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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo XII. Rivalidades de Influencia entre Santiago y Concepción. 1812
Documento 21. Relación de las novedades ocurridas en Concepción

8 a 23 de julio de 1812.

El día ocho de julio por la noche a las diez de ella, se advirtió que en las cuatro esquinas o ángulos de la plaza se habían apostado, en cada uno de ellos, un piquete de soldados comandados de un oficial y sostenidos de un cañón de poco calibre y bien cargado de metralla y servido por su correspondiente dotación de soldados de Artillería y los demás soldados bien municionados según ordenanza, con la orden de no dejar introducirse ninguno en la referida plaza a no ser los que fueran notoriamente conocidos, o vivir dentro del recinto de ella, como sucedió a don Julián Urmeneta que retirándose de su tertulia para su casa (que está dentro de la plaza) fue detenido hasta que se le reconoció y conoció, etc.

A esta hora se apostaron igualmente piquetes de soldados a espaldas y esquinas de la casa de Mendiburu y don Juan Martínez de Rozas y prontas varias partidas de soldados comandados asimismo por sus respectivos oficiales de los cuerpos de Infantería y Dragones, cuyo servicio hicieron estos a pie; y se fueron dirigiendo a las casas de los sujetos que habían de aprender, por el orden que se les había comunicado con sigilo, juramento de honor, etc.

Estos sujetos eran los que componían la Junta gubernativa de esta plaza, y fue el primero arrestado don Juan Martínez de Rozas a quien se le dejó en su casa con treinta hombres de guardia, en consideración a que hacía dos o tres días a que había parido su mujer, doña Nieves Mendiburu; el segundo fue don Luis Cruz; el tercero don Bernardo Vergara; el cuarto el Asesor don Manuel Fernando Novoa; el quinto el procurador de ciudad don Manuel Garay; el sexto don Francisco Calderón, que ejercía la comandancia del cuerpo de Infantería fijo de esta ciudad. A éste se le arrestó y condujo al cuartel de Dragones, sin embargo de que había pedido fuese en su cuerpo de infantería; a don Luis Cruz se le arrestó y se le condujo al cuartel de Infantería; y a don Bernardo Vergara, Asesor Novoa, y Procurador de ciudad Garay a las casas de Cabildo.

Después de asegurados estos sujetos quedaron todavía los referidos ángulos guarnecidos hasta que amaneció, y continúan así. Se despachó inmediatamente correo a esa capital dando cuenta del hecho para que determinen de los individuos de esta Junta desbaratada y destruida sin más desgracia que un soldado muerto por otro por casualidad, pues estaba componiendo la llave de su fusil y se le fue el tiro, le cogió y le dejó en el sitio sin movimiento, pues parece no distaba de la boca del arma dos varas.

El día nueve por la mañana se publicó bando haciendo entender a la ciudad y al vecindario haberse extinguido el Gobierno que ejercía la insinuada Junta y que tenían a sus individuos en prisión, sustituyendo por ahora otra de guerra en su lugar hasta la determinación de esa capital compuesta de los señores don Pedro José Benavente, Presidente; don Juan Miguel de Benavente, Vicepresidente; don Ramón Jiménez y don José María Artigas, vocales y don Luis Garretón, Secretario. A las doce de este mismo día fueron convocados los más de los diputados de los partidos de la provincia que habían sido llamados por otra Junta desbaratada para tratar de los arbitrios que se habían de tomar para cubrir los gastos que hubiese necesidad de hacer y otras cosas, y habían llegado ya muchos, entre ellos don Francisco Binimelis (que aún se mantenía oculto en su casa) y se les despidió para que se retirasen a sus casas, luego mediante haber cesado el motivo de su llamada. A la misma hora también fueron llamados los regidores que habían sido antes despojados, y los alcaldes ordinarios que entonces ejercían sus funciones y se les hizo entender su reposición a sus antiguos honores y ejercicios, quedando los que estaban o habían sido nombrados por la Junta sin el carácter de tales en ambos ejercicios, quedando asimismo de Diputado de esta ciudad don Javier Manzano, que tres días antes había sido electo aunque quería dicha otra suprimida Junta hubiese salido electo don Isidro Pineda, cura párroco expatriado de Valdivia por el Presidente de aquella Junta, que del mismo modo fue aquí desbaratada y se halla aquí experimentando estos golpes.

