ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

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El ataque del Callao por Lord Cochrane. Drama Naval.
Acto I

Gabinete.
(En él, O’Higgins).

O’Higgins:
No hay que dudar: la Fortuna
hoy por Director me ha puesto
para que gobierne y mande
de Chile el florido reino.
De mi patria ¡dulce nombre!
de Chile fecundo suelo,
jardín que naturaleza
dio a los hombres por recreo.
¡Oh, si vivieran mis padres!
¡Pero que oigo! Altanero
he querido profanar
su memoria. ¡Santo cielo,
mis padres!... O caras prendas
que el ser natural me dieron.
¿Cómo os invoco en la causa
que han formado mis enredos?
Yo nací español, no hay duda,
pero a la España detesto,
pues soy patriota en esencia
y por lo mismo en sus fueros.
Si soy libre ¿a qué motivo
a más leyes me sujeto,
que el capricho las dictó
a solo su cumplimiento?
¿Mas por qué sin razón
esta noche me desvelo
cavilando acá a mis solas
lo que no tiene remedio?
De Chile, mi amada Patria,
yo soy Dictador Supremo,
y he de mandar la Nación
aunque me cueste el pellejo.
¿Pero qué ruido he sentido?

San Martín (Sale):
Amigo, que nos perdemos,

O’Higgins:
¿Cómo así, mi General?

San Martín:
Llévese el Demonio el pleito.

O’Higgins:
Yo no entiendo a V. E.
lo que me dice; acabemos.

San Martín:
Tome usted, amigo, lea
lo que se halla en este pliego.

O’Higgins (Lee):
“Sale de Cádiz armada
una escuadra con esmero,
en que van veinte mil hombres
del florido hispano suelo,
y cuales rugientes leones
vienen al sur combatiendo
hasta sujetar a España
el argentino hemisferio”.
¡Disparate! ¿Quién lo dice?
¡Veinte mil! yo no lo creo.

San Martín:
Pues creer o reventar,
y bien que todo es lo mismo.
Veinte mil demonios vienen
a echarnos la soga al cuello,
y así es preciso que veamos
nuestro reparo con tiempo.

O’Higgins:
¿Y qué hemos de hacer, mi amigo?

San Martín:
A nuestra trama apelamos,
persigamos la marina
del Rey de España en sus puertos,
y sin desmayar en nada
aflijamos al comercio:
seamos terror en los mares
en uno y otro hemisferio.
Al son de nuestras pesquisas
horroricemos los pueblos;
y sin que nos cueste mucho
la victoria cantaremos.

O’Higgins:
¡Cantar la victoria! ¿Cómo?

San Martín:
¿Cómo mi amigo? ¡Comiendo!
¿Quiere usted saber el cómo?
escúcheme en un momento.

O’Higgins:
Escucharé a V. E.
por alcanzar el remedio.

San Martín:
Director, no hay que temer:
vamos al caso: sentémonos.
La libertad de América soñada
del Plata en las provincias tomó cuerpo,
sosteniéndose a costa de la sangre
de todos sus vecinos y sus pueblos.
El nombre de patriota se ha esmaltado
en todo corazón con tal esmero,
que es indeleble aun en la dura muerte
tanto en los nobles, como en los plebeyos
todos ponen sus bienes y sus vidas
por salir con el logro del intento,
rompiendo la cadena de la Patria
y los infames grillos sacudiendo,
entusiasmados los vivientes todos,
caminan a manera de carneros,
a ser víctimas tristes de la infamia
en las funestas aras de los yerros.
Ellos son los que mueren, Director,
y nosotros nadita que perdemos,
antes ganamos mucho con su muerte,
pues nos apoderamos de los pelos
del joven, del anciano y de todo hombre
bien que sea casado o sea soltero.
Rico nuestro tesoro en nuestras arcas,
si por acaso la nación perdemos
marcharemos al pronto a Filadelfia,
que es madre general de los protervos.
Allá, mi amigo, viviremos juntos,
y de toda quietud disfrutaremos,
sin ver alteración en el reposo
que la suerte prepara a nuestro esmero.

O’Higgins:
¿Y qué haremos para ello, General?

San Martín:
Que vuelva nuestra escuadra a los limeños,
pues sé que al presentarse el gran Cochrane
a la famosa vista de su pueblo
todos han de gritar ¡viva la Patria!
y unida Lima a Chile y los porteños,
no hay nación que nos venza ni sujete
sobre toda la faz del universo.

O’Higgins:
Pero, si Lima acaso se resiste
¿que garante sacamos de este pleito?

