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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo XIII. Carrera Árbitro de la Suerte del Infeliz Reino de Chile
Texto

1. CARERA ÁRBITRO DE LA SUERTE DEL INFELIZ REINO DE CHILE. Ya tenemos en la palestra libre y absoluto al insigne don José Miguel Carrera, árbitro de la suerte del infeliz Reino de Chile. Aunque asociado por los dos vocales, Prado y Portales, era de tan poca importancia su sociedad, que no tenían la menor parte en las providencias gubernativas y sólo servían de forzados testigos y aprobantes de cuanto disponía el primero, obligándolos con amenazas y vituperios a suscribir sus nombres y autorizar sus disposiciones, forjadas y dirigidas por su primer ministro Mr. Brefon.

Este satélite, como más impuesto en el arte pernicioso de conducir a su fin la Independencia, juzgó que ya era tiempo de proponerla y asegurarla bajo una Constitución, y desde luego la formaron a su gusto, dándola a reconocer con obligación de aprobarlas a los sujetos que expresa el oficio siguiente.

2. RETÁRDASE EL ESTUDIO DE LA CONSTITUCIÓN. CARRERA OBSERVA LA CONDUCTA DEL GOBIERNO DE CONCEPCIÓN. RESULTADOS. Quedó suspensa la resolución de esta materia por algún tiempo, y se aplicó Carrera en el ínterin a observar la conducta del Gobierno de Concepción, que no dejaba de darle bastante cuidado, pues le habían hecho bastante impresión las instigaciones de Martínez de Rozas, con que le había procurado infundir las sospechas que ya dijimos[1].

Para esta observación comisionó a su confidente el Sargento Mayor de la Guardia Nacional, don Juan Antonio Muñoz, el cual pasó a aquella ciudad con plenos poderes, aparentando que su comisión se reducía a consolidar la unión de las dos provincias, y a solemnizar la celebración del aniversario en memoria de la feliz revolución chilena, que debía verificarse el 18 de septiembre próximo.

Las resultas de esta comisión y el escandaloso desorden que Muñoz introdujo en Concepción, están bien explicadas, aunque brevemente, en la sabia Pastoral que el ilustrísimo Obispo de aquella diócesis, como testigo de vistas, publicó el año de 14, terminando por último en la disolución de aquel Consejo de Guerra y confiando todo el gobierno a su Presidente don Pedro José Benavente, cuyo modo de pensar era más conforme a los deseos de Carrera.

3. ANIVERSARIO DEL 18 DE SEPTIEMBRE. Aproximábase el fatal día aniversario, que aunque debía ser el 18 de septiembre, se prorrogó hasta el 30 del mismo, por no estar completos los preparativos suntuosos que se disponían; pero desde aquél se empezaron a distribuir las esquelas de convite, cuyo contexto era el siguiente:

"El Gobierno que va a solemnizar el aniversario de su instalación, y la feliz reunión de las provincias el 30 del corriente, espera a V. para que lo acompañe por la mañana al Te Deum en la catedral, y a la noche, en la Casa de Moneda, donde debe el digno vecindario chileno sensibilizar sus transportes por la libertad de la patria”.

Distribuyéronse más de seiscientos de estos papeles impresos a igual número de personas principales de ambos sexos; y viéndose excluidas de asistir las plebeyas de poco honor y mala fama, recomendaron su causa a varios oficiales de su adhesión y confianza, los que empeñados en darles gusto, procuraron arrebatar algunos papeles de convite y suscribieron en ellos los nombres de muchas de las cualidades dichas.

Con la noticia de este hecho se incomodaron las señoras chilenas, y mirándose desairadas con tal vil compañía, dieron su queja al Gobierno, que desde luego les dio satisfacción y remedió el desorden.

Este pequeño accidente desanimó algún tanto los deseos de asistir en los convidados, pero mucho más los retrajo el temor de sus resultas que amenazaban la diferencia entre los dos hermanos Carrera, don Juan José y don José Miguel.

4. CULMINACIÓN DE LAS DIFERENCIAS ENTRE JUAN JOSÉ Y JOSÉ MIGUEL CARRERA. Llegó ésta en aquellos días al más alto grado, siendo la opinión común que no se terminaría sino con las armas. Muchas diligencias había practicado el padre de ambos para componerlos aunque en vano.

El 8 de septiembre resolvió renunciar la junta de Gobierno como textualmente puede leerse en este documento.

5. ESFUERZOS DE CONCORDIA DEL PADRE DE LOS CARRERA. Por último, el 26 de septiembre, los convidó a sus hijos a comer en su mesa don Ignacio de la Carrera, con cuya ocasión les propuso cuantas razones y arbitrios le pudieron sugerir la prudencia y el amor paternal.

