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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaņa. Cartas a Juan Egaņa. 1824-1829
42. Londres, 16 de Noviembre de 1825.

LONDRES, 16 DE NOVIEMBRE DE 1825.

Amadísimo padre,

El 28 de septiembre llegó a ésta el paquete correspondiente a aquel mes sin que en él recibiese carta de Ud. Barra el de Buenos Aires escribe a su hermano, que el citado paquete no traía correspondencia de Chile, porque aunque había estado aguardándola por seis días más de lo ordinario había tenido que zarpar al cabo sin ella, lo que se atribuía al mal estado de la cordillera. Recibí sin embargo tres paquetes del gobierno, o por mejor decir un mismo oficio en tres distintos paquetes porque el desorden general comprende hasta lo material del servicio de la secretaría, y ya me ha sucedido dos veces mandarme en un mismo buque principal, duplicado y triplicado, y esto es que hasta ahora sólo son cuatro los oficios recibidos. Este último es aprobando las compañías de minas y dándome parabienes, no gracias como si fuese éste un negocio mío o en que yo hubiese entrado por conveniencia propia. Es el mismo de que Ud. me había remitido copia. Ud. habrá observado que expresamente se me felicita por la presidencia, de suerte que se habrá creído la especie de los 12 mil pesos, y es preciso que se sepa la verdad si es que son tan zonzos que lleguen a persuadírselo. Lo que me admira es que estando ahí esos comisionados, ni se les pregunten estos puntos, ni ellos desengañen de oficio.

No habiendo recibido ni noticias ni cartas particulares de Chile pasé a casa de los señores Barclay y Cía. a indagar si ellos tenían algunas. Efectivamente me señalaron una representación de varios diputados al Congreso, pidiendo al Director los separase o por mejor decir disolviese éste: un bando del mismo Director disolviéndolo, y una proclamación convocando a una asamblea provincial de Santiago: proclamación que sanciona y legitima los movimientos anárquicos con que rompiendo la unidad del Estado se hicieron iguales Asambleas en Coquimbo y Concepción. También viene una Acta en que el Cabildo sólo de La Serena declara que es un derecho inalienable, imprescriptible, etc., suyo, tener la legislatura particular y rever la constitución del Estado. Declaración que también parece sancionar el gobierno supremo, pues se halla inserta en el periódico ministerial sin observación alguna. Barclay y Compañía procuran ocultar estos papeles casi tanto como yo, porque el crédito de todas las empresas de Chile va al suelo con las noticias de estos funestísimos desórdenes. Ya las acciones de la Compañía de Minas Anglo-Chilena (esto es la segunda) están al uno y medio de descuento, es decir que los accionistas que han entregado cinco libras por cada acción se contentan con que les den tres y media, y zafarse de la compañía. La primera sigue los mismos pasos. El Banco no ha podido realizarse por el mismo motivo del descrédito en que se hallan estas cosas; y aunque ahora tengo esperanzas más seguras de que se forma, es porque un particular muy rico lo tomará a su cargo por sí solo, sin entrar en la empresa por acciones que perderían en el momento que saliesen a luz en el mercado, atendido el descrédito de Chile. En fin la compañía de colonización, que era mi orgullo, no se ha formado y probablemente no se formará, lo digo con bastante sentimiento, porque ya los del comité que subscribieron el contrato reconvenidos por mí me han contestado que en el actual estado no encuentran accionistas y aguardan que mejoren las circunstancias. Yo aguardo la ratificación del gobierno (que plegue a Dios quiera contestar sobre esto) para reconvenirlos decisivamente y con un título legal; aunque desde ahora veo que si no quieren buenamente, no se podrá ni aun será conveniente forzarlos, porque en tal caso cumplirían con publicar una suscripción, y como permaneciendo en los mismos términos que hoy el estado de Chile, no habían de encontrar suscriptores, dirían que habían hecho todo lo posible y a que eran obligados, y que el hallar efectivamente accionistas no pendía de su mano. Por otra parte: el forzar a estos hombres sería aumentar el descrédito de Chile en cuanto a estas empresas, pues semejante paso indicaría que ellas no eran útiles en sí mismas.

