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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo III. Estado Político de Chile a la Entrada del Señor Presidente don Francisco Antonio García Carrasco. 1808-1809
Texto

1. SÁBESE EN CHILE LA INVASIÓN DE ESPAÑA POR LOS FRANCESES. En grande expectación se hallaban los chilenos con la noticia que se nos comunicó de la entrada en España de los ejércitos franceses a custodiar y defender, según decían, los puertos de la Península; última noticia que recibimos por junio de 1808; y como no era necesario ser grandes políticos para conocer y temer que éste fuese el término y arbitrio fatal de su ruina, todos unánimes esperábamos por momentos el infeliz resultado de estos insidiosos procedimientos de Bonaparte.

En este estado de cosas se nos electrizó y suspendió la agitación de nuestros discursos con el no esperado y efímero suceso de la renuncia del señor Rey don Carlos Cuarto, caída y prisión del infame Ministro Godoy, y la exaltación al trono de nuestro deseado y suspirado Fernando Séptimo, que se recibió a principios de agosto del mismo año.

Calmaron por el pronto nuestras zozobras, y pareció a muchos que amanecía la aurora de nuestra política felicidad con la íntima amistad que afectaba el ambicioso tirano Napoleón y con el nuevo enlace que se nos anunciaba era el objeto de su venida a España.

Por este tiempo ya estaban tiradas algunas líneas en esta capital, dirigidas al pésimo plan de sacudir el yugo de la debida subordinación; y viendo los cavilosos partidarios que la elevación al trono de Fernando Séptimo podía desbaratar sus meditados planes, procuraban levantar y publicar dudas, sobre la licitud y legalidad de la renuncia de Carlos Cuarto, diciendo que ésta había sido sin la suficiente libertad y espontaneidad; pero informado el Gobierno de tan perjudiciales ideas, aceleró la proclamación y jura del nuevo soberano, que tuvo efectos a últimos de agosto de 1808.

2. JURA DE FERNANDO SÉPTIMO. Fue extraordinario el júbilo y alegría de todos los leales y verdaderos vasallos de este reino, que todavía no estaban contaminados con las sediciosas sugestiones de algunos pocos que residían en esta capital y con este nuevo accidente quedaron como sobrecogidos, ocultando, reconcentrando su veneno, para esparcirlo a mejor tiempo y ocasión.

No tardó ésta en ofrecerse, pues sin pasar mucho tiempo se nos comunicó y declaró toda la escandalosa e increíble escena de Bayona, anunciando la renuncia de la corona y prisión o cautiverio  de  Fernando Séptimo, la usurpada  violenta intrusión  de José Bonaparte, y todas las intrigas  y maquinaciones que se pusieron en movimiento para tan inicuos fines.

Concibieron mayor ánimo y mejores esperanzas con este nuevo motivo  los facciosos, y con un tono desvergonzado  y amenazador nos daban en cara a todas luces con la total pérdida de la España y la precisa y meditada independencia de la América, como medio único de su conservación y defensa, a vista decían, de la perfidia y traición con que  los principales mandones Cabarrús, Azanza, O' Farril, Mazarredo, etc., habían adherido al partido francés, y reconocido al intruso Rey José.

En verdad, no podía ni fingirse más lastimoso y deplorable el estado de la Península. Su ocupación casi total por los franceses se nos anunciaba con todos sus pormenores como caso de hecho indubitable. Su indefensión, desamparo y total trastorno; al mismo tiempo que se nos pintaban tal vez con exageración maliciosa las inmensas fuerzas y poder de los ejércitos franceses, apoderados ya y posesionados de las principales fortalezas de España, y aún de la misma corte; todo conspiraba a infundirnos una fatal desesperación.

Mas a pesar de lo dicho, siempre se abrigaban en nuestro leal corazón algunas esperanzas de consuelo, fundadas en la protección del Todopoderoso, que sabe y puede sacar bienes de los males y acostumbra conducir las cosas a sus fines por los medios que a la limitada y ciega inteligencia humana parecen los más opuestos y desproporcionados.

