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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaņa. Cartas a Juan Egaņa. 1824-1829
60. Londres, 22 de Marzo de 1827.

LONDRES, 22 DE MARZO DE 1827.

Amadísimo padre,

En mi anterior hice a Ud. una explicación del Panorama para graduar su costo en colocarlo; no sé qué opinará Ud. y si hallará superables los obstáculos que presenta su colocación. No hay que contar con que podrán disminuirse los gastos haciendo más chica la rotunda grande, o por mejor decir, el edificio principal, porque desde el centro de dicha rotunda, que es donde se ha de situar la segunda rotunda, o lugar para los espectadores hasta la circunferencia, ha de haber una determinada distancia que proporcione ilusión. Para mí la obra ardua es el techo de vidrieras; y si éstas no se ponen, la intemperie destruirá en dos horas el panorama. También advierto que no todo el techo debe ser de cristales: bastará una cenefa de una vara de extensión, en torno de la circunferencia de la rotunda grande. Acaso podría ser más angosta esta cenefa, y esto mismo le daría más fuerza para resistir las lluvias. Vuelvo a decir que, vencidas estas dificultades, el panorama sería un adorno muy curioso. Tengo tanto interés en todo lo que contribuya al ornato y recreo de la casita, que estoy resuelto a romper embarazos y ver cómo sale la tentativa. Don Gregorio Paredes, que es hombre que apura las materias económicas, encuentra que un Panorama situado en Peñalolén atraerá mucha gente a la que haya necesidad de dar de comer; y recomienda seriamente que esto se tome en consideración en la cuenta de los gastos y dificultades.

Hay aquí otra invención óptica que se llama cosmorama y tiene mucha analogía con nuestro titilimundi en cuanto a su mecanismo, aunque la cosa es mucho más seria y hermosa, y produce una ilusión completa, en términos que podría engañarse a quien no llevase prevención. Se reduce el cosmorama a presentar la representación natural de un objeto, v. gr. un jardín, un palacio, una plaza, por una ventana. Así es que se pueden disponer en cualquier sala dos o tres ventanas de éstas fingidas que para fomentar mejor la ilusión hagan juego con las verdaderas que iluminan la pieza y asomándose por una se creerá que corresponde a un hermosísimo jardín por ejemplo: por otra se verá el mar: por otra un campo, etc. Hablé largamente con el dueño de la casa de cosmorama que hay en Londres; y haciendo mil misterios (artificios inútiles porque la cosa no lo exige) me dijo que me vendería las ventanas que yo quisiese, si le prometía que no iba a darlas en exhibición en Londres: me ofreció igualmente darme la explicación de su mecanismo y modo de armarse; y por último acomodarlas para su embarque. Pero me pidió carísimo: de suerte que habiéndole oído decir en el discurso de nuestra conversación, que había hecho venir de París los vidrios, etc., fallé que yo allí conseguiría cosmoramas más baratos. En efecto me dicen que no me costarán en París arriba de 100 pesos cada uno, y por consiguiente la casita tendrá cosmorama; y Ud. al despertar divisará por las ventanas que tenga al frente de su cama, o el mar, o el jardín de las Tullerías, o un bello campo de Suiza, etc.

Esta casita de las Delicias, me tiene lleno de afanes, de pensamientos y de paraísos. He sufrido grandes, inexplicables disgustos; no he tenido un momento de placer desde días antes de salir de Chile, y deseo la tranquilidad si es asequible. Sólo se puede encontrar, principalmente en tiempos tan calamitosos como los presentes, en las satisfacciones domésticas; y si mis circunstancias no me permiten (porque así lo ha querido Dios) pasar una vida enteramente privada, quiero al menos contraer mis aspiraciones y gustos a un pequeño círculo, gozar de mi familia y de entretenimientos caseros. En este plan ocupa un lugar principal la casita, la compañía de Ud., de qué sé ya quién más, mi madre, etc., buenos libros, máquinas científicas, instrumentos curiosos, mapas, pinturas, juegos divertidos, muebles para todos los usos y conveniencias domésticas; buenos periódicos literarios y políticos a que quedaremos suscritos; y la conversación de un hombre que ha visto mundo, pensando sobre lo que ha visto y comparádolo con las cosas de su país, nos proporcionarán momentos de desahogo y de placer que en vano buscaríamos sumergidos en los tristísimos negocios políticos de Chile y luchando con los gavilanes.

