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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaña. Cartas a Juan Egaña. 1824-1829
46. Londres, 1º de Febrero de 1826.

LONDRES, 1º DE FEBRERO DE 1826.

Amadísimo padre,

El paquete para Buenos Aires se ha demorado hasta hoy por orden expresa de este gobierno. Dos motivos se presentan a que poder atribuir esta demora: 1º el funesto movimiento de Chile; pero ya creo que poco se dará de esto al Ministerio inglés atendido el desprecio y descrédito en que se halla aquel país; el 2º es más verosímil, a saber la guerra de Buenos Aires con el Brasil en que sé positivamente tiene el gobierno inglés deseos de mediar; y es probable que esté apurado Mr. Canning dando instrucciones a Sir Charles Stuart su enviado en el Brasil. Entre los males en que veo envuelta a mi pobre patria, no es el que da menores cuidados el que Chile tomase parte en la contienda y declarase la guerra al Brasil. Los gavilanes son inexpertos, su prudencia y tino políticos no son aventajados; y poco tienen que perder en la patria. Son además Buenosairistas y Rivadavistas. Supongo que no serán muy de gusto las reflexiones que yo hago sobre este particular en un oficio que ahora dirijo al gobierno bajo el Nº 104.

Ya todos los periódicos están llenos de las noticias de Chile. Han insertado al pie de la letra los célebres decretos de 8 de octubre; y con sus observaciones y preámbulos como era de esperarse. Uno de ellos (el Representative, periódico dirigido por el ministerio) dice “que en Chile acaba de ocurrir una de aquellas revoluciones de que es todos los días teatro”. Tiemblo de ver los periódicos franceses porque allí nada perdonan, y vendrán comentarios y reflexiones lindísimas.

Ya ha empezado a correr aquí también la voz de que me mudan y viene un sucesor. Supongo que Irisarri y Hullet serán quienes empiezan a propagar estas nuevas a cada revolución gavilánica que ocurre. No los puedo culpar, porque no sé de positivo el origen de estas voces; pero me admira que aquellos deseen una variación a no ser que tengan a la vista el aspecto de algún futuro empréstito, porque seguramente no encontrarían enviado con quien se jugasen más que lo que lo han hecho conmigo.

En toda la correspondencia que por este paquete dirijo al gobierno me desentiendo completamente de las nuevas ocurrencias. Ya nada más tengo que decir sobre esto y sería inútil toda repetición.

He transado la disputa sobre la aplicación de las 500 acciones que se habían reservado y estaban a mi disposición. Les he abonado 100 o por mejor decir les he aprobado hasta en este número la aplicación que decían haber hecho (considerando que esta suma es la que han dado a Ud.), y las 400 restantes las han vuelto a poner a mi disposición. Por consiguiente, hágame Ud. la aplicación de que le hablo en mi anterior.

En este mismo paquete, van mis libranzas contra los Directores de la Caja de Descuentos por dos mil libras esterlinas. Para que Ud. vea lo que son lo que hay que esperar de los comerciantes ingleses: no he podido conseguir de los SS. Barclay y Cía. dinero, sino con las dos condiciones, la 1ª de que el cambio sea a 42 peniques por peso, esto es dos y medio peniques más caro de lo que yo remití de aquí los fondos del empréstito, y al mismo precio que fueron las letras para pagar el dinero suplido para el cubierto del dividendo de septiembre; 2ª de dar alguna especie de garantía para el caso en que no fuesen cubiertas las letras en Chile. Aquí se desconfía del gobierno, y cualquier clase de fondos públicos de aquel estado que no valen argumentos. He tenido pues que ofrecer no tomar el dinero sino poco a poco y conforme lo vaya necesitando; y me he visto en la precisión de librar con anticipación para que vuelva aquí cuanto antes la noticia de estar aceptadas las letras y poder yo disponer de todo el dinero, lo que me ha de hacer Ud. favor de hacer presente a los Directores por si extrañasen que haya yo librado desde fin de enero el dinero que sólo debía recibir en abril. Hasta la casualidad ha estado en contra. Yo firmé las libranzas en 27 de enero con el objeto de que no pudiesen ir en el paquete de aquel mes sino en el siguiente de febrero; pero repentinamente se demoró aquél, y alcanzan a marchar quince días antes. Esta anticipación he procurado compensarla con que se dé a la caja un mes más de tiempo para cubrir las letras y se haga su pago a 90 días vista en lugar de 60. Supongo que Ud. verá el oficio en que doy parte a los Directores de esta libranza, que es el Nº 43.