Allí expuso don Juan José (que era hermano mayor) las causas de su discordia, diciendo que su hermano prodigaba y dilapidaba el tesoro público con injusticia, invirtiendo grandes sumas en vestuario, monturas, etc., para el cuerpo de la Guardia Nacional, de la que era jefe, al mismo tiempo que a su cuerpo de Granaderos no se le suministraba ni aun lo necesario; que ésta y todas sus resoluciones las tomaba por consejo y dirección del Cónsul americano y del Doctor Vera, Diputado de Buenos Aires. Y por último, que tenía dispuesto proclamar la Independencia a que él y todos sus allegados aspiraban.

Entre éstas y otras razones se acaloró tanto la disputa, que sin atención a los respetos debidos a su padre faltó poco para llegar a las manos, y desesperando éste de conciliarlos, determinó retirarse de ellos y de la ciudad, lo que verificó aquella misma tarde, marchando triste y pesaroso a su hacienda de campo.

No debo pasar en silencio una anécdota que ha llegado a mi noticia por el conducto de personas fidedignas, asegurándome que el referido don Juan José Carrera escribió al Virrey de Lima, exhortándolo a que formase una expedición para sujetar al revolucionado reino, dándole ideas del modo más fácil de ejecutarlo y noticiándole las fuerzas y recursos que aquí existían; suceso que si es verdadero, parece verosímil acaeciese en este tiempo y ocasión.

6. CONMEMORACIÓN DEL 18 DE SEPTIEMBRE. LAS ALEGORÍAS A LA INDEPENDENCIA. A pesar de todos estos desabrimientos, prosiguió don José Miguel en sus ruidosos preparativos para la celebración del día 30, Mandó al pueblo iluminaciones generales los tres días anteriores, reservando para el tercero la más ostentosa y lucida, especialmente en la magnífica Casa de Moneda.

Llegó el esperado día 30 y al amanecer con salva de 31 cañonazos se fijó la bandera tricolor, y se dejaron ver desde luego los muchos preparativos y brillanteces que decoraban el suntuoso edificio en donde se debía solemnizar.

En lo más elevado de la portada principal, se miraba figurado un alto monte, o cordillera, sobre cuya eminencia aparecían muchos rayos de luz, con una inscripción en la parte superior, que decía: Aurora libertatis chilensis, y en la parte inferior, la siguiente: Umbre et nocti, lux et libertas succedunt.

Al pie de este lienzo estaba colocado otro de figura ovalada, cuyo centro ocupaba un grande escudo, y en él se veía retratada una robusta columna, en cuya cúspide aparecía un globo, y en su cumbre una lanza y una palma cruzadas.

Sobre todo esto se descubría una radiante estrella encumbrada con alguna distancia. A la siniestra de la columna estaba un gallardo joven vestido de indio, y a la diestra una hermosa mujer con el mismo traje.

La inscripción superior decía: Post tenebras lux; y la inferior: Aut consilliis aut ense.

Ambos lienzos estaban interior y exteriormente graciosamente iluminados para que desde lejos pudieran ser vistas y notadas claramente todas sus particularidades, y con mayor cuidado el nuevo y característico escudo adoptado en la reciente república chilena.

Se hallaba también colocada a cierta distancia sobre la derecha la bandera, o pabellón tricolor, teniendo en el centro el escudo ya explicado.

Todo el frontis del suntuoso edificio, y los dos principales patios interiores, fueron iluminados con más de ocho mil luces, y con estos guardaban correspondencia y simetría los que se hallaban a la parte exterior del frente.

En los dos extremos de la plazuela que da entrada a la Casa de Moneda, se hallaban erigidos dos arcos triunfales de cuatro caras, con sus respectivas cornisas y coronaciones, de las que pendían muchas tarjetas con ingeniosas décimas y poesías alusivas, todas al grande objeto de la independencia y libertad. Muchas de éstas corren impresas en las Auroras, y una que estaba más patente me acuerdo que decía: Desiderium libertatis omnibus insitum est.

Y otra que estaba al frente tenía escrito: Salus populi suprema lex est.

En el segundo patio interior, en donde se halla una primorosa ventana con el escudo de armas del Rey, todo de fierro, se pusieron muchas luces a la espalda, y para impedir la vista del escudo que ocupaba el centro, lo cubrieron con hojas de lata por detrás, de suerte que con la luz que resultaba por la circunferencia aparecía una grande oscuridad en el escudo muy semejante a un eclipse total del sol, significando con esto el ocaso y fin de la monarquía real.

Las piezas destinadas para los convidados fueron tres salones espaciosos: el primero, de 45 varas de longitud, para el baile; estaba adornado con muchas y ricas arañas y cornucopias de plata, en las que lucían 400 luces.