La casita debe ser nuestro museo, y nuestro sitio de recreo y de retiro. Su inmediación a Santiago y nuestro coche nos facilitan el residir casi a un tiempo en ambos puntos. Considerada como museo debe comprenderse la librería que probablemente será la mejor de Chile por las obras clásicas y nuevas que contendrá en los principales idiomas de Europa; las máquinas físicas, astronómicas, e instrumentos científicos; los mapas, la colección de grabados, etc. Como casa de recreo: a más de los jardines, estanque: bosques: alamedas: baños y demás que corresponde a Ud. como dueño del material, contendrá un panorama, sus cosmoramas, varias invenciones como vidrios ópticos, linterna mágica, calidoscopio, instrumentos para entretenimientos de química y física divertida; una mesa de billar; otra de bagatela; lotería, ajedrez y otros varios juegos, y tendrá aquellos útiles precisos para la comodidad de los que la habiten. En efecto: la casita debe tener muebles y aperos, de su peculiar dotación, para evitar los gastos e incomodidades del acarreo, a imitación de las casas de campo inglesas, a donde va el Lord o Esquire, su dueño, con la familia sin llevar más que las personas, porque hasta biblioteca separada tiene la casa de campo; y éste es uno de los fuertes de la vanidad británica. El Duque de Devonshire convidó a comer en su casa de la corte al emperador de Rusia y al Rey de Prusia. La comida, como es de estilo en tales casos, duró hasta las doce de la noche, y quedaron los huéspedes convidados para ir a almorzar temprano al día siguiente a la casa de campo del Duque, donde se le sirvió con el menaje propio de ésta, sin usar un solo mueble del día anterior. Pero dejando aparte ejemplos de duques que no estamos en estado de imitar, la casita estará decentemente adornada con su empapelado rústico representando objetos análogos al campo; con cuadros de las estaciones y de otros objetos campestres. En las galerías y en el oratorio se colocarán algunas buenas imitaciones de Rafael, Ticiano, Guido, Van Dyck, Rubens, en la librería pintura de los trajes de todas las naciones y retratos de los personajes ilustres: en el cenador Apolo y las nueve musas, y algunos bustos. Los cuatro soberbios mapas de las partes del mundo ocuparán solo una pieza que será la destinada a las máquinas físicas. Los cuartos principales estarán alfombrados, y con sus muebles competentes; los unos para tertulia, tomar el café, juegos, etc.; y los otros para el estudio y las ocupaciones serias. Una tertulia en la casita en que rodeados de una chimenea esté Ud. en su poltrona tomando mates, o el té a la inglesa, oyendo contar sucesos de Europa y descripciones del Museo Británico, del Instituto Nacional de Francia, de grandes edificios, grandes ríos, grandes canales, diques, puentes, etc., será una cosa agradable; y lo será también el pasar después a continuar el entretenimiento o con alguno de los juegos diversos que tendrá la casita, o con experimentos divertidos para reuniones de óptica, química y física. Lo mismo digo de un rato de estudio rodeado de libros interesantes y con todos los muebles que proporcionen comodidad para leer y escribir.

En cuanto a otros aprestos para el servicio interior, la casita tendrá su mesa magnífica de comer; un servicio completo de loza y cristal para comida, postres, café, té, chocolate, almuerzo, refrescos, etc., con los muebles precisos para preparar estas cosas; así como la mantelería, cuchillo y demás correspondiente. Ud. que es amigo de un buen asado, lo tomará en su torno a la inglesa.

Una de las cosas que me complacen cuando las recuerdo es el considerarme tan instruido en el gusto, genio y deseos de Ud. que me parece acertaré perfectamente en la elección, tanto de libros, como de las demás curiosidades que me prometo alcanzar a llevar. Es natural que habiendo vivido tanto tiempo juntos sepa algo de lo que agradará a Ud.

Pero entretanto, yo creo que estamos haciendo la cuenta sin la huéspeda en cuanto a la capacidad de la casita. No veo dónde quepan con el desahogo que sería de desear, algunas cosas, tales como la mesa de billar, los libros y los huéspedes que abundarán principalmente en los primeros días con la novedad de jardines, panorama, cosmoramas, etc. Tampoco encuentro seguridad contra un salteo nocturno, muy presumible si se esparce la voz de que hay curiosidades en la casita, que supondrán de valor. Por otra parte, las cosas que hayan de permanecer en las galerías quedan muy expuestas, pero en fin, todo esto es allanable; y entre los útiles de la casita van aperos de cazador (pues aunque ni yo ni Ud. somos tiradores, una casa de campo no podría pasarse sin este requisito que servirá para las visitas aficionadas) y pueden contribuir a la defensa del lugar. Lo que sí encargo a Ud. (porque esto no hay otro modo de suplirlo) es la construcción de un rancho, fuerte e impenetrable al sol y al agua para guardar el coche en los espacios que haya de permanecer en las Delicias. Debe tener sus puertas seguras, porque debiendo pasar allí muchas noches, puede ser que ocurra a algunos electores de diputados, curas y gobernadores ir a robar los fierros, o el forro, si no se atreven a la casita. Estoy persuadido que los electores a la Infante-Cienfuegos serán, en sus dos terceras partes, hombres a quienes no ultraja demasiado esta presunción. En Londres ha corrido que en la elección de diputados al Congreso de 1824 no faltó a votar ninguno de los cargadores de la Aduana, convidados y conducidos por el liberal don Enrique Guzmán; y a 796 electores de los 800 que votaron en Renca en la última elección, no los dejaría yo sin susto acercarse a mi cochera, estando las puertas abiertas.

