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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo X. El Partido Realista y los Carrera. Vacilaciones del Gobierno
Texto

1. EL VIRREY DEL PERÚ PIDE A LA JUNTA DE GOBIERNO UNA ACLARACIÓN DE SU CONDUCTA POLÍTICA. El Virrey de Lima, como verdadero Argos del Perú, aunque tan ocupado en conservar el orden de su encargada familia a costa de tantas fatigas, no se descuidaba en echar sus miradas sobre Chile; y en esta ocasión remitió un oficio a este Gobierno pidiéndole razón de su conducta que deseaba saber si era conforme a los principios de lealtad y buen orden que había prometido en su acta de instalación y otros manifiestos que había esparcido y dirigido a España; y por último reconviene diciendo que por Real Orden que acaba de recibir, se halla autorizado para velar sobre las operaciones de este reino, las que según fama pública discordaban con la prometida subordinación y fidelidad al Rey.

Publicaban los chilenos como principio sentado que el silencio observado hasta aquí por el Virrey de Lima, nacía de debilidad respecto a hallarse intrincado y rodeado de tantos peligros y dificultades como le rodeaban dentro del recinto de su virreinato.

Tenía un ejército ocupado en sujetar a Quito, otro mayor en el Desaguadero contra Buenos Aires, Santa Fe, Cochabamba y muchos pueblos del interior le distraían con repetidas sublevaciones, observándose al mismo tiempo muchos indicios revolucionarios en la misma capital, y de esta complicación de dificultades deducían la imposibilidad de mezclarse en los disturbios de Chile; pero cuando vieron el tono de entereza y casi conminatorio con que se explica en dicho oficio, percibieron desde luego la tormenta que les amenazaba, y resolvieron desvanecer o retardar el golpe disponiendo una artificiosa, hipócrita y sumisa contestación, que sólo pudiera sorprender y engañar a los remotos moradores del Japón. Mas no al señor Abascal, instruido y noticioso con toda individualidad de todo lo ocurrido en este país.

La ponemos en este lugar para que el lector compare y combine los dichos con los hechos, que auténticos constan de esta historia, y conozca y deteste las artes fraudulentas del engaño, que sabe, si le conviene a su intento, vestir con piel de oveja al lobo carnicero, para sorprender la vigilancia del pastor, doctrina usada desde el principio de los hombres, pero usada con suma destreza por los tiranos de nuestros tiempos y prohijada en estos últimos rincones de la tierra.

2. DOCUMENTOS QUE INTELIGENCIAN EL CASO. El tenor de la contestación que extendió don Manuel Salas, y aprobó el Congreso es como sigue [AQUÍ, en “es como sigue” VÍCULO CON 1], pero antes para su mejor inteligencia copiamos estos documentos:

3. DISCORDIAS Y DIVERSIDAD DE OPINIONES. Como no puede haber paz ni sosiego sin orden y justicia, se observaba en estos días una nueva efervescencia de discordias y diversidad de opiniones en esta capital, esparciéndose tal multitud de pasquines contra el Gobierno y los que lo componían, que fue preciso publicar un bando riguroso, prohibiendo este criminal abuso; pero este remedio era insuficiente para contener un mal, que tenía sus raíces apoyadas en la fuerza de las armas como veremos en el término de pocos días.

4. DESCONTENTO DE LOS HERMANOS CARRERA. Los tres hermanos Carrera, que el 4 de septiembre apoderándose de las armas habían hecho la contrarrevolución y reforma de Gobierno, estaban mal satisfechos del premio recibido por tan distinguido servicio, y por esta causa, o por fines conformes a su ambición, estaban maquinando apoderarse nuevamente del Gobierno, y no fiarlo a desagradecidos, según decían; y para ejecutar más fácilmente la empresa, fingieron que intentaban restablecer el Gobierno antiguo, nombrando por ahora de Presidente interino a su padre don Ignacio Carrera, y llamando luego al nombrado por el Rey que a la sazón era el señor Vigodete[1], residente en Montevideo.

