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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaña. Cartas a Juan Egaña. 1824-1829
55. Londres, 16 de Agosto de 1826.

LONDRES, 16 DE AGOSTO DE 1826

Mi amadísimo padre,

Hallándome lleno de cuidados por haberme pasado sin tener carta reciente de U., pues la última era de fecha 20 de febrero, es decir, de ahora cerca de seis meses, acabo de recibir la de 7 de abril que, aunque no es fresca, pues con esta misma data recibió Barra carta de su padre en el correo pasado, sin embargo me da el gusto de saber que hasta dos meses después, no había novedad en casa; única satisfacción que Dios me ha dejado en Londres. Observo que Ud. ya no me escribe largo, y ésta es otra nueva calamidad, porque dejando aparte el consuelo que me es leer las cartas de Ud. yo no tengo aquí más noticias ni más regla de conducta que lo que Ud. me comunica desde ésa. Mis cartas, al menos las escritas después de los cuatro meses primeros de mi arribo a ésta, habrán sabido a flato; pero yo no tengo tanto que comunicar como Ud. Las noticias de Europa las verá Ud. en las gacetas, y son de tal naturaleza que no interesan como a mí las de Chile. Por otra parte, yo soy el desterrado y el ausente; por consiguiente el que necesito saber de lo que ocurre en casa y en la patria.

Ya sabía yo que Ud. no habría recibido mis cartas correspondientes al paquete que salió de aquí en fin de diciembre último, porque Barra el de Buenos Aires le escribe a su hermano en el paquete último que llegó el 3 de julio próximo, que él había recibido juntas las correspondencias de diciembre y enero, que es lo mismo que habrá acontecido a Ud. No sé de qué accidente en el correo haya pendido esto. Lo atribuyo sin duda a que me interesaba que Ud. recibiese mi carta de diciembre cuanto antes, porque en ella le hablo de la suspensión de mi viaje, y remisión de los muebles de mi equipaje, que ya supongo en poder de Ud. y cuidadosamente guardados en casa.

Aun no he podido pasar a Francia. Tal es la condición a que me tienen reducido estos dividendos del empréstito. Se me alcanzan los cuidados de un semestre a otro y jamás salgo de ellos. No dejo de enojarme a veces conmigo mismo porque me doy a sentir y a tener cuidados que sin duda no tienen ni el gobierno ni los principales encargados de este negocio, pues a tenerlos no sería tanto su abandono que hasta que hayan tomado una providencia seria para hacer efectivo y seguro el pago. Pero la patria es quien lo [original destruido] y yo estoy viendo aquí los males. Desde que quedó a cargo de la Compañía de Cea y Portales [original destruido] [¿el pago?] go, no lo han verificado una sola vez cumplidamente; y esto me hace ver que absolutamente [original destruido] la impunidad cualquiera que sea su conducta. Lo tengo dicho directamente a los S.S. de la Caja de Descuentos y por medio de ellos, indirectamente al gobierno, de cuantos modos es decible una cosa, y ya nada más me resta que hacer. En septiembre de 1825 correspondió por primera vez a Cea y Portales pagar el dividendo: no lo hicieron, ni se cuidaron de remitir cosa alguna a tiempo. Fue preciso solicitar el préstamo que hizo la casa de Barclay. Treinta y cinco mil libras es la cantidad que debe ponerse en Londres para cada dividendo, a saber treinta mil que es el interés de medio año al 6 por % sobre un millón de libras, y 5.000 que deben invertirse en cada semestre en amortizar obligaciones. Como el préstamo que hizo Barclay aunque equitativo y digno de mil agradecimientos atendida la fuerza de las circunstancias en aquel acto (Colombia no pudo hallar ahora tres meses quién le prestase medio para cubrir uno de sus dividendos, y tuvo que quedar en descubierto) era sin embargo gravoso hablando absolutamente, no quise tomar en préstamo las 35 mil libras totales del dividendo, sino 28 mil que era la suma urgente para salir de ahogos. Conviene que Ud. entienda para que lo explique a los Directores de la Caja (pues ellos no lo han entendido) que como el gobierno amortiza en cada semestre 5.000 libras: esto es, aquel número de obligaciones que alcanza a comprar con cinco mil libras, en cada semestre disminuye también el interés que tiene que pagar, porque ya no tiene que cubrirlo sobre aquellas obligaciones amortizadas; pero esta cantidad que ahorra en el pago de intereses debe invertirla también en amortizar, y por medio de esta operación es que al cabo de 30 años redime su empréstito cancelando enteramente pago de intereses y capital. Un ejemplo demostrará esto con más claridad.