Ha llegado un segundo paquete de Buenos Aires en mediados de octubre. Tampoco me ha traído carta de Ud. y del gobierno ya se sabe; pero he tenido una de mi tío don Fabricio en que me avisa de una nueva revolución ocurrida en Santiago por medio de una pueblada en los días 12, 13 y 14 de junio. De ella ha resultado que hay ya dos gobiernos, uno de Junta y otro de Director: que ha habido soldados bloqueando el Consulado y coronando las calles vecinas: y que se ha reunido el pueblo hasta en la misma sala del Director donde se ha reproducido la escena con respecto a Freire de las atroces y huasales desvergüenzas de aquel Larraín gordo cuando Cruz era Director. Estas miserias las presencian el ministro de los Estados Unidos, el Cónsul inglés, y mil agentes y corresponsales secretos que tienen los otros estados de Europa, y aun las compañías y casas de comercio extranjeras. Todos ellos escriben a sus gobiernos y a sus comitentes estas indecentísimas historias, adornadas con comentarios y observaciones que nos abisman en lo profundo del descrédito y degradación. Ya pierdo el juicio con estas cosas. Créame Ud. mi padre que tal es el triste estado de Chile en el concepto de Europa, que me da vergüenza de que alguno me vea y conozca por la calle. Hace un mes que los diarios de Londres y de París están extractando trozos de gacetas de Estados Unidos y cartas de Buenos Aires y Chile que dan por hecho que Coquimbo y Concepción se han declarado independientes y tienen sus gobiernos particulares. Esto ha completado nuestro descrédito político, porque aquí generalmente se opina que semejante separación, aun cuando sea como suponen algunos diarios para tener un gobierno federal, en un país tan reducido como Chile, es el último desvarío de la anarquía y del espíritu de desorden. En una palabra se cree que Chile no está en estado de gobernarse a sí mismo; y los más modestos y amigos nuestros dicen que aun le falta mucho que aprender para ser independiente, y llegar al pie de Colombia y México. Estoy seguro que si ahora me fuera a presentar a Mr. Canning, éste con aquel espíritu decidor de bons mots de que se le tacha, me preguntaría al verme: “Ud. ¿de quién es hoy Ministro Plenipotenciario: de la Junta, del Director, de la Asamblea de Coquimbo o de la de Concepción? ¿O aguardaremos la semana siguiente para ver si hay más entre quienes pueda dividirse el origen de la plenipotencia?”

Todas estas cosas con la terrible añadidura del empréstito y sus anexidades y consecuencias me tienen tan disgustado y abatido, que suspirando incesantemente por horas de serenidad, no las diviso sino en compañía de Ud. en el seno de los placeres domésticos y en nuestras excursiones en la casita de Peñalolén. Esta fija mucho mi atención porque mis más consoladores paraísos se forman con ella. Debe ser lugar de recreo y un museo (acaso el único verdadero que haya en Chile) para hombres literatos y curiosos. Encerrará una muy escogida librería, y todas las máquinas e instrumentos curiosos de física, óptica, y astronomía y jardinería. Mal año para don José Antonio Rojas, comparado con lo que yo llevo.

Ocho cajones tengo ya aquí empaquetados de instrumentos, fuera de libros y de la mayor parte de la librería y otros instrumentos y máquinas que debo tomar en Francia por más baratos. Aquí son demasiado caros; pero sin embrago he tomado aquellos que por su mejor y más sólida construcción en Inglaterra, son preferibles a los que se fabrican en Francia. Todos los ahorros de mi sueldo los consumo en esto; pero la plata es una cosa que si Dios me la quiere dar me la dará en Chile; y viaje a Europa sólo es por una vez. En el correo siguiente mandaré a Ud. una factura por menor de estos instrumentos y demás cosas que ya pienso hacer embarcar en primera oportunidad para tener eso adelantado. Deshágase Ud. si puede del telescopio y microscopio que tiene allí porque no sirven y yo los llevo muy excelentes. Le encargo mucho el cuidado de la librería, porque contando con la conservación de las otras que hay allí, no llevo yo las mismas de aquí, y no sea que nos quedemos sin ellas porque se manquen. Telescopio, microscopio, uno y otro de dos clases, barómetro de medir alturas, termómetro de sala y de baño, higrómetro, globos, máquinas eléctrica[s] con toda clase de aparato medicinal y para cuantos experimentos hay curiosos, neumática en la misma factura, baterías galvánicas con todo su aparato medicinal y científico: aparatos para formar agua: para hacer hielo: para descomponer agua, etc., etc. Fantasmagoría, cámara oscura, óptica, etc., etc. Llevo el caleidoscopio perfeccionado con las últimas invenciones y todo lo adelantado sobre esta materia, sobre que Ud. tenía tanta curiosidad. Según su última perfección, ya no sólo forman simetría las piececitas y baratijas que se ponen en el cañón, sino cualquier objeto a que se aplique como un anteojo, y por consiguiente son deliciosas las vistas de campos, cerros, etc., que se obtienen con él. Vidrios de multiplicar dispuestos por la misma teoría: cajas de juegos y entretenimientos magnéticos: una pila artificial con diversos juegos de agua: otra ídem de cristal; juegos para una pila permanente que se situará en el jardín.

