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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo XIV. La Revolución en Armas. I. La Guerra Civil. 1813
Texto

1. LOS INGLESES Y LA INDEPENDENCIA DE AMÉRICA. Desde el principio de la revolución dirigieron sus miras los americanos a interesar en su causa a la Inglaterra, de que tenemos buenas pruebas en los emisarios Miranda, Nariño y Caro, que acompañados de otros varios insurgentes fueron a Londres a pedir auxilio para efectuar la revolución, y lo consiguieron, aunque se frustró por el motín de los marinos de la escuadrilla destinada al efecto.

En los papeles públicos de las provincias sublevadas de América, se blasona continuamente que la Inglaterra protege la independencia americana, y particularmente los periódicos de Buenos Aires relatan muchos hechos comprobantes de estas anécdotas, confirmadas en las Auroras de Chile; pero a pesar de todos estos datos la nación británica no ha obrado directamente contra la integridad de la monarquía española, desde el momento que contrajo alianza con ella el año 1808, y aunque los revolucionarios sabían y veían esta honrosa conducta, ostentaban ignorarla para engañar [a] los incautos y sostener las esperanzas de los débiles, haciéndoles creer que una nación tan poderosa se hallaba empeñada en defender su causa.

No se puede negar que la política inglesa ha sido causa de la mayor parte del desorden de las provincias ultramarinas españolas, pues su proceder en esta parte no ha sido meramente neutral o diferente, portándose los ingleses como puros espectadores de las revoluciones, sino que se ha inclinado la balanza al fomento de la insurrección, negando en muchas ocasiones a los gobiernos legítimos españoles unos oficios que la neutralidad más decidida hubiera prestado sin nota alguna de su instituto y carácter, como sucedió a los virreyes Elío y Vigodete [Vigodet] en el Río de la Plata, y a los jefes destinados a pacificar las devoluciones de Santa Fe, Caracas, Cartagena y México.

La Inglaterra ha declarado abiertamente que el espíritu de su alianza sólo se dirigía a cooperar con la España europea para evitar su ruina, pero no veía sin complacencia la de las posesiones españolas, permitiendo su separación de la matriz y sólo impedía que esta pérdida no acrecentara el poder de su enemigo.

En Montevideo, Buenos Aires, Caracas y en todas las partes marítimas revolucionadas han contribuido los ingleses a los insurgentes con buques, marineros, armas y caudales para su defensa, y actualmente se halla hostilizando estas costas y puertos de Chile y el virreinato de Lima, la escuadrilla compuesta de buques británicos tripulada de individuos de la misma nación, y mandada por el inglés Brown, obediente y dependiente del Gobierno insurgente de Buenos Aires, sin otro objeto que destruir lo que la Inglaterra tiene pactado defender.

No se debe poner en duda que si los ingleses no sostuvieran la revolución de América, ni ésta se hubiera propagado en la mitad de su extensión, ni existieran ya provincias que no gozaran del orden y de la unión y paz.

Bien observo que el Gobierno británico disculpa su conducta, atribuyendo los hechos expuestos a desvíos particulares que obran sin autorización y consentimiento suyo, pero no se ven providencias para remediarlos, ni semejantes ejemplos se han experimentado en España a pesar de la ocurrencia más frecuente de ocasiones.

De todo resulta que la alianza inglesa no ha sido observada en la América, destruyendo en esta parte la misma nación que en Europa era sostenida.

Conocida esta conducta proceden los revolucionarios animados de la esperanza, sin perder ocasión de estimular a la Inglaterra para que los sostenga, a cuyo fin el Gobierno de Chile tiene diputado en Londres a don Francisco Antonio Pinto, con plenos poderes para interesar a aquella nación en la causa de su independencia.

El año de 1813 dirigió la Junta de Chile al Lord Strandford, enviado de Inglaterra en el Brasil, un manifiesto, dándole noticia que los buques ingleses atraídos a estos mares al libre comercio de Chile, eran perseguidos de orden del Virrey de Lima, y aunque el Embajador no recibe el conocimiento de la demanda, avisa del conducto que puede adoptar para que sea atendida[1].