5. EL PARTIDO REALISTA Y LOS CARRERA. Con este artificio se concitó todo el partido realista (por nombre sarraceno), cuyo número y poder sobrepujaba siempre al partido revolucionario del Gobierno, lo cual conocido se reunieron y arrimaron muchos leales, y se presentaron a los Carrera, ofreciéndoles en auxilio sus caudales y personas en defensa de tan buena causa.

6. VACILACIONES DEL GOBIERNO. No se ocultó al Gobierno este proyecto, pero no hallaba fácil remedio estando las armas de parte de los Carrera, y se dijo habían resuelto asesinarlos de que tuvieron indicios vehementes.

En fin, omitiendo mil circunstancias pertenecientes al caso, la noche que precedió al día 14 se convino don Juan José Carrera con el oficial de guardia del Parque de Artillería don Tadeo Quesada, en que sin resistencia sería dueño del Parque, y en esta confianza a las tres de la mañana, vino Carrera con cien granaderos, que sin oposición alguna tomaron posesión de la artillería.

Colocó cuatro cañones en las bocacalles que dan entrada a la plazuela del Parque bien guarnecido de tropa y lo restante del tren condujo prontamente a su cuartel de Granaderos.

Para este tiempo ya estaban sobre las armas los Húsares y Granaderos de que eran jefes los Carrera, y en pocos momentos guarnecieron con partidas y patrullas todos los puntos principales de la ciudad.

Temiendo que Vial con el Cuerpo de Patriotas, el de Asamblea y el de Pardos, les hiciera alguna resistencia, le pasó Carrera un oficio amenazándole que si él o sus soldados intentaban oponerse a sus designios, serían pasados por las armas sin dar cuartel a ninguno, a que contestó Vial, que descuidase por su parte, pues él y todos los suyos no tomarían parte en su empresa.

Ejecutado esto, como, a las 6 de la mañana dirigió otro oficio al Congreso en los términos siguientes:

En la misma hora envió otro al Poder Ejecutivo concebido como sigue:

7. EL PODER EJECUTIVO CONFERENCIA CON EL COMANDANTE DE GRANADEROS, JUAN JOSÉ CARRERA. El Poder Ejecutivo luego que recibió el oficio dispuso que el Presidente y Secretario en diputación pasasen al Cuartel de Granaderos y conferenciasen con su comandante; lo cual ejecutado sin conveniencia alguna dirigió al Congreso el oficio siguiente:

8. DIPUTACIÓN DEL CONGRESO ANTE EL COMANDANTE DE GRANADEROS, JUAN JOSÉ CARRERA. El Congreso, temeroso de las malas resultas que podía causar esta conmoción, ofició a los comandantes de los diferentes cuerpos militares recomendándoles la paz y buen orden con que debían proceder; y para el de Granaderos diputó a don Manuel Salas y a don Juan Egaña, para que mitigasen los ánimos de aquel cuerpo y de su comandante, acordando (si podían) algún pacífico convenio; pero después de larga conferencia sin fruto alguno, regresaron desengañando al Congreso que era preciso condescender en todo lo que Carrera y sus tropas pedían.

En efecto, no quería entrar en composición alguna el comandante Carrera, y viendo que se pasaba el día sin evacuar su solicitud, reiteró al Congreso la instancia que contiene el siguiente oficio:

9. EFECTOS DEL OFICIO. En el instante que se recibió el conminatorio oficio anterior, fue publicado el Bando; y a consecuencia empezaron a concurrir a la plaza multitud de vecinos principales y personas de carácter, que siempre habían huido de estos tumultuosos concursos, movidos de la esperanza ya dicha de que se pensaba restablecer el Gobierno antiguo, y dar fin al sistema revolucionario.

Como a las 5 de la tarde entraron al Cabildo sobre trescientos vecinos de representación; y queriendo levantar la voz una gavilla del populacho acostumbrado a figurar en otras ocasiones fueron luego reprimidos por los sujetos de autoridad, y en particular don Manuel Aldunate les advirtió que en ellos no residía la verdadera representación del pueblo, de que habían abusado hasta aquí, y que debían escucharse el sentimiento y expresiones de las personas de carácter, ilustración y obligaciones, como verdaderamente interesados en el bien público.

