ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaņa. Cartas a Juan Egaņa. 1824-1829
26. Londres, 19 de Diciembre de 1824.

LONDRES, 19 DE DICIEMBRE DE 1824.

Mi amadísimo padre,

No sé cómo expresar el sobresalto con que escribo y la inquietud en que paso los días por no saber de Ud. ni de nadie de casa no obstante que hay aquí noticias de Santiago hasta agosto último, y que según he dicho a Ud. en otra anterior, yo mismo he recibido carta de allí con fecha de junio. Por más que medito no sé a qué atribuir esta falta de comunicación. No pudiendo encontrar motivo para ella se me ha ocurrido que acaso es interceptada nuestra correspondencia. Yo no lo dudo: ya avisé a Ud. que a mi arribo a Londres no encontré la cifra que traía, que fue quizás sacada en el registro de mi equipaje que hicieron los señores Irisarri y Gutiérrez Moreno, y de que di a Ud. aviso. A este último lo reputo por más malvado que el primero, e Irisarri lo es eminentemente. Es hombre diestro en estos manejos de perfidia: y en toda su conducta no me admira tanto su falta de remordimientos, cuanto su falta absoluta de pudor. Es asombroso, inaudito, inefable su descaro. Don Luis López Méndez me cuenta que delante de él se jactaba el mismo Irisarri de su habilidad en abrir un pliego sin romper el sello, y todavía es más digno de notarse lo que Álvarez [1] me dice haberle sucedido. Cuando éste llegó a Londres, estaba Irisarri en el más lamentable estado de miseria. Le habían echado del cuarto en que vivía, porque no tenía con qué pagarlo, y por caridad de un americano que tenía influjo en un posadero francés, lo había éste recogido en su hotel obligándose a no cobrarle hasta pasado un año. A pesar de haber llegado la noticia de la ocupación de Chile por los patriotas, no podía moverse porque estaba debiendo al zapatero, sastre, posadero, etc. Álvarez lo auxilió, le suplió para pagar sus deudas más urgentes, salió responsable a la satisfacción de otros acreedores que podían embarazarle el viaje, y contrató su transporte. Al embarcarse le dio unos pliegos y cartas particulares para que llevase a Chile, y lo que hizo fue abrirlas en el camino, y no entregarlas, siendo así que entonces no tenía carácter alguno público ni comisión que le empeñase en saber lo que Álvarez escribía; bien que ya él llevaba el designio de volver de Ministro Plenipotenciario (con el objeto a mi entender de contratar empréstito porque estoy persuadido que éste ha sido su único y formal plan concebido desde antes de salir de aquí), nombramiento que negocia su familia allá; tan desde el principio que cuando Álvarez salió ya O’Higgins le habló sobre este nombramiento añadiéndole que no era su gusto, porque reputaba a Irisarri por malo y enredoso, o creo que fue al revés y que lo que dijo fue que no quería que volviese a Chile por aquel motivo. Ello es que Álvarez indicó aquí a Irisarri que le nombrarían Ministro Plenipotenciario. Cuando Irisarri llegó a Chile ya había sido nombrado, y el pliego llegó a Londres sin encontrarlo aquí. Pero después hablaremos de la conducta criminal de este hombre de quien se acordará Chile para siempre.

Las cartas para mí, vendrán seguras rotulándolas como he avisado a U.

To
Messrs. Barclay Herring & Co.
Old Broad St. Winchester Hotel
London.

Temo de las que hayan venido a mi nombre o al de Hullet que está complotado y es una misma cosa con Irisarri. Ambos han sido los dueños del empréstito, principalmente aquél, porque éste ha querido y le habrá convenido así para sus negociaciones. Estoy creído que aun las cartas que se me hayan dirigido por mano de don Miguel Riglos, las habrá él remitido rotuladas a Hullet con quien tiene algunas relaciones; pero ya yo le digo que en lo sucesivo las rotule a Barclay, etc. Será conveniente que Ud. en primera oportunidad me dé una razón de todas las que me haya escrito, y por qué conductos; así como yo avisaré a Ud. de las que haya recibido. Hasta ahora no tengo que trabajar en sacar la cuenta; pero sí mucha razón para quejarme. En esta distancia en que uno se encuentra abandonado de todos, es mucho desconsuelo ver llegar correos y no saber de su casa.

