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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaņa. Cartas a Juan Egaņa. 1824-1829
50. Londres, 19 de Abril de 1826.

LONDRES, 19 DE ABRIL DE 1826.

Mi amadísimo padre,

Para evitar que me suceda lo que en cinco o seis correos anteriores, esto es, haberme olvidado de avisar a Ud. de la cuenta que me pone Solar (en carta de 22 de mayo de 1825) relativa al dinero destinado para la impresión del Chileno, empezaré por copiarla y es del tenor siguiente.

 

“El Sr. Don Juan Egaña

Debe

Haber

Saldo de cuenta corriente que le presenté en ésta en las vísperas de su viaje (el mío) a Londres

 

1.550

Quebranto de 20 por ciento que sufrió el billete de 2.492 pesos cuatro reales que recibí del gobierno en pago de lo que debía a su señor padre

0498 3 1/2

 

Su letra (una que yo giré desde aquí) a favor del Sr. García de la Huerta

1000

 

Saldo que debo

0031 4 1/2

 
 

1550

1550

 

Es decir que sólo resto 31 pesos cuatro y medio reales que entregué en ésta al dicho señor su padre”.

Yo le contesté en septiembre u octubre, que avisaría a Ud., y aunque creo que no lo he hecho, tampoco puedo dar por segura esta omisión porque no me acuerdo si he dicho a Ud. algo. Ello es que miré como de poca importancia este aviso, así porque el mismo Solar asegura haber entregado a Ud. el saldo y por consiguiente anunciádole el estado de la cuenta, como porque de todos modos yo había de hacer aquí la impresión supliendo cualquier falta. En cuanto a ésta no tenga Ud. cuidado. Irá El Chileno impreso con sus aditamentos, etc.

He recibido desde que escribí a Ud. mi última, tres de Ud. todas muy cortitas. Sus fechas 9 y 21 de diciembre y 2 de enero. Vuelvo a repetir que esta concisión es para mí una calamidad, porque de Chile no sé cosa alguna sino por medio de Ud., a no ser la risa que se hace en los papeles públicos de aquel país y el consiguiente desprecio con que se habla de él, y que me da una vergüenza insoportable. Ya todos los papeles de América universalmente traen artículos que nos degradan hasta el último extremo. Ud. verá primero que yo los periódicos de Buenos Aires, y entre los de Lima el intitulado Peruano Independiente. Los diarios de todos los países americanos son en el día recibidos y solicitados con ansia en Europa; por lo mismo nos hace mucho daño cuanto digan; pero sobre todo si son documentos o papeles oficiales.

Ante todas cosas, me sorprende, y con mucha razón, que Ud. no hubiese recibido mi carta ida en el mismo paquete que condujo las letras contra los Directores de la Caja para el pago de los dividendos y que salió de aquí en septiembre y llegó a ésa en diciembre; y me sorprende todavía más que Ud. hubiese recibido mis cartas para Astorga y Palazuelos y no para Ud. Las circunstancias de mi carta de que me acuerdo mucho me hacen temer una interceptación. Ella era de fecha desde el 17 hasta el 21 de septiembre, y empezaba así: “Los execrables, los pérfidos Cea y Portales ¿viven? Pero qué digo viven: se pasean, brindan a la salud del gobierno y aun serán recompensados, etc.”. Sigo diciendo que no dan ganas de servir en un orden de cosas como el que existe: lo confirmo con los ejemplos de Irisarri y Pinto; y concluyo dibujando un cuadro burlesco del estado a que debe llegar el gobierno de Chile y de las personas que podrían colocarse al frente de sus diversos ramos de administración para completar su ruina; y aun me acuerdo que digo lo que me alegraría oír a Mardones (don Agustín) discurrir sobre mi presentación a Mr. Canning solicitando el reconocimiento de la independencia y llevando en una mano la causa impresa de Argomedo y en la otra el dictamen de la comisión de Hacienda.