En el segundo, de 26 varas, adornado igualmente que el anterior y dispuesto para el ramillete, estaba colocada una gran mesa en figura de medialuna compuesta con exquisito gusto, imitando flores, prados y fuentes, y otras varias figuras con delicados cristales y finas lozas, ocupadas con muchas especies de dulces, resolis, vinos, helados, frutas, etc.

Últimamente, el tercero, de 27 varas, dedicado para la cena, no cedía en hermosura a los otros dos. En éste se veía la espléndida mesa dispuesta con mucho artificio, compuesta por cuatro medias lunas que reunidas hacia el centro formaban una bella perspectiva; y en ella se sirvieron, según me aseguran, más de doscientas cincuenta fuentes de delicadas viandas.

En el baile, que empezó desde las ocho por una general contradanza, brillaban las damas chilenas, y se robaban la atención de los asistentes con lo rico y agraciado de sus adornos.

Pero en especial se llevaban la admiración dos de ellas, que para realzar sobre todas su patriotismo, asistieron vestidas con trajes de indias bárbaras, y es digno de advertirse que la una era natural de la corte de Madrid, y había sido dama de la Reina (madama Samaniego), y la otra era esposa de un madrileño, sin cuya anuencia parece no debía proceder de este modo.

Doña Javiera Carrera, hermana de nuestros corifeos, se presentó ricamente vestida. Llevaba en la cabeza una guirnalda de perlas y diamantes, de la cual pendía una corona vuelta al revés en señal de vencimiento.

Don José Miguel y don Luis, sus hermanos, llevaban también la misma corona. Aquél en el sombrero y éste en la gorra, y sobre ella una espada en ademán de partirla, y un fusil en actitud de darle fuego.

Todas estas alusiones no necesitan explicación, y porque las cosas son más elocuentes que las palabras he difundido de propósito en los que parecen frívolos pormenores.

Duró esta diversión hasta las seis de la mañana, y no correspondió el concurso a la expectativa, pues no asistieron más que sesenta y una señoras y doscientos hombres, por el motivo que dejamos insinuado del temor de la disensión de los Carrera.

7. SERMÓN EN LA CATEDRAL. En la Catedral, predicó Fray Ventura Silva, agustino, y empleó su discurso en comparar la esclavitud americana con la del pueblo israelítico en Egipto, bajo el imperio de Faraón, fomentando el odio más horroroso a nuestros reyes, y el amor más heroico a la libertad e independencia. En la Aurora, número 34, del 19 de octubre, se dio noticia al público de la celebridad dicha en la forma siguiente:

No parece pueden hallarse términos más expresivos en obras y palabras, para dar a conocer el exaltado entusiasmo de la revolución chilena.

Aunque esto debe entenderse con los que han de leer este escrito sin la molestia de haberla presenciado y sufrido sus destemplados síntomas, por instantes éstas tomaban tal incremento, que no prometían la más remota esperanza de remedio.

8. EL ESTANDARTE TRICOLOR. Enarbolado ya desde el 30, el estandarte tricolor de la libertad y condecorados todos los habitantes con el distintivo, escarapela de los mismos colores, era sumo el anhelo de todos los estados en figurarse libres siquiera en el hábito. Los individuos del otro sexo emulaban a los hombres, y adoptaron con su natural movilidad la ostentación del emblema de tal modo que todo su vestido y adorno debían constar del tricolor, sin omitirlo en las decoraciones de los edificios públicos, y privados.

9. LA CONSTITUCIÓN. Sólo faltaba para consumar la obra de la independencia una Constitución, que fijase los diferentes desvaríos de la anarquía, en que nos hallábamos, en cuyo deseo estaban todos acordes, aun los mismos realistas por salir de un estado de tanta confusión y de tanta incertidumbre, y arbitrariedad, sin haber un solo día que fuese semejante a otro, ni saber si éramos moros o cristianos, subordinados, o independientes, y sólo experimentábamos la independencia de tantos tiranos cuantos eran los insurgentes.

10. LA TIRANÍA EN MOVIMIENTO. No puede caber en la brevedad de estos comentarios el furioso cúmulo de agresiones violentas, prisiones, destierros, robos, ultrajes y toda clase de desórdenes en la capital, y en todas las provincias y lugares del reino, ejecutadas por los comisionados y empleados del Gobierno, que eran infinitos con tantas juntas como partidos, obrando todos impunes, aun contra los fines de sus comisiones y facultades, y lo más sin noticia de los que gobernaban, pues como todo el furor se dirigió contra los fieles vasallos, y éstos sumamente abatidos carecían de valor y voz para quejarse, ni esperar la menor protección, sufrían en silencio lo que veían no tener remedio.

La persecución como un caudaloso torrente envolvía en su arrebatado curso toda clase de gentes.

Los sacerdotes amarrados de pies y manos, eran conducidos a las cárceles, y a varios puntos por infames manos, sin más causa que decir eran sarracenos, o antirrevolucionarios.