En 1822 me prestó Ud. mil pesos obligándome a pagar el interés de 6% y a redimir anualmente 50 pesos y además la suma que en los años sucesivos fuese correspondiendo a los intereses de las cantidades ya redimidas o amortizadas.

En el primer año, esto es en fin de 1822, tuve yo que pagar a Ud. 60 pesos de interés, y además invertí 60 pesos en redimir 50 pesos del principal. Total que gasté 110 pesos.

En el segundo año: esto es, en fin de 1823, estando ya el capital reducido a 950 pesos mediante la redención o amortización que hice en el anterior, tuve que pagar el interés sólo de 57 pesos, pero estos 3 pesos que ahorro de interés los agrego a los 50 que me obligué a redimir anualmente, y así en este segundo año redimo o amortizo 53 pesos. Total que gasto 110 pesos.

En el tercer año esto es en fin de 1824, estando ya el capital reducido mediante las redenciones anteriores a 897 pesos, sólo tengo que satisfacer de interés 53 pesos 6 ½ reales, pero estos 6 pesos y 1 ½ reales que ahorro de interés los agrego a los 50 que debo redimir anualmente; y así en este tercer año redimo 56 pesos 1 ½ reales. Total que gasto en este tercer año 110 pesos.

En el cuarto año, esto es en fin de 1825, estando ya el capital reducido mediante las redenciones anteriores a 840 pesos 6 ½ reales, sólo tengo que pagar de interés 50 pesos 3 ½ reales; pero estos 3 pesos 4 ½ reales que ahorro del interés, lo agrego a los 50 que he de redimir anualmente, y así en este cuarto año redimo 59 pesos 4 ½ reales. Total que gasto 110 pesos.

Por esta demostración se ve que en ningún año dejo yo de gastar 110 pesos, porque el ahorro en el pago [de] los intereses que voy haciendo sucesivamente en cada uno, no es para echarlo en mi bolsillo, sino para ir redimiendo [original destruido] sando el principal.

En septiembre de 1825 (cuando hizo el préstamo Barclay) en virtud de las amortizaciones hechas en los [original destruido] anteriores, estaba reducida la suma de interés que había de pagarse por las obligaciones vivas a [original destruido] poco más (este poco más lo suplió Hullet). Las dos operaciones de pagar intereses y de amortizar [original destruido] tes: el gobierno está obligado a verificar ambas y a dar cuenta de haberlo así verificado; por consiguiente no es posible demorar ni omitir alguna de ellas; pero como para amortizar hay todo el tiempo que corre de un semestre a otro, no era esto tan urgente como pagar el interés, que es lo que importa más a los tenedores de obligaciones, porque muchos de ellos se sostienen sólo con esta renta. En efecto, las viudas, menores y principalmente todos los que no tienen un giro activo, ponen su dinero a ganar este interés para mantenerse con él; y hay mil padres de familia que lloran y se lamentan de que no tienen con qué dar pan a sus hijos, faltándoles este pago como acaba de suceder con los dividendos del Perú y Colombia. Por eso, pues, atendí a lo más urgente; y como aun daba tiempo la amortización, determiné aguardar las remesas que no podía dejar de creer mandasen Cea y Portales.

Para pagar el siguiente dividendo de marzo de 1826 debían dichos Cea y Portales remitir 35 mil libras; y además 7.000 que como ya se ha visto se quedaron debiendo del semestre antecedente; pero sólo remitieron 28 mil libras, que es decir no sólo no pagaron lo atrasado, mas ni aún el dividendo actual lo llenaron. Fue preciso destinar estas 28 mil libras para pagar los intereses, y no amortizar, no obstante que ya no se podía disimular por más tiempo la omisión de esta operación; y hubo que pasarse por la ignominia que el gobierno de Chile faltase a su estipulación, y no avisase al público (por medio de los diarios) la amortización correspondiente a este semestre que estaba obligado a hacer conforme al contrato.