2. PERSECUCIÓN DE MALHECHORES. Esta época no presta muchos materiales a la historia.

Sólo se ocupaba nuestro Gobierno en providencias económicas relativas a la reforma de abusos y persecución de malhechores que infestaban los caminos y las campañas cometiendo insultos de toda clase, robos, violencias, asesinatos, en tanto extremo que daban temor a los mismos pueblos por la multitud de partidas armadas que por todas partes se derramaban, desertando de sus cuerpos militares, por defecto de sujeción y de arreglo a la ordenanza militar.

3. COLEGIO MILITAR. EL SEMINARIO DE CHILLÁN. El comandante de Granaderos promovió y consiguió establecer un Colegio Militar destinado a la educación de jóvenes para servir de oficiales en los cuerpos.

Para sostenerlo fueron aplicados a este fin, los fondos del Seminario de Indios que en Chillán mantenía el Rey para civilizar y educar los hijos de los caciques araucanos, abandonando a los miserables alumnos que actualmente lo componían, y privando de los benéficos efectos que producía a los más necesitados al mismo tiempo que los revolucionarios no cesaban de publicar el abandono y falta de atención con que hasta ahora habían sido mirados los indios.

4. EXTINCIÓN DEL HOSPICIO DE SANTA BÁRBARA Y DE LAS MISIONES. Anteriormente había sido extinguido por el Gobierno revolucionario el Hospicio que los padres misioneros de Chillán tenían en Santa Bárbara, para conversión e instrucción de aquellos infieles, y se trabajaba con todo empeño en desamparar las misiones de Arauco y Tucapel, persiguiendo a sus conversores y privándoles de las asistencias necesarias con que la piedad del Rey los sostenía.

5. CONSTANCIA DE LOS PADRES MISIONEROS DE CHILLÁN. Hubieran conseguido la total destrucción de dichas misiones, si los padres no hubieran aumentado su constancia y firmeza en sostenerlas, sufriendo cuantas privaciones y persecuciones se les pudieran inferir, conservando de este modo la adhesión de aquellos naturales a la justa causa del Rey, y separándolos de la cooperación al sistema revolucionario a que por tantos medios y solicitaciones se les procuraba atraer.

Este procedimiento de los misioneros, que en su lugar se explicará más por menor, fue tal vez el medio más eficaz de conservar esos dominios al Rey; y la conducta contraria del gobierno insurgente será el borrón más negro para Chile que se oponía a la conversión de sus cohabitantes y hermanos los infieles, blasonando continuamente de su beneficencia y deseos de aliviar y sacar de la oscuridad y degradación en que la tiranía española tenía abandonados a sus ascendientes y paisanos los indios.

6. LOS ARAUCANOS DEFENSORES DEL REY. Esta nación que por muchos motivos ha sido tan opuesta a los españoles desde el descubrimiento de la América hasta lo presente, comprendió desde luego el errado sistema de la revolución y defendió la causa justa del Rey.

Convencidos los indios de la razón propuesta, y persuadidos por sus misioneros, de quienes tienen tanta experiencia, les procuran siempre su propio bien y los apartan de todo mal, con tan buen éxito, que si los indios se decidieran por el partido insurgente, fuera irremediable la pérdida total de Chile.

7. MEDIOS DE DEFENSA DE LOS MISIONEROS. Estos medios de edificación, que los misioneros del Apostólico Colegio de Chillán oponían en todas partes a los fatales progresos de la revolución, surtieron saludables efectos en los gentiles, pero fueron contrarrestados y destruidos en el país poseído de los españoles y cristianos, sirviendo de infernales instrumentos los mismos eclesiásticos, si es que deben tener tal nombre los que procuran destruir la Iglesia y el Estado, entre los cuales se prostituyó y ofreció con particularidad el Obispo Auxiliar, don Rafael Andreu y Guerrero, de cuya persona, aunque hasta esta época hemos tenido abundante materia, nos hemos contenido de tratar, porque el ánimo y la pluma se resisten a versación tan odiosa.

8. EL OBISPO ANDREU Y GUERRERO. Este sujeto, de quien sus hechos declaran la ineptitud para tan alta dignidad, nació en Algeciras y pasó a la América de particular oscuro, ocupando algunos años en proporcionarse algún modo de subsistir.

