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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaņa. Cartas a Juan Egaņa. 1824-1829
35. Londres, 21 de Mayo de 1825.

LONDRES, 21 DE MAYO DE 1825.

Amadísimo padre,

En cada correo formo el ánimo de escribir a Ud. una carta muy larga; pero apenas ha habido uno en que haya podido llenar mis deseos, porque se me carga la correspondencia del gobierno y del Banco, que debo despachar sólo en sustancia porque no tengo en mi legación más auxilio, más secretario, más escribiente, ni más ayuda que Barra, el cual hace todo lo que puede; pero tenemos una porción de cosas que escribir.

Cuando llegué a Londres encontré a don Andrés Bello de Secretario de la Legación Chilena. Me dijo que tenía recibidos los sueldos correspondientes a su empleo hasta fin de noviembre inmediato. Para no perder unos servicios que ya estaban pagados, y porque en la realidad Bello era absolutamente necesario en aquellos días, le hice que continuara. En efecto, nosotros, que no sabíamos hablar inglés ni conocíamos a Londres, ni estábamos instruidos en cosa alguna perteneciente a la legación, ni teníamos de quien valernos, necesitábamos indispensablemente de un hombre como éste, que es un literato y tenía ya catorce años de conocimientos y residencia en Londres. Cuando me pasó Irisarri la cuenta de la inversión de 62 mil libras que había tomado del empréstito, se data los sueldos de Bello que dice estar pagados hasta junio del presente año. Notando yo esta contradicción, luego concebí que después de mi llegada había querido agraciar a Bello con esta suma para asegurarlo por si yo lo despedía y porque el empréstito daba paño para favorecer a los amigos a costa de Chile. Sin embargo pedí a Bello me explicase esta contradicción, y él me confesó que Irisarri le había prestado una suma de dinero, y que ahora se pagaba de ella dándolo por cubierto de sus sueldos. Continué, pues, con Bello por la misma razón que antes; pero éste en principios de febrero me dijo que ya no era más secretario de la Legación Chilena, porque acababa de recibir despachos de Colombia, que lo nombraban para esta Legación; y de hecho se me retiró y quid faciendum ni a quién ocurrir. Posteriormente me ha confesado que había oído hablar tan mal de mí, sobre mi carácter falso y malvado, que creyó conveniente separarse, o éste fue uno de los motivos que concurrieron a resolverle, pero que ya estaba desengañado. El informante según comprendí fue Irisarri, ni a mi ver podía ser otro, porque aquí no hay quien mal me quiera sino él, que tampoco me ha tratado jamás privadamente. Bello era furiosamente apasionado de Irisarri y su protegido y amigo; así es que también se me quejó que observaba que yo en los negocios con Irisarri no tenía confianza en él, y que éste había sido el principal motivo de su separación. En fin, desde entonces quedé solo completamente. Cuánto, pues, haya tenido que sufrir en este aislamiento, dejo a la consideración de Ud.

Entre tanto el señor Irisarri ha venido de París, y vive en una casa en el campo inmediato a Londres y está de negociante. ¿Qué dirán los ingleses que piensan cuando vean a estos dos Enviados, él y García del Río, de comerciantes y sin volver a su país a dar cuenta de su misión? ¿No preguntarán siquiera con qué fondos viven aquí? Ambos han contratado empréstitos, y aunque no sé nada del segundo, esto da lugar a sospechas.

