ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo XVI. La Revolución en Armas. III. Las Mutaciones del Gobierno. Un Nuevo Orden de Cosas
Documento 1. Oficio

Talca, 22 de octubre de 1813[1].

Cuando principiaron las hostilidades entre Lima y Chile, y cuando el General antecesor de V. S. nos invadió súbitamente sin intimación y sin que precediesen declaraciones ni otros actos prevenidos por derecho de gentes para el rompimiento entre dos Estados que se han reputado como partes de una misma nación, no juzgamos conveniente entrar en contestaciones con un jefe cuya autoridad desconocimos.

Creímos también concluir pronto la campaña, y el principal encargo que llevó nuestro General fue tratar con consideración y con la dulzura propia de nuestro carácter a todos los que o seducidos o alucinados tomaron las armas contra un pueblo que no ha ofendido los derechos de persona alguna que exista sobre la tierra.

Habiéndose dilatado el tiempo de la guerra más allá de lo que pensamos, no hemos podido contener el entusiasmo de los chilenos que, atribuyendo esta tardanza al desprecio con que se miraron las fuerzas enemigas, quiere hoy en un momento concluir la campaña, y nos ha manifestado su voluntad de que como encargados del Gobierno pasemos a dirigirla y dar desde esta ciudad las disposiciones convenientes, trayendo a este efecto una fuerza respetable que aleje en el Ejército de V. S. las esperanzas de subyugar este país.

El día de ayer se ha reunido ya todo el refuerzo que debe marchar a unirse con las divisiones de Concepción y Quirihue que conforme a nuestras órdenes se está aproximando a Chillán.

Constan de dos mil quinientos hombres a más de la brillante y aguerrida división de Buenos Aires, que habiendo aumentado su fuerza en los días que ha permanecido en Santiago, se prepara también para pasar el Maule en compañía de las demás.

Las circunstancias de disponerse toda esta tropa para atacar a V. S. hemos creído la época más oportuna de satisfacer nuestros deseos que son evitar la efusión de sangres entre hombres a quienes deben animar unos mismos sentimientos, y para nosotros no hay paso que parezca degradante y menos decoroso cuando se trata del bien de la humanidad afligida con el más terrible de los males.

Creemos que V. S., conociendo el estado de las cosas, y la imposibilidad de resistir a los esfuerzos reunidos de Chile y las Provincias del Río de la Plata, no se niegue a partidos racionales, que no propondríamos si no considerásemos que es el más delincuente a la faz del mundo el que insistiese en derramar la sangre de sus mismos hermanos.

Cuando los triunfantes ejércitos del Río de la Plata después de haber sometido todo el Perú, amenazan las provincias del virreinato de Lima y ponen al Virrey en estado de no poder remitir socorro, y cuando unidos han jurado los habitantes de Chile y Buenos Aires morir antes que dejarse subyugar, jamás podría V. S. dejar de ser responsable para con Dios y con los hombres, si sacrificando las fuerzas que manda, intentase desde un solo punto de nuestro territorio (aislado y sin recursos) resistirse por más tiempo.

Confiados, pues, en que V. S. cederá a la fuerza de estas razones, pasamos a proponerle los partidos que constan del decreto que acompañamos en copia, y sobre que esperamos contestación en el término de seis días, ínterin van marchando a reunirse nuestras tropas.

No puede un Gobierno, que se halla con recursos suficientes para destruir en un momento a sus enemigos, hacer propuestas más ventajosas; y nuestra determinación de empezar la campaña y concluir la guerra con todo el rigor a que nos autoriza el derecho de gentes si V. S. no accediese, es invariable así como también no entrar en otros partidos que los propuestos, que son los más benéficos, y que admirarán a quien entre sus cálculos no tenga presente que peleamos con Americanos y con habitantes de un mismo Estado.

Desnudándose V. S. de todas aquellas impresiones de prepotencia o superioridad que pueda haber abrigado en su corazón, escuche sólo la voz de la razón, de su conveniencia y del honor bien entendido y tenga la gloria de haber salvado la vida y la fortuna de centenares de hombres, así como nosotros la tendremos en todas circunstancias, y sea cual fuere la respuesta de V. S. de haber por lo menos procurado evitar la efusión de sangre y hecho por nuestra parte cuanto hemos podido en alivio de la humanidad.

Dios guarde a V. S. muchos años. Talca, octubre 22 de 1813.

Agustín de Eyzaguirre.- José Miguel Infante.- José Ignacio Cienfuegos.

Señor don Juan Francisco Sánchez, General en jefe del Ejército de Chiloé.

 

____________________
Notas

[1] Martínez enuncia este texto, pero no es incluido. Feliú Cruz lo agrega, copiándolo del Archivo de la Biblioteca Americana Diego Barros Arana. (N. del E). Volver.

< Volver >