Siendo infeliz en sus esfuerzos, se aplicó al estudio de Gramática con ánimo de ordenarse. Consiguió este fin con mucho trabajo por su escasez de letras, las que le eran ingratas, y algo avanzado de edad que se las hacía más difíciles, y desde luego se dedicó a la asistencia de una parte de terreno del curato de Copiapó llamado el Paposo.

Después de algunos años de esta ocupación se trasladó a la Corte y exponiendo al Rey el desamparo y falta de, asistencia de los pescadores del Paposo, consiguió ser nombrado Obispo Auxiliar de las cuatro diócesis limítrofes de aquel lugar.

Llegó a esta capital el año 1806 y queriendo ser consagrado por el Ilustrísimo de esta Diócesis, padeció la humillación de la negativa, originada aunque al público se dieron otras razones, del conocimiento que el Ilustrísimo señor Marán tenía de la insuficiencia de dicha persona, y del engaño que había padecido el Rey sorprendido con falsos informes.

Regresó el Auxiliar a España y redoblando sus diligencias, vino a ser consagrado a Buenos Aires: presentóse aquí consagrado cuando empezaba la revolución, y desde luego se declaró digno protector del desorden, estimulado principalmente de sus desmedida ambición que le hacía creer ser éste el mejor medio de colocarse en este Obispado vacante en la actualidad.

Peroró algunas veces al pueblo apoyando la justicia del sistema revolucionario, y resistiendo este Ilustre Cabildo Eclesiástico transferirle el Gobierno del Obispado, y por esta y otras muchas razones, se retiró a la villa de Quillota hasta que, indignado el Gobierno revolucionario de la resistencia del Cabildo, violentó todas las leyes divinas y humanas, y poniéndose en camino el Presidente y General don José Miguel Carrera, lo trajo en triunfo y lo colocó en esta capital en el gobierno del Obispado.

Desplegó desde luego el infeliz Auxiliar todo su celo indiscreto, sirviendo de órgano a todos los depravados intentos del Gobierno insurgente, persiguiendo a los eclesiásticos adictos a la buena causa y protegiendo a los sediciosos y corrompidos, propagando el error en el trato privado y particular de toda clase de personas y en el ejercicio público de su ministerio, según lo manifiesta la siguiente:

9. MEDIOS VILES DE SOBORNO DEL CANÓNIGO JUAN PABLO FRETES. OTROS CÓMPLICES ECLESIÁSTICOS. Atemorizados de este modo los buenos eclesiásticos y noticiosos de las ocultas pesquisas que con ultraje escandaloso del Santísimo Sacramento de la Penitencia eran practicadas por el Canónigo revolucionario don Juan Pablo Fretes, quien sirviéndose de los medios más viles sobornaba y atraía a varias mujercillas de la clase más despreciable y abandonada para que éstas tentando a los confesores inquiriendo su opinión sobre la licitud del sistema se los denunciasen, valiéndose de esta noticia para formar sus listas, las qué presentaba al Gobierno para que, arreglado a estos datos, tomara sus providencias.

En este infame manejo concurrían otros cómplices eclesiásticos, cuyos nombres ocultamos por no ser su cooperación tan pública y notoria, como el nombrado; pero nos consta su noticia por voz pública, y por confesión de persona implicada y sabedora de todo, que por entonces nos comunicaba no sólo lo principal de los hechos, sino las circunstancias que la decencia menos circunspecta no puede indicar sin horrorizarse.

10. ESTADO LASTIMOSO DE LAS COSTUMBRES Y DE LA MORAL DE LOS CHILENOS. A este estado tan lastimoso se hallaban reducidas las costumbres y la moral de los chilenos, caminando a paso largo a su total corrupción y disponiendo la entrada a los errores contra la fe y religión, los que ya se publicaban y esparcían con tanta libertad como en Ginebra, teniéndose por delito contra el sistema, oponerse o contradecirlos.

11. USURPACIÓN DE LA JURISDICCIÓN ECLESIÁSTICA. DESORIENTACIÓN DEL CLERO Y DE LOS FIELES. La jurisdicción eclesiástica estaba usurpada y colocada con violencia en el Auxiliar.

