ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo XIII. Carrera Árbitro de la Suerte del Infeliz Reino de Chile
Documento 11. Representación del Cabildo

Excelentísimo Señor.

El Cabildo de esta capital ha entendido que el Virrey de Lima pretende desairar a este Reino en todas sus providencias, y ha cometido el desacato de insultar a todos los habitantes de Chile en las personas de sus gobernantes.

Las Gacetas de aquella capital del Perú están llenas de injurias al pueblo chileno, y no respiran más que odio y desprecio a nuestro sistema liberal, hasta el extremo de amenazarnos con una invasión de que jamás puede ser capaz un reino como Lima, dominado por la más miserable tiranía.

Nuestras costas han sido atacadas, contra el derecho de gentes, por unos corsarios de aquel Gobierno sin declarar de antemano la guerra; y ha llegado el caso escandaloso de entrarse estos piratas a nuestros puertos haciendo fuego, y cortando a los buques fondeados, que descansaban en la inviolabilidad de los principios adoptados por todas las naciones de la tierra.

Nuestras provincias han sido inquietadas por aquel jefe, haciendo que Valdivia y Osorno, se separen de esta capital y se entreguen a Lima.

Nuestro comercio ha sufrido la falta de fe pública de parte del Virrey, interceptando las correspondencias, abriéndolas, y causando perjuicios a nuestros compatriotas con toda clase de violencias.

En una palabra, el Virrey de Lima nos ha hecho en medio de la paz, cuantos daños sufren los pueblos en una guerra la más activa y descubierta.

¿Qué nos queda que esperar de una condición tan desigual que por nuestra parte propende a la paz y por la otra sólo se descubren las hostilidades de la guerra?

Aquel Virrey debía conocer que la moderación y la paz característica de los chilenos no podía darles nunca el derecho de insultarnos confiado en su bondad.

Debía también advertir, que Lima es un país que necesita de los auxilios de Chile para sostenerse, y para no carecer del sustento diario de sus vecinos; y, al fin, debía conocer que sus fuerzas son muy inferiores a las nuestras para imponernos unas leyes que despreciamos por su naturaleza y su conducta.

Pero, señor excelentísimo, nuestra moderación es la que hace ser insolente al Virrey de un reino que nada tiene que ver con el Estado de Chile.

Aquí hemos jurado ser libres y debemos sostenerlo a fuer de hombres ilustrados y religiosos; aquí hemos jurado no depender de otro pueblo, y nuestro deber exige, que cortemos en tiempo los lazos, que nos tiende un enemigo tan orgulloso como impotente.

Nosotros debemos acreditar con nuestros esfuerzos que componemos un pueblo digno de ser libre, y de contarse sobre los grandes Estados del Nuevo Mundo.

El Virrey de Lima, seguramente deslumbrado con las primeras ventajas de su ejército sobre Buenos Aires, ha tenido la debilidad de creer los informes que algunos necios y malos patriotas de Chile le han hecho para precipitarlo en mil errores; y este hombre crédulo y sin malicia no ha advertido que los conductos por donde adquiere estas noticias no deben ser muy fidedignos por sólo el hecho de mostrarse agraviados, o descontentos de nuestro Gobierno.

Sea, pues, la experiencia quien le persuada el desengaño, y venga de una vez a poner por obra sus amenazas.

Por tanto, la Municipalidad de esta capital tan celosa en el cumplimiento de sus deberes, como persuadida del verdadero interés de la patria, no ha podido menos que manifestar a V. E. su justa indignación contra el insolente Virrey, pidiendo se tome una seria y eficaz providencia para corregirle, haciéndole entender su grosería, su impolítica y el estado en que nos encuentra de declararle la guerra, si no da una satisfacción completa a todos los pueblos, que ha agraviado con sus orgullosas expresiones; que reconozca la libertad de Chile como aliado, o se prepare a la guerra como enemigo, señalándosele un término fijo en que deba decidirse y entretanto declararse detenidos los buques y propiedades limeñas que se hallen en el reino hasta su contestación.

¿Para cuándo aguarda Chile presentare en el gran mundo político como un Estado libre, celoso de su reputación, y digno de las atenciones de sus vecinos?

¿Cómo podrá conciliarse los respetos de éstos, cuando se desentienden de los agravios con que se le insulta, confundiendo la moderación con la debilidad?

¿Y cuándo mejor que ahora habrá una proporción para hacer entrar al Virrey en sus deberes después de haber acreditado en tres años nuestro sufrimiento?

Excelentísimo señor: Nosotros tenemos más de cuarenta mil hombres de milicias bien disciplinada y cerca de seis mil de tropa veterana: nada nos falta para sostenernos en nuestro país contra doble número de enemigos.

¿Por qué, pues, nos echaremos encima la nota de apáticos o débiles?

¿Es acaso por falta de dinero?

No lo hay; y la Municipalidad que conoce el [al] pueblo que representa, asegura a V. E. que en el caso de no ceder el Virrey prontamente en el término que se le señale, tendrá V. E. con una buena administración todos los auxilios numerarios para sostener la guerra que debe evitarse ciertamente; pero cuando de no hacerla se espera un mal mayor, se debe desear como un bien.

Creemos que no haya un solo patriota en todo el Estado de Chile que no esté penetrado de estos sentimientos y por tanto la Municipalidad se interesa con v. E. para que acordándose este objeto importantísimo con el Senado y todas las corporaciones, se decida con la brevedad que exige un negocio en que tanto se manifiesta la gloria de la patria.

Dios guarde a V. E. muchos años. Sala Capitular del Ayuntamiento de Chile a 13 de noviembre de 1812. Excmo. Señor.

Manuel de Barros.- Antonio de Hermida.- José Manuel Astorga.- Isidoro Errázuriz.-
José María de Guzmán.- Antonio José de Irisarri
, Regidor Secretario.-
José Antonio Valdés.- Nicolás Matorras.- Tomás de Vicuña.- Anselmo de la Cruz.

< Volver >