En abril me avisó Hullet que había recibido de Cea y Portales unas letras importantes, 12 mil libras, pero que su cubierto ofrecía tropiezos que al cabo se allanaron en junio, pero me añadieron al mismo tiempo que estas 12 mil libras las aplicaban 1º a la amortización que debió hacerse en septiembre de 1825; 2º al pago de una corta cantidad que había suplido y al de su comisión con arreglo a la contrata sobre los dos dividendos de septiembre de 1825 y marzo de 1826; 3º a la amortización correspondiente al semestre de marzo último. Yo le he prevenido que suspenda la amortización hasta ver si llega dinero para alcanzar a pagar el interés o dividendo de septiembre próximo siguiente, porque esto es primero que la amortización. No sé qué hará porque en éstos presumo que hay tecla y negociaciones o al menos miras particulares. El gobierno se perjudica en no amortizar ahora porque podría comprar las obligaciones a precios muy bajos, pues por el descrédito inaudito en que se hallan todos los negocios de América, están por los suelos las obligaciones de estos empréstitos, pero inmensamente más se perjudica faltando al pago del dividendo, obligación preferentísima.

El daño que resulta al gobierno de la falta de amortización es muy manifiesto. Dejando aparte el mal moral del descrédito, el capital no se disminuye, y hoy después de dos dividendos más está en el mismo pie que en marzo de 1825.

Entre tanto, el estado del día es que no hay un real para pagar el dividendo de septiembre entrante cuando sólo falta un mes para anunciarse si se hace o no este pago. Pero ¿qué digo no hay un real? No hay siquiera ni avisos, ni aún insinuación de que se pensase remitir dinero de Chile. Tal es la razón que me han dado los Hullet a mis continuadas averiguaciones; que por lo que hace a mí, nada se me comunica de esto por los Directores. Es grande la zozobra en que estoy. Pensar en préstamos es excusadísimo, porque no habría quién franquease un real si le ofreciese pagar diez.

El motivo pues de mi demora o de no poderme mover para pasar a Francia ha sido el estar esperando de un momento a otro remesas a fin de hacer la amortización en que tanto interés tenía el gobierno, pues por el bajo precio de los fondos, podía amortizar más que doble número de obligaciones. Me creo en conciencia obligado a permanecer aquí para que sin pérdida de momentos y al punto que llegase dinero [original destruido] seguro de remesa, se amortizase invirtiendo no sólo la parte de las 12 mil libras destinada para esto en poder de Hullet, sino las 5.000 libras y demás correspondiente al dividendo de septiembre de 1826. No estando yo aquí, quien sabe [original destruido] dia hacer Hullet a quien supongo dueño de obligaciones y con intereses por consiguiente contrarios a los del gobierno [original destruido] so emprender mi vuelta para Francia, luego que allane esto, o me desengañe que no se paga [original destruido] estoy en sustos mortales. No pueden presentarse disculpas más racionales que las que han dado los representantes del Perú y Colombia por no haber ni uno ni otro pagado el último de sus dividendos. El primero ha dicho, y todo el mundo lo sabe, que el contratista aquí en Londres tenía en su poder el dinero para tres dividendos más y había legalmente usado de él sin que el gobierno lo supiese, quien por consiguiente no había podido hacer remesas, pues contaba con el pago todavía de año y medio. El segundo ha hecho presente que ha sucedido lo mismo y casi por igual motivo al gobierno de Colombia, pues es notoria la quiebra de la casa de Goldsmith que tenía en su poder los fondos de este empréstito: ha manifestado al mismo tiempo que el gobierno de Colombia a prevención tomó medidas para satisfacer, y que no han sido cubiertas las letras que giró. Nada ha valido porque contra el interés no hay argumentos. ¿Y yo qué podría decir y qué debería aguardar cuando no tengo no digo disculpas tan racionales pero de ninguna clase que ofrecer?

