ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaña. Cartas a Juan Egaña. 1824-1829
21. Londres, 1º de Septiembre de 1824.

LONDRES, 1º DE SETIEMBRE DE 1824.

Mi amado padre,

Mi padre muy amado: recibo al fin el consuelo de escribir a Ud. desde tierra a adonde puse el pie con felicidad el 26 del corriente desembarcando en Gravesend, primer puerto del río Támesis y distante 21 millas de Londres a donde me transporté el 27. Digo con felicidad, porque miro como un singular favor de la Providencia haber llegado y con salud a mi destino, después de las angustias que sufrí en mi viaje; angustias incomparables y superiores a cuanto se puede decir. Hablando yo con otros, necesitaría de explicaciones y expresiones a propósito para pintar mi angustiada navegación. A Ud. basta sólo decirle que ella fue un continuado flato de aquellos horribles de las primeras noches de Juan Fernández. A los principios, la fuerza de la aflicción e indisposición e indisposición de mi ánimo me persuadieron que no era posible viviese más, y sólo pedía a Dios me dejase morir en tierra. En efecto, no comía, no dormía, estaba continuamente mareado, y con fatigas extraordinarias; y sobre todo mi corazón, no tenía un instante de desahogo porque la memoria de Ud. y de cuanto amaba y dejaba en Chile me oprimía sin intermisión. Me veía abandonado sin tener el consuelo de oír siquiera hablar mi idioma, y sin entender a nadie ni que me entendiesen. Agregue Ud. todo esto a la incomodidad del buque y el mal trato de su malvado capitán, hombre cuya memoria me será siempre execrable. Los mismos pasajeros se indignaban con él principalmente por la crueldad con que viendo que cuasi me ahogaba dentro de mi camarote por la falta de respiración en medio de mis fatigas y congoja, no quería permitir que estuviese la puerta abierta. El tratarnos mal y no darnos de comer fue un plan combinado y meditado desde antes de salir de Valparaíso a cuyo efecto pidió (como Ud. recordará) el pasaje total anticipado contra lo expresamente pactado para que pasásemos por el trato que él nos diese, cualquiera que fuese, sin temor de que se le rebajase el importe como lo habríamos hecho si hubiese permanecido en nuestro poder la mitad. Yo siempre formé mal concepto del buque y peor del capitán; pero no quise escribírselo a Ud. desde Valparaíso por no darle cuidado, bien que nunca supuse ni con mucha distancia lo que experimenté. Era tal la incomodidad y desamparo de aquel buque, que yo embarqué como 500 pesos en víveres y cuasi todos me fueron inútiles porque o se los apropió el mismo buque, o se quedaron ahí sin poder hacer uso de ellos. Yo no tuve criado, aunque costeé el pasaje de uno, porque en historia que referiré a Ud. por el paquete de Buenos Aires (pues la urgente salida de este buque no me permite tiempo para escribir sino muy de prisa) manifestaré a Ud. qué tales son los españoles cuando ya no tienen miedo. Cuántas veces maldecía la hora en que me había embarcado, y no tenía otro consuelo que recordar que había sido con consejo y aprobación de Ud. Un naufragio que me hiciese arribar a alguna costa de América de donde pudiese regresar a Chile, era para mí una idea muy halagüeña y una cosa muy deseada. En fin ya todo pasó, y yo estoy bueno.

En compensación de tantos males la navegación fue feliz. A los 90 días vimos la tierra de Inglaterra, y a los 92 podríamos haber desembarcado, si no hubiese habido un viento contrario. Un temporal tuvimos en el Cabo de Hornos en que estuvimos en bastante peligro, pero yo no lo conocí ni lo supe hasta que el capitán lo dijo más de un mes después. En el Canal de la Mancha sí que sentí todas las angustias de un naufragio por espacio de ocho o diez minutos, porque sin poderlo remediar se toparon nuestro buque y una balandra, de cuyas resultas perdimos tres palos y las velas que se enredaron con las de la balandra, y ésta como más débil perdió su velamen y uno de sus costados, pero ninguna persona pereció, lo que fue un milagro respecto de la balandra que en toda regla debió haberse ido a pique. Los furiosos estremecimientos de dos buques enredados por sus velas y envergadura: los gritos de los pilotos y tripulación maniobrando, y los llantos de las mujeres, es pasaje de los que no se olvidan.

En el decurso de nuestro viaje encontramos 32 buques: a saber: 1, a los seis días de haber zarpado de Valparaíso; 1 en el mismo Cabo; cinco en la costa del Brasil, uno a los 10 grados lat. N. y 24 en la altura de las Azores. Sólo hablamos con los dos primeros, con el de 10 grados lat. N. y con dos de los últimos. Ninguno iba por Valparaíso, ni estando a la vela con viento hubiera permitido el capitán detenerse para echar bote que llevase cartas. Sien embargo, cuando avisté el primero, escribí la adjunta que ni sé cómo estará, porque no la he abierto más.

Quisiera tener tiempo para escribir a Ud. lo más importante, que es lo que nos ha jugado el señor Irisarri yéndose a Francia en cuanto llegué sin querer aguardarse a pesar de cuantas razones, órdenes e instrucciones se le comunicaron. Apenas he tenido lugar de exponer al Gobierno sucintamente lo que ha ocurrido, sin aguardar la salida del paquete y aprovechando la de este buque para no perder momentos. Instrúyase de este oficio pues no he alcanzado a copiar a los Directores del Banco por la urgencia. Yo no habría creído que Irisarri se manejase tan mal como lo he visto. Hasta ahora sólo he recibido informes contra él. Escandaliza hasta el último grado la insolencia con que desprecia al Gobierno y los intereses de su patria. Seguramente no piensa ir a Chile, y así se lo ha dicho a Miles (un inglés que hay aquí, sobrino de Paroissien). Desde que contrató el empréstito se ha pasado en Francia la mayor parte viniendo por una, o dos semanas, o un mes a Londres y volviéndose a pasar allá doble tiempo. López Méndez (un agente de Colombia) me dice que aquí se le reparaba esta conducta como que no es la de un enviado, ni él se trataba como tal viniendo a parar siempre en un hotel de comerciantes, donde me dice Miles su mesa parecía la de un comerciante cubierta de letras de cambio. En cuanto a gestiones diplomáticas se puede sacar la cuenta por su correspondencia con el Gobierno y porque él mismo me ha dicho que no conoce a Mr. Canning, ni ha hablado con él en todo el tiempo a que es Ministro; y Miles me dice que cuando los enviados del Perú escribían mucho a su gobierno, Irisarri les dijo que no fuesen zonzos, que él con cuatro líneas cada tres meses cumplía y acababa su año con dieciséis renglones; anécdota que prueba que ni vergüenza tiene. En fin: yo en la primera oportunidad hablaré a Ud. sobre esto y sobre otras muy crueles que creo me han jugado él y ese don Agustín Gutiérrez Moreno que ha estado en Chile y a quien yo ahorcara con preferencia a Irisarri. Ud. no se olvidará de prevenir al Ministro que reciba mi correspondencia, que Zegers no es de confianza en negocios de Irisarri, quien se me ha jactado de que aquí ha tenido copias de informes de Correa y de Portales dados en Chile sobre el empréstito.

A Dios mi padre, no hay más tiempo: acaso no alcanza ésta. Mi madre, mi querida madre, Dolores, Juan, Luisita: para todos es esta carta.

Soy su

Mariano.