San Martín:
El invicto Cochrane ha preparado
del inmortal Congreve el gran cohete,
los chuzos incendiarios que derriten
a los montes, los valles y los cerros.
Si no quieren por bien, será a la fuerza,
el Callao, mi amigo, incendiaremos,
y quemados sus buques todititos
nos apoderaremos de su puerto.

O’Higgins:
¿Y si acaso los cohetes no prendieren
no es bobera gastar tanto dinero?

San Martín:
Vamos a hacer la prueba prontamente
y entonces nuestra armada dispondremos.

O’Higgins:
¿Y quién dice que Lima se halla pronta
a jurar por la Patria y por sus fueros?

San Martín:
El eximio Benito, el gran Bennet,
que estuvo en San Fernando de escuelero
enseñando el inglés a los muchachos.

O’Higgins:
No hay duda, General, testigo bueno,
excelente patriota, sin dudarlo;
todo lo que haya dicho yo lo creo.

San Martín:
Pues no perdamos tiempo, Director.

O’Higgins:
Que se llame a Cochrane en el momento.

San Martín:
¿Y quién le ha de llamar?

O’Higgins:
Sea V. E.

San Martín:
¿Pues yo soy ordenanza, majadero?

O’Higgins:
¿Con que intentamos el salvar la Patria
y entramos en disputas?

San Martín:
Me convenzo;
cuando trato, mi amigo de la Patria
no hago caso de títeres ni pelos;
su sagrada defensa me compele
a ser su General, y a ser ranchero.
Voy a llamarle al punto y sin tardanza...

(Vase).

O’Higgins:
¿Qué patria ni qué embeleco?
¿Qué libertad ni demonios?
Buenos estamos por cierto;
mi patria, mi libertad,
mi fortuna y mi contento,
mis glorias y mis placeres
y cuanto quiere mi pecho,
se cifra en Lady Cochrane,
en Lady, dulce embeleco
de mi alma y de sus potencias,
y de cuanto yo apetezco!
Lady Cochrane, esa ninfa
que del británico suelo
vino a hermosear las riberas
de Chile, mi dulce reino.
Esa diosa sin igual,
en tal situación me ha puesto
y tan confuso en mi mismo,
que yo mismo no me entiendo.
Yo la amo, no hay que dudarlo,
y mi amor es tan ingenuo,
que por solo poseerla
renunciara en el momento
mis haberes, mis honores,
y todo el mando supremo.
Mas ya vuelve San Martín
¿y con quién? con el adverso;
con el enemigo infausto
que disfruta lo que aprecio.

(Salen Cochrane y San Martín).

Cochrane:
Estoy a vuestra obediencia,
grande Director Supremo.

O’Higgins:
Lord honorable, en el día
de la Patria..., los intentos
fundan todas sus proezas
en vuestros conocimientos.
El mocito General
el grande plan me ha propuesto
de destrozar al limeño
invadiéndole sus puertos.

Cochrane:
¡O Director, a la empresa
con todo gusto me ofrezco!
Yo he de conquistar a Lima
sus castillos demoliendo,
sus baluartes arruinando
con mi brazo y con mi esfuerzo.
Si acaso hace resistencia,
la dejaré sin cimientos,
y que sirva de ejemplar
a todo pueblo soberbio,
para que el mundo conozca
que la Patria y su embeleco,
son las dulces atenciones
de Cochrane, gran guerrero.

San Martín:
¡Bravo! bueno mi Almirante.
¡Qué día de tanto contento!
Día de placer sin segundo
cuando se venza al limeño.

Cochrane:
Un Brulot será su ruina
si se opone a mis intentos.

O’Higgins:
Pues al arma, gran Cochrane,
muera el limense soberbio,
y viva la Patria, amigos,
que es nuestro primer anhelo.

Cochrane:
Con los cohetes de Congreve
al Limano venceremos;
Dando cuerpo a nuestro estado
invencibles nos haremos.
En el puerto he de quemar
un bergantín de los nuestros
tan solo con siete cohetes.

San Martín:
A la experiencia marchemos.

Cochrane:
Pues apenas rompa el día
a la prueba me prometo.

San Martín:
Pues vamos a descansar
hasta saludar a Febo...

(Vanse los dos).

O’Higgins:
¡Qué Patria ni qué demonio,
vuelvo a repetir de nuevo!
Mi Patria es Lady Cochrane,
el imán de mi embeleso,
bella antorcha de mi vida,
norte de mis pensamientos.
¿De qué me sirve mandar
de Chile el florido reino,
si a Lady bella y divina
ahora no la poseo?
Fortuna, me has colocado
en el muy supremo puesto,
elévame de mi Lady
al asiento de su pecho.
¡Ay amor, como me oprimes!
¿Pero ha habido algún guerrero
que no haya tenido dama?
¡Ninguno! pues imitemos
de nuestros predecesores
amor, espada y respetos.
¿Cómo fuera yo esta noche
a aquel delicioso puerto
del bello Valparaíso?
Viera a mi Lady, Asmodeo,
tú que eres mi protector
protege mis pensamientos.