Voy a describir a Ud. mi vida en Londres. Empezaré por la parte privada, y de ahí seguiré con la pública. El 3 de octubre dejé el hotel a donde paré, y me mudé a mi actual casa alquilada a Lady Knatchbull en 400 libras esterlinas. Mil meditaciones precedieron a esta resolución, y me determiné a ella por motivos de conciencia. Yo tenía como debe suponerse muchos deseos de ahorrar dinero, y si alguno de cuántos han tenido igual misión a la mía puede considerarse con derecho a ser recompensado o sacar alguna ventaja de ella, soy yo quien he tenido que abandonar las afecciones más interesantes de mi corazón, y sufrir por consiguiente amarguras indecibles desde que salí de Santiago. Si las penas se pagaran en dinero, estoy seguro que no habría con qué satisfacer las mías; pero considerando que el gobierno que me había nombrado daba su dinero para que se le sirviese como convenía a sus intereses y correspondía a la clase de mi cargo: que los Ministros Americanos que se hallan aquí se traen en un pie muy respetable y aun de lujo: que sin ponerme yo con decencia, ellos se desdeñarían de tratar conmigo y no podría yo adquirir conexiones, y sobre todo que hacía dos años que Chile estaba sin nombre, sin crédito y sin Ministro, porque el señor Irisarri desde que contrajo el empréstito (único objeto de sus cuidados) se metió a llevar la vida de un negociante, sin residencia fija, y en continuos viajes de Londres a París para sus negocios particulares, porque ningún asunto de Chile ha tenido que agitar en Francia, ni es hombre que se mataría por eso. La remisión de la Voltaire con Gutiérrez dentro, fue una maldad, y pudo haberla despachado desde Londres. Es increíble lo que este bribón se ha burlado, y lo que ahora principalmente se ríe de Chile. Uds. no tienen idea de esto. El ha procedido bajo el principio de que podía hacer todas las maldades que le diese gana, porque en Chile ni las entenderían, ni las castigarían, porque él sabría sustraerse del poder de aquel gobierno. Pero lo que más lastima en este malvado es que ahora se halle en París, con buena casa y coche; y mientras fue Plenipotenciario no hubiese salido de un hotel de tercer orden. Por todas estas circunstancias, yo me resolví a tomar mi casa muy decente, comprar un servicio de plata que me costó 2.000 pesos y un coche que costó más de 1.100, y poner un tren regular de casa. En todo esto me he manejado con cuanta economía me ha sido posible; y los gastos que no salen al público los hago procurando el mayor ahorro. Mi comida privada es muy miserable: no voy al teatro, etc. No me habría sido difícil gastar poco (este poco debe entenderse respectivamente a Londres) metiéndome en un triste hotel y llevando una vida oscura; mas esto era defraudar al gobierno, y el dinero debe venir por caminos derechos. Tampoco me ha sido posible ausentarme de Londres, porque no hay más agente de Chile que yo, y es preciso estar incesantemente a la mira de cuanto ocurra, no interrumpir las negociaciones entabladas y aguardar la reunión del Parlamento que debe tener lugar de un día a otro. Por otra parte estas andanzas de uno en otro país dan mala idea a los gobiernos, y aun la actual residencia de Irisarri en París no deja de perjudicarnos, porque se cree como ya me lo han dicho que el gobierno de Chile a un tiempo quiere negociar con Inglaterra y con la Santa Alianza.