Yo creo que he sacado la cuenta sin la huéspeda: la casita de Peñalolén necesita una pieza para librería y depósito de máquinas e instrumentos científicos con sus estantes donde se conserven estas cosas, porque aun que van repuestos de las piezas más expuestas, cualquier pérdida es allí irreparable. Ud. verá si el interés del museo exige este nuevo gasto.

En cuanto a otros adornos de la casita: las galerías serán adornadas con retratos de los grandes hombres, y otros cuadros murales. Tendrá instrumentos para el cultivo de sus jardines, y entre otras cosas, sólo baños, llevo de tres clases, de vapor, de lluvias y de inmersión.

El coche, mueble absolutamente necesario para estas excursiones, es muy cómodo, muy hermoso y muy fuerte. Ud. no ha visto cosa igual, tiene cama para dormir dentro si se quiere, luz para ir de noche en conversación sin que haya necesidad de que don Francisco Cisternas la lleve de la mano. Es capaz de cuatro personas, o de seis en caso apurado. Los caballos para tirarlo están muy de antemano encargados a Ud. y corren de su cuenta. Deben ser cuatro para que haya remuda y facilidad de viajar todos los días, y deben ya estar enseñados para cuando el tal coche llegue.

He recibido una carta de Riesco de Gibraltar, mandándome papeles muy atrasados como su viaje de Chile, y un duplicado del Código Moral. No tenga Ud. cuidado por la impresión.

En cuanto al Banco para Chile que toqué al principio: el contrato con Mr. Samuel (judío) vino a parar en que era puramente un negocio de Arcos e Irisarri. ¿Qué dice Ud. de esto y don Juan García del Río? Ni tenían fondos, ni creo que ánimo serio de hacer tal Banco, sino de ver si publicando la suscripción se ponían las acciones con premio y utilizar este premio. Me embromaron más de cinco meses. Al fin viendo sus entretenidas, y que nada realizaban, le hice saber a Arcos que era el que hacía cabeza, porque Irisarri y los otros estaban encubiertos, que si dentro de ocho días no me presentaban la compañía respetable y de crédito que se había de obligar a establecer el Banco en Chile, no había nada de lo estipulado. Ha de suponer Ud. que yo no había formado contrato con ellos, sino unas proposiciones conforme a las cuales me obligaba a firmar un contrato, presentándoseme una compañía respetable que contratase, porque no quise contratar con Arcos. Este se convino por su carta de 17 de octubre en desistirse, y yo he visto a un Campbell, negociante de primer orden con quien se hará el contrato en los mismos términos que había propuesto Arcos, o más favorables. Lo horroroso sería que si Arcos o Irisarri (por medio de sus amigos) han ocurrido a Chile mientras me embromaban aquí, hubiesen contratado con el gobierno, y se encontrasen dos contratos, aquél y el mío con Campbell, comprometiéndome y exponiendo mi persona. Estas consideraciones son las que desaniman, pero no lo creo que comprometa así el gobierno su crédito y el mío: y Ud. procure impedir este mal. El contrato con Campbell irá en el siguiente correo.

A Dios mi padre; soy su

Mariano.