A propósito de coche, ahora que toco este punto, supongo que Ud. lo habrá hecho armar siquiera por curiosidad; y hay que hacer sobre él las advertencias siguientes: 1ª que no se abra jamás el estribo estando corrida la vidriera, porque en tal caso ésta se romperá indefectiblemente; 2ª que las persianas o celosías del estribo tienen un resortito muy fácil para abrirlas, y que entre las aunque estén corridas, cuyo resortito está al fin del cuadro en la parte inferior; 3ª que va en el coche una cadena de hierro a cuyo extremo se halla una zapata también de hierro adaptada al ancho de las ruedas grandes. Esta cadena se encaja en un hierro que tiene a propósito para recibirla el madero que corre por el medio del fuego ligando los dos ejes de unas y otras ruedas; y su objeto es dejar sin ejercicio a una de las ruedas grandes, a la que se aplique la zapata, para que el coche no se precipite en las bajadas de los cerros: precaución que se usa aquí siempre que se baja una cuesta, y que yo hice acomodar a mi coche, considerando las vueltas que tenía que hacer de la casita; 4ª el coche tiene un resorte en cada puerta de los estribos para que no se abran éstos, aunque por defuera se dé vuelta a la llave. Dicho resorte está por dentro, y sirve para que si van niños dentro, no haya peligro de que caigan, aunque se lleguen al estribo y lo empujen; 5ª lleva también una linterna que se coloca por la parte de afuera en el vidrio de la trasera del coche. Esta linterna es para que se pueda de noche ir leyendo dentro. Lleva también cama, o por mejor decir, colchón que une los asientos para echarse uno a dormir y que continúe el viaje. Los cajones debajo de los asientos; el de la trasera, que se abre levantando el forro que sirve de respaldo; y los bolsones de las puertas, están a la vista; 6ª considerando que aunque el modo más fácil de tirar un coche y el más aliviado para los caballos es que vaya el cochero en su asiento, no sería con todo asequible siempre encontrar cochero que se aviniese a no ir montado sobre uno de los caballos, mandé hacer silla de montar al efecto; y por consiguiente, puede tirarse de ambos modos. La lanza está también dispuesta para que en caso necesario se puedan poner dos tiros de caballos. Los arneses para un tiro van completos y muy elegantes; 7ª una vez armado el coche, es necesario tener cuidado de limpiarlo casi diariamente; y al efecto van las escobillas dentro. Es preciso asimismo cuidar de la conservación intacta del juego de ruedas de repuesto. Para todo esto sería bueno consultar a un inglés: que aunque no habrá en Chile quién habrá sido dueño de coche, habrá quién haya sido cochero o lacayo, y uno así podrá dar mejor aviso. El coche se abre, y él mismo podrá enseñar el modo de hacerlo: y ciertamente es muy hermoso pasear en un día bonito al descubierto.