3. LA REACCIÓN DEL PUEBLO ESPAÑOL. EL APOYO INGLÉS. En efecto, no quedaron frustrados nuestros votos y deseos, pues a correo seguido se nos comunicaron la incontrastable fidelidad y amor a sus reyes de la nación española; la general alarma de todas sus provincias, la alianza con la Inglaterra; los triunfos conseguidos por nuestros bisoños ejércitos en Bailén, y en otros puntos; la instalación y reconocimiento de un Gobierno supremo con nombre de Junta Central; noticias que fueron los primeros felices anuncios y consuelos que erigieron nuestro abatido corazón.

Todas las noticias referidas, las habíamos antes recibido por comunicaciones privadas, pero llegaban a nuestros oídos adulteradas y envueltas en mil sofismas, con que las aumentaban, disminuían y alteraban los diferentes afectos y pasiones de los muchos conductos y aduanas por donde debían llegar a una tan dilatada distancia.

4. LAS NOTICIAS ADULTERADAS. Y lo más perjudicial era el vicio original con que muchas venían concebidas desde la misma Península, en la que residían muchos exploradores y espías que obraban acordes con los revolucionarios americanos. Por estos motivos, todo se seducía a controversias, afirmando los muchos facciosos, que el Gobierno de España con el fin de conservar las Américas nos alucinaba con noticias halagüeñas, pero que en la realidad estaba perdida la España, en cuya prueba se citaban papeles privados dispuestos artificiosamente al efecto, remitidos de Buenos Aires, de la misma España; pero que regularmente eran forjados aquí, por los mal intencionados revoltosos.

En estas circunstancias tan críticas, claro está, que nada importaba tanto al Gobierno de Chile como una suma vigilancia y sabia política para conservar el orden y fidelidad del reino que daba manifiestas señales de inminente peligro en los diversos partidos y opiniones que públicamente se ventilaban con indecible acaloramiento y libertad.

5. DESPERTAR ARTIFICIOSO DEL CABILDO SANTIAGUINO. El Cabildo de esta capital, que hasta este tiempo era un cuerpo poco activo y oficioso, y que se puede decir sólo servía  para condecorar las funciones públicas con  su asistencia y administrar remisamente los propios de la ciudad; despertó repentinamente en este tiempo y lo vimos con admiración transfigurarse de un modo tan extraño que al parecer ocultaba un gran misterio. Se  hallaba  esta corporación según hemos dicho, con muy poco influjo en el Gobierno y tan diminuto en sus miembros, que no podía deliberar sus  acuerdos con la autoridad  y  decencia competentes; y para suplir estos defectos suplicó al Gobierno se le concediese facultad y licencia para agregar y asociar nada menos que doce regidores suplentes, eligiéndolos a su arbitrio y voluntad.

Condescendió el Presidente con esta súplica a mi parecer, impolíticamente, y desde entonces se dio principio a las sesiones y cabildos con tal aplicación que no siendo suficientes las diarias, se suplían con las nocturnas, en las cuales eran indecibles la actividad y debates con que discutían y examinaban las materias más arduas del estado y defensa del reino. (Desde esta época se dio principio en esta corporación a disponer el proyecto revolucionario de un nuevo Gobierno, según me informan dos sujetos de toda integridad, ambos regidores y testigos que intervenían a todas las juntas capitulares, y el hecho en que más confirmaron  sus observaciones, fue en el empeño de establecer una amistad y unión de ideas con el Cabildo de Buenos Aires, asunto que propuesto y llevado a votación, salió ésta con iguales votos)[1].

La unión y amistad con el Cabildo de Buenos Aires, que fue la causa principal de la pérdida de este reino, sirvió de asunto incontrovertible en las asambleas nocturnas de aquel tiempo, sostenidas con indecible ardor por la facción más numerosa y ya viciada de este cuerpo y excluida la parte sana y menos poderosa, como arriesgada y expuesta a malas resultas.