Los títulos, los antiguos empleados, los militares de alta graduación y también muchos revolucionarios de los partidos opuestos, servían todos los días de objeto de compasión y lágrimas a los buenos, y de complacencia a los insurgentes.

11. CONDESCENDENCIAS DEL GOBIERNO. No podía ignorar el Gobierno totalmente tanto desorden, pero adoptado el sistema popular se veía obligado a condescender con todos, bajo la pena de que congregándose veinte o treinta atolondrados, se presentaban ante las puertas del despacho, y empezaban a gritar: el Soberano pueblo pide la privación o destierro de tales y tal clases de personas; escena que se presentaba frecuentemente, sin que se pudiera evitar ni oponerse a cuanto pedían.

En este privilegio del pueblo decían se salvaba y consistía el goce de la libertad, supuesto que en él residía la soberanía, y por consiguiente la voluntad del pueblo era irresistible y absoluta en todas materias.

En la publicación de toda clase de escritos correspondía esta misma libertad, y eran tan insultantes y sediciosos los que diariamente se daban a luz en la Aurora, que avergonzado el mismo Gobierno, quiso (aunque nunca se vio enmienda) poner remedio a esté exceso, según consta del oficio siguiente, publicado en la Aurora de Chile, número 36.

12. LOS RESULTADOS DE LA SABIDURÍA DEL PUEBLO. Si en el pueblo residiera la sabiduría, el buen juicio y la virtud, desde luego debíamos defender que la voluntad y libertad de ésta era la regla del acierto; pero ¿quién ignora que el número de los necios es infinito y que éstos son dominados por las pasiones viciosas, más execrables, injustas y perversas? Todas las asambleas o juntas populares, que por este tiempo se reunían en esta capital, y en los diferentes partidos y villas de Chile, se componían de la gente más soez y viciosa de dichos lugares, y aunque es preciso confesar que no faltaban algunas personas pertenecientes a más altas clases; pero este mismo hecho es la demostración más clara de lo dicho; pues allí se veían los individuos relajados del estado eclesiástico, los nobles de conducta más escandalosa, y los letrados libertinos y venales que siempre fueron tenidos por indignos de pertenecer a tales estados.

Ningún hombre de honor, padre de familia, arreglado; eclesiástico de conducta, ni comerciante de mediano crédito, se presentaba ante tan infames catervas; y éstos eran los que representaban la soberanía, los que dictaban las leyes, y los que daban el tono al Gobierno.

Y este era el régimen y estado en que decían consistir la libertad, la independencia y la felicidad de Chile.

¡Miserables los hombres cuando se apartan de la razón y la justicia!

Todo lo truecan. ¡A la tiránica esclavitud de la anarquía llaman independencia y felicidad! A la discordia, paz; al desorden, libertad; a la insensatez, juicio; vicio a la virtud, y bien al mal.

13. ARRESTO DE VECINOS EUROPEOS REALISTAS. Entre las cotidianas experiencias de estas verdades ocurrió una más notable en estos días. Viéronse al anochecer concurrir muchas tropas a la plaza, ocupar varios puntos principales, y luego se destacaron diferentes partidas a sorprender y arrestar gran número de vecinos principales, casi todos europeos.

14. DESCUBRIMIENTO DE UNA CONSPIRACIÓN FALSA. Causó mucha novedad y sentimiento este suceso y al punto se divulgó que se había descubierto una gran conjuración contra el Estado, fraguada por treinta y cinco sujetos principales, los mismos que acababan de ser hechos reos.

Efectivamente, así aparecía por un escrito anónimo que se presentó al Gobierno, acompañando el plan de la conjuración y la lista de los conjurados, con siete firmas de los mismos, tan perfectamente imitadas, que llamados en particular cada uno al reconocimiento de ellas, confesaron ser suyas, hasta que oyendo el contenido del escrito que las precedía, negaron todo el hecho.

Mucho hubieran padecido los inocentes reos si la malicia no hubiera cegado a los falsos delatores, pero el mismo delito les oscureció la razón, para dejar puerta a la verdad.

El hecho fue que el escrito con que los supuestos conjurados se obligaban mutuamente a efectuar la conjuración y concurrir con cuantiosas sumas de dinero para pagar tropas, estaba firmado el 3 de agosto, día en que don Felipe del Castillo Albo, uno de los treinta y cinco conjurados y firmados, se hallaba navegando de Lima para Chile, distante más de ciento cincuenta leguas de Valparaíso, cuyo dato tan notorio como fácil de probar desengañó a los jueces, y fueron absueltos los reos y puestos en libertad, publicándose en la Aurora su inocencia y dándole satisfacción.

Obró el Gobierno justamente al parecer. Pero no cumplió con toda la justicia, pues los falsos delatores permanecieron impunes, no obstante que la voz pública aseguraba ser conocidos; pero el nombre impropio de patriotas les servía de segura salvaguardia para todo.