Cuánto se engañan los que creen que éste es un lugar de delicias a donde sólo se viene a gozar. Yo puedo asegurar a Ud. que los presentes han sido hasta aquí los días más tristes de mi vida. La falta de relaciones, de idioma y del conocimiento del país no permiten entretención alguna. Mi corazón siente mucho lo que dejó en Chile; y sobre todo me sucede lo que a ninguno de los Enviados. Cuando éstos sólo han venido a entender en negocios diplomáticos que por más que digan no pueden quitarles mucho tiempo ni causarles extraordinarias incomodidades, yo tengo que lidiar con los hombres más malvados e insolentes, y sufrir sus continuos ataques. Ya se deja entender que hablo de Irisarri, Gutiérrez y Hullet. Este último no es el más atrevido, aunque lo es bastante; pero su malicia no me admira tanto porque al cabo es un extranjero que no ha tenido más relaciones con Chile que la parte que Irisarri le quiso dar en su depredación; más que este bribón[,] este que se yo qué, sea hoy el enemigo de Chile (y mío por consiguiente) y que cuando una ojeada sobre su misma conducta podía inspirarle compasión hacia este pobre país a quien ha sacrificado tanto quiera todavía consumar su ruina. Un salteador no conserva ese encono con la víctima que ha despojado.

Sentemos primeramente que este hombre no tiene remordimiento ni pudor. Por otra parte no piensa volver a Chile. Sabe que no hay arbitrios como hacerlo ir porque no digo reclamaciones de un gobierno que no está reconocido; pero ni de las de la nación más respetable serían atendidas, pues tal es el derecho de asilo. Cuenta por lo mismo con la más absoluta impunidad, ¿qué se podrá hacer ni recabar con un hombre de esta clase? Su sola ida a París, en abierta desobediencia de las órdenes del gobierno, cuyo cumplimiento fue tan reclamado por mí, y el huirme para evitar mis preguntas y no verse obligado a darme clase alguna de explicaciones sobre estos asuntos, ¿no está manifestando su criminalidad y su descaro?

El vino con el ánimo formal de robar y bastante para hacer una fortuna opulenta. Se preparó los caminos en Chile dejando por Ministro de Relaciones Extranjeras [a] un hombre enteramente inepto; y aquí tiene Ud. descifrado el enigma del nombramiento de Echeverría [2], que sorprendió tanto a todos los que le conocían. Echeverría fue nombrado porque don Pancho Vicuña [3], primero a quien había querido nombrar Irisarri, no admitió. Luego despachó de aquí a Zegers para que fuese a dirigirle desde allí la correspondencia, y siendo éste por desgracia el verdadero Ministro, ya se tenía todo a su disposición. A propósito de esto, oiga Ud. lo siguiente: el poder con que Irisarri contrató el empréstito no fue hecho en Chile, sino que a mi juicio él llenó aquí uno de los pliegos que con bellaca lesura le dieron allí firmados en blanco, por O’Higgins y Echeverría. He visto el que se halla depositado en el Banco, y no es de letra alguna de esa secretaría, ni de otra que yo conozca, y aun me pareció de letra de Irisarri, aunque esto puede ser equivocación por la precipitación con que lo examiné en el acto de guardar las obligaciones amortizadas en la caja. Pues oiga Ud. lo que le contesta el Ministro en su oficio de 2 de enero de 1823, Nº 111: “En atención a la contrata celebrada por V. E. con la casa de los SS. Hullet Brothers y Compañía de Londres para levantar un empréstito de un millón de libras esterlinas por cuenta de este estado en virtud de los poderes que al efecto se le confirieron a V. E. en su tiempo etc.” Ahí tiene Ud. a un hombre documentado ya suficientemente por confesión del mismo gobierno, sin que este exordio innecesario por lo demás, que le dice en el oficio, tenga otro objeto, y vea Ud. si sirve un buen agente. En estas materias no puede uno tener certeza física, principalmente cuando se trata con hombres que saben manejar las cosas diestramente y cubrirse bien. No hemos de argüir a Irisarri ni a Hullet por lo que hayan hecho contra documentos o contratas o por falta de ellos, sino por la maldad de haber fabricado estos ex profeso para cubrirse. No me ratifico en que el poder haya sido firmado aquí, y además que tres poderes en blanco, pudo traer uno expreso para empréstito: por otra parte él trajo instrucción para contratar empréstito, aunque no por un millón como se le dice en el oficio 111 citado.