Los prelados regulares estaban elegidos contra las leyes y los cánones por la Junta revolucionaria que sólo atendía al espíritu revolucionario que descubrían los regulares para ponerlos en las prelacías y de este modo la administración de la doctrina y los sacramentos era dispensada por sujetos sin jurisdicción y regularmente sin aptitud ni conducta. ¡Qué estado tan deplorable para los buenos!

¡Qué alegría y ostentación de triunfo manifestaban los malos!

Con este auxilio de los malos eclesiásticos, se generalizaba rápidamente la revolución creyéndola justa aun las personas timoratas y dedicadas a la piedad, persuadidas de los confesores en quienes no alcanzaban a conocer el engaño por la confianza y buena fe que en ellos tenían.

Este error pervirtió muchas personas y tenía difícil remedio, apoyando en la autoridad de eclesiásticos que parecían de buena intención y algunas luces.

12. DESEMBARCO EN TALCAHUANO DE UNA EXPEDICIÓN DEL VIRREY. De este modo caminaban los negocios de Chile a una completa anarquía, cuando inesperadamente llegó a esta capital también el inesperado aviso de haber desembarcado a espalda del puerto de Talcahuano, una expedición procedente de Chiloé y Valdivia, la que puesta en tierra el 27 de marzo de 1813, había intimado la rendición al puerto de Talcahuano y a la ciudad de Concepción.

Turbóse el Gobierno con la noticia y se conmovió el ánimo de los revolucionarios, intimidados más por el testimonio de su conciencia que por el peligro todavía remoto, y según se comunicó al público, débil y de poca consideración.

En la misma hora se presentaron a la vista del pueblo todos los aparatos del terrorismo.

Se plantó la horca en la plaza, se pusieron cañones en las bocacalles de ésta y el estrépito marcial de tambores y movimiento de tropas a ocupar los puntos principales de la ciudad, indicaban que el enemigo se hallaba próximo.

No se anunciaba ni había certidumbre del número de tropas que al mando del Gobernador de Chiloé don Antonio Pareja, había invadido a Concepción, y sólo se infería ser muy corto por venir conducidas en cinco pequeñas embarcaciones, a saber: una corbeta, un bergantín y tres piraguas, cuya capacidad tan limitada no debía dar cuidado.

Estas y otras reflexiones inducían, desde luego, a creer que la provincia de Concepción estaba acorde con los invasores y había solicitado ese auxilio para destruir los planes de este revolucionario gobierno y adherirse al virreinato de Lima, pues de otro modo no podían concebir que tan medianas fuerzas tuviesen atrevimiento para provocar el inmenso poder y recursos del inexpugnable Chile.

Para disimular el cuidado y temor que el suceso inesperado les causaban y para sostener el entusiasmo de los sublevados, dispuso el Gobierno y publicó con mucho disimulo y artificio la Proclama siguiente:

13. OTRA PASTORAL DEL OBISPO ANDREU Y GUERRERO. Con fecha 31 de marzo, publicó el Obispo Auxiliar otra proclama con el título de Santa Pastoral, y en ella derrama el veneno que verá el lector.

Dejemos en este estado a los rebeldes y vamos a dar noticia de los invasores que llegaron al puertecito de San Vicente la tarde del 26 de marzo de 1813.

14. LA EXPEDICIÓN DEL VIRREY ABASCAL. El infatigable Virrey de Lima don Fernando Abascal, sin embargo de hallarse rodeado y casi sumergido de inmensos cuidados en sostener el orden y lealtad de su vasto virreinato, después de haber pacificado a Quito, Cochabamba, La Paz, con otros varios puntos y ciudades del Perú, y al mismo tiempo que defendía los límites de su distrito con un numeroso ejército en Potosí contra los insurgentes del Río de la Plata, no se olvidaba por esto de la remota posesión de Chile encargada también a su cuidado por el Supremo Gobierno de España, según dejamos insinuado en su lugar.

