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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaņa. Cartas a Juan Egaņa. 1824-1829
40. Londres, 20 de Agosto de 1825.

LONDRES, 20 DE AGOSTO DE 1825.

Amadísimo padre,

El 26 de julio se me presentó Javier Rosales con varios paquetes que contenían papeles públicos de Chile y el Código Moral que deseaba con tanta ansia, y que he visto con tanto gusto. Venían dentro dos cartas de Ud. de fecha de enero, y un solo ejemplar del Mensaje del Senado, papel singular, que a dos personas únicas que aquí le han visto (porque el amor del crédito de la patria me ha hecho ocultar para que no se vean sus miserias) ha parecido una pieza digna de los más altos elogios. También la vio [el general José de] San Martín que estaba en Londres de paso, y que ya ha regresado a Bruselas. Como era uno solo el ejemplar venido, no me he atrevido a desprenderme de él para remitirlo al Nuncio a que se agrega la falta de proporción para esta remisión porque ni sé dónde para este señor, ni ha habido quien me dé razón de él. Cosa rara: desde octubre pasado en que salió de Chile, nada se ha sabido de él, ni dicho es sobre su arribo, que de su salida de Chile bien se habló. Por el contrario, el Vicario Apostólico de Londres me hizo ver en el mes de mayo para saber si podría yo dirigir a Chile unas cartas que había recibido de Roma para él; y en un breve de secularización concedido al Padre Bauzá [1] de San Francisco y con fecha de abril, que se me remitió para que lo dirigiese yo al citado Bauzá, iba cometido el examen de los motivos y aplicación de la gracia si los hallaba justos al mismo Nuncio. Yo lo devolví a la persona que me lo remitía (el Ministro de Colombia) exponiéndole que aquel Breve por la salida del Nuncio de Chile, era inútil y que deseando yo servir a aquel religioso a quien conocía, le suplicaba hiciese presente a la curia dicha salida, para que se diese la comisión al Ordinario de Santiago, y entonces se me devolviese para despacharlo yo a manos del interesado. No he tenido contestación.

Volviendo a los papeles públicos de Chile, mucho he sentido el recibo tan tardío de algunos como el mensaje y las ilustres memorias de los Ministros contestándolo. En ellos y en los periódicos veo mil cosas que yo no sabía. Lo mismo digo de la ley de 1º de abril de 1824 inserta en el Boletín Nº 28 sobre colonización, que si me hubiese llegado a tiempo me habría ahorrado de mil cuidados; y tal vez de la cláusula fatal de ratificación libre del gobierno, que a mí me ahoga con inquietudes y que malogra las empresas, porque todos quieren contar con una base fija, y no como las compañías de minas. La compañía de colonización está suspensa en sus pasos aguardando la ratificación, que si se despacha con la presteza con que se me contestan mis oficios, hay tiempo de sobra para que se cansen. Lo mismo digo del Banco.

Cualquier chileno que lea los papeles de aquella mi desgraciada Patria, no puede dejar de sentir su corazón traspasado. Qué grosería, qué impudencia, qué empeño en envilecer y desacreditar la patria por todos aspectos. Qué estilo tan innoble el de aquellas memorias: cómo dan en ellas los Ministros la medida de su capacidad para dirigir los negocios públicos. Y qué diremos de ese aborto del infierno, o de Pinto que es lo mismo, intitulado Memoria del Ministerio de la guerra sobre el estado actual de Chile. El más celoso Ministro de Fernando VII no podría hacer pintura más ridícula de un país despreciable e incapaz de sostenerse. Esto se imprime, esto se publica en los periódicos de Europa, esto circula por todo el mundo, y esto llega a manos de Mr. Canning que por estos documentos (que él llama intachables pues son del mismo gobierno) forma su opinión; y con ellos contesta a cualquier proposición. ¿Qué hay pues que extrañar de que cada día el crédito de Chile se vaya hundiendo más? Aquí no cesan los diarios de pintar a Chile en el estado más miserable. El 17 del presente remitiéndose el Times a un periódico de Nueva York intitulado National Intelligencer dice “que mil enemigos podrían presentarse de un cabo a otro de Chile: que allí hay muy pocas tropas y éstas no se pagan porque no hay un real en la Tesorería ni de donde sacarlo: que un tal Pincheira tiene mil hombres con los que ataca todos los puntos del país, quema las poblaciones, asesina los hombres, roba los ganados, etc., que se preparaba un ejército para irlo a batir pero que la mitad de él se pasaría a Pincheira, y la otra mitad correría”. Concluye con que no sabe cómo aquel país puede subsistir con tan malos gobiernos: que se creía que cualquier mudanza sería una mejora; pero que en Chile hay talento particular para falsificar estos cálculos. El Morning Chronicle del mismo día dice solamente: “El estado de Chile es verdaderamente deplorable, y cada día va a peor”. Todo esto lo anuncio al gobierno en mi oficio Nº 79. ¿Qué hará pues un enviado a vista de esto? Si se imputa a ineptitud u omisión mía el no conseguir reconocimiento y tratados para Chile, Ud. debe defenderme delante de las gentes que piensen, y vea al estado a que han reducido a su patria los liberales.