En abril próximo se han acabado de remitir todos los fondos existentes del de Chile. Los señores Hullet, como Ud. sabe, no convinieron en que se remitiesen sino por mi mano, dirigiéndolos ellos en letras, y a entregarse en Chile a su agente don Onofre Bunster. Por consiguiente sólo me dejaron representar el papel de espectador y de plañidor de los males que resultaban a la patria con la demora de estos caudales. Me olvidé enteramente de que me debía a mí mismo algún respeto por mi empleo, y protesté sufrirlo todo por conseguir que marchasen pronto estos fondos. Era de ver al Ministro Plenipotenciario de Chile ir cuasi diariamente, o al menos muy a menudo, al almacén de unos miserables comerciantes y entrar con su sombrero en la mano a reconvenir para que remitiesen las letras y ellos responderme con varios pretextos. En dos ocasiones tomaron sus sombreros delante de mí y me dijeron que ya era hora en que tenían que irse. El mismo Bello me decía que no fuera más a verlos; y yo le contestaba que cómo abandonaba los encargos de mi gobierno. A medida que han ido llegando noticias de Chile han ido estos hombres a mi entender confirmándome más en el carácter de estropajo, y ya creo que piensan hacer un servicio al gobierno en contrariarme y no tenerme consideración. ¿Qué escribirán desde Chile acerca de mí y de mi aceptación allá los amigos de Irisarri y ese don Onofre? Tal ha sido el resultado de la sublime política del gobierno en desacreditar él mismo a su Ministro. Se me juzga como un pegote aborrecido allá, y que ha de salir de aquí un momento a otro. ¿Cómo se regocijará el señor Irisarri cuando en un tertulión con Hullet les lea las cartas de los amigos, la memoria del Ministro de Relaciones Exteriores, la moción de González, y los arbitrios del Liberal y Avisador, y Correo de Arauco? Ud. que presencia ahí las cosas, no puede estar tan quemado como yo aquí que veo sus resultados. Yo no tengo partido. Sálvese la tierra y gobiérnela el diablo; pero veo que por una insulsa malignidad se perjudican los más sagrados intereses de la patria. ¿Creerá Ud. que uno de los agentes de la segunda Compañía de minas tuvo la insolencia de decirme que ya sabían cómo estaba yo con mi gobierno y que si no sancionaba su Compañía me acusarían a él; y que otro de los empresarios del Banco que se trataba de formar para Chile me dijo modestamente que la peor recomendación que podía tener el contrato era que fuese por mi empeño y por mi mano al gobierno?

Volviendo a Hullet. El tiene interés en el contrato de Portales, por medio de Bunster, y aunque no podré asegurar que la demora en remitir las letras desde fines de diciembre hasta abril haya sido precisamente maliciosa; pero ¿quién sabe sus miras? Por de contado que no se habrá cubierto el dinero pactado en la contrata a Portales, y que habrá bullas y reclamos.

El señor Irisarri me sigue profesando el odio con que me ha honrado desde que llegué, y aun más. No extraño la carta que ha escrito Gutiérrez Moreno a Zegers. Tenía ya supuesto que Irisarri por sí, por anónimos, por cartas supuestas a nombre de otros, y por sus agentes de aquí y de allá, me calumniaría y pondría en ridículo, y es preciso, mi padre, que Ud. esté con mucho cuidado sobre este punto, porque no sabemos por dónde y cómo disparará sus tiros este bribón. Yo le tengo miedo: 1º. Porque es muy vengativo, propiedad que le confiesan hasta sus edecanes; 2º porque creo que no reparará en las armas y medios de que use. Si ha concurrido a decretos de asesinato, y si se falsificó aquella cédula que se dijo haberse tomado en la Isabel, contra Alvear y los Carrera, ya Ud. ve que es hombre temible, principalmente en un pueblo como Santiago donde cualquiera especie se puede hacer correr y más si hay interés en propagarla. Quien se cegó hasta el extremo de hacer publicar él mismo las comunicaciones que Trucios insertó en El Liberal, ¿qué no hará? He observado que tal es el furor y encono de este hombre conmigo, que ha dado mil pasos tan en su contra sólo por insultarme, que parece haber perdido la prudencia. Tales son sus cartas en que protesta que es mi enemigo, etc. A Gutiérrez lo hizo escribir desde París, y como está al cabo de las opiniones de moda en Chile, le hizo referir historias de fatalismo y superstición; así como Campino brindaba ahí sobre las novenas que no rezaba. Gutiérrez nada sabe de mí en Londres porque desde que llegó se fue a París siguiendo a su patrón, y volvió para ir a Guatemala despachado por él mismo a negociaciones. Es falso lo que dice. Aquí hago un papel tan distinguido como los demás Enviados con mucha cortesía y respeto de cuantos me han tratado porque no tengo intimidad con nadie, ni he sufrido desaire alguno sino de Irisarri y los Hullets. Acá para entre nos: paso también por el más razonable de los Enviados.