Enmudecieron todos en fuerza de estas razones, y por común acuerdo fueron nombrados para personeros o representantes del pueblo: el licenciado don Manuel Rodríguez, doctor don Juan Antonio Carrera, el Capitán de Granaderos don Manuel Araoz, y el de la misma graduación de milicias don José María Guzmán.

En esta forma salió el pueblo presidido y precedido del Cabildo, y se presentó al Congreso, donde los representantes pidieron primeramente la restitución y relevo de todos los que hasta aquí habían sido desterrados a diferentes destinos, y en seguida pidieron el remedio de varios abusos que se experimentaban.

El Congreso, escandalizado de las peticiones de los representantes, percibió luego a qué viento iba la parva, y respondió que dichas solicitudes no podían ser admitidas y apoyadas por el Comandante de Granaderos ni sus tropas, y reclamó de nula la elección que el pueblo había hecho de representantes; y para salir luego de zozobras, envió prontamente una diputación al Comandante de Granaderos, avisándole de cuanto pasaba, y advirtiéndole que el sistema de la patria peligraba si no lo defendía con el amparo de las armas.

A esta sazón se hallaba de guardia a la puerta del Congreso el Capitán don José Santiago Muñoz con su compañía de Granaderos, y viendo el concurso de realistas que componían el pueblo, levantó la voz y les' dijo:

¡En vano pretende el sarracenismo levantar bandera! ¡Sólo podrán conseguirlo cuando no quede un solo Granadero!

Y diciendo esto formó su compañía en batalla amenazando con las armas.

Hecho esto destacó también un enviado que diese parte a su Comandante del estado presente, avisándole al mismo tiempo del peligro en que se hallaba el sistema revolucionario.

En vista de estos avisos determinó el Comandante dirigirse a la Plaza con su Batallón, lo cual verificado, se presentó ante el Congreso, y le ratificó que él y sus tropas no intentaban otra cosa, que sostener el sistema de la Patria.

Esta declaración, al mismo tiempo que aniquiló y sepultó las esperanzas de los buenos, erigió el espíritu desmayado del Congreso y el de sus partidarios; que después de invertir en varios debates y disputas hasta las 9 de la noche, se suspendió toda discusión y se transfirió toda resolución para el siguiente día.

Esta suspensión, y la mudanza de ánimo en Carrera, fijó la mala suerte del reino, y al instante percibimos todos la temeridad de nuestra buena esperanza y el engaño que con ella habíamos padecido, bien que yo nunca consentí en bondad alguna.

En efecto, esta noche se empleó toda en juntas y discusiones para consolidar más y más el sistema, conciliándose los facciosos la voluntad de los Carrera, y combinando ideas y planes para sostener y adelantar la obra de la independencia amenazada con esta contrarrevolución.

La ciudad por esta noche representó el caso de hallarse estrechamente sitiada de un ejército de 100.000 hombres[2], porque toda la tropa estuvo sobre las armas repartida en cien puntos, rondas, patrullas y partidas, centinelas avanzadas, conducción de cañones a varias partes, en fin, un continuo movimiento y estrépito marcial indicaba un peligro y ofrecía un terror que tenía en suma expectación a todo el pueblo.

Amaneció el deseado día 16, y a las 7 de la mañana se publicó el siguiente Bando:

10. ELECCIONES DE DIPUTADOS POR EL PUEBLO. RENUNCIA DE LA JUNTA. No puede ser explicada con más exactitud la realidad de estos hechos, pues el oficial don F. Palacios y el patriota don F. Salamanca en la bocacalle del Palacio, en la de la condesa, el oficial don F. de tal, y el patriota don José María Álamos en la cárcel el oficial don F. de la Cuadra, y el patriota don Juan Crisóstomo de Álamos, sólo dieron franca entrada a las personas de las calidades que nota el pasquín.