Por último, se redujo el asunto a votación, en la que vencidos por el mayor número los defensores del buen orden, se vieron éstos en la precisión de denunciar al Gobierno los insidiosos proyectos de aquel cuerpo, informando que el mejor y más seguro remedio era enervar y disolver aquella corporación, antes que adelantara y perfeccionara sus torcidas ideas. Efectivamente, aplicó el Gobierno este remedio, anulando la concesión que antes había librado para asociar los doce regidores suplentes y quedó el Cabildo disuelto en el pie y casi estado de nulidad en que antes se hallaba, con lo que pareció [se] calmaban los temores y sospechas pasadas.

6. OPERACIONES DEL GOBIERNO EN ESTE TIEMPO. Ínterin sucedían estas cosas se hallaba el nuevo Presidente entregado casi exclusivamente a la dirección y consejos del doctor Martínez de Rozas, que aprovechando la ocasión y tiempo de adelantar sus siniestros proyectos, aplicaba los medios más oportunos a este fin.

Introdujo a la amistad del jefe al Doctor Campos, proponiéndolo como sujeto adecuado para obtener el empleo de asesor, sugiriéndole al mismo tiempo la separación y privación del propietario don Pedro Díaz Valdés, como inepto y poco a propósito para el desempeño de su empleo.

Esta operación, que después de algún tiempo se ejecutó, atrajo al Presidente muchas pesadumbres y disgustos, y lo que es más, el desafecto de grande parte de esta capital, según diremos en su lugar.

No fue tan ruidoso, aunque también desagradable, el nombramiento para Escribano de Cámara de don Juan Francisco Meneses, por privación del propietario don N. N.[2]. Entraba también a la parte de los planes del doctor Martínez de Rozas, la separación del Secretario don Judas Tadeo Reyes, pero no pudo hallar flanco para cohonestarlo en el crédito y arreglada conducta de este empleado, que por el espacio de treinta años ha dado pruebas irrefragables de su talento, fidelidad y constante aplicación al mejor desempeño de su delicado ministerio, comprobadas con el testimonio de seis señores Presidentes que precedieron al señor García Carrasco. Pero ya que no se pudo separarle, procuró Martínez de Rozas infundir alguna desconfianza y sospechas entre el jefe y el secretario, para ocultar a éste algunas ideas a que conocía aquél no prestaría su asenso.

Dispuesto en esta forma el palacio y el despacho, se procedió a reconocer y jurar solemnemente al Supremo Gobierno de la Junta Central, como representativa y depositaria de la soberanía de Fernando Séptimo, durante su ausencia y cautividad.

7. RECONOCIMIENTO DE LA CENTRAL. Esta nueva obligación de fidelidad, asegurada con la religión del juramento, era juzgada de muchos novadores [sic] como pura ceremonia, que nada significaba, siendo ya tal la libertad de los discursos y conversaciones, que no dejaban duda de la maligna fermentación meditada y dispuesta para un trastorno general y subversivo del buen orden.

8. PASQUINES VENIDOS DE BUENOS AIRES. Nada debía ignorar el Gobierno, pues eran continuos y repetidos los avisos, tanto domésticos como extraños que recibía, denunciando los manifiestos indicios del peligro que amenazaba, si no se aplicaban prontos y oportunos remedios. De Buenos Aires, que tenía más adelantados los planes de su infame revolución, no cesaban de llegar anónimos y pasquines sediciosos, dirigidos a introducir el veneno de sus detestables máximas de independencia, y a disponer los ánimos para una general y acorde revolución de todas las provincias americanas. Algunos de estos papeles fueron presentados al Gobierno por los mismos sujetos a quienes se dirigían, según consta de varios documentos que hemos registrado en el archivo del Gobierno, y especialmente los que denunciaron y entregaron don Silvestre Ochagavía, Contador de la Casa de Moneda, y el Oidor doctor M. Irigoyen, en cuya vista avisó este señor Presidente al Virrey de Buenos Aires, incluyéndole los originales para que allí averiguase los autores y procediese contra ellos.