Como estoy destinado para solo tener aquí disgustos, fatigas y pesadumbres y por eso ansío tanto por irme a toda costa, sobre lo que en Ud. tengo mis esperanzas, me hallo ahora con el peso de que no hay ni asomos de que llegue a Chile el dinero para pagar el dividendo del empréstito que ha de cubrirse en septiembre siguiente. Creerá Ud. que ni el gobierno ni los directores me han dado el menor aviso o indicio de si se hace o no este pago y si ha salido ya el dinero de Chile, o tomado otra providencia para que llegue a Londres. El público inglés acreedor no tiene que entenderse con la compañía particular que en Chile haya contratado con el Gobierno para cubrir estos dividendos. Contra el mismo gobierno o por mejor decir contra su miserable enviado ha de ser contra quien repitan los accionistas del empréstito, y sobre quien recaerán las reclamaciones, insultos y cuanto Ud. quiera. El cuadro de males, descrédito y responsabilidades, no solo para Chile sino para toda la América, que se presenta si este dividendo no se paga, es tan horroroso que más vale apartar la vista de él. Baste decir que esto coronaría nuestras glorias y los gustos que me ha ofrecido mi carrera diplomática. Hágase Ud. cargo con qué actividad y sobresaltos daré pasos para buscar quien me preste 30 mil libras. Hullet dice que él suplirá pero no con la garantía del gobierno sino de una o dos casas de comercio inglesas, que le paguen a los tres meses del desembolso si ha sido hasta entonces cubierto por el gobierno, o la compañía de Chile (de que él mismo es socio según entiendo en cabeza de Bunster); y buscar tal fianza es para mí lo mismo que buscar el préstamo. No sé cómo saldré de este afán. Vamos a cosas más alegres.

Este es un regalo que he pensado hacer a U. y que si se logra, puede equivaler a una pensión vitalicia de cuatro o seis mil pesos o mucho más, y algunas utilidades más, y en que tendremos parte Juan, Ríos y yo. El señor Gourney se ofrece a hacer una compañía para habilitar las minas de Peldehue y Torito, y si ya tienen dueño entrar en contrato con ellos. Sea Ud. el dueño de estas minas, de la del Huasco, y de otras más que pueda, y que es tan fácil pedir en cabeza propia o valiéndose de otro, y haga un contrato con el señor Gourney en que se estipule que se forme una compañía bajo las condiciones siguientes, mandándome al efecto poder para ello. 1ª. Ud. pone las minas tal y tal y el señor Gourney por sí o formando una asociación se obliga a trabajarlas enteramente a su costa por espacio de 15, 20 ó 25 años; 2ª. Desde el primer año, contado desde la fecha del contrato, debe darle a Ud. 3.000 pesos anuales por la mina de Peldehue: dos mil por la del Torito: cuatro mil por la otra tal, etc., sea que se gane o se pierda en el resultado total del trabajo. Además de esto y sin contar con la pensión anual estipulada en la cláusula anterior, será para Ud. la quinta parte líquida de las utilidades que produjere el trabajo de cada mina. Ud. añadirá las demás condiciones que le parezcan. El poder debe venir prontamente dirigido en primer lugar a don Miguel Barra, en segundo a don Andrés Bello y en tercero a don José Agustín Lizaur, residentes en Londres, con facultad de que cualquiera de ellos pueda substituido en otro aunque no sea de los nombrados.

Incluyo a Ud. el adjunto oficio sellado, pero con su copia para que Ud. haga de él el uso que le parezca, y si no quiere entregarlo al gobierno porque no haya necesidad no lo entregue: en inteligencia que nadie sabe en Chile de esto sino Ud. y las personas que Ud. quiera que lo sepan. Va también una de las representaciones originales de Gourney igual a otra que va dentro del oficio cerrado. En fin, yo doy a Ud. la idea. Ud. haga lo que hallare más conveniente. El negocio me parece bueno y llano; y yo me he empeñado en proporcionarnos esta ventaja, como he procurado proporcionarla en general a todos los chilenos con las otras compañías. Ansío mucho tener pronta respuesta de Ud. sobre este particular.

Estoy esperando por momentos el correo perteneciente al mes corriente que ya tarda, y en que aguardo carta de Ud. de mayo. Así es que escribo sin nuevas noticias que las que tenía en mi carta anterior de julio.

Riesco aun no parece. El señor Rivadavia se va en el presente paquete. Hombre tan pequeño como afortunado, que debe su opinión a no sé qué.

Incluyo a Ud. una lista de los oficios que he remitido al gobierno. No la he alcanzado a acabar. El último oficio de los que ocupa este paquete lleva Nº 80.

A Dios mi amadísimo padre: mil cosas a mi madre y demás de casa. Soy su

Mariano.

 

Notas.

1. Juan Antonio Buzá.