Nada ignoraba el Virrey de cuanto ocurría en Chile por las correspondencias que aquí mantenía, pero se hallaba tan falto de recursos para emprender la pacificación de este reino, la que no podía realizar sin una expedición ultramarina, y por esta razón muy costosa, incapaz de ser sostenida por Lima, cuyo Erario y comercio estaban sumamente exhaustos y extenuados, y por estos motivos recurrió al arbitrio que buscar dentro del mismo Chile los medios de contenerlo en su presurosa ruina.

Con este fin nombró para Gobernador de Chiloé, al Brigadier don Antonio Pareja, encargándole como objeto principal de su misión la reconquista de Chile, y dándole para el efecto las instrucciones verbales y poderes suficientes.

15. PAREJA EN CHILOÉ. ORGANIZACIÓN DEL EJÉRCITO. Llegado Pareja a Chiloé puso en movimiento su grande actividad y talento, y en menos de dos meses preparó, armó y equipó suficientemente el batallón veterano de Castro, y organizó en la misma forma otro de milicias, completando ambos el número de 816 hombres.

Todo este armamento lo dispuso ocultando con profundo silencio su principal destino y sólo se publicaba era dirigido contra Osorno y Valdivia, pueblos que imitando el mal ejemplo de su capital se hallaban revolucionados y podían por su cercanía transmitir a Chiloé el subversivo sistema.

16. CONTRARREVOLUCIÓN DE VALDIVIA. En este tiempo en que se ocupaba el Brigadier Pareja en hacer sus preparativos militares, ocurrió la contrarrevolución de Valdivia, restituyéndose el gobierno y el orden antiguo por los oficiales de aquella guarnición don Lucas de Molina, don Julián Pinuer y don José Berganza, quienes ayudados de otros subalternos y de la tropa que en su mayor parte se hallaba incorrupta, sorprendieron a la Junta revolucionaria, apresaron y luego expelieron a los tres clérigos, cabezas y agentes principales de la revolución y sustituyeron al oficial de mayor graduación, nombrándole Gobernador Político y Militar de Valdivia, conforme al método antiguo.

17. PLANES DEL BRIGADIER PAREJA. Este suceso favorable a la causa del Rey desbarataba de algún modo los planes del señor Pareja, pues con él cesaba la causa aparente de salir con su expedición de Chiloé; pero prosiguió siempre en sus miras persuadiendo que había grande necesidad de marchar al socorro de Osorno y Valdivia, de cuyos lugares se pedían auxilios para sostenerse y contrarrestar a la facción revolucionaria que en ambos existía y daba cuidado.

En efecto, ejecutó su proyectó y por mar y tierra dirigió sus tropas a la plaza de Valdivia, en donde después de arreglar y asegurar aquel punto, aumentó su expedición con la mayor parte del batallón de aquella plaza, se proveyó de armas y municiones de toda clase y supo disponer y entusiasmar los ánimos de las tropas en tales términos que mayor repugnancia sentían los soldados chilotes y valdivianos en quedarse los precisos a guarnecer aquel lugar y puerto, que embarcarse para reconquistar a todo Chile,

Dispuesto todo en esta forma no habían [sic] más embarcaciones que una pequeña corbeta, un bergantín y tres piraguas, que son una especie de lanchas sin cubiertas, que usan y hacen los chilotes preparadas por el señor Pareja, en las que era preciso acomodarse toda la expedición.

Pero ninguna de estas dificultades acobardó el ánimo del pequeño ejército y mucho menos el de su jefe, y así con muestras de mucho valor y alegría se embarcaron casi apilados y con suma estrechez y zarparon del puerto de Valdivia el día 23 de marzo de 1813.

18. MÉRITOS DE LOS INDIVIDUOS DE LA EXPEDICIÓN. Acompañemos con nuestros votos al intrépido y valiente convoy que lleva en su valor y constancia las señales más halagüeñas de un feliz éxito, y formemos algunas reflexiones que manifiesten el distinguido y relevante mérito de todos los individuos que lo componen, y particularmente de su ilustre jefe.

Más temeraria que prudente debe parecer esta empresa al que tenga conocimiento de su principal objeto y de sus circunstancias, y esta es la precisa razón porque fue tan oportuna para sorprendernos, pues su combinación y aún su posibilidad no entraba en la esfera de nuestros cálculos, ni aun de nuestros deseos.