(Sale Asmodeo por escotillón).

Asmodeo:
Al escuchar tus voces, Director,
desocupé los senos del Averno,
y vengo a darte auxilio en tus afanes.
Pide: ¿qué quieres? yo soy Asmodeo
el dios de los patriotas; protector
de todo libertino y de sus yerros.
Mi amparo tienes para todo, amigo:
pídeme cuanto intentes, que al momento
serás servido sin excusa alguna.
A tu mandato tienes el infierno,
el se halla agradecido por las almas
que le has sacrificado, por el fuego
de defender constante el patriotismo.
Manda, pues Director, que te obedezco.

O’Higgins:
Amo a Lady Cochrane con toda el alma,
poseer su belleza es mi deseo;
y quisiera esta noche trasladarme
con toda ligereza para el puerto.

Asmodeo:
Pues yo te llevaré, llama al instante
a tu ayuda de cámara diciendo
que para asuntos de la cara Patria
te mudas por la posta para el puerto.
Invisible me haré en esa petaca. (Se mete).

O’Higgins:
Hola:

Perico (Sale):
¿Qué manda el Director Supremo?

O’Higgins:
Voy a Valparaíso para asuntos
que importan al Estado, en el momento:
cuida de este Palacio.

Perico:
En hora buena.

(Vase).

Asmodeo:
Ya se fue tu ayudante, pues marchemos.

O’Higgins:
Vamos a ver a Lady, pues por ella
daré cuanto me pidas, Asmodeo.

Asmodeo:
Acepto la palabra.

O’Higgins:
Pues, al viaje

(vuelan hasta la mitad).

Asmodeo:
Es preciso, mi amigo, que ajustemos
el flete de este viaje.

O’Higgins:
¿Pues, qué quieres?

Asmodeo:
Tu alma: ¿qué he de querer preguntas, necio?

O’Higgins:
Mi alma no te la doy.

Asmodeo:
¿Pues qué me das?

O’Higgins:
La del grande Cochrane sin remedio,
la de Lady su esposa, y de otros muchos
que siguen la doctrina de Lutero.

Asmodeo:
Fírmame la escritura en el instante.

O’Higgins:
No puede ser aquí, pues no hay tintero.

Asmodeo:
¡Ha, de la triste estancia donde habitan
del duro jacobismo los protervos,
traed a esta región papel y tinta,
pues que lo manda el príncipe Asmodeo.

(Un dragón sale del escotillón con papel y recado de escribir y firma O’Higgins).

Asmodeo:
Está bueno...

(Vuelan).

Mutación.

(Salen Lady y Salubria).

Lady:
Ya la noche oscura
su manto tendió,
y el Lord no parece:
¡desgraciado Lord!
Tú que prometiste
dar a la Nación
un grande triunfo.
Volviste, ¡ay Dios!
sin sacar de Lima
ni un solo blasón.
¿Si te hallaras preso
como sucedió
en mi patria, Londres?
¡Triste corazón!
Si veré la escena
del duro rigor
del fatal despojo
e insignias de Lord?
Tirana fortuna,
cómo se trocó
el propicio viento
que un tiempo sopló!
Y cuando pensaba
volver a mi flor,
miro a la desgracia
que es verdugo atroz.
Salió mi Cochrane
con mucho valor,
y sin garantías
acá regresó:
¡Ay Salubria amada!
¿Cómo el Dios de amor,
el grande Cupido
así me burló?
Yo pensé en Bretaña
triunfar con honor
de toda la corte,
pero se frustró
mi dicha, mi gloria,
y todo mi honor.
En tantas fatigas,
tenme compasión,
y lloremos juntas
a mi ausente Lord.

Salubria:
Tu funesto llanto
me causa dolor,
pero sosegaos,
porque viene el Lord.

Lady:
A tus labios bellos
bendígalos Dios.

(Bajan en vuelo O’Higgins y Asmodeo).

Asmodeo:
Por dragón vengo mandado,
junto con el Director,
a verte, Lady Cochrane;
deja el llanto, pues el Lord
apenas la aurora rompa
ha de alumbrar como sol,
siendo honorable Almirante
de la fuerte expedición.

Lady:
¿Quién eres tú, paraninfo?
Asmodeo:
Soy el hijo de Astarot:
Venus bella fue mi madre
y mi abuelo el gran Plutón.
Proserpina mi abuelita.
Caín, mi hermano mayor.