He recibido las cartas de Ud. de 20 de enero, 30 del mismo y 1º de febrero. Parturient montes: he recibido al cabo un oficio del Gobierno con fecha 27 de enero. Contiene seis letras en que me dice que don Joaquín Campino ha sido nombrado Director de la Caja, y se me remite su firma para que la conozca. Me han venido con el mismo pliego Boletines, números del Liberal, y sólo tres del Correo de Arauco. Nada he encontrado en ellos contra mí, aunque sí contra Ud. y las observaciones del Liberal contra el mensaje, y la carta dirigida a Ud. con su nombre y apellido en el Nº 44. No me han venido, ni he visto hasta ahora el tal mensaje, ni las memorias de los Ministros, lo que siento mucho, así como el que Ud. no me haya dirigido estos papeles y todos lo que directa o indirectamente me tocan en algo, que verdaderamente a mí me interesan mucho. Rosales aun no ha llegado, o por lo menos no sé su paradero, y el Código Moral precisa ya mucho.

Cada día me causa un nuevo asombro lo que leo en los papeles de Chile. Dejando aparte la política de desacreditar el mismo gobierno a su Ministro Plenipotenciario, precisamente en los puntos relativos a su misión, publicando que son sospechosas al gobierno las ideas con que se presenta a tratar, me admira la pintura que se hace de Chile en uno de los números del Liberal. “Si somos atacados (se dice) el país sucumbe, pero si no lo somos también sucumbe porque no tiene como sostenerse”. ¿Qué concepto es el que se quiere que se forme en Europa al oír esto? ¡Y en qué circunstancias! Véase si las gacetas de Buenos Aires han dicho alguna vez cosa parecida. El resultado es que se ha reconocido la independencia de aquellas provincias aun desunidas, sin un gobierno general, pues para el mismo acto de celebrar el tratado con Inglaterra fue necesario reunir las más cercanas a toda prisa: y cuya parte de territorio es precisamente la única que en todo el continente se halla ocupada aun por los españoles, y que sobre la de Chile aun falta algo. Con motivo de haber sido éste el primer tratado que ha venido de América, ha hecho el Times de 16 del presente qué elogio tan magnífico de Rivadavia. Es regular que Ud. le vea ahí reimpreso en las Gacetas de Buenos Aires y de Chile. Verá Ud. centrar en él entre los grandes servicios hechos a su patria el haber promovido compañías de minas, banco y colonización para las provincias del Río de la Plata. Esto me toca a mí también, pero no sé si en Chile me lo querrán conceder.

Espero con mucha ansia a Riesco para saber algo de Chile a boca. Aquí lo único que se ha escrito contra la Constitución es una carta que vino escrita desde Chile al principio.

¿Qué he de decir de la misión de González? Esté Ud. seguro que yo no he traído instrucciones sobre monarquismo, ni cosa que se le parezca. Suspiro por que tomen de una vez la resolución de quitarme. De cualquier modo que la tomasen, yo no lo sentiría por mí, pero sí por el honor de la patria, si fuese de un modo violento y brutal.

Remito a Ud. el adjunto pliego cerrado para los Directores de la Caja, y una copia de su contenido para que si Ud. halla por conveniente entregarlo, lo haga, y de no, no. Nada me perjudica su falta de entrega, y sólo quería decir en cabeza de los Directores lo que debía exponer al gobierno.

Mi crédito puede padecer porque se crea que cualquier obstáculo o retardación en obtener Chile las ventajas políticas que otros países han tenido, pende de mi ineptitud o inactividad. Es preciso que siquiera alguno de los hombres juiciosos entiendan cuál es el verdadero motivo a que debe atribuirse esto; y que sepan que en conseguir yo lo mismo o algo de lo que consiguen otros países, hago más que todos.

Aquí iba de mi carta cuando me llama la hora precisa de concurrir a una conferencia a que me tiene citado Mr. Canning (cuidadosamente es a la hora de salir ya el correo para que sin duda no alcance a escribir sobre ella a mi gobierno). Si por alguna casualidad se demorase su salida, continuaré; y por ahora la cierro.

A Dios mi amadísimo padre; soy su

Mariano.