En primer lugar nada menos intentaba que vencer y reducir con tan pequeña fuerza el orgulloso poder de un reino que blasonaba tener armas y valor para defenderse de cien mil hombres.

En segundo lugar, se atrevía y exponía a sufrir el inminente peligro de unas mares bravas por su naturaleza, como próximas al Cabo de Hornos en los 40 grados, expuestas por la estación avanzada en que reinan furiosos vientos; en unas embarcaciones tan débiles, incapaces de resistencia, en una distancia de cien leguas, y en fin, si tuviera la consolatoria esperanza de llegar a un puerto seguro y a un país amigo o, cuando menos, neutral, se propondrían algún alivio a sus peligros; pero nada menos los espera: la tierra que puede tomar está defendida fuertemente y sus habitantes preparados y deseosos de derramar la sangre de todo realista con un entusiasmo que excede a toda ponderación.

No se les ha de recibir como a enemigos agresores y declarados, sino como a tiranos y piratas, con quienes no se ha de observar el derecho de la guerra ni aun el de gentes, y luego se le intimará que no se da cuartel a nadie.

Todas estas circunstancias de que estaban informados eleva el mérito y valor de los expedicionarios al grado más alto de heroicidad, y debe ser considerada la empresa como una de las más ilustres acciones que eternizarán la memoria de su magnánimo comandante y de los leales y esforzados habitantes de Chiloé y Valdivia.

19. DESEMBARCO EN SAN VICENTE Y TALCAHUANO. Pero volvamos a seguir los inciertos pasos de la expedición que entregada a los mayores peligros salió del puerto de Valdivia y veremos que guiada y protegida del Dios de los Ejércitos, navegó con viento próspero y en cuatro días dio vista a la boca del puerto de Talcahuano; pero considerando la imposibilidad de tomarlo, arribó al puertecito de San Vicente, sito al Sud de aquél, e inmediato a la desembocadura del Biobío.

Al anochecer del 26 de marzo se acercó el convoy a la costa y en aquella misma noche, con mucha fatiga y peligros saltaron las tropas en tierra.

Éstas eran 1.441 hombres que sin tomar un instante de reposo y apenas un poco de alimento, se armaron y formaron al amanecer del 27, y se pusieron en marcha para atacar al puerto de Talcahuano por unas elevadas lomas que le dominan por el Sud.

20. RESISTENCIA DE LOS INSURGENTES. SON VENCIDOS. Esta primera y necesaria empresa no estaba tan llana y fácil como se les proponía, porque el comandante insurgente de Talcahuano, previendo la idea del enemigo había trabajado toda la noche en colocar artillería gruesa en el cerro más alto y dominante y con ciento y cincuenta hombres de tropa veterana, tenía asegurado aquel punto, que por su ventajosa situación defendía y aseguraba el puerto.

Nada aterró el valor de las tropas del Rey ni de su General, quien después de hacer alto un poco de tiempo, ínterin tomaba conocimiento de las disposiciones y fuerzas del enemigo y de las localidades del terreno, formó su ataque en varias divisiones, dando al mismo tiempo sus instrucciones a los oficiales que las mandaban, y después de un breve exhorto a los soldados acometieron con ardor extraordinario y despreciando el fuego de artillería y de fusil que a bala rasa los abrazaba y lo arduo de la pendiente subida, no cesaron en su avance hasta aterrar de tal modo al enemigo, que viendo tan extraordinario valor abandonó el punto y se puso en precipitada y vergonzosa fuga, la que no tuvo fin en el puerto, sino que los ahuyentó hasta la misma capital de Santiago.

Este primer triunfo que los hizo dueños del puerto de Talcahuano y les proporcionó un lugar de descanso y de provisión de las cosas necesarias, pues como procedentes de un presidio escasísimo venían faltos de todo, inflamó el valor de los soldados y los acreditó en alto grado, infundiendo al mismo tiempo un terror pánico en los insurgentes, que a pesar de las más severas precauciones, para que nada de esto se divulgara se publicó luego con el denuedo y ardor que los nuevos huéspedes habían acometido y tomado a pecho descubierto el inexpugnable cerro que defendía a Talcahuano.