Reunido el calificado pueblo en número de más de trescientas personas en el patio y piezas del Cabildo, padeció otro nuevo escrutinio a petición del insigne patriota don Nicolás Matorras, quien exclamó diciendo que se registrase y expeliese del concurso si se hallaba algún sarraceno.

Practicada esta diligencia se procedió a la elección de diputados del pueblo y en su virtud fueron nombrados: Don Antonio Hermida, don José Manuel Astorga, don Anselmo Cruz, Padre dominico fray Domingo Jara, de famoso papel en la revolución.

En este punto entraron en la asamblea don Agustín Vial y don José Gregorio Argomedo, Secretario el primero y Asesor el segundo del Poder Ejecutivo, quienes obtenida venia para ser oídos, leyeron en alta voz el oficio siguiente, que el Congreso después de visto lo remitió al pueblo:

11. DESALIENTO DE LOS REALISTAS. La simple lectura del referido Bando presenta con claridad la repulsión total de los buenos vecinos con sola la cláusula de ser admitidos a representar al pueblo los de notorio patriotismo que es decir, los revolucionarios, y mucho más destinar al Ayuntamiento para calificador de esta ciudad.

El Cabildo desempeñó perfectamente la comisión, destinando a cada una de las bocacalles que dan entrada a la plaza, una fuerte guardia presidida de un oficial y un patriota con orden rigurosa de impedir entrada a todo sujeto aun remotamente sospechoso de adhesión al buen orden, quiero decir realistas, y sólo permitir el paso a los sediciosos.

Por contener con más puntualidad todo lo dicho, estamparé en este lugar el pasquín que esta mañana apareció en las esquinas, que compuso su autor, noticioso de lo que se había resuelto aquella noche en el complot celebrado en casa del ex mercedario Larraín.

12. SATISFACCIÓN DE LA JUNTA. Después de leído el anterior, arengaron al pueblo uno y otro funcionario, manifestando la pronta disposición en que se hallaba el tribunal para dar cuenta de su fiel y justo Gobierno, y que si alguno tenía o quería presentar queja de su conducta, lo hiciese en el acto para darle pronta satisfacción; pero observando todos el más profundo silencio, instaron nuevamente y provocaron al pueblo; hasta que fastidiados los oyentes respondieron algunos que el Tribunal se había comportado bien, pero que ya era suficiente el tiempo que había gobernado, y querían por esta razón mudar otro.

Entonces, para dar alguna satisfacción y librarse de más requerimientos, extendió el Cabildo con el pueblo la siguiente acta con que fueron despachados los comisionados.

13. LA NUEVA JUNTA. DESTIERROS. INCIDENTES. A continuación se dio principio al nombramiento del nuevo Poder Ejecutivo y resultaron electos: don Juan Martínez de Rozas, por lo perteneciente a las Provincias del Sur u Obispado de Concepción; don José Miguel Carrera, por lo tocante al centro, y don José Gaspar Marín, por las Provincias del Norte.

Se trató de poner sustituto en lugar de Rozas que se hallaba ausente, y fue propuesto su hermano político don Antonio Mendiburu, pero el pueblo lo repugnó diciendo que era muy borrico (pues entre tantas falsedades, tal vez se resbala alguna verdad) y se eligió a don Bernardo O'Higgins.

Con esta elección quedó el reino sujeto al régimen (por no decir antojo) de tres jóvenes, que ninguno excedía de 32 años, y de tales calidades que... después se ventilaron varios asuntos que explicará la [el] acta que abajo pondremos, pero no debe omitirse la gran lista de proscritos que sacó el inicuo Escribano Torres, pidiendo por el pronto el destierro de más de ciento veinticinco sujetos contenidos en ella; a cuya propuesta, observando el silencio y aprobación del pueblo, levantó la voz el cura Cañas diciendo: ¿que cómo se castigaban de este modo a tantos ilustres y honrados vecinos, sin probarles delito ni darles defensa?

Apenas pronunció estas palabras cuando gritaron una porción de mozuelos:

-¡Echen fuera ese clérigo!

