ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo XIV. La Revolución en Armas. I. La Guerra Civil. 1813
Documento 4. Proclamas del Brigadier don Antonio Pareja

Proclama a los chilotes[1]

22 de marzo de 1813.

¡A los habitantes de Chiloé! ¡Fieles habitantes de la provincia de Chiloé!

Vuestro jefe no podrá olvidaros en la distancia más remota. El deseo de consolidar según las intenciones del excelentísimo señor Virrey del Perú el gobierno de la plaza de Valdivia, que no ha mucho se amparó de su protección, me obliga con mucho sentimiento a separarme de vosotros. En los valerosos soldados que me acompañan, habéis dado las más brillantes pruebas de vuestra fidelidad a nuestro legítimo monarca el señor don Fernando VII y de adhesión y respeto a la persona de su representante en Lima. Ya se hayan embarcados en la bahía de esta plaza, esperando el tiempo favorable de la marcha; pero yo no quiero partirme sin comunicaros mis últimas miras.

Valdivia no menos generosa que Chiloé, ha sido émula digna de sus sentimientos y sus heroicas acciones por la causa de la patria, porque de antemano estaba decidida, me hacen aspirar a más de lo que me había propuesto. He visto reunidas en su suelo sus tropas con las vuestras, destinadas a ponerlo a cubierto de la invasión de sus vecinos. El valor, la bizarría y bellas disposiciones que he observado en todas, me han animado hasta el grado de emprender una marcha a Concepción, para situarme en cualquiera de sus puntos, y convidar desde él a sus habitantes a la paz, haciéndoles ver el bien inmenso que les resulta de la admisión de mis propuestas, que he meditado con toda la circunspección que exige la materia.

La guarnición que requiere la plaza de Valdivia, para precaverla de la venganza de una provincia movida tan injustamente contra ella, importaría un gasto gravoso al Perú en sus actuales circunstancias. Para evitar, le conviene destruir en su raíz misma las rivalidades, los odios y temores. Son al fin penquistas y volverán desengañados del letargo que los adormece. Me consta que los más desean que yo me acerque; y los otros cederán sino de grado, por la falta de recursos. Quiero restituir a su legítimo soberano esa porción de vasallos, que la falacia más maligna ha separado de sus augustos deberes. La suavidad de las leyes que voy a promulgar, les hará mirar con horror la dureza de su gobierno intruso y arbitrario. Toda violencia es de muy corta duración; y si aún no ha terminado el sistema de opresión de Chile, es ciertamente por que los chilenos no han tenido la ocasión con que les brindo. Verán tremolar las victoriosas banderas del rey; oirán la voz de la autoridad legítima, y al resonar sus penetrantes ecos en sus corazones, vendrán a porfía a estrecharse con sus hermanos. ¡Ah! Desdichado del que así no lo haga; porque labrará su propia ruina con su terquedad.

Enterados de mis benéficas miras, vuestros hijos esperan con impaciencia un día el más glorioso, a cuya verificación van a contribuir con el honor que siempre los ha caracterizado. Comenzarán una obra que eternizará su nombre; y cuando se restituyan a sus hogares llenos de laureles y triunfos, tendrán la recompensa a que se hayan hecho acreedores.

Fragata Gaditana al ancla en el puerto de Valdivia, y marzo 22 de 1813.

Pareja.

Proclama a los valdivianos

24 de marzo de 1813.

¡Valdivianos!

Vuestro gobierno es uno de los que ha puesto a mi cuidado el excelentísimo señor Virrey del Perú, confiándome la comandancia general de estas provincias. La plaza y llanos de su jurisdicción sobre que están situadas vuestras casas y haciendas ha más de seis meses que se hallan amenazados de sufrir una invasión, cuyos jefes os miran enfurecidos y rabiosos, desde el memorable 26 de junio en que os declarásteis abiertamente por la justa causa que sostiene la nación española en ambos hemisferios. En aquel día lográsteis separaros de la injusta dominación de sus enemigos; y aunque algún tiempo estuvisteis confundidos con ellos, no fue vuestra conducta entonces más que un efecto inevitable de la necesidad y la fuerza. La acendrada lealtad que tanto ha resaltado en vuestras operaciones posteriores, os ha libertado del maligno contagio que infesta a vuestros vecinos. La regencia del reino se halla bien instruida de todo: el Perú ha celebrado vuestro triunfo con mil demostraciones de júbilo, y el digno jefe que lo manda está resuelto a no escasearos nada de cuanto sea necesario para vuestra seguridad y defensa.

Yo que estoy encargado de ella, he hecho cuanto habéis visto para libraros de un ataque imprevisto. Con este designio reuní al principio en el recinto de esta plaza las tropas que la ocuparon; y después con mayor meditación y acuerdo he ampliado las ideas que descubren mis últimos preparativos, es por que he advertido que quedaría mal precavido este importante objeto, sino destruyese en su origen el principio que lo motiva.

La intendencia de Concepción excita vuestros cuidados y temores, y a ella es, adonde dentro de muy pocas horas me dirigiré desde este puerto, para disiparlos por los medios pacíficos que tengo meditados. Producirán probablemente éstos el fruto que deseo; y cuando no, los bizarros soldados que me acompañan, a su pesar y al mío, se verán en la dura necesidad de ocurrir al valor que los caracteriza. Todos son hijos de vuestro suelo, y de la noble y benemérita provincia de Chiloé. Conozco sus honrados sentimientos, y así no recelo el ponerme a su frente, para reducir por la fuerza irresistible de su espada, a cuantos no se rindan a la razón y la justicia.