21. CAMINO Y TOMA DE LA CIUDAD DE CONCEPCIÓN[2]. Posesionado el Ejército Real del puerto, tuvo necesidad de tomar algún descanso después de haber sufrido tantas incomodidades en la mar, en el desembarco y en la jornada y combate expresados, y al mismo tiempo para tomar las disposiciones necesarias a la toma de la ciudad de Concepción que sólo dista tres leguas de Talcahuano.

Para allanar este paso había despachado el señor Pareja, luego que desembarcó, al Intendente de su ejército don Juan Tomás Vergara, para intimar la rendición y entrega de aquella ciudad, quien después de varias propuestas y contestaciones consiguió el tratado y capitulaciones que luego pondremos a la letra. Pero pareciéndome oportuno anticipar como prólogo, un encabezamiento que hallé original en los Libros de Acuerdo del Cabildo de Concepción, lo anticipamos y dice así:[3]

He aquí ahora la capitulación suscrita por el Intendente de Concepción don Pedro José Benavente y don Juan Tomás Vergara, que dice así:

22. POLÍTICA CONCILIADORA DEL GENERAL PAREJA. El mismo día que avisó su entrada, el General del Rey la verificó en Concepción con tal moderación y buen orden, cual no merecían los rebeldes capitulantes, que faltos de valor y de consejo obraron forzados de la necesidad.

A nadie se incomodó en su libertad, posesión de empleos, ni propiedades, conducta igual a la que habían observado en Talcahuano, sin embargo que este puerto se tomó por la fuerza de las armas, y que la ciudad había mandado socorro de tropas para resistir a las del Rey, aunque no tuvo efecto por el temor de los soldados, que apenas salieron de la ciudad se amotinaron y quitando la escarapela tricolor de los sombreros, las arrojaron al suelo y gritaron ¡Viva el Rey!

Esta destitución de las tropas obligó al Gobernador y demás corporaciones a capitular la rendición; pero extrajeron los caudales de las Cajas Reales y los remitieron a la capital avisando con extraordinaria diligencia de la imposibilidad de su defensa y pidiendo auxilio y fuerzas para repeler al enemigo.

Esta depravada conducta y mala fe de que era sabedor el señor Pareja, debió hacerlo más circunspecto y desconfiado en la aceptación de las capitulaciones; pero su natural candor y bondad le inclinaba a creer en los insurgentes unas propiedades que repugnaban a su carácter.

Los artículos segundo y quinto que el General cumplió religiosamente, fueron recibidos y ratificados imprudentemente y le amarraron las manos para proceder como debía en sus operaciones sucesivas, y después veremos que fue ésta la causa principal de su desgraciada suerte y poco faltó para serlo también de la ruina del ejército y de todo el Reino.

Un jefe que acaba de tomar a discreción a Talcahuano armado y fortificado y que se halla con fuerzas muy superiores y victoriosas, debía dictar la ley que quisiera a Concepción, y no debía firmar una capitulación insultante y falsa, impuesta por un enemigo débil y vencido; pero se verifica comúnmente la sentencia que pronunció Asdrúbal respecto de Aníbal en la batalla de Canas: que no todos los jefes que saben vencer, saben usar bien de la victoria vincere scis Aníbal sed uti victoria nescis.

Puesto el ejército Real en Concepción, despachó su General diversos destacamentos a muchos lugares y puntos de la provincia, y particularmente a las plazas de la Frontera, en las que estaba repartiendo el batallón de infantería y el cuerpo de Dragones que tienen este destino; en las que no encontraron oposición alguna; pero el error con que se obligó a conservar en sus empleos a los oficiales y comandantes y demás mandatarios, no le permitió asegurar la provincia, poniendo al frente y cabeza de los pueblos y de las tropas, sujetos de su satisfacción y de conocida adhesión a la causa del Rey.