Y se hubiera ejecutado, si don Agustín Gana, concurrente, no hubiese levantado la voz y un palo que tenía en la mano, y en tono de amenazas sostuvo la propuesta del cura Cañas.

Animados del valor de Gana, se declararon por la misma causa el presbítero Godomar y don Luis Mata, esforzando su energía en probar la injusticia y malas resultas de tal procedimiento, con lo que consiguieron acallar a sus opositores.

Dicha lista aseguró don Agustín Alcérreca ante el Congreso al día siguiente ser compuesta por don Manuel Salas, don Nicolás Matorras y don Antonio Hermida.

Acallados en esta parte los inicuos perseguidores de los buenos, prosiguieron pidiendo grande y ejemplar castigo para los que en el día anterior habían tenido el atrevimiento de solicitar la reposición del orden y Gobierno antiguos, y especialmente los que más se distinguieron: don Fernando Cañol, don Manuel y don Tadeo Fierro, don Rafael Garfias y don Manuel Talavera.

No obstante ser notoriamente falso el hecho, pues aunque es cierto que lo desearon, pero no dio ocasión la fuerza de las bayonetas con que Muñoz los amenazó. Se dieron también muchos otros nombres.

Por último, el total resultado de lo que se trató en la reunión o Cabildo abierto, se contiene en el escrito que con nombre de Peticiones del Pueblo, se dirigió al Comandante de Granaderos don Juan José Carrera, para su aprobación, y es a la letra como sigue:

14. CORRESPONDENCIA DEL CABILDO, DE LA JUNTA Y DEL CONGRESO CON LOS COMANDANTES MILITARES DE GRANADEROS, DRAGONES, ARTILLERÍA Y ASAMBLEA.

15. OBSERVACIONES DEL CUERPO DE ARTILLERÍA. Las mismas peticiones del pueblo y para un mismo fin se pasaron a don Luis Carrera y al cuerpo de artillería, en donde también recibieron sus modificaciones, y ampliaciones, según lo demuestra el siguiente oficio:

16. RECIBIMIENTO DEL MANDO DEL NUEVO GOBIERNO. ULTRAJE Y VILIPENDIO DEL CONGRESO. PRISIONES Y DESTIERROS. Presentadas al Congreso las peticiones populares con los anteriores escritos de las tropas, se ventilaron todos sus contenidos en una discusión, que duró hasta las 9 de la noche y acordado el puntual cumplimiento de todo, se anunció al público este feliz suceso con un general repique de campanas.

El 17 de noviembre, se recibieron del mando los nuevos vocales de la Junta y desde este punto quedaron ya libres los serenísimos del Congreso que con ultraje y vilipendio de su alta representación y soberanía sufrieron el arresto de dos días rodeados de bayonetas, desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche, con prohibición de moverse de la sala sin orden expresa del interino comandante de Granaderos.

¡Que pasajes estos tan propios para ser ridiculizados por el satírico y festivo ingenio de un Padre Isla!

Pero aunque a mí no me fuera extraño este estilo, debería impedírmelo el dolor de las fatales resultas de estas contrarrevoluciones.

Desde el día siguiente empezaron a ejecutarse las prisiones, destierros, privaciones de empleos y demás novedades indicadas en los descabellados acuerdos de los días anteriores, presentando la ciudad un objeto lastimoso, de innumerables familias que quedaban en la última miseria y desamparo, privadas de sus padres, maridos, hermanos, y de la necesaria subsistencia y para mayor desconsuelo y sentimiento, ver el regocijo y celebración extraordinaria con que todo se aplaudía, publicando la felicidad y ventajas de la patria, cerrando los ojos y los oídos al clamor y remedio de tantos miserables.

Este es el infalible y necesario fruto del Árbol de la Independencia y Libertad, que no dudo ser vástago y brote del manzano del Paraíso, por la semejanza de las penas y maldiciones que ambos nos han acarreado.

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Notas

[1] Gaspar de Vigodet. (N. del E). Volver
[2] La cifra es, a todas luces, exagerada. (N. del E). Volver