Puesto Irisarri en Londres empezó a tratar del tal empréstito objeto de sus viajes y su principal encargo. Ud. se acordará de aquellas proposiciones gravosísimas y tan escandalosas que dirigió a Chile y que fueron repulsadas por el Senado inclusos Pérez y Rosales. Cienfuegos instruirá a Ud. de ellas. A toda costa quería empréstito y a ver como no perdía el gobierno 300 por uno, si de este uno sacaba él la pitanza que se había propuesto. Repulsadas aquellas propuestas, ya temió volver a consultar, y procedió a contratarlo sin aguardar aprobación ¿en qué circunstancias? Cuando ya Chile había libertado al Perú, y salido de sus apuros; pero estas mismas circunstancias las convierte él en su favor. Es muy digno de leerse su oficio Nº 144. Allí dice que por el choque de Lord Cochrane con San Martín, y otros accidentes, no puede presentarse un cuadro de mayores necesidades de dinero en Chile y que si dejaba pasar la oportunidad actual de hacer empréstito, no podría después hacerse en un siglo. Para evadir el cargo de la negativa anterior del Senado dijo: lo que el Senado reprobó fue el empréstito A por gravoso; pero este B que yo contrato, no es el mismo. Buscó a la casa de Hullet, sin ninguna responsabilidad en Londres, porque la muy mediana que hoy tiene la debe al empréstito de Chile, y casa que por lo mismo podía ceder a cualquier partido y a una honesta compañía para pillar a medias.

Lo más gracioso es que su misma codicia cegó a Irisarri, y si no la hubiera tenido habría aprovechádose de mucho más. En marzo de 1822 Zea [4], Ministro Plenipotenciario de Colombia, contrató para aquella República un empréstito de dos millones de libras al precio de 80 en esta forma: un millón de pronto, y la Casa de Goldsmith (muy respetable) tenía tres meses de plazo para decir si contrataba o no el otro millón, y si convenía debía entregarlo, como lo hizo. Estos 80 eran libres (o habría un 2% de comisión) para el gobierno, como que el empréstito se celebraba por contrato. Comparado entonces el estado de Colombia con un ejército español dentro, ofrecía menos respetabilidad que Chile que se hallaba en el apogeo de su gloria. Pero Irisarri quería absolutamente empréstito, y que se vendiesen luego las obligaciones; así fue que lo vendieron desde 70 hasta 72 ½.  Sucedió lo mismo de que Irisarri se jacta; esto es que se vendieron todas las obligaciones en dos días, y aun creo que en sólo dos horas de cada uno de ellos, porque en efecto todos ocurren a comprar por 8 lo que vale 10. Pero él mismo se perjudicó porque siendo su ánimo abonar sólo al gobierno 67 ½, mientras más exceso hubiese, más ganancia para la Compañía. En fin: el hecho es que el empréstito sólo se abona al gobierno a 67 ½; y se vendió desde 70 hasta 72 ½; y el resultado, que un Ministro honrado podía haber contratado dicho empréstito a 80 o doy que fuese sólo a 75 libras para el Gobierno, e Irisarri lo ha hecho a 74 porque de los 67 ½ hay que rebajar 1 ½ % de la comisión de Hullet (bien que ésta es sólo sobre el valor real) y 2% de la que se aplica el mismo Irisarri. He aquí una defraudación de un 16 o de un 11%. Dejo aparte el crimen mismo de haber hecho el empréstito sin necesidad.