Es ésta la carta más punzante que he escrito, y aun diré la que contiene más personalidades porque califico en ella a todos los que reputo por malos. Circunstancias particulares me hacen casualmente acordarme de su contexto. Como en la liberalidad gavilánica entra el registrar correspondencias, interceptar cartas, etc., no me es increíble el que la mía haya sufrido tal suerte, aunque fue dirigida a Fair. No me gustaría que se realizasen mis sospechas, pero no lo sentiría demasiado porque no me satisface la benevolencia de los malos; y porque quos privatim perniciosos cives execro, hos et publice denuntio. Advierto a Ud. que según quiero hacer memoria, habiéndose demorado la salida del correo, alcancé a escribir a Astorga y a Palazuelos, y puse las cartas aparte, aunque rotuladas a Ud. Por consiguiente si se ha interceptado la mía, no ha sido sacándola de la cubierta en que iban las dos citadas, sino de otra. Pero extraño cómo Fair, que las recibe, tiene tan poco cuidado en encaminarlas a Ud.; mas ya se acabó el pleito de Mackenzie y él es inglés.

Aquí se ha publicado que en Santiago hubo una pueblada de mujeres que se reunieron en la plaza para impedir el destierro del obispo. Supongo que esto sea falso y efecto de que ya sólo se habla de Chile en el lenguaje del ridículo. Siento el hado de este sacerdote anciano y chileno; y lo siento más cuando comparo su destierro con el que se aplicó a Marcó, Berganza y Morgado. Luego que he sabido su desgracia le he escrito por mano del mismo Ministro de Gracia, Justicia y Negocios Eclesiásticos de México; y además he sido recomendado al mismo Ministro en particular y al gobierno de la república por el Ministro Plenipotenciario de ella en Londres.

Ud. mi padre en Peñalolén con nuestros libros, máquinas, pinturas, jardines, estanque, pila, baño y coche, olvidando al mundo, y resignado en la voluntad de Dios, es mi único paraíso en la situación triste y disgustada en que me hallo. No creo tan segura la promesa de don José María Astorga sobre los caballos, que no suplique a Ud. que me prepare siempre un par (aunque no sean pareja) como si aquella promesa no existiese. Acaso podría hacerse este encargo a don Francisco Fuenzalida, bajo la responsabilidad de Ud. Yo había pensado escribirle, y lo haré aunque sea en el correo siguiente. Necesitamos al menos cuatro caballos si es que hemos de ir o venir con frecuencia; y aun los cuatro caballos serán precisos a la vez cuando convidemos al coche algunos amigos porque caben seis.

Mucho me angustia la falta de acomodo de Ríos; y con este motivo Ud. tocará por experiencia lo que son las promesas inglesas y el agradecimiento de estos cartagineses a los servicios más desinteresados. Yo creo que mi carta a Saint Lambert surtirá efecto; y tengo tan en mi corazón a Ríos y a Juan que no ceso de meditar un momento en lo que se puede hacer por ellos.

Estaba aguardando para poder moverme de aquí y dar mi vuelta por Francia la aceptación de las letras giradas para el pago del dividendo como que en sustancia yo como librante era el principal obligado. Me ha llegado ésta, y mucho tendría que hablar sobre este particular. ¿Qué razón hay para que en un negocio tan sagrado, tan estricto, y mediando la dignidad de un gobierno que no puede traspasar en un ápice el cumplimiento de sus pactos, se haya extendido arbitrariamente el plazo para el cubierto de las letras alargándolo desde 40 y 60 días hasta cuatro y seis meses? Los prestamistas se han disgustado; y esto es acabar de perder hasta el poco crédito que privadamente podía tener el gobierno. En la más apurada ocurrencia seguramente no se hallaría quien supliese medio en lo sucesivo.

Soy mi amado padre, su

Mariano.

Don Manuel Undurraga me ha entregado la adjunta carta para que recomiende a Ud. efusivamente su contenido. Yo escribo al gobierno sobre su solicitud que me parece muy llana y útil a la patria. Mi oficio es dirigido bajo el Nº 110 y la supongo tan de cajón que Ud. tendrá poco que hacer en ella.