Lady:
Pues toma por las albricias
este tamaño orejón.

Asmodeo:
Mil gracias: lo comeré
con mi amigo el Director.

O’Higgins:
Venga, porque no he cenado
y tengo hambre cual león.

Asmodeo:
Vamos al primer asunto
que es el que protejo yo.

O’Higgins:
Amable Lady, bien sabes
que por el ingenuo amor
que profeso a tu beldad,
en la crítica estación
de salvar la cara Patria,
le he dado el empleo al Lord:
así espero correspondas
a mi amante corazón
dándole alivio en sus penas.

Lady:
Debido me es, Director,
yo os amo, cual fina inglesa
con la más fina atención.

Salubria:
Buenas quedamos, amiga:
¿con que tú quieres a dos?

Lady:
Solo hago yo lo que veo.

Asmodeo:
Esta es la ley de Astarot.

Lady:
A mi Cochrane le aprecio,
pues él por mí se perdió,
y fue despojado en Londres
con infamia de su honor.
Al Director amo fina,
pues a mi esposo elevó
a ser excelso Almirante
contra el Perú y su valor.
Pero ruido de caballos
en la calle siento yo.

Salubria:
El General San Martín
viene allí junto con Lord.

O’Higgins:
Que miedo tengo, Asmodeo.

Asmodeo:
¿Qué miedo si aquí estoy yo?
Marchémonos, pues, abajo
por aqueste escotillón...

(Se hunden).
(Salen San Martín, Cochrane y Bennet).

Cochrane:
Por la posta hemos venido
a la nueva expedición,
que así conviene al Estado.
¿En dónde está el Director?

Lady:
Ahora acaba de salir.

Cochrane:
¡A qué horas aquí llegó?

Salubria:
Cuando la aurora rompía
cintado, amable Milord... (Al oído).

Cochrane:
Importa disimular:
no hay duda que aquí hay traición.

Bennet:
Señores, la brevedad
es el cuidado mayor.

San Martín:
Eso a todos interesa,
mas ya llega el Director.

O’Higgins (Sale):
Yo tomé la delantera
por lograr el galardón
de ser el primero en todo.
Ahora como Director
y que la Patria gobierno,
quiero por mi obligación
saber si Lady Cochrane
acaso es tu esposa o no.

Cochrane:
¿Y qué le importa a la Patria
que sea su esposo yo?

O’Higgins:
¡Que yo lo quiero saber!

Lady:
Señor, yo su esposa soy.

O’Higgins:
La prueba la necesito.

Cochrane:
¿La prueba? Aquí está el bastón,
no quiero ser Almirante
cuando se ultraja a mi amor:
con Milady y con mis cohetes
a Liorna la vuelta doy,
a vivir en gran quietud
sin los riesgos de mi honor.

O´Higgins:
No te embarcarás con ella
porque lo prohíbo yo.

Cochrane:
Bennet, vengan las pistolas,
decidamos la cuestión.

(Sale Asmodeo por escotillón).

Asmodeo:
¿Para qué es precipitarte?

San Martín:
Ciudadanos, el valor
debe lucir por la Patria
y no por simplezas hoy.

Cochrane:
Dice bien el General.

Bennet (Sale):
Las pistolas, mi señor.

Cochrane:
Ya mudé de parecer.

O’Higgins:
Pues lo mismo digo yo.

Cochrane:
¿Con que quedamos en paz?

O’Higgins:
Y amigos de corazón.

Cochrane:
Mis brazos cifren la dicha.

O’Higgins:
El alma ya respondió.

San Martín:
¡Vivan la Patria y sus hijos
que reservan el valor
para solo defenderla!

O’Higgins:
¡Viva el ínclito Milord!

Cochrane:
Al Puerto, a hacer la experiencia
del incendio más atroz
que inventó el grande Congreve.

San Martín:
Suene el parche en la ocasión.

(Vanse todos).
(Descúbrese el puerto en el cual estará el bergantín y otros buques. Tocan marcha y salen Cochrane, Lady, Salubria, San Martín, O’Higgins, Bennet y soldados).

O’Higgins:
Ciudadanos, para Lima
vuelve el ínclito Milord
a conquistar al Perú
incendiando con rigor
aquella escuadra opresora.
Lima levanta la voz
y es necesario auxiliarla,
con el auxilio mejor.

(Dan fuego a los cohetes, incendian el bergantín y concluido dicen)

Voces:
¡Bueno, bueno!

San Martín:
Pues marche la expedición
Hasta que vuelva triunfante
cual noble conquistador;
sujetando con mi escuadra
a la limana región.

(Se embarcan; se abrazan; se hace salva; suena la música y cae el telón).