He recibido las cartas de Ud. de 15 de octubre y 1º de noviembre últimos. Me asombra que en 15 de octubre acabase Ud. de recibir carta mía de 4 de enero; y no hallo a qué atribuir esta retardación, sino es el desorden y aun malicia de la administración de correos de Buenos Aires. Recibir una carta de Londres después de 80 días de escrita y recibirla ya con retardación; y aunque hoy necesariamente sufrirán alguna demora, por cuanto los paquetes tienen orden de tocar a su ida y vuelta a Río de Janeiro, durante el bloqueo, con todo, 95 días es lo más que deben tardar las cartas hasta Santiago. Este atrasarse mi correspondencia con el gobierno y las gacetas, algo significa; pero a buen seguro que se tome remedio. He pedido desde aquí, hace algo más de un año, que se nombre un Cónsul chileno en Buenos Aires, que no costará un real nombrando allí a Barra o cualquier otro comerciante de Chile. Este recibiría gustoso el destino, e iría a sus manos la correspondencia con seguridad y con la misma procuraría el dirigirla a Santiago; pero ni se piensa ni se quiere nada útil; mas qué digo útil, nada que no sea precisamente un horrible desatino o la más cruel herida a la patria o a la moral pública. Ha llegado la cosa a término que los desaciertos exceden a cuanto la más viva imaginación puede representarse, y aunque yo no he errado en presagiar males, ni en el orden con que los he presagiado, ni en los caminos por donde se habían de verificar, y aunque me tenía por hombre de tino político (se entiende con respecto a Chile) pues los sucesos acreditaban que se iba verificando punto por punto cuanto predije desde la tarde en que abdicó O’Higgins y mucho más desde que con la administración de don Fernando Errázuriz me determiné a venir a Europa: no obstante mis predicciones no alcanzaban a la extensión e intensidad con que se han realizado. Dos ejemplos hay entre manos que manifiestan un grado de ignorancia, abandono, inexperiencia, criminalidad y falta de todo principio de decoro, y de aquel pudor sagrado a que no puede renunciar un gobierno, capaces de arruinar al imperio más bien establecido. Hablo principalmente del empréstito, y en segundo, aunque muy subalterno lugar, de lo que se hace conmigo. La conducta del gobierno con los empresarios del estanco, esa connivencia tan impudente y escandalosa, es prueba de una corrupción de que con dificultad se encontrarían ejemplos, si se pesan bien todas las circunstancias. Se ha visto a un general entregar un ejército o una plaza; a un juez vender sus sentencias; a un ministro vender gracias y empleos y dilapidar un Erario; pero no me acuerdo de un gobierno que en su carácter de tal, se haya complotado con ciertas personas para permitirles que vendan los intereses más caros y más irreparables de la patria. ¿Qué es no pagar los dividendos; y qué es no pagarlos en las actuales circunstancias? No sólo es faltar a la buena fe, cualidad sin la que no puede subsistir en nuestros tiempos gobierno alguno; no sólo es desnudarse de todo sentimiento de pudor; no sólo es echar una mancha indeleble sobre el honor, el carácter y el nombre chileno; no sólo es renunciar a toda esperanza de que se reconozca nuestra independencia, o de que las naciones quieran alternar con pueblos tan corrompidos; no sólo es presentarnos al mundo abriéndonos en los primeros pasos de nuestra carrera política un abismo de ignominia y de deshonor en que sepultarnos; no sólo es cerrarnos irremediablemente la puerta para todo auxilio sucesivo de que podemos verdaderamente necesitar, y para la introducción de mil empresas útiles que debían hacer prosperar nuestro país; no sólo es convertir en odio y desprecio la simpatía y favorable entusiasmo de un pueblo poderoso, y el único capaz de servirnos; sino lo que es todavía peor, exponer la seguridad y vida de la patria, y el bienestar de los chilenos. Políticos como Benavente y el inmortal Pinto, autores de la historia, y como Infante, Fariña, Gandarillas, continuadores, no tienen obligación de pensar, ni se toman el trabajo de hacerlo, ni tampoco son movidos por sentimientos de probidad personal. Comparar el quebrantamiento de un contrato nacional, y el robo que se hace a un pueblo de sus caudales, son una de las piezetadas que un bodegonero juega en Chile a otro de debajo del portal; y reírse celebrando este acto de astuta destreza financiera, puede que sea la elevada política de algunos. Decir que el empréstito se lo llevó el diablo, y que allá lo paguen Irisarri, Hullet y el gobierno del Perú que lo consumieron, será el severo dictamen de otros. Declarar que todos los actos del gobierno de don Bernardo O’Higgins, y del congreso constituyente han sido nulos como resultado de la tiranía y del antiliberal y fanático peluconismo que propendía a cubrir de ignominia al país y a esclavizarlo, como se manifestó en la Constitución de 1823, aprobada por una minoridad facciosa, enemiga de las luces y de la libertad; y que por consiguiente la nación no está obligada a reconocer ni pagar el empréstito, ni a devolver el dinero que ha recibido, porque este acto debe también estimarse por inválido y no existente, será pensamiento que habrá ocurrido tal vez a más de tres de los estadistas arriba mencionados, y a más de treinta de los frecuentes de la barra y del café. Últimamente embromar, como decimos; no pensar ni en pagar por ahora, ni en tomar medidas para hacerlo alguna vez; poner sin embargo un decreto diciendo que el gobierno trata de cubrir por todos los medios posibles su deuda extranjera; y creer que con esto engañamos a los ingleses, y que éstos permanecen quietos aguardando el cumplimiento de nuestras promesas, mientras que nosotros ya podemos darnos por cancelados, será la opinión más general del gabinete, como producto de una sagacidad política y de una extensión de miras consumada. Pero entre tanto, esta extensión de miras no alcanza hasta Chiloé y Valdivia, puntos tan codiciados de los ingleses que no tienen un establecimiento en el Pacífico donde tanto les interesa, y que no está muy distante que a la hora presente hayan pensado mucho en ser dueños de la entrada a todas las costas occidentales de América. ¿Quién intentaría resistirles con fruto si quisiesen llevar a efecto tal pensamiento? Los anglo-americanos para apoderarse de las Floridas se aprovecharon del pretexto de la deuda que debía España a varios súbditos de los Estados Unidos resultantes de presas marítimas, ilegalmente hechas, ofreciendo el gobierno satisfacer a los acreedores. ¿Por qué, pues, había de ser extraño que el Rey de la Gran Bretaña expusiese “que no pudiendo permitir continuasen sus súbditos despojados de sus haberes por la malicia o impotencia de un gobierno que faltaba al contrato nacional más sagrado, se veía en la necesidad de proteger sus reclamaciones exigiendo a que se pagase u ofreciendo lo haría la misma nación inglesa, indemnizándose con la propiedad del Archipiélago de Chiloé, y la plaza de Valdivia”? ¿Por qué había de ser extraño, que al menos pidiese la posesión de estos puntos, como una garantía de la puntualidad de los pagos, hasta su terminación, respecto de un gobierno en que no se podía tener confianza, puesto que ya había burlado sus contratos? Buenos son los ingleses para dejar perder un maravedí, y buenos los chilenos para ser sus defraudadores. Chile: Chile es quien debe estar más alarmado con su empréstito, ínterin tenga a Valdivia y Chiloé que cuidar. Que mis temores no son vanos, o al menos no son infundados, resulta de las voces que han corrido aquí en días pasados (antes de los sucesos presentes de Portugal) acerca de que el Embajador inglés en Madrid hacía reclamaciones sobre el pago de la suma que debía España por indemnización a varios súbditos británicos de las presas hechas por Morillo [NOTA: Se refiere al general español Pablo Morillo] en los mares de Colombia y las Antillas (una cosa igual al reclamo de los Estados Unidos de que acabo de hablar) y se añadía al mismo tiempo que una escuadra inglesa amenazaba a Mallorca, de cuya verdad no respondo.

