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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo XV. La Revolución en Armas. II. Las Primeras Campañas
Documento 15. Oficio del General Carrera

Excelentísimo señor:

Ayer me hallaba [a] una legua de San Carlos con todo el ejército de mi mando, cuando se me avisó que el enemigo emprendía su retirada.

La noche antes le había intimado la rendición, y contestó Pareja con la arrogancia propia de un andaluz; pero contestó así, porque creyó retirarse impune.

Inmediatamente destaqué sobre ellos la vanguardia que aún no había salido del pueblo cuando empezó una acción vivísima (falsedad, pues no fueron vistos hasta media legua más allá de San Carlos)[1] sostenida por todo el ejército enemigo que se retiró más de una legua (siguió la marcha de su viaje) obligado de nuestra pequeña fuerza que consistía en doscientos Nacionales, cincuenta Granaderos, cien Milicianos y dos cañones de artillería.

El enemigo escogió un punto ventajoso, y con su numerosa artillería empezó un vivo fuego que ya no podíamos contestar, porque cinco piezas que por ligeras habíamos podido llevar, se rompieron todas.

Sin embargo, nuestros batallones atacaron con entusiasmo y tomaron dos piezas de artillería (la una quebrada la cureña y la otra sumida en un pantano, por lo que habían sido abandonadas).

Llegó un refuerzo de tres cañones nuestros, que mandados por sus beneméritos oficiales hicieron el mayor estrago sobre el enemigo que hacía una vigorosa defensa, porque se veía encerrado, y porque sabe que no se encuentra cuartel, porque así se lo han hecho creer sus jefes. (No son sus jefes, los autores de esta creencia, sino el mismo Carrera, que en oficio de ayer les intima no dará cuartel a nadie).

La acción duró hasta después de anochecer y se empezó a las doce del día.

El fuego fue vivísimo.

El ejército se ha cubierto de gloria, siendo el resultado de sus fatigas la presa de cuatro cañones (seis renglones más arriba dice dos, ya se han vuelto cuatro), cien prisioneros, muchos pasados, cuyo número aún ignoró, otros ciento más que pasaron a cuchillo nuestros soldados (por mandado de su Comandante don Luis y consentimiento de su otro hermano don Juan José, fueron alevosamente asesinados en la noche esos miserables únicos cien prisioneros que habían tomado en los días anteriores dispersos por los ranchos y escoltando a los enfermos y algunos bagajes, acción cruel y característica de cobardes y traidores que no fue sabida del General con disgusto) .

Ha tenido muchos muertos y muchísimos heridos.

El mucho trabajo que ofrece semejante acción a la tropa, las pesadas marchas desde Talca a este pueblo en cuatro días, a pesar de las lluvias y alguna escasez de víveres, me obligaron a traer desde el campo de batalla la mayor parte del ejército para auxiliarlos y disponerlos para seguir hoy en el resto del alcance de los prófugos piratas.

Ya va a marchar, y las guerrillas me avisan que el enemigo sigue su retirada tirando a brazo los cañones porque ayer les quitamos cerca de doscientos bueyes y todos sus bagajes (con el deseo).

También me dicen ahora que les quitaron dos banderas (lo mismo que los bagajes).

Cuando tenga más tiempo y ciertas noticias de todo, daré a v. E. un parte muy circunstanciado.

Baste por ahora saber que el ejército del gran Visir va derrotado, que le seguimos con velocidad y que muy pronto seremos dueños de Concepción.

En estos días anteriores, ha hecho la vanguardia como cien prisioneros (los mismos que asesinaron esa noche) y quedan escondidos en los bosques muchísimos, y en las casas bastantes enfermos que he mandado sean asistidos, y ya ha salido una partida en busca de los dispersos que los quiero por interés de los fusiles.

El General Pareja va bien enfermo y a su negro que ha sido prisionero, le he dicho que queda libre.

Voy a circular órdenes para que sean presos los nuevos subdelegados, y para nombrar alcaldes interinos y jefes de satisfacción para que nos provean de víveres y para cubrir la línea del Itata.

 

Estoy indeciso, pero si no alcanzo al enemigo antes de pasar el Ñuble, dejaré una división de observación y con el resto iré a posesionarme de Concepción y Talcahuano.

Dios guarde a v. E, muchos años. San Carlos, mayo 16 de 1813, a las 6 de la mañana. Excmo. señor.

José Miguel Carrera.

Excma. Junta Gubernativa del Estado.

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Notas

[1]

En cursiva y entre paréntesis los comentarios que sobre las afirmaciones del texto hace Melchor Martínez. (N. del E). Volver .

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