9. ADVERTENCIAS PRECAUTORIAS. Este Cabildo delató también otro venido de aquella ciudad, intitulado: Advertencias precautorias a los habitantes de Chile, en que descubría el plan dispuesto para la revolución y convidaba a este reino a obrar según sus principios, desacreditando y haciendo sospechosos a los superiores y abrazando por motivos y principios generales la defensa de la patria, la fidelidad a Fernando Séptimo, porque suponían imposible su restitución y la conservación de la religión católica.

Estos títulos hipócritas y afectados debían ser los baluartes donde se refugiasen los discursos más libertinos y sediciosos y los puntos de seguridad de los cuales debían descender todas las medidas revolucionarias para eludir de este modo la vigilancia y providencias del Gobierno que no se descuidaba en pesquisar las operaciones de los más sospechosos y capaces de engañar a los incautos; pero mediante las precauciones dichas y otras muchas que tenían tomadas de antemano los principales cabezas del sistema, era materia casi imposible hallar delito en los mayores absurdos y errores que se esparcían públicamente y se cohonestaban con capa de verdadero celo y como ideas útiles y necesarias al mejor servicio del Rey, de la religión y de la patria, y así sucedía con frecuencia que los verdaderos y sencillos defensores y amantes del buen orden, quedaban vencidos y avergonzados todas las veces que intentaban con razones oponerse a desvanecer los sofismas subversivos de los sediciosos, y lo que es más, incurrían en la nota de desleales y enemigos del bien público.

10. MÉTODO TAN ANTIGUO COMO PERVERSO. Este método, tan antiguo como perverso, en la introducción y propagación de cualquier error, aunque la moderna filosofía lo reconoce y adopta como parto nacido nuevamente y dado a luz por sus principales campeones, los espíritus fuertes; pero nadie ignora tuvo su principio con el primer hombre: seréis como dioses y conoceréis el bien y el mal (dijo la serpiente a nuestros primeros ascendientes) si quebrantáis el precepto; en cuyo caso nada menos les ofrece que la semejanza con el mismo Dios, y la adquisición de la perfecta sabiduría; pues como el astuto tentador sabía que el corazón del hombre no puede por su natural rectitud amar y aprobar el mal conocido, lo presentó disfrazado y cubierto con la capa hipócrita del bien; y de aquel maestro y de su doctrina son discípulos todos los que desde entonces hasta el día la practican. Porque, ¿qué otras máximas ostentan y prometen los modernos tentadores o filósofos, qué felicidad, humanidad, libertad, igualdad, filantropía, dignidad de hombre... con otra multitud de epítetos hipócritas y falaces con que disfrazan las amargas píldoras que realmente contiene el devorador veneno de la anarquía, la destrucción y ruina de los mismos hombres?

Tan infeliz doctrina ha mantenido por escuela pública desde la revolución de Francia la desgraciada generación presente, y se ha generalizado en términos de penetrar y establecerse en estos últimos rincones del mundo, porque son tantos los apóstoles y propagadores que llega su número a ser infinito, según el testimonio de la divina sabiduría Stultorum infinitum est numerus, por cuya razón no hay que admirar de la uniformidad con que estos revolucionarios procedían en el establecimiento de sus errores con los que trastornaron el orden en Francia, primeramente, y, sucesivamente, en toda Europa, pues todos bebieron el tósigo de su depravada ciencia en la misma fuente.

Entorpecida de este modo la energía y vigilante celo del Gobierno, se hallaba éste sumamente embarazado en descubrir y conocer los autores de la fermentación revolucionaría a pesar de verla tan pública y adelantada, sin poder discernir la verdad de la falsedad que se revestía con la capa de aquélla.