Este mismo día también se circuló a la provincia por los partidos la noticia de haberse disuelto aquel gobierno y la obligación de respetar éste hasta la resolución de esa capital; y finalmente en este día se mandó a la plaza de Arauco desterrado a un don J. Zorrilla, oficial de Artillería, íntimo de don Juan Martínez de Rozas, que parece se había venido aquí desde esa capital.

El día diez se les había dado a estos arrestados alguna más amplitud, mandándolos a sus casas, cuya indulgencia advertida sin duda por los juiciosos o no juiciosos se mostró por el pueblo alguna censura y dio motivo a que por la noche se tuviera Junta de Guerra y se trató o resultó de ella que se les mantuviese en sus casas, pero sin comunicación, y con custodia a la vista para evitar fugas y otras cosas.

El once se dispuso así, y redoblaron por la noche los piquetes en tres esquinas más de prolongación en cada ángulo de la plaza, de modo que desde las siete de la noche hasta el día siguiente a nadie se dejaba introducir por calle que se dirija a la plaza sea del sexo, edad o condición que fuese, a no ser los que vivían sabidamente en aquellas calles, etc.

Este día llegó aquí de Osorno don Domingo Pérez que siendo Alcalde de Osorno, el Gobierno y él no querían someterse a Valdivia, esto es, a la milicia que desbarató la Junta de aquella plaza y habiendo dispuesto que se les tratase según los rigores de la guerra, se cumplió así, les desbarataron sus casas a balazos de cañón. Salió de allí dicho Pérez fugitivo para Concepción a refugiarse de esta Junta que lo hizo preso. Este Pérez es hermano carnal del Pérez que se fugó de Santiago para Lima cuando el suceso del difunto don Tomás Figueroa.

Cuenta también el referido don Domingo Pérez que de Chiloé habían llegado a Valdivia mil trescientos veinticinco hombres, sin duda precaviendo algún ataque de Concepción, para reponer su Junta, pero si lo intentaran sería o habría sido de deseo, pues no habiendo dinero ni la mejor disposición para hacerlo sólo en el deseo podría detallarse. No obstante ninguna precaución está demás nunca ni puede saberse todo con la exactitud que se necesita; pero sí, se les había escrito a Valdivia que de aquí marcharía expedición, terminada la que se hizo para Maule.

El once no ocurrió nada de particular; se multiplican las disposiciones militares a fin de que la vigilancia con que se custodian [custodia] a los presos, precava cualquiera novedad que se presente a franquearles comunicación o libertad, y que en la noche de este día fue preso el presbítero don F. Elizegui y se le condujo de orden del señor Obispo al convento de Santo Domingo, porque había intentado sobornar a varios soldados Dragones y Artilleros para que éstos se dejasen tomar por él o por sus compañeros la Artillería, para lo que les llegó a ofrecer hasta catorce mil pesos.

Este sacerdote es uno también de los desterrados de Valdivia. Vocal de su Junta y aun el principal en todas sus disposiciones marciales; es cuñado de don Bernardo Vergara.

El trece no ocurrió novedad, pues prosigue la vigilancia en el servicio de tropas, como si fuera el de campaña, frente y a vista del enemigo tanto de día cuanto de noche, pues antes de ayer se dijo la misa a las tropas a campo raso a estilo de campaña precisamente con el fin de no separar la fuerza un minuto de las centinelas y guardias, etc.

Este día también se supo que don Juan Martínez de Rozas había pasado oficio a esta Junta de Guerra solicitando saber como militar la causa de su arresto, y dicen que añadía que si se necesitaba de algún sacrificio a favor de la patria estaba pronto, más no dice si pecuniario, personal, o cual sea, lo cierto es que se le contestó en términos que sin duda no le satisfizo ni acomodó.

El día quince sólo se advirtió que a las once del día entró el señor Obispo en Santo Domingo y hasta las dos de la tarde se mantuvo en dicho convento, sin duda examinando procesal y personalmente con su Secretario al presbítero Elizegui, arrestado en dicho convento en vista de la sumaria que dicen pasó a Su Ilustrísima la Junta de Guerra.

