intriga.

V. S. confiesa justamente que Santiago profesa ideas generosas, que desea la unión general y nuestra conciliación.

Sus hechos y sus papeles que convencen sus sentimientos y la elección de Diputado en don Bernardo O'Higgins para mediar y representarlo cerca de V. S. son prueba del mejor plan que V. S. conoce.

Los movimientos que amenazaban a esa provincia, no eran a invadir, sino a proteger la capital creyéndola tiranizada y oprimida.

Está tan lejos de esas circunstancias miserables que hoy respira sobre el goce de sus derechos y de su libertad; y ella que distante del despotismo y de la prepotencia, nombra generosamente y remite un emisario que corte sus diferencias con esa provincia, olvidando los fueros de hermana menor, debe ser atendida con el efecto de sus insinuaciones.

Acerquémonos y estrechemos los vínculos de nuestra unión, estimando nuestras relaciones y haciendo nuevas sinceras protestas de confraternidad que nos liguen siempre como hermanos a defender y sostener mutuamente nuestras causas.

Son incalculables los males de la división y de la rivalidad; y nuestros enemigos que nos acechan para aprovechar el menor momento favorable, no dejarán pasar los instantes de nuestras oposiciones para echarse sobre nosotros, al paso que nos representarán perpetuamente mientras seamos unos.

Chile uniformado en sus ideas y junto por su causa es impenetrable y no habrá un insensato que se le atreva.

Dios guarde, etc.

Santiago y enero 7 de 1812.- S. S. vocales.

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