En este estado no había providencia más natural y segura que reunir, reanimar, toda la autoridad posible en el Gobierno por medio de la idoneidad y unión de los tribunales y corporaciones, ofreciendo protección y amistad a los firmes y fieles vecinos de distinción que con mucha preponderancia componían la parte sana de la capital y del reino, y asegurar la tropa poniendo a su mando oficiales de toda confianza.

11. MEDIDAS PROPUESTAS POR EL AUTOR. El que explica la oportunidad de estas medidas las propuso con todas las energías posibles a dos personajes de íntima confianza y amistad con el jefe para que se las persuadieran como recursos necesarios y a propósito para salvar el estado del reino y se extendió con toda prolijidad en disponer todos los pormenores en que consistían, especialmente fortificando el cerrito de Santa Lucía elevado casi en medio de esta ciudad, que con cuatro cañones de batir y doscientos hombres de guarnición domina y asegura toda la capital.

Por esta ventajosa situación escogió don Pedro de Valdivia este lugar para su fundación, y la repetida experiencia confirmó su acierto, según lo refiere la historia, y el mismo saludable efecto viéramos en el día si se observara dicho plan.

Dichos sujetos, que ambos eran militares, el uno Coronel y el otro Capitán del Cuerpo de Ingenieros[3], reconocieron la justicia y necesidad del proyecto, pero aunque lo propusieron y se ventiló la materia, nunca tuvo efecto, porque el Gobernador, al paso que se necesita de más resolución y actividad, se puso tan indeciso y desconfiado de todos, que no podía discernir los buenos de los malos, y en caso de ejecutar algunas medidas, eran éstas dirigidas por el doctor Martínez de Rozas que siempre las ordenaba al descrédito del Gobierno, que era el fin primero y principal de sus planes.

12. ORIGEN FALSO DEL PARTIDO CARLOTINO. ENVIADO DE LA CARLOTA. En este tiempo llegó al puerto de Valparaíso, y luego a este Gobierno, un enviado de la señora Infanta de España y Princesa del Brasil, doña Carlota Joaquina, conduciendo un Manifiesto‑proclama en que dicha señora exhortaba a conservar este reino fiel subordinado a su legítimo y cautivo soberano el señor don Fernando Séptimo, manifestando al mismo tiempo las razones y peligros que las circunstancias actuales presentaban, cuyo noticia esparcida por el público sirvió de pretexto a los que meditaban la revolución para persuadir a los incautos que el Gobernador trataba de entregar estas posesiones a la Carlota, como heredera inmediata del Rey. La falsedad de estos rumores se demuestra en el contenido de la Proclama que es puntualmente como sigue:

13. INFORME DEL CORREO DE GABINETE. Don Federico Douling, Correo de Gabinete, que fue el enviado, en los días que estuvo en esta capital, reconoció y se informó del estado del Gobierno y de los sujetos más fieles y adheridos a la justa causa, y, regresado al Brasil, dio parte por menor a su señora, de que resultó escribir ésta varias cartas particulares a muchos sujetos de esta ciudad, a saber, al señor Presidente, a los señores oidores de la Real Audiencia, al señor Provisor Eclesiástico don José Santiago Rodríguez, Secretario don Judas Tadeo Reyes, don Pedro Díaz Valdés, y a la Excelentísima viuda del finado Presidente don Luis Muñoz de Guzmán, doña Luisa Esterripa, reduciéndose el general y uniforme contenido de ellas a dar las gracias por sus buenos sentimientos, y exhortándolos a perseverar en igual y constante conducta. El ejemplar siguiente, es el modelo de todas y por este motivo se omiten las demás.