Yo juzgo que Irisarri está bien rico. Sus partidas líquidas son: la mitad (porque presumo que al menos iría a medias con Hullet) del 3 ¾ % que les valió la mayor venta del empréstito. Esto se ha querido cubrir con un oficio en que Irisarri avisó al gobierno que había cedido a Rothschild lo más a que aquél se vendiese a fin de que éste lo protegiese; pero este es un artificio. ¿Qué necesidad había de hacer tal cesión, ni que autoridad tenía para hacerla? Y además luego saldremos de la duda con la contestación que me dé Rothschild. La segunda parte líquida son los cien mil pesos que se ha abonado por su trabajo. ¿Qué tal mozo es éste?

Las líquidas son varias: 1º. La ganancia que debe haber producido el giro de 62 mil libras que tomó para invertirlas por sí. Esta es cosa muy original. Hullet eran los banqueros que cubrían las libranzas y hacían los gastos e inversiones, que Irisarri disponía como aparece de sus cuentas. No había pues necesidad de que éste tomase dinero en su poder cuando podía hacer cualquiera inversión mandando a los Hullet que la cubriesen. 312 mil pesos unidos al capitalito de la venta del empréstito forman una buena masa para negociar.

2º. Las gratificaciones de los que recibían aquí dinero para pagarlo en letras que daban pagaderas en Chile.

3º. El producto que haya dado la negociación que no puede menos que haber hecho una casa de comercio como la de Hullet con fondos tan crecidos en su poder por tanto tiempo; y este producto debe haber sido partible a medias, porque ¿cómo Irisarri dejaba estos fondos en manos de Hullet y no los ponía en el Banco de Inglaterra?

4º. El producto de la venta o compra de obligaciones del empréstito en los términos que ya he explicado a los Directores. En la compra que hizo últimamente a Arcos [5] en los días anteriores a mi llegada hay vehementes presunciones de fraude. Irisarri estaba cuando Arcos llegó aquí; y dice que éste le entregó un pliego que contenía la orden de los Directores para reducir a obligaciones todo el dinero existente: orden que ya Arcos sabía por habérsela comunicado en Chile (el mismo Arcos me lo ha dicho a mí) Diego Portales, que en esta orden, el tal Arcos se dirigió a Londres a comprar obligaciones para ganar con ellas, como que sabía que Irisarri a fin de cumplir con la orden de los Directores, se las había de comprar; y que efectivamente sucedió así, pues fue necesario hacer una especie de conchavo con el mismo Arcos comprándole por 78 las obligaciones que éste había comprado a 73 y a 75. Pero yo, malicioso de las tramoyas por lo que he visto, traduzco esto así: Arcos vino a París donde habló con Irisarri y le dijo que yo venía a Europa, y se resolvió a hacer algo nuevo útil a la despedida. Sea que Irisarri comunicase a Arcos la orden de los Directores o que éste la trajese sabida, se acordó que Arcos comprase obligaciones las cuales le recompensaría Irisarri por cuenta del Gobierno, y que el mayor precio entre la primera y segunda compra sería partible. Esta es mera presunción mía, pero ello es que Irisarri y Arcos se vinieron juntos de París, y que aquél halló obligaciones que comprar baratas y éste no. En fin dejemos ya a este hombre hasta otra ocasión.

Presumo que Ud. estará instruido en todas las comunicaciones que hago a los Directores. Por ellas sabrá Ud. todo lo ocurrido, y entenderá Ud. mejor lo que aquí escribo. También me intereso en que Ud. me diga qué dicen dichos Directores de mí, qué efecto causan mis comunicaciones, si están satisfechos con lo que hago, etc.