15. OTRA VEZ LA CONSTITUCIÓN PREOCUPA AL GOBIERNO. No era este el mayor negocio que ocupaba las atenciones del Gobierno en este tiempo; pero sí lo era el establecimiento de la nueva Constitución del Estado, que debía regir ínterin le sucediera otra más extensa y formada con mejores conocimientos y madurez.

Para adquirir este reglamento fuerza de ley constitucional, se expuso a la general sanción en una de las salas del Consulado adonde concurría toda clase de vecinos y suscribían sus nombres sin ser preguntados de su voluntad o calificación, pues no se les concedía otra facultad que firmar, sin oponer reparo alguno. El tenor de dicho escrito es el que sigue:

16. MÉTODOS EMPLEADOS EN LA SUSCRIPCIÓN DEL REGLAMENTO. Los individuos que dudaban o deseaban instruirse sobre el famoso Reglamento Constitucional y por esto solicitaban alguna información, eran vapuleados por los jóvenes que seguían a los Carrera, jóvenes desaforados, de malos antecedentes y de la peor conducta, los cuales hacían coro al Gobierno. El Cabildo se quejó de tales atropellos, por lo que se hizo con don Nicolás Matorras, Ramón Mariano de Arís, uno de los jóvenes Gameros, por no haber suscrito la Constitución. Acosado el Gobierno por las protestas de los buenos vecinos, entre los cuales se contaban muchos del sistema imperante, se vio obligado a tirar un Bando o Decreto del tenor siguiente:

17. DIFICULTADES OPUESTAS POR EL OBISPO DE CONCEPCIÓN A LA FIRMA DEL REGLAMENTO. OBSERVACIONES HECHAS. El reglamento fue remitido a la Concepción, capital de aquella provincia, y presentado a su Gobernador Intendente y al Ilustrísimo Obispo de aquella diócesis, suplicándoles el Gobierno lo aceptasen, y firmasen conforme se había ejecutado en la capital. Pero dichos señores sólo pusieron sus firmas salvando las dificultades que les ocurrieron con algunas notas.

El primero explicó dos artículos relativos a conservar la correspondiente representación de su provincia; y el Ilustrísimo Obispo, protestó explicando el quinto artículo de la Constitución, que debía entenderse sin perjuicio de la jurisdicción y facultades del romano Pontífice, cabeza de la Iglesia universal, quien libremente debía comunicar y ser comunicado de sus fieles.

Debe advertirse para la mejor inteligencia que la Constitución manuscrita que se presentó en Concepción para ser firmada, decía en su primer artículo: La Religión Católica, Apostólica Romana, es y será siempre la de Chile, y sin saber por qué motivo pudo ocurrir en tan pocos días el 3 de noviembre fue reconocida y jurada solemnemente, se imprimió y fue publicada en infinidad de ejemplares remitidos a todo el reino, suprimiéndose la palabra Romana, que aunque al común del vulgo no causó novedad. Sin embargo, no pudieron ni debieron ser engañados los sabios y vigilantes pastores de las dos diócesis de Chile.

El que primero reclamó fue el de Concepción con una enérgica representación, en que protesta no reconocer la Constitución expuesta con la supresión de la palabra Romana por todos los respetos del mundo, y aunque sólo consiguió del Gobierno la promesa de esperarle la misma suerte que al Obispo de Buenos Aires (que es decir una muerte violenta), desengañó a los ignaros del veneno, que encerraba la que parecía pequeña mutación, y salvó la obligación de su apostólica dignidad.

18. OBSERVACIONES DEL OBISPO ELECTO DE SANTIAGO. Al mismo tiempo que esto sucedía en Concepción, presentó el Ilustrísimo electo de Santiago, otro erudito escrito, manifestando asimismo el defecto de la palabra Romana, y añadiendo la nota de repugnancia, que se hallaba entre los dos artículos 3º y 5º de la Constitución.

Después de discutido el expediente, determinó el Gobierno que se le obligase a firmarla lisa y llanamente sin admitir, reparo alguno, y en premio de su constancia se le intimó saliese desterrado del reino para Mendoza.

Parecerá demasiada delicadeza el reparo de dichos señores, pero sólo fueron y son de este dictamen los ignorantes, que no pueden conocer el misterio que encierra. Todas las comuniones o sectas de protestantes se intitulan católicas, y apostólicas, pero sólo la Romana es la verdadera, pues con esta nota se significa la unidad, y dependencia que tiene de la suprema cabeza por sucesión de San Pedro, Príncipe de los Apóstoles, y Vicario de Jesucristo, a quien sólo fue concedida la infabilidad de la Santa Iglesia que había de ser edificada sobre esa piedra fundamental, y así todas las restantes iglesias, que no están unidas como partes de un mismo cuerpo con su cabeza unida, el Romano Pontífice, son excomunicadas o separadas de la verdadera Iglesia, y son comúnmente llamadas Protestantes.