Lo expuesto basta para manifestar que está amenazada la seguridad de Chile, y aun a la larga, su independencia, si había de tener vecinos tan fatales; pero prescindiendo de esto, o suponiendo que no se verifique tal cosa, la conducta de los actuales demagogos con respecto al empréstito es tal, que el alivio y el bienestar del pueblo tienen que sufrir de sus resultas, por muchos años. Que Chile no se ha de burlar de los ingleses, y que el empréstito se ha de pagar, zahumado, es punto que no puede dudar que tenga sentido común. Mientras el país satisfaciese con exactitud a sus plazos cumplidos, sin permitirse un día de atraso, sufría, es verdad, apuros, pero esto sería sólo teniendo a Benavente y a Gandarillas por ministros de Hacienda, y aun así, no más que a los primeros; porque aquellos estados y particularmente, Chile, avanzan naturalmente con tal empuje hacia su prosperidad, que es preciso hombres que trabajen de propósito en detenerlos, para que permanezcan estacionarios o retrograden; y al cabo saldría avance sin gravamen que se hiciese muy sensible, y sin necesidad de contribuciones que obstruyesen en su principio los caminos de la riqueza. Mas haciendo cargadilla, como va, llegará, y por cierto que muy en breve, el día tremendo en que cesen las bufonadas, y en que sean gavilanes u hombres de bien los que manden, tengan que hacer muy de veras el pago de presente y atrasado, entre mil bajezas y sobresaltos. Y entonces, ¿de qué se echará mano por financistas tan expertos y criadores como los nuestros? De contribuciones tan odiosas como exorbitantes que arruinen, que aniquilen nuestra naciente prosperidad, que dejen al país sin elementos, sin sangre que conserve la vida de ese cuerpo, para ver si puede después restablecerse. He aquí un pueblo hecho infeliz por puro efecto de su pésima administración, por el puro querer de sus directores en quienes sólo se reconoce ignorancia, falta de previsión, corrupción y abandono. No son estos términos fuertes, y mucho menos exagerados, si se aplican justamente a las cosas que ellos describen, y si se considera que hablo desde el lugar donde se presenta el mal en su verdadero punto de vista. No tengo absolutamente más interés en esta materia que el amor a la patria. Para con mi padre no necesito de aseveraciones; pero Dios me es testigo que prescindiendo de la circunstancia de chileno, tanto me importa que se paguen, como que no se paguen los dividendos. A todo lo expuesto añada Ud. que el gobierno no me escribe, y que una sola palabra no me ha dicho sobre este negocio, siquiera por vía de contestación a mis repetidas y urgentísimas reclamaciones. Últimamente considere Ud. cómo me hallaré faltando ya sólo diez días para verificar el pago, y sin saber hasta este momento qué he de hacer. No es posible en mi situación, en mi carácter público y en este país, desentenderse o mirar con serenidad los males. Cuanto digo en mis oficios y en mis cartas es todavía menos de lo que siento. Ya éste es el segundo dividendo que no se cubre: se han agotado los insultos; y aunque volverán a repetirse con nueva acrimonia con esta segunda burla que se les juega, adoptarán ya los acreedores las vías de hecho. Creo que tan ciertamente como lo es que estoy ahora escribiendo, se reunirán dentro de muy pocos días los tenedores de obligaciones, y ¿quién sabe lo que resolverán? y ¿quién podrá contener sus resoluciones? Sea que determinen ocurrir a su gobierno pidiendo protección; sea que como paso preliminar hagan reclamaciones al de Chile, exigiendo perentoriamente el pago de lo atrasado, y el cumplimiento estricto del contrato original en que se obligó el gobierno a no usar de las entradas de diezmos y Casa de Moneda; sea que pretendan para su seguridad sucesiva poner un interventor al erario, que recoja en cada mes sin miramiento ni reserva y de la totalidad de los fondos fiscales, la suma proporcionada al pago íntegro del dividendo; sea en fin que tomen alguna otra determinación que no alcanzo a prever, yo me hallo sin instrucciones, sin avisos preparatorios, sin saber sobre todo ni aun poder traslucir qué es lo que piensa mi gobierno para arreglarme a sus intenciones. Mi resolución en el día presente es acechar a estos tenedores de obligaciones, averiguar qué es lo que piensan, y salirles al encuentro, sugiriéndoles yo mismo la determinación que juzgue menos dañosa, sostenerla con empeño, manifestarme defensor celoso de la justicia con que reclaman para inspirarles confianza en mí y evitar así mayores males. No me negará Ud. que es capaz de enloquecer el ver a una administración, por más Pintos, Infantes, Gandarillas, que sean los que la componen, que no paga, y que sabiendo las resultas que han de seguirse ni siquiera anuncia a su mismo enviado qué es lo que piensa, o lo que se ha de hacer; mas ni aún avisa que no se paga; más todavía: se desentiende de mis exposiciones y no quiere ni contestarlas. ¿Cabe este proceder en una cosa que se llama gobierno? ¿Cabe esto en seres racionales, por malvados e inexpertos que se les suponga? ¿Y no provoca a risa oír a risa estos facinerosos ignorantes hablar en sus ridículos mensajes y memorias, de crédito público y de establecer deuda interior cuando no quieren satisfacer la exterior? Agregue Ud. a todo esto la furiosa representación que me acaba de dirigir la casa de Barclay y que remito en el presente correo al gobierno quejándose en términos duros y por cierto bien merecidos de la falta de pago de su acreencia aun después de pasado el término de las últimas prórrogas. En ella dicen expresamente que mi responsabilidad personal, no cesa, hasta no ser la casa enteramente cubierta.

Viendo pues que en Chile en las tristísimas circunstancias presentes no hay gobierno, no hay moral, no hay principio alguno de orden, y convencido de que la patria sólo existe en el corazón de diez o doce hombres de bien, hágame Ud. favor de convocar a cuatro o seis de éstos y leerles los anteriores párrafos. Sabrán ellos el mal que sufre Chile, y descargaré yo mi responsabilidad, si se cree que no he hecho cuanto he debido o podido hacer. Creo que el pueblo, al menos en gran parte, no está instruido en la horrenda colusión del gobierno con los estanqueros, ni en las verdaderas circunstancias del negocio, que son en suma haber ellos recibido 500 mil pesos de habilitación: 800 mil al menos en los dos años largos del goce de su privilegio, y no haber pagado más que 150 mil, haber irreparablemente sacrificado a su patria, y no querérseles ahora compeler eficazmente. Vamos ahora a lo que se hace conmigo.