El dieciséis siguió Su Ilustrísima en su palacio tomando algunas declaraciones a varios sujetos en seguimiento de la causa del presbítero Elizegui sin duda por citas de la de dicho presbítero.

El diecisiete no ocurrió novedad, sólo algunas murmuraciones se han oído acerca de la comunicación que han dejado a los arrestados que por generalidad habla todo el pueblo, que a más de tenérseles sin ella se les tuviera con un par de grillos hasta la determinación de esa capital, y en paraje seguro, y sólo reducidos a un punto y no en sus casas.

El dieciocho no ha ocurrido novedad, sólo sí que con la llegada del correo ordinario el día antes por la tarde se advirtió un susurro en la ciudad con motivo de haberse leído en la Aurora Chilena la contestación de Santiago a los oficiales de Valdivia con motivo de haber desbaratado aquella Junta y recelarse tenga la tropa de aquí igual contestación por haber desbaratado la de esta ciudad, y con cuya imaginación ya no espera con tanta ansia la vuelta del correo extraordinario que hicieron a Santiago y habían creído llegaría en todo el día de hoy domingo a las oraciones.

Hoy treinta que somos y a la hora de medio día aún no ha llegado la contestación de Santiago del parte que se le dio del arresto de los sujetos que componían esta Junta, por lo que se hace preciso referir que el día siete de éste por la mañana llegaron a esta ciudad dieciocho hombres que dejó en la isla de la Mochita la fragata de comercio la Carolina, que procedente de Montevideo de donde salió el diecisiete de febrero último, había arribado a dicha isla desierta, afligida por su trabajosa navegación, que el desarbolo que había sufrido de sus tres palos pocos días antes, para que cazasen algunos chanchos, caballos, etc., y estándolos esperando que cazasen más, porque ya habían cazado ocho de los primeros y uno de los segundos; sufrió un viento recio dicho buque y rompiendo las amarras se desapareció de dicha isla y dejó a estos infelices, quienes a la aventura de Dios tomaron su bote y salvaron mojados como Dios les dictó, desde donde llegaron aquí el referido día. Dos de estos dieciocho venían de pasajeros y refiérese que a bordo de dicha fragata venía un oficial con grado de Teniente Coronel para Chile y Lima e infieren que traiga pliegos y comisión. Aspiran a pasar a Santiago, y desean saber si llegó a Valparaíso otro bajel con las malas bándolas que había puesto, aunque lo dificultan por el estado y necesidad del citado barco, a cuyo bordo viene el principal interesado de su cargamento.

El 21 llegó aquí el extraordinario de Santiago, en contestación del parte que se dio a su Gobierno del desbarato de esta Junta, y pues su tenor Uds. lo saben se excusa referirlo.

La sensación e impresión que hizo en los corazones de este pueblo dicha respuesta no he podido comprenderlo, y así no me hallo capaz de hacer de ello una puntual exacta referencia; no obstante decirse que detrás de dicho extraordinario viene otro con más circunstanciadas relaciones y órdenes.

Y pues nada me queda que añadir concluyo esta relación a imitación del antiguo zarrabal o Almanak de Salamanca que componía don Diego de Torres, que decía en la conclusión de sus anunciadas novedades astrológicas Dios sobre todo.

Se advierte que antes de que llegase dicha contestación de Santiago estaba ya en libertad de su arresto el Procurador de Ciudad Garay; y estas transformaciones de un día a otro no dejaban de extrañarse por algunos que otros juiciosos; y es regular que de ello hayan hecho sus combinaciones, aunque se desvíen de la legítima causa.

También se advierte que la noche que fueron presos los de la Junta, también lo fue don Antonio Mendiburu y se le condujo al cuartel de Infantería aquella noche, dejándose en el zaguán de su casa toda la noche con cuarenta granaderos; pero al otro día por la mañana que fue el nueve se le puso en libertad.

NOTA. Somos hoy veintitrés de julio de mil ochocientos doce y en punto de las Ave María u Oraciones y aún no ha llegado el extraordinario que se ha dicho venía detrás del que llegó al veintiuno.

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