¿Y creerá Ud. que recelo que Irisarri me chismee en ésa por medio de tantos agentes como tiene en su familia, y que escriba qué sé yo qué? Ud. me dirá qué hay sobre esto. Entre tanto no hay cosa más estrafalaria que reunir el cargo de Ministro Plenipotenciario con el de agente del empréstito que me obliga a más tareas y a unos pasos mecánicos y jurídicos en el absoluto desamparo en que estoy.

De propósito nada quiero hablar por ahora del movimiento del 19 de julio porque me lastima mucho. Se ha hecho a la Patria el mayor mal que podía recibir, y lo peor es que por más que me he empeñado en enmendarlo, no sé si lo he conseguido. Qué triste es ver el influjo de Buenos Aires sobre el pobre Chile. Cuando yo llegué aquí alabé a Rivadavia [6] a presencia de unos cuantos americanos que le habían conocido aquí, y se echaron a reír admirados del crédito que tenía. Me dijeron que sólo era un hombre muy mediocre. En efecto así me ha parecido, aunque a mi ver con un orgullo digno de Napoleón. Llegó a creer que es mi rival. Será sin duda por los informes de Navarro, Benavente, Camilo, etc. Le visité; me pagó la visita. Le visité segunda vez y no ha vuelto más; a que se agrega que uno me ha dicho que no es mi amigo, sin duda porque lo habrá oído hablar mal de mí.

En fin, tantas incomodidades y amarguras las daría por bien empleadas si siquiera se lograse el bien que me he propuesto animando y protegiendo una compañía para trabajar las minas de Chile en los términos que se expresa el adjunto oficio. No se qué sensación causará en ésa el aviso que en él doy; pero encargo a Ud. muy encarecidamente que en la primera oportunidad, en la primera, me avise qué se dice sobre este proyecto, y si se recibe universalmente bien como me parece. El plan lo he creído tan ventajoso que aun su misma bondad me hizo vacilar sobre si habría algo malo oculto. Yo había pensado suspender si era posible hasta dar cuenta y recibir aviso, no fueran a persuadirse allí que esto era algo parecido a empréstito; pero si dejo pasar esta oportunidad, quién sabe si después podrá hacerse, y se ha dejado perder de las manos este bien. Se han hecho iguales compañías cuatro para México, dos para el Brasil, para Colombia, otra para Buenos Aires; y de los países libres sólo falta Chile. Temí también que dijesen que yo no hacía aquí nada por mi país, y que no servía para nada, etc. Este es el negocio más arduo en que hasta aquí he entrado, y quisiera saber con la posible anticipación si se aprueba o reprueba; si gusta, o parece mal, para ver si puedo poner aquí con tiempo algún remedio. Si Ud. cree conveniente repartir copias del oficio para que se difunda la noticia de la compañía, puede hacerlo si Ud. juzga útil el establecimiento. Mil cosas, y cuales puedo decir a mi madre, Chabelita, Dolores, Juan, Luisita y Ríos.

Soy, mi padre muy amado, su

Mariano.

Ya cerrada esta carta hoy 22 recibo la de Ud. de 19 de agosto, que me ha sido entregada por don Juan Parish Robertson en mano propia. He salido de mis acerbos cuidados. No tengo absolutamente tiempo porque ya sale correo, pero estoy escribiendo por un buque que dentro de seis días sale en derechura para Valparaíso. He recibido la cifra, y vuelvo el crédito a Irisarri. Lo que hablo es por conjeturas cuando no especifico hechos, y tenga Ud. presente esto por todo lo que digo relativo a aquel hombre. Esta va por conducto de Fair como Ud. me previene, y ya a él digo como me ha de dirigir las que me vengan. Puede Ud. continuar valiéndose de él.

A Dios mi padre.

 

Notas.

1. Se refiere a José Antonio Álvarez Condarco.

2. José Joaquín Echeverría Larraín.

3. Francisco Ramón Vicuña.

4. Francisco Antonio Zea.

5. Antonio Arcos.

6. Bernardino Rivadavia.