Valdivianos: Ya está explicado mi intento. Rogad fervorosamente al Dios de los Ejércitos, o por mejor decir, de la paz, que sean consumadas felizmente las miras que me he propuesto, y que merecerán ciertamente la aprobación del excelentísimo señor Virrey del Perú. La religión y el estado se interesan en el próspero resultado, de que no desconfío. Así pues, mientras yo vivo ausente de vosotros, para verificar un objeto tan precioso, quedad tranquilos y reposad sobre la vigilancia del oficial a quien he confiado el mando de esta plaza, por la confianza que se ha granjeado entre vosotros, para aprovecharme de los talentos militares del que os tiene destinado el Rey.

Fragata Gaditana al ancla en la bahía de Valdivia, y marzo 24 de 1813.

Pareja.

Proclama a las tropas expedicionarias

22 de marzo de 1813.

El fin de los preparativos a que desde mediados del mes de enero de este año en que arribé a la provincia de Chiloé, he estado empleado, ya no es ni debe ser un misterio para las tropas expedicionarias, que tengo reunidas en esta bahía.

Saben ellas que con los diez buques mayores y menores en que estáis embarcadas, me dirijo a las costas de la provincia de Concepción, con el designio de situarme en alguno de sus puntos, y hacer entender desde cualquiera de ellos a sus habitantes, que mis operaciones lejos de contraerse, como la malignidad se esforzará en persuadir, a oprimirlos con una fuerza armada, sólo tiene por objeto su verdadera felicidad. Redimir a un sinnúmero de hombres vejados por un poder ilegítimo; restituirlos a su libertad y goce de los fueros a que tiene derecho todo buen español: disipar la desgraciada división de familias que ha engendrado una política desoladora y ambiciosa; unirlas, hermanarlas, y quitar de las manos de los usurpadores la autoridad de que se han revestido; evitar la efusión de sangre, que puede con fundamento temerse, y de que no faltan lamentables recientes ejemplares; contribuir a los vehementísimos deseos de los buenos que son muchos, y hacer últimamente que entren en el debido orden los malos, he aquí el plan que propongo, sin aspirar a más premio, que la gloria de llenar los deberes a que estoy obligado, y el exacto desempeño de las órdenes del jefe superior que obedezco.

Otros infelices que seducidos por la malicia de sus mandones, se han desviado de las obligaciones que juraron al más noble de los monarcas, son ciertamente más acreedores a la lástima, que a la severidad del castigo; y las fuerzas que puedo disponer, en vez de violentarlos, sólo reprimirán y disiparán a los proterbos que se obstinen en desechar las propuestas, que voy a hacerles; pues hasta los mismos fomentadores del desorden, la subversión y la anarquía, serán tratados desde el momento en que dejen de serlo, con la indulgencia que acaso no se prometerán.

Para que mis soldados llenen sus obligaciones y las benéficas miras del excelentísimo señor Virrey del Perú, deberán ser unos conciliadores de la paz, y no unos guerreros implacables y feroces; y harán conocer a sus hermanos, que no son ellos sus enemigos, sino aquellos que los seducen y pervierten para que nieguen la obediencia a las autoridades legítimas, y se consuman insensiblemente entregados a los estragos de la insurrección, y que deben tener sólo por amigos a los que como ellos les persuaden el reconocimiento de las Cortes soberanas y extraordinarias de la nación española, que defiende con su sangre en los campos de batalla los derechos de su monarca perseguido. Con tan bellos sentimientos mis tropas están distantes de aquella ignorancia que hace incompatibles las cualidades de buen ciudadano con las de un guerrero generoso. Aun cuando la pertinacia las precisase a combatir, jamás se olvidarán de respetar las propiedades y los derechos de los engañados que les opongan y hasta después de vencidos los estrecharán contra sus pechos. Así se comportarán como verdaderos españoles a quienes la injusticia y la maledicencia podrán sólo confundir con los modernos vándalos, más asoladores todavía que los antiguos; y en caso de que alguno se excediere, lo que no espero, yo haré ver públicamente que no los he facultado para estos excesos. Acreditarán que los hijos de Chiloé y Valdivia han sido siempre estimados por su carácter generoso y llenarán de gloria a su patria, aprovechándose de la única ocasión que les ha proporcionado la suerte, y fijando en sus anales la grata memoria de haber desviado el error, de la ignominia y de la muerte a sus hermanos.

Para todos son indispensables el orden y la subordinación; y ambos penden en gran parte de los oficiales. Elegidos los más de éstos a mi satisfacción, no puedo dudar de que contribuirán con su vigilancia a imponerlos, entendiendo y haciendo entender, que estrictamente sujeto a la ordenanza y sus últimas declaraciones, seré muy cuidadoso en su exacto cumplimiento, ya castigando severísimamente a los que falten a ella, con perjuicio de la disciplina militar, y ya prodigando las gracias a los que no se aparten en lo más pequeño, desde el primero hasta el último, interponiendo las convenientes súplicas, para todo aquello que exceda de mis facultades.

Fragata Gaditana al ancla, y marzo 22 de 1813.

Pareja.

____________________
Notas

[1]

Estas proclamas fueron agregadas por Feliú Cruz al texto, copiándolas de la Gaceta del Gobierno de Lima, número 35, 21 de abril de 1813. Martínez, según el mismo editor, no las incluye ni las menciona. (N. del E). Volver .

< Volver >