19. LA OPINIÓN DE LOS OBISPOS EN LOS TRIBUNALES Y CABILDOS. Este atropellado proceder en el establecimiento de la Constitución, hará siempre sospechosa la conducta religiosa de todos los que la sancionaron y aprobaron, dejando a la posteridad la nota de dirigir sus miras a la separación o cisma de la verdadera Iglesia Romana.

Es verdad que Monsieur Brefon, sufrirá la principal culpa como director y agente primario de esta maquinación; pero todo el Gobierno, incluyendo los Tribunales y el Cabildo, hicieron y discutieron las protestas de los dos Obispos de Chile con las muchas razones y fundamentos en que afianzaban, avisando que dicho artículo dejaba abierta la puerta a las sectas protestantes y esto no obstante, perseveraron en su sentencia a imitación de Pilatos rectificando su escritura y declarando en juicio contradictorio, según lo hemos visto original, que se obligase a firmarla sin admitir reparos, lo que prueba con evidencia no sólo que obraron con maliciosos conocimientos, sino con obstinación.

Comprueba más esta verdad la contradicción de dichos hechos, con que se procedió, pues asegurando el Gobierno, que el Reglamento no puede obtener fuerza de ley constitucional sin la previa noticia y sanción de todos los pueblos de Chile, con la libertad ellos, de moderar sus artículos, añadiendo o quitando lo que les parezca justo, es constante que dicho escrito se recibió en Concepción, para ser visto y aprobado el 2 de noviembre; y asimismo consta que en esta capital, 130 leguas distante de aquélla, fue reconocido y jurado por el Gobierno el día 3 del mismo, sin esperar el consentimiento ni parecer de la mitad del Reino. La Circular siguiente confirma todo lo dicho.

20. REFLEXIONES SOBRE LA CIRCULAR. Obsérvese la disonancia y desorden del contexto: dice primeramente que se remite a las provincias, para que lo adopten llanamente o lo modifiquen.

Y más adelante asienta que este Gobierno lo ha aceptado y jurado cumplir; lo mismo han hecho todas las corporaciones y funcionarios públicos; los militares se han obligado del propio modo a sostenerlo, etc.

Pues ahora pregunto yo ¿qué libertad dejáis a los pueblos para que lo modifiquen, o no lo adopten cuando ya les intimáis que lo ha jurado el Supremo Gobierno con las corporaciones, funcionarios, y que los, militares han jurado sostenerlo?

Supongamos que la provincia de Concepción no lo quiera recibir ni jurar en la forma que lo proponéis; en este caso, le amenazáis con las armas que han jurado sostenerlo y declaráis la guerra civil, o consentís en que aquella provincia no está sujeta a la Constitución.

Pero claro está el contradictorio choque con que se quita la libertad a los pueblos, el valor a la Constitución, y el velo oscuro a la hipocresía de los gobernantes.

Ya se ve que este régimen más tiene de farsa que de cosa real y que basta proponer los hechos llana y simplemente a la vista para notar su irregularidad.

Son tanto los alucinados que defienden y sostienen estos delirios, que debemos creer los habrá también en lo porvenir, y es conveniente masticarles un poco la inteligencia.

Prescindimos ahora de comentar el contenido de la Constitución, tan absurdo y opuesto a la misma razón natural, y sólo de paso compararemos el artículo 3º con el 5º, porque combinarlos o convenirlos, es imposible.

Aquel dice: Su Rey (esto es, de Chile), es Fernando Séptimo, que aceptará nuestra Constitución; y el 5º manda que ningún orden, providencia o decreto proveniente de cualquiera autoridad existente fuera del territorio de Chile, surtirá efecto alguno.

Ahora bien: combinad estos principios. Si es nuestro Rey Fernando Séptimo, os ha de regir, pues esto quiere decir Rey, el que rige, gobierna y manda una nación o reino, y esta dirección no la puede ejecutar con la voz, porque está [a] más de tres mil leguas de aquí; luego os ha de regir por medio de órdenes, providencias, o decretos, y si no recibís, ni obedecéis estos mandatos, le priváis de ser vuestro Rey, esto es, de que reine sobre vosotros que es lo que forma la repugnancia o contradicción de los dos artículos.

No puede salvarle el accidental cautiverio de Fernando Séptimo, porque desde el lugar de su cautiverio era imposible que dirigiese algún mandato, o que luego adquiriese su libertad, como en efecto sucedió; y en estos dos casos niega absolutamente el quinto artículo el reconocimiento Real de dicho Rey, pues no pone excepción alguna.