El 28 de octubre último recibí un oficio en que se me ordena pasar a Estados Unidos y se me dice aguarde hasta 6.000 pesos que se me van a remitir para auxilio de este viaje. Prescindo de la previsión o política con que se dispuso esta nueva misión en circunstancias que no se pagaba el dividendo: que no era decente hacer jugar al ministro para que ni siquiera hubiese quien estuviese a la mira, o respondiese a los que necesariamente habían de preguntar por qué no se les pagaba; y de todos modos alguno ha de haber en Europa que escriba lo que suceda y que avise anticipadamente si los van a azotar; porque éstos no son puntos sobre que debe llamarse a juicio a los ministros de Chile en el día. No se me ha remitido tal dinero, no se me ha escrito una letra más sobre la misión; no se me ha enviado nueva credencial, pues las firmadas por Freire y después por Blanco ya expiraron; y sobre todo no se han cubierto mis letras en favor de Barclay por la gran suma que franqueó, y estoy por consiguiente en descubierto y en un descubierto de honor que no me permite irme y dejarlo clavado burlándolo hasta en la esperanza de que yo esté aquí como en rehenes. Me hallo pues en la más tormentosa indecisión, sin poder por ahora moverme y con los temores de que me falta dinero. En fin ya he hablado demasiado sobre cosas tan insufribles.

Veo que había llegado mi equipaje. Mi encargo no podía ser tan estricto que Ud. se privase de la confianza de abrirlo con la más absoluta libertad; y me afligiera el que por un instante se entendiese lo contrario, pues yo mismo he dicho a Ud. desde el principio que los cajones de instrumentos los abra en la casita para evitar el peligro de conducirlos después allí desacomodados; que saque una de las chimeneas que es destinada para la misma casita; que arme el coche, que saque las alfombras y asientos de sofaes y sillas para que no se apolillen, etc. También me interesaba mucho el saber qué cosas faltan aunque aparezcan intactos los cajones, porque no las tengo todas conmigo con los artesanos acomodadores de Londres; y muy bueno habría sido haber sabido las faltas antes que yo saliese de aquí. En cuanto a las máquinas, podría ser que se hubiesen rompido [sic] piezas esenciales que debiesen volverse a llevar de aquí. También podría ser que pareciesen a Ud. bien algunas cosas y quisiese encargarme las llevase de nuevo. Por todo habría deseado un inventario prolijo, a ver si se conformaba exactamente con el que tengo aquí. Mi principal cuidado son la porción de cosillas que han ido dentro de los cajones de sofaes y sillas donde metí cuanta menudencia tenía aquí.

Mi encargo original y que repito ahora fue pues que Ud. me conservase intacto, esto es sin extraviarse nada, todo lo que iba en el equipaje. Yo pensaba ir casi a un tiempo, o llegar poco después, y me reservaba el gusto (que según los paraísos que me formo, no es uno de los menores que espero a mi regreso) de ir señalando, cosa por cosa, haciéndola, explicando su uso, y hacer de muchas de ellas las distribuciones que tengo pensadas. Por esta misma razón no he anticipado ningún obsequio a mi madre ni a Dolores, porque han de ser regalos de mi vuelta, y porque hay que hacer distribuciones y variaciones a vista de las necesidades y deseos de las mismas interesadas, que pueden preferir una cosa a otra. Baste decir que mi madre tendrá sillas, mesas, alfombrado rico, soberbios blandones para su cuadra, y Dolores compondrá también su cuarto, etc., etc. Aquí tengo a ésta su aderezo.

En el equipaje van varias cosas de que puede Ud. hacer uso luego. La chimenea menos adornada es para la casita, y eligiendo Ud. la sala en que haya de situarse que probablemente será el cuarto de tertulia, puede armarse. Las máquinas e instrumentos científicos deben colocarse allí en la pieza que Ud. les señale, y previa la construcción de un estante ordinario pero con su llave y puertas de vidrieras. Puede Ud. valerse de Lozier u otro así para examinarlas, y experimentarlas en todas las partes del aparato de cada una. Los libros, con su cuenta y razón, pueden también acomodarse allí. Van obras muy clásicas como Gibbon, Hooke, Paley, Smith, Sentimientos Morales, Lempriere, arengas de Pitt, Fox, Burke, Lord Chatham (Guillermo Pitt, el padre), Juicios célebres, Arengas selectas de oradores ingleses, Malthus, Landerdale, Enficto, Historia de la Filosofía, Elementos del Cristianismo, Filosofía de la Elocuencia, Deugald Stewart, Reid, Hume, Roberston, etc. El Atlas grande antiguo y moderno de Smith, la geografía americana de Carey, todos los decretos de las Cortes, el Código Penal de España y el de la Luisiana y sobre todo el grande y recientísimo diccionario biográfico en francés, que aun está saliendo, son obras que gustarán a Ud. mucho. Aquí tengo otras igualmente clásicas que aguardo oportunidad para despachar. Con este motivo prevengo a Ud. que los nueve ejemplares a la rústica de la Vida literaria del Dr. don Joaquín Lorenzo Villanueva son del gobierno a cuya disposición se servirá Ud. ponerlos. Doce ejemplares de éstos y la suscripción a los Ocios se tomaron por vía de gratificación a estos interesadísimos bribones mientras se creyó que era necesario sostener su periódico para bien de América y están cargados en la cuenta del gobierno.