Por vía de apéndice a lo dicho, sepa Ud. que una persona que me parece debe saberlo, me ha dicho que la casa de Barclay va a quebrar. Ello es que en los papeles públicos se dice que no han pagado letras giradas contra dicha casa por el gobierno de México. Yo no lo dudo, y sirva a Ud. esto de gobierno. Conforme al encargo de Ud. ni siquiera una palabra había dicho sobre la carta de Cameron y la libranza de 200 libras. Si se verifica la quiebra, si Ud. no ha entregado el dinero en ésa, como no lo ha de haber entregado, no se habrá perdido mucho. De todos modos, me parece que Ud. no entregará dinero a Cameron sin aviso mío.

Tratando de empréstito no es posible olvidarse de Irisarri, y Ud. sabrá la repentina arrancada de éste. Llámola así porque sin anuncio ni sospecha alguna y con un alto sigilo se ha ido, dejándome aquí plantado. Sólo vine a saber su ida la noche precedente a la mañana en que salió de Londres, siendo notable que pocos días antes don Andrés Bello decía que ni sabía siquiera dónde moraba Irisarri. Alcancé a conseguir que en Liverpool se le entregase una carta mía previniéndole no marcharse. Supongo que le causaría risa; no la contestó. Según mis averiguaciones resulta ser su destino a Guatemala su patria, y a ocupar según algunos un destino importante como v. gr.: el de Ministro de Hacienda. El gobierno de Chile ha ganado en esta arrancada, porque de todos modos más a su alcance está en Guatemala que en cualquier punto de Europa.

Con la carta de Ud. de 7 de abril he recibido la copia autorizada del memorial y decreto de concesión de las tierras de Tucapel. Está muy bueno; pero reproduzco por ahora lo que he dicho a Ud. en mi anterior acerca del muy fatal estado en que se halla este pueblo para semejantes empresas. Sin embargo, es grande mi interés en estar a la mira y aprovechar las circunstancias favorables. Habría sido muy conveniente que la copia hubiese venido comprobada por el Cónsul inglés.

Ignoro qué destino es el que Ud. me anuncia va a ocupar con el título de Comisionado General, y a solicitud de quién se ha establecido, por qué autoridad, etc. Entre tanto descanse Ud. en que sobre este negocio haré cuanto pueda hacerse.

Deseo la reunión del Congreso, porque peor que todo es la anarquía en que se halla el país; pero tiemblo si es convocado, reunido y dirigido por gavilanes. No me asusta tanto la malicia de éstos, cuanto la inexperiencia e ignorancia: aquel tino que han manifestado Pinto, Campino, etc., con que resueltos [original destruido] cuanto se les ocurriese, a no tener miramiento ni respetar cosa alguna por sagrada que fuese, a [original destruido] las leyes, la opinión pública, las preocupaciones más respetables e inocentes, y que es más doloroso [original destruido] el crédito de su patria, no sólo no llevaron al cabo planes algunos, pero ni aun parece que los for [original destruido] no ser que se hubiesen propuesto (al menos el primero) introducir ex profeso el desorden y la anarquía y cubrir a Chile de ignominia: siendo lo más gracioso que suspendieron su carrera en la mitad, porque no pudiendo entenderse con lo que tenían entre manos y que ellos mismos habían producido, tuvieron que confesar su ineptitud para regeneradores, y contentarse con gozar de los elogios de M. Lavaysse, Padilla y Muñoz Bezanilla. Si algún día se llamase a juicio a los que han inferido graves daños a la patria, no creo que se presentase un criminal más reo de lesa nación que Pinto. La asonada del 19 de julio ha sido la herida más atroz que ha recibido Chile, y la infligida en circunstancias más tristes. Diez años no bastarán para reparar sus consecuencias inmediatas, que por lo que hace al deshonor y descrédito sufrido, sus efectos son irreparables.