21. LA RAZÓN VERDADERA DEL ARTÍCULO. Pero este argumento que parece sin equivocación indisoluble, se verá disuelto fácilmente.

Proponiéndole a un autor de la Constitución las razones anteriores, desenvolvió abiertamente el verdadero sentido de ellas, y me aclaró todas las dificultades.

Fernando Séptimo (me dijo) es reconocido por Rey de Chile, por la precisa condición de hallarse prisionero en Francia sin esperanza de salvarse de la tiranía de Bonaparte, y como todos los reyes estuviesen en este estado no tendríamos embarazo en reconocerlos. Esta solución manifiesta el espíritu que oculta el artículo 3º y con ella se concilian las aparentes contradicciones.

22. ESTABLECIMIENTO DE UN NUEVO ORDEN DE GOBIERNO. Desde esta memorable época se estableció nuevo orden de gobierno, instituyendo more romano el altisonante Magistrado Senatorio como Consejo Supremo que debía moderar con su dictamen las decisiones más graves del Gobierno, y con autoridad para llamar a residencia a los mismos señores vocales de la superior Junta.

¡Qué delirios no producen los que tienen desconcertado el cerebro!

23. EL DESPÓTICO ANTOJO DE CARRERA. Todos sabían, veían y experimentaban, que no existía en Chile autoridad ni poder alguno más que el despótico antojo de don José Miguel Carrera, sin que los dos restantes vocales tuviesen el menor influjo ni parte en decisión alguna, según ellos mismos lo publicaban, confesando que no les quedaba otro arbitrio que rubricar con sus firmas, de grado o por fuerza, cuanto el déspota mandaba, ni representaban otro papel que el de dos estatuas condecoradas con las insignias de Gobernadores de Chile; y a pesar de este conocimiento, no había valor ni disposición para sacudir todas las legítimas autoridades, y pervertir todo el orden de un pacífico y justo gobierno.

Es verdad que el descontento general y mayor en los revolucionarios que en diferentes ocasiones conjuraron para destronar a los Carrera, y aun quitarles la vida, pero faltos de constancia y de consejo siempre fueron descubiertos y castigados, sacando por fruto de sus esfuerzos el remache y aumento de sus cadenas.

Por esta razón procuró Carrera asegurarse más fuertemente en la crisis del establecimiento de la Constitución, eligiendo y colocando tanto en el Ayuntamiento como en el Senado, sujetos todos adictos a su modo de pensar, y excluyendo enteramente todos los de los partidos de Rozas y Larraínes, que fueron los fundadores de la revolución.

24. LAS RELACIONES COMERCIALES CON EL PERÚ. Tomó con estas disposiciones más energía el sistema de la independencia y aversión al legítimo gobierno del Rey, y los primeros ensayos de los magistrados del nuevo cuño se ocuparon en lo que contiene la siguiente representación del Ilustre Cabildo de la muy noble y leal ciudad de Santiago, que en parte explica las condiciones difíciles en que se encontraba el comercio del país.

Pero este complicado negocio veníase tratando desde que fue declarada la libertad de comercio de los puertos de Chile con todos los de la Península y los del mundo que no fueran de los países enemigos de España. Así, el 15 de enero de 1812, el Procurador General de ciudad representaba al Cabildo los injustos desaires y perjuicios que habían inferido al Reino de Chile las autoridades de Montevideo y del Perú. Es digno de considerarse este oficio que dice a la letra como sigue:

25. CONTRIBUCIÓN A LOS FARDOS DE AZÚCAR. FEBRERO 15 DE 1812. Preocupábase el Gobierno de mejorar por medio de gravámenes a cada fardo de azúcar la situación melancólica del comercio, y al efecto el 15 de febrero de 1812, expedía un ofició que dice como sigue:

26. SOLICITUD DEL CÓNSUL DE LOS ESTADOS UNIDOS SOBRE QUE NINGÚN BUQUE DEL PERÚ SEA ADMITIDO EN LOS PUERTOS DE CHILE. El plan ulterior del Gobierno quedó desenvuelto con los puntos de mira del Cónsul bostonés. El 4 de marzo se daba informe así a la solicitud suya por el Ministerio.

27. REPRESENTACIÓN DEL CABILDO DE SANTIAGO PARA QUE SE DECLARE LA GUERRA AL VIRREY DEL PERÚ, POR LOS DESAIRES INFERIDOS AL REINO DE CHILE. Nada proporciona una idea más comprensiva de la infatuación de los enemigos de la causa del Rey que la representación revolucionaria del Cabildo de Santiago para cortar las relaciones con el Virrey del Perú, escrito que por sí sólo habla del grado a que habían llegado los desabrimientos de los ánimos en los llamados patriotas. Dice este documento:

28. LOS BUQUES CORSARIOS DEL VIRREY. DIFÍCIL SITUACIÓN MILITAR DE CHILE A FINES DE 1812. Para conocer los motivos que instigaban al Cabildo y a todos los insurgentes a prorrumpir en intentos tan desatinados, es preciso saber que a poco tiempo de publicado el [decreto sobre] comercio libre por este Gobierno, se armaron en corso algunos buques de Lima para perseguir a los extranjeros que pretendiesen entrar en estos puertos y para evitar el contrabando que con esta ocasión podían hacer en las costas de aquel virreinato, cuyo hecho tenía tan irritados los ánimos de estos señores, que determinan declarar la guerra al Virrey y defender la libertad e independencia que aseguran tenían jurada.