23. LOS FUNCIONARIOS ADICTOS A LA REVOLUCIÓN. Es digno de advertirse que desde el principio de la revolución, había puesto el mayor cuidado el gobierno insurgente en separar de todos los empleos, así militares como políticos, a los adictos al sistema monárquico, y puesto en su lugar a los sujetos más sediciosos y agentes de la revolución, en cuyo solo carácter consistía el mérito para obtener los empleos, y para este efecto tenía mandado el gobierno que todos los aspirantes o pretendientes de toda clase de empleos, debían presentar y añadir en su hoja de servicios la cualidad y cláusula de acreditado patriotismo, sin la cual serían inútiles las demás.

24. SITUACIÓN DE LOS FUNCIONARIOS ADICTOS A LA MONARQUÍA. Este mandato se había cumplido en todo el reino escrupulosamente, y en su consecuencia, todos los oficiales de honor y de buena conducta se hallaban, o desterrados o depuestos, o se les había obligado a renunciar bajo diversos títulos, y esto se verificaba puntualmente en los cuerpos de la Frontera y de todo el Obispado de Concepción; al mismo tiempo que habían sido sustituidos por los de acreditado patriotismo, que es decir de acreditada rebeldía.

Es verdad que muchos de esta clase, fieles a su sistema renunciaron al servicio, por no defender la causa del Rey que abominaban, y también lo es que el General restituyó a varios oficiales perseguidos y arrinconados, entre los cuales es el más digno de notarse el Capitán don Juan Francisco Sánchez, sujeto a quien, por su antigüedad y mérito, correspondía la comandancia del batallón de Concepción, pero que temiendo su conocida aptitud y lealtad, le tenían relegado en la más remota y despreciable fortaleza de la frontera, con el título de Comandante de Santa Bárbara.

25. PREPARATIVOS DEL EJÉRCITO REAL PARA AVANZAR A SANTIAGO. En este estado de cosas no cesaba el General Pareja con su enérgica actividad en aprestar todo lo conducente al arreglo y seguridad de la provincia, y al surtido de su ejército que debía partir contra el de la capital de Santiago, que a forzadas marchas venía formidable a echar del reino a tan molestos huéspedes.

El Ejército Real se incrementó algún tanto interpolando en sus tres batallones algunos soldados del de Concepción, cuya comandancia se dio al Capitán Sánchez, pero tan extenuado que, puesto en camino, sólo constaba de ciento treinta plazas con dos únicos oficiales subalternos.

Toda la dificultad consistía en dejar aseguradas las espaldas, especialmente la ciudad y el puerto con todos los fuertes de la frontera que son muchos, pues el diminuto ejército Real intentaba llegar al río Maule, que divide la provincia de Concepción, antes que el ejército insurgente ocupase aquel punto y se introdujese en su distrito, para cuyo logro debían caminar ambos setenta leguas que igualmente dista aquel río de las dos capitales, Santiago y Concepción.

26. EL OBISPO DE CONCEPCIÓN GOBERNADOR INTENDENTE DE LA PROVINCIA. Antes de salir de ésta el señor Pareja nombró por Gobernador Intendente al Ilustrísimo Obispo de esta diócesis don Diego Antonio Martín de Navarro y Villodres, sujeto el más a propósito por sus relevantes virtudes y talentos, y por su acendrada lealtad y amor al Rey, dejándole para resguardo y defensa de la ciudad y el puerto, sesenta soldados veteranos y trescientos milicianos de lanza, número bien limitado a la verdad, pero que no se podía aumentar sin detrimento de la mayor necesidad.

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Notas

[1]

En la edición de 1964, Guillermo Feliú Cruz advierte que este párrafo no figura en la edición original de 1848, pero que sí aparece en el manuscrito del texto de Martínez que era propiedad de Diego Barros Arana (N. del E). Volver.

[2]

Los textos contenidos Desde este párrafo, y hasta el primero de la sección siguiente, no aparecen en la edición de 1848. fueron agregados por Feliú Cruz, copiándolos del manuscrito que perteneció a Diego Barros Arana. (N. del E). Volver.

[3]

Este párrafo, que no aparece en la edición de 1848 es agregado por Feliú Cruz, quien lo toma del manuscrito original, afirmando que probablemente haya sido suprimido por descuido. (N. del E). Volver.