Puede hacerse uso igualmente de una máquina para hacer mantequilla que va en forma de un cajoncito de madera ordinaria, cuadrado y con un manubrio de hierro para darle vuelta; del torno para asar que va entre los útiles de cocina, en los cajones donde van las chimeneas, y es destinado a la casita, donde puede Ud. ensayarlo; de dos palmatorias que van en el cajón N.° 6 y es regalo para U.; de dos pies de alabastro para poner reloj que son para la casita y van en el mismo cajón; de diez y seis gorros de algodón que van en una caja de cartón dentro de los cajones de sofaes; de un espejo ustorio; de una cámara obscura; de un microscopio de bolsillo; de un Gnomón aplicado a la latitud de Peñalolén, con su brújula al pie; de varias tijeras, dos de ellas con mango de madera, aplicadas al uso de jardines; de un despertador pequeño de madera. Van dos en una cajita: uno que suena las horas, y a más tiene despertador; éste es para la ciudad; otro que no suena cada hora, y sólo despierta; éste es para la casita. En fin, Ud. use de lo que le parezca; porque van tantas menudencias hasta para cada uno de los niños de Dolores, y que yo quiero entregarles por mi mano, que no acierto a enumerarlas; pero sí a suplicar a Ud. que no se me pierda ninguna, pues menudencias de éstas hay que tiene acá para entre mí un gran designio. También deseara saber si los muebles han recibido alguna lesión, aunque los de más cuidado han ido muy bien acomodados. El lavatorio, y unas dos mesitas cuya cubierta se extiende, llevan en sus respectivos cajones una porción de menudencias, y cabalmente se le ocurrió al acomodador meter estos muebles en cajones de sólo esqueleto. No sé si se habrá salido algo.

Últimamente por equívoco se cometió aquí una diablura, que fue meter en un cajón de muebles, creo que en el Nº 1, un pequeño cajón con ácido muriático que es el designado en la factura adjunta de instrumentos en quinto lugar. Aunque iba muy bien acomodado, no sé si habrá hecho algún daño; y conviene que Ud. lo saque de allí inmediatamente.

Acompaño dos facturas: una de los instrumentos científicos, y otra de todas las menudencias que van esparcidas en los cajones, desde 1 hasta 11 inclusive, y en el 28. En los demás no van sino los muebles grandes, y no hay necesidad de abrirlos para este objeto. El ácido muriático va ciertamente en el cajón de esqueleto Nº 11. Estas facturas son para que Ud. coteje y vea si hay falta.

Llombard ha de haber entregado a U., ya tiempo ha, un cajón gran de con un espejo de vestirse. Otro menor con una mesita para aparador de mesa de comer y varios libros y pequeñas menudencias y ocho sillas de caoba con asiento de crin.

Los cuartos que yo iré a ocupar serán los míos de siempre, y esto cualquiera que sea el resultado de la carta que escribí a Ud. en enero último. Según su resultado es natural que se ofrezca hacer algún arreglo, después de estar yo en ésa; y lo haremos después de hablar largo, según Ud. disponga del modo que yo pueda ser más útil a Ud. y bajo el principio de que me parece que debemos siempre componer una familia. Los cuartos se amoblarán por supuesto con algunos de los muebles que he remitido; y siempre con anticipación a mi salida de aquí he de avisar a Ud. si deseo alguna cosa particular sobre este amueblamiento que no creo que consistirá por ahora en otra cosa que en poner sillas y mesas alrededor; porque aun las alfombras no me atrevo a que se partan hasta no ver cómo se ha de distribuir el alfombrado de mi madre y otros más que han de salir. Lo que sí siento es que Ud. tendrá la casa llena de cajones; y yo los necesito porque los tengo destinados para hacer con esa madera los estantes de los libros, y el entablado (si alcanzan) de dos cuartos de recibir.

El secretario de la Legión peruana en ésta, don Pedro Antonio de la Torre, es sobrino del canónigo Luna Pizarro, y me ha pedido que recomiende a éste con empeño a Ud. Hágame pues el favor de hacer una especial visita a dicho canónigo: darle cuenta de esta recomendación: y en su virtud ofrecerle que ocupe a Ud. si necesita alguna cosa.

Dígale Ud. al padre Cuchito que espero para el correo siguiente poderle remitir su componenda porque la estoy esperando por horas de Roma.

He estado perplejísimo sobre la dirección que he de dar a las gacetas, que en ningún mes han dejado de salir de aquí; y sobre que me protesta el encargado de este ramo en esta oficina de correos, que la falta no puede estar sino entre Buenos Aires y Chile. Después de pensar mucho he resuelto que sigan por ahora rotuladas en derechura a Ud. porque temo la tentación de leerlas y por consiguiente demorarlas en que se ha de ver Fair; y éstas son cosas que pierden su mérito retardadas. Puede ser que varíe. También ha concurrido a mi resolución el que ignoro qué portes se pagan al menos en Buenos Aires sobre las cartas que van a Chile, a imitación de lo que se practica en Europa, donde todo pliego dirigido desde un Estado a otro, paga dos veces, una en el punto de donde sale el pliego y otra en el punto a donde va. Está Ud. suscrito a la Revista Enciclopédica, que recibirá Ud. en lo sucesivo. En cuanto a los números atrasados, no sé si los podrá conseguir, porque este periódico sólo se imprime el número de ejemplares correspondiente a los actuales suscriptores. Tal es su grande opinión en todo el mundo que no se interesan los editores en mayor venta que los 22 mil que distribuyen.