Ventilóse seriamente el asunto en la Junta, y en el Senado, y pareciéndoles de mucha gravedad el negocio, se reunieron todos los tribunales, corporaciones, y los sujetos particulares que les parecieron más al caso en un numeroso congreso en el que después de muchas y controvertidas opiniones prevaleció la paz por mayoría de pareceres, quedando la materia como estaba.

Hemos visto original el expediente del negocio que omitimos por lo prolijo y ridículo, pues si la anterior representación del Cabildo expresa que Chile tiene más de cuatro mil milicianos bien disciplinados con cerca de seis mil soldados veteranos capaces de defender el [al] país de duplicado número de enemigos y que sobran arbitrios y caudales para mantenerlos en campaña, se queda muy corto respecto de varios magistrados que opinaban existir aquí fuerzas para resistir a todo el poder de Bonaparte y aun al de todo el orbe.

No cabe en la cabeza como puedan tener tanta ignorancia los hombres que aquí eran tenidos por los más sabios, y esto en cosas que tienen a la vista y de que deben estar perfectamente instruidos; pero la pasión del amor propio, ciega el entendimiento y sólo creen lo que desean.

Divulgábanse éstas y muchas otras disposiciones del nuevo Gobierno, como unos descubrimientos escondidos hasta aquí a la ignorancia y al indolente despotismo de los mandatarios antiguos, que tenían a este Reino para esclavizarlo más a su gusto, humillado y abatido sin poder, ni arbitrio para sostenerse; pero ahora mudado el teatro y puestas las riendas en manos de magistrados hijos del país y buenos patriotas, llenos de conocimientos prácticos y celosos por el engrandecimiento y glorias de su patria, había ascendido Chile al más alto punto de grandeza y representación, pudiendo competir y aun exceder a los reinos y naciones más poderosas del mundo.

Toda la bondad de los gobernantes debía consistir en dar al público diariamente multitud de providencias y bandos, los que se repetían a veces tarde y mañana con mucha pompa y aparato de tropas, tambores, música y el clamor continuado de ¡Viva la Patria!

A esta agitación y continuo alboroto y movimiento, llamaban actividad y energía del Gobierno en que ponían la felicidad desconocida hasta aquí; pero todo se reducía a voces pomposas con que procuraban imitar los infinitos papeles que de Europa recibíamos y trataban de los mismos asuntos sin cuidar nadie del cumplimiento y ejecución de tantas órdenes y mandatos de modo que pasado un día nadie se acordaba de lo mandado.

29. LA SOCIEDAD FILANTRÓPICA O DE AMIGOS DEL PAÍS. Por estos días últimos del año de 1812, fue instituida la Sociedad Económica de Amigos del País, con tanto número de anuncios en la Aurora, reglamentos, estatutos, instalación, oración inaugural y otras mil ceremonias, todas especulativas, copiadas de mil ejemplares extranjeros. El 5 de diciembre el l Cabildo había tomado el siguiente acuerdo sobre este asunto.

Pero no dieron realidad a dicho cuerpo, ni lo hubieran hecho en cien años, que siguieran así las cosas, quiero decir, en tal anarquía.

30. EL INSTITUTO NACIONAL Y OTROS PROYECTOS ILUSORIOS. Asimismo se empezaron a tirar las primeras líneas para formar en ésta un Instituto Nacional de todas ciencias y artes, a imitación de las grandes academias parisienses y matritense; y aunque no había ni los elementos remotos para tal empresa, nada acobardaba al emprendedor Carrera, que conociendo bien el genio de sus compatriotas, los sabía entretener con los nombres de las cosas, ínterin él llevaba adelante sus ideas y se burlaba de su ignorancia y vanidad.

32. CONCLUYE EL AÑO DE 1812. En este estado feneció el año 1812, sin ocurrir otra cosa digna de memoria, y el que quisiera informarse más individualmente de otros pormenores, tómese la pensión curiosa de leer en los 46 números de la Aurora de Chile que hasta entonces se han [habían] publicado, en los que descubrirá bien patente todo el espíritu y entusiasmo de la revolución chilena.

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Notas

[1] Véase la última parte de la sección 12. (N. del E). Volver .