14. REACCION DE LOS NOVADORES CONTRA CARLOTA JOAQUINA. REAL ORDEN DE EXPULSION DE EXTRANJEROS. EL BOSTONES PROCOPIO POLLOCK. PRISION DE DON PEDRO RAMON ARRIAGADA Y FRAY ROSAURO ACUÑA. Estos sencillos oficios, que tanto honor hacen a la Princesa del Brasil, por el interés y amor que manifiesta al Rey su hermano y a la nación española, fueron mirados de los que meditaban revolucionar, como estorbos que retardaban sus intentos y para convertirlos en auxilio de su depravada causa, esparcieron por el pueblo incauto, que el Gobierno trataba de entregar este reino a los portugueses y que para frustrar estas intrigas era preciso remover al Gobernador y a todos los que comunicaban con la Carlota, instalando un nuevo Gobierno, todos de individuos patricios para que defendiesen y conservasen a Chile amenazado, según decían, de este peligro.

Nada había más fácil que convencer la falsedad de esta calumnia, presentando a la vista los únicos escritos que se recibieron del Brasil; pero la malicia de los descontentos apuraba sus recursos diciendo que se ocultaban los reservados relativos a la entrega, y de este modo eludían el convencimiento, con cuyas razones no dejaron de adelantar su partido no sólo entre los que se llaman pueblo, sino también entre los que se tenían por políticos y estadistas. No ignoraba el jefe estos rumores que se publicaban a cara descubierta, pero todo lo disimulaba sin descuidarse en tomar las medidas convenientes al estado tan crítico de las cosas, aunque por su natural irresolución y poco discernimiento de los mejores medios para impedir el daño, no acertaba con el remedio.

Por este tiempo se recibió de la Junta Central una Real Orden relativa a la expulsión de los extranjeros y naturales sospechosos e indiferentes en la justa causa que defendía la nación, ordenando en ella el modo y reglas para proceder, según lo indica el oficio que el Presidente pasó a la Real Audiencia del tenor siguiente:

15. EXPULSION DEL BOSTONES POLLOCK. Estimulado de la suprema autoridad y del conocimiento experimental, velaba el Gobierno sobre la conducta de los más sospechosos y mediante sus proveídos descubrió que un bostonés, Procopio Pollock, divulgaba máximas subversivas del buen orden y propagaba el sistema republicano por lo que se le mandó salir del reino, pero llegado éste a Buenos Aires siguió siempre en sus primeras ideas manteniendo correspondencia con los más afectos de esta capital, lo que sabido por el Presidente avisó al virrey de Buenos Aires para que observase su conducta y lo expeliese de su distrito.

16. CAUSA CONTRA PEDRO RAMON ARRIAGADA Y FRAY ROSAURO ACUÑA. A poco tiempo fueron también [en]causados dos sujetos de Chillán, que por tener más atrevimiento y libertad difundían discursos sediciosos y fueron conducidos a esta capital, para cuyo sumario fue comisionado el señor oidor don Manuel Irigoyen, según consta del oficio siguiente:

La simple lectura del proceso declara con bastante evidencia los proyectos que meditaban y propagaban con tanto descaro los indicados reos, pero el hecho cierto es, que a poco tiempo se hallaban éstos con entera libertad, paseando en esta capital y divulgando con más energía su sistema, porque la continua experiencia no enseña que en reduciéndose la cuestión a papeles y sumaria, no hay delito que aparezca, y antes por el contrario son calificados y asegurados de todo riesgo los delincuentes, con peligro y gravamen de los celosos delatores. El dicho Arriagada es hijo de un mayordomo muy apreciado del suegro del doctor Martínez de Rozas, árbitro del Gobierno, y esto basta para saber que no podía resultar más que persecución a los testigos y delatores.

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Notas

[1]

Feliú Cruz inserta el párrafo encerrado entre paréntesis, copiado de un manuscrito del Archivo Nacional. (N del E). Volver.

[2]

Feliú Cruz aclara que éste era don Antonio Garfías. (N. del E). Volver.

[3]

Según afirma Feliú Cruz en su edición de 1964, estos individuos serían el Coronel Manuel Olaguer Feliú y el Capitán José María de Atero. (N. del E). Volver.