Había pensado librar un año de sueldos para toda la legación y cuya suma total habría sido más de diez y nueve mil pesos, a saber: 15.000 por mí; 2.000 por el secretario y dos mil cuando muy menos para gastos de secretaría, periódicos, partes, etc. Los 17.000 míos y del Secretario son más de 3.400 libras esterlinas, porque una libra dicha es aquí menos de 5 pesos; y por consiguiente con 3.000 libras no se me pagan 15 mil pesos. Par otra parte, el gobierno tiene una deuda en mi favor, que no pienso dejar perder. Mis instrucciones previenen que la mantención del secretario debe deducirse de la mitad de su sueldo. Algo más con bastante exceso, me cuesta; pero no me he atrevido a hacer tal deducción, porque la hallo tiránica respecto de un hombre que sólo tiene dos mil pesos de sueldo y que, por tanto, quedaría con mil con que no le alcanzaría para vestirse y llevar algunas cosillas, después del sacrificio de abandonar su casa y sufrir tanto. El decreto del señor Pinto sobre sueldo de Enviados Extranjeros asigna a los secretarios 3.000 pesos que es lo menos; y yo hallo que el gobierno debe subsanarme los mil pues que dejo de cobrar a Barra. Pero considerando el gravamen que recibe el gobierno en el cambio que ofrece hoy el estado actual de esta plaza (y no lo he podido conseguir mejor por más diligencias que he hecho, habiéndome todos aconsejado que lo admita) sólo he librado dos mil libras, aguardando mejor oportunidad para el resto que en la realidad debo librar después, porque no hay otro medio de cubrirme de mis sueldos, y si lo dejo para que se me pague en Chile a mi vuelta, lo veré cuando se consolide la deuda nacional.

Advierto a Ud. que actualmente sufre Inglaterra una crisis comercial tan extraordinaria, que la escasez de dinero ha llegado a lo sumo. Todas las especulaciones (inclusive las dirigidas a América) están enteramente paradas y muchas arruinadas. Por consiguiente los cambios no pueden regularse hoy por lo que eran antes, y todo el que tiene que entregar dinero para recibirlo después, exige un interés crecido.

Es increíble; pero en el estado de desorden de Chile no es imposible que no se aceptasen mis libranzas. En tal caso nada me sería tan sensible como que Ud. quisiese hacer algún sacrificio personal de cualquier clase; y le suplico que no lo haga. Si dados los pasos necesarios no se aceptasen, deje Ud. correr la cosa. Si yo me he demorado aquí bien sabe Ud. cuán contra mi voluntad es, y sólo por no faltar a la insinuación del mismo gobierno.

El nefando Pinto (a quien ya pienso encontrar como Director como término aunque el más funesto, el más seguro que van presentando los sucesos) continúa en su carrera de hacer males incalculables. Acaba de vender a la compañía de minas de Saint Lambert, por la miserable suma de 100 mil pesos y sólo en empréstito, el derecho de extraer las pastas de Chile sin amonedar. ¿Qué dice Ud. del gobernador de una provincia (dejando a un lado el gran mal que infiere a su patria) quebrantando las leyes generales y concediendo en diametral oposición a ellas privilegios tan ruinosos a una sociedad extranjera con la cual entra en contratos? ¿Puede ya llegar a más el desorden y la insolencia? Aquí me vinieron a preguntar dos de los directores de la compañía, qué autoridad tenía el gobierno de Coquimbo, y si podía hacer estos contratos. Les contesté que no, que era un solo gobernador de una provincia sin autoridad para semejante transacciones y sujeto al gobierno del Estado, quien tampoco podía sancionar tal contrato porque él era la expresa derogación de varias leyes que no podía el Director Supremo anular sin el cuerpo legislativo, quien jamás podría convenir en privar al estado de uno de los principales ramos de sus rentas, y en prueba de lo contraria que era y sería siempre a tal medida la opinión pública, les manifesté un número de La Década Araucana donde precisamente se toca este punto de no permitir a los extranjeros extraer pastas. Por último les dije que les daría un buen consejo, y éste era que hiciesen a sus agentes desistirse del contrato, y les ordenasen procediesen en lo sucesivo con circunspección sin entrar en negocios contrarios a las leyes, o que excitasen el disgusto del gobierno supremo o celos en las provincias como podría suceder con este préstamo. No sé qué harán.

Acabo de recibir por un buque de guerra una de Ud. de 18 de septiembre: por consiguiente atrasada. No me parece bien la compra de la Quiriquina por la asociación de minas; y sólo un gobierno desordenado me parece que la podría permitir. Esta isla en la boca misma de un puerto y perteneciendo a una sociedad extranjera serviría por ahora para el contrabando, y con el tiempo quién sabe para qué. El bien de la patria y su absoluta seguridad importan más que las ventajas de cuantas asociaciones de minas hay en el mundo. Lo mismo digo de la excesiva franquicia de dejarles pedir minas hasta un número que no pueden poner en trabajo. Quinientas tienen ya cuando menos que no les ha costado más que pedirlas; y si el gobierno hubiera seguido mis consejos ¿no habría sido más útil al país que se hubiese visto en la necesidad de comprarlas o de hacer contratos de habilitación con los chilenos, y correría una gran suma de dinero en el país, o sus hijos tendrían parte directa e inmediata en las riquezas que se extrajesen? En la liberal Inglaterra no se permite a los extranjeros adquirir propiedades inmuebles; y en los Estados Unidos sólo a los que residen allí. Timeo Danaos et dona ferentes, debe ser nuestro texto.

A Dios mi amadísimo padre. Soy su

Mariano.