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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaņa. Cartas a Juan Egaņa. 1824-1829
25. Londres, 19 de Noviembre de 1824.

LONDRES, 19 DE NOVIEMBRE DE 1824.

Amadísimo padre,

Tomo la pluma en tal estado de agitación, dolor y aburrimiento, que no sé cómo acierte a explicarme. El día 1º del presente llegó el paquete de Buenos Aires trayendo el Nº 66 del Argos periódico de aquella ciudad, y que en el artículo Chile dice lo siguiente:

“Según las últimas noticias recibidas por esta carrera hemos sido instruidos que el 19 de julio hubo en Santiago un movimiento popular a l’eau de rose, pero de grandes consecuencias por sus resultados. Imposibilitado el Director Freire de dar movimiento a la máquina del Estado por la complicación de las 277 ruedas o artículos de que se compone la constitución últimamente sancionada, hizo el 15 renuncia de su cargo ante el Senado; mas instruido el Director de que este cuerpo nada deliberaba, ni quería admitirle su renuncia, se separó de hecho avisándolo al Senado e instruyéndolo que retenía el mando de la fuerza militar por corresponderle como general más antiguo de la República. En estas circunstancias, precisado dicho cuerpo a tomar una resolución, llamó a los Ministros de Estado y les previno que expusiese el Director detalladamente los artículos que a su parecer impedían la marcha de la autoridad para en su virtud proceder a su reforma o suspensión; mas los Ministros se negaron a este paso exponiendo que en la opinión del gobierno no podía hacerse reforma alguna en la constitución, porque toda ella era viciosa. Embarazado el Senado en esta discusión, y sin resolver definitivamente sobre el particular, una parte del pueblo se reunió en la sala capitular, para tomar por sí la resolución que correspondía en este caso. En efecto se procedió desde luego al nombramiento de gobernador interino de la provincia, y recayó en el señor Fuentecilla quien inmediatamente promulgó un bando convocando al pueblo a la sala capitular. Reunidas como doscientas personas, fue aclamado el mismo general Freire para Director del Estado, resolviéndose igualmente que desde aquel acto quedaba extinguida la constitución sancionada en 1823, abolido el Senado y nombrada una comisión para rever la constitución del año 1818. A consecuencia de estos pasos, la tranquilidad del pueblo de Chile volvió a su anterior ser, y nada había que hiciese temer que ella fuese interrumpida”.

Al día siguiente se publicó la misma relación, copiada al pie de la letra en los periódicos de Londres, y mi casa se llenó de todos los Enviados de América que llenos de amargura por lo que cada uno pierde en el desconcepto de cualquiera de aquellos países, venían a darme el pésame y a exigir noticias más auténticas y más circunstanciadas.

Hágase Ud. cargo cómo estaría yo de vergüenza y dolor, y sin saber pormenor ninguno. Ellos prorrumpían en invectivas amargas a que yo no podía contestar. M. Canning había asegurado a todos que el reconocimiento de la independencia de aquellos estados pendía ya no más que del orden interior y del respeto que manifestasen a sus instituciones. La constitución de Chile había sido circulada de oficio a todas las legaciones, publicada y elogiada. Yo no había cesado de dar seguridades del amor que la tenía el pueblo, de que sería mantenida, y que en Chile no había alteración ni facciones. El movimiento último se ha mirado como el más escandaloso que ha ocurrido en América, donde hacía ya muchos años que no se veían pobladas, manifestándose ahora que todavía estamos en estado de que se junten cuatro en la plaza a quitar el gobierno y mudar constitución. En fin yo no sé qué decir a Ud. Chile ha vuelto al año 1811 y se arruinó su crédito. Más valía haber perdido una batalla. La independencia de los otros países será reconocida, y los autores de este movimiento responderán del mayor mal que ha sufrido la patria desde que existe.

En tanto me atormenta hasta lo sumo no saber de U., no haber recibido siquiera una letra en tanto tiempo. Mi sorpresa inexplicable cuidado crecen cuando he recibido carta de Santiago de 18 de junio y de Ud. ni una letra ni de ninguno de casa. He llegado a creer que interceptan nuestra correspondencia, y me valgo ahora de otro conducto para que vaya ésta. La dirijo a don Francisco Barra en Buenos Aires, a quien Ud. puede también mandar mis cartas aunque no tengo desconfianza de Riglos. El sobre exterior de las cartas que Ud. dirija a Barra para que me remita a Londres, o de las que Ud. me dirigiere en derechura, debe ser en esta forma:

To
M.M.Barclay Herring etc.
Old Broad St. Winchester Hotel
London.

Barclay es un comerciante seguro que me entregará las cartas que me vengan bajo su cubierta.

A Dios mi padre: no se olvide tanto de mí y escríbame muy largo todo lo que hay porque no tengo quien me diga nada.