Siento que Ud. alabe tanto a los Ocios. Aquí ya no se pudieron sostener principalmente desde que metió a político el señor Canga, que por cierto no tenía gracia para este nuevo oficio.

Sírvase Ud. leer la adjunta carta para García de la Huerta, y entregársela después de cerrada. No he podido conseguir aquí dinero, ni al cambio de 38 peniques ni a ninguno en letras contra el gobierno; porque éstas no tienen valor y provocan a risa, dándome vergüenza insoportable el que las miren con tal desprecio. Yo necesito aquí de dinero; y aun cuento con que Ud. tal vez, previendo como en el año pasado mi demora, me haya conseguido y remitido algo. No habiendo sucedido esto último, no hay otro arbitrio de suplirme, que librando para que en ésa una persona de mi confianza reciba el dinero y cuide de remitirlo inmediatamente para que o lo reciba yo si estoy aquí, o lo tome la persona que bajo mi crédito personal me haya prestado algo. Por otra parte, ya Ud. sabe cuanto conviene que yo no deje caer sueldos en poder del gobierno sino sacarlos de sus manos justa y legalmente en sus plazos respectivos; aun cuando sólo fuera para guardarlos en mi poder. Me he valido pues de Lizaur, quien no se ha extendido a entregarme dinero, sino sólo a hacer testa, y que en su nombre lo cobre en ésa, y se ponga a mi disposición. Estoy seguro, y así me lo han dicho Lizaur, Hullet y otros varios, que el cambio a 40 peniques por peso es ventajoso para el gobierno porque no se ha de encontrar quién a tal cambio quiera recibir las letras, pues en tiempos incomparablemente mejores rogaban aquí los particulares con buenas letras contra comerciantes de Chile al cambio de 42 y no encontraban quién las tomase; y con dos peniques por peso no se compensa la diferencia que hay entre la seguridad que ofrece una buena casa particular de comercio y el gobierno. Sin embargo yo he tenido escrúpulo; y aunque no hay motivo para ello, por lo menos no quiero que se diga que yo deseo ganar con el gobierno. Mi objeto es no gravar al gobierno en un centavo, porque de haber gravamen ilegítimo por una u otra parte, más bien lo querría yo sufrir; pero tampoco perjudicarme; porque si absolutamente no puedo conseguir aquí dinero sino a cuarenta peniques, ¿por qué me lo he de cargar a 42? No obstante, he retirado (como Ud. verá en carta a García) la libranza de 7.000 pesos y dejado sólo la de 4.100, cuyo cobro urge; y digo a los directores en el aviso que les doy, que a pesar de que había yo pensado librar por 1.850 libras esterlinas, importe del semestre de sueldos que debo recibir en el siguiente abril en esta fecha: 1.500 sueldo mío; 200, sueldo de Barra; 150, gastos de secretaría; con todo, juzgando que tal vez se reputará excesivo el cambio de 40 peniques, he suspendido, hasta ver si después hallo quien proporcione mejor cambio, ciñéndome sólo a girar por lo que necesito con urgencia. Entre tanto, sirva a Ud. de regla que el cambio con el Brasil está a 38 según me han dicho; y con Buenos Aires da risa porque ofrecen 18 peniques por peso, bien que esto es efecto de que la moneda que allí corre es papel.

Recogida como espero por los esfuerzos de Ud. la libranza, hágame Ud. favor de remitirme su importe tan pronto como pueda ser en letras como lo hizo Ud. la vez pasada, o según hallare Ud. por más conveniente consultando ante omnia la brevedad, y haciendo ver a los Directores que por la urgencia no he podido dar más plazo que 30 días para el cubierto de la libranza. Mientras corren estos 30 días Ud. negociará el que estén listas las letras que han de venir en mi favor, buscando una casa segura: en inteligencia que aunque vengan pagaderas a dos meses de vista, desde el día que se reciben en ésta son plata contante, porque se cubren a costa de un pequeño descuento. Deben venir endosadas en primer lugar a mí y en segundo a don José Agustín Lizaur, para evitar los efectos de mi ausencia. Explíquele Ud. también a García mis escrúpulos.

Nada dije a Ud. (porque no alcancé) en mi anterior sobre mi gran negocio de la carta de enero último: seguramente el más arduo que tengo entre manos. Supongo que cuando Ud. reciba ésta se habrá hecho todo y será este punto concluido a mi satisfacción. En tal caso no tengo que encargar a Ud. de nuevo su protección y cariño para con mi novia. Lo que digo a García sobre si ocurren con una carta mía por dinero, es relativo a si esta niña necesita alguna cosa, pues le he escrito que ocurra sin necesidad de que se sepa su nombre, por si tiene vergüenza. No le he dicho que ocurra a Ud. porque no lo haría de cortedad, hasta no tener más confianza. Ofrézcala Ud. también, diciéndola que por encargo mío, los muebles que quiera de los de mi equipaje para componer su cuarto.

A Dios mi amadísimo padre, soy su

Mariano.