¿Y qué hay que esperar de estas cabezas? Un congreso debería disponer los remedios para sanar esta herida. Jamás hubo tanta necesidad como hoy de que se reuniesen en él los pocos talentos que tiene el país, y mucho amor público y docilidad, prendas que por lo regular se encuentran más bien en los que tienen reputación o propiedades que perder. ¿Qué Constitución se formará? ¿Qué medidas para establecer y sostener el orden? Sobre todo para restituir al pueblo la moralidad que ha perdido con tan repetida violación de leyes, maldades en las elecciones, disolución violenta de Congresos, puebladas de 40 personas, elogios tributados a los actos negros y criminales (aun retumba en mis oídos el sonido de la lectura de los oficios de Coquimbo, Concepción y Valparaíso aplaudiendo todo lo obrado en la asonada de julio), asquerosa impudencia de los periódicos donde se ha establecido por sistema trastornar el sentido común; calumnias, alabanzas a los más malvados facinerosos (es para mí cosa eminentemente singular y notable un oficio dirigido por Pinto a Fuentecilla dándole gracias por su campaña de julio. No sólo no dijo Roma iguales cosas a Flavio Máximo o Camilo, pero ni en los tiempos de su prostitución a César, ni Atenas a Demetrio; yo diviso en Chile desplomado el edificio; faltan los cimientos en que debían estribar los resortes con que sólo puede moverse esta clase de máquinas. Falta la ilusión moral en que se funda el respeto a las leyes; el pueblo ha sido conducido y enseñado a no tenerlas miramiento. Aun falta más, que son las ideas de lo justo y de lo injusto que suplen por las malas leyes, o por la falta absoluta de éstas, o por las instituciones positivas que se desprecian. Es cierto que tales ideas jamás se borran del corazón humano, pero su discernimiento y su alta calificación se entorpecen en un pueblo acostumbrado por algún tiempo a ver aplaudir lo malo; a perderle por consiguiente el horror, a no distinguirlo de lo bueno; y finalmente a llegar a creer en fuerza del extravío que padece, que no hay crímenes en el orden político y civil. Dictar primero oportunas instituciones para remediar tan grave mal y buscar en segundo lugar quien para ejecutarlas reúna a mucha probidad, a mucha prudencia y a mucha imparcialidad un vigor tan enérgico como incansable, cuya constancia no puedan alterar contemplaciones ni intereses particulares; en una palabra restituir a la patria moralidad, orden y tranquilidad interior, y honor y crédito exterior. Es la obra reservada al Congreso que se reúna. ¿Y de quién lo espera? ¿De la sabiduría y tino de Infante? ¿De los conocimientos administrativos y elocuencia de Carlos Rodríguez? ¿Del buen juicio de Barros? ¿Del talento y experiencia de Cordovez? ¿De la sublime política de Laso? ¿De la rectitud y profundas combinaciones de Orjera? ¿De la vigorosa actividad de Luco? ¿Del conocimiento de los hombres y del mundo que posee González? ¿Del golpe de ojo de Pinto? ¿De la circunspección y prudencia de Campino? ¿De la firmeza y estoica rectitud de Vera? ¿De la sagacidad de Navarro? ¿Del peso de la opinión de don Enrique Guzmán?

Considerando las cualidades de que debe hallarse revestido el que hoy sea Director desde mucho tiempo ha que lo estoy buscando, y ¿creerá Ud. que siempre he venido a parar en [Manuel] Blanco [Encalada]? Me he reído con don Miguel Barra cuando Ud. nos lo señala como el más a pique de serlo. Freire debe retirarse; ésta será tal vez la acción más decente de los dos últimos años de su gobierno (Chiloé exceptuado). Debe sepultarse en un retiro oscuro e ignominioso; y aun así gana, porque el conquistador de Chiloé no compensa ni muy de lejos los crueles males que hizo el Director de Chile. El lleva consigo su castigo en el desengaño que ha recibido, que es muy miserable y muy pobre hombre, y es justo que sufra la pena que merece por haber dejado perder voluntaria y deliberadamente la ocasión que se le proporcionó de haber sido grande hombre, y la opinión que se le había procurado adquirir. Halló que Padilla, Ortega, Muñoz, Urzúa, Cáceres, debían ser sus consultores; y se le ha visto como se ve. El debe servir de ejemplo saludable a su sucesor para que éste tenga presente la gloria que dan el gavilanismo y los políticos como Pinto, etc.

Suspendo aquí.