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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaña. Cartas a Juan Egaña. 1824-1829
77. París, 15 de Abril de 1828.

PARÍS, 15 DE ABRIL DE 1828.

Mi amadísimo padre,

No será ésta muy larga porque temo que tal vez no alcance el despacho del paquete en Londres; y escribo además con el desconsuelo de no haber recibido carta de Ud. en el último paquete que ha llegado en el mes pasado y en que vino la resolución de Zegers, suspendiendo la Legación. Deseo por tanto con mucha ansia el arribo del paquete de este mes presente, porque espero que Ud. me dé algunos detalles y me cuente la chismografía de esta resolución que hasta impresa en Gaceta de Chile he visto en París. En el actual estado de cosas en Chile, los graves negocios del Estado no se dirigen con miras sanas ni deseos de acertar, sino por interés y proyectos gavilánicos. Mucho es y he extrañado que el decreto haga mención honorable de mí. No esperaba tanto de tales administradores del Estado; y sus elogios tienen no sé qué de odioso y humillan te que no los admitiría gustoso por cuanto hay. Por lo demás el decreto es un completo desatino e hijo legítimo de la inexperiencia y absoluta falta de ideas de Pinto y Zegers proponedores, y el Padre Fariña, Calderón, etc., aprobadores. Duele y da vergüenza no ver al frente de los negocios públicos un hombre que no sea un abismo de ignorancia y falta de principios. Improbar la conducta de la Inglaterra y castigarla con variar el nombre del agente que Chile tiene aquí es un desquite necio, bueno a lo sumo para hecho y no para dicho en un acto solemne, sobre todo si se considera que viene a tener lugar tres años después de hecho el desaire a que se impone esta pena y tolerado tan pacíficamente. Por otra parte se falta al buen sentido ante todas las naciones del mundo cuando se forma queja de que Inglaterra no haya reconocido a Chile en el estado de desorganización y desorden en que lo ha visto durante los últimos cuatro años sin interrupción, y mucho más sabiéndose que iba a hacer este reconocimiento solemne y que lo suspendió porque para mayor desgracia llegó la noticia del desorden cuando iba a proclamar el reconocimiento; y cuando se toca este punto lo que debe hacer el Gobierno de Chile, si es prudente, es callar la boca. Nombrar Cónsul de un país de donde una sola lancha no ha surcado jamás los mares de Inglaterra ni los surcará en mucho tiempo, es una niñería, un proyecto ridículo, y lo que es más un proyecto indiscutiblemente imprudente, que va a exponer la patria a un desaire positivo y solemne. Para ser agente diplomático o Encargado de Negocios no se necesita una autorización expresa, pública y por escrito de parte del gobierno ad quem como para ser Cónsul, pues éste requiere un exequátur solemne firmado por el mismo Rey; y tan lejos estoy de creer que el Gabinete de Inglaterra acuerde el que se dé, que por el contrario temo mucho que nos expongamos al insulto de que se nos diga que exequátur no pone el Rey sino a patentes de gobiernos reconocidos, y que éste debe ser un acto subsiguiente a la formación de tratados o al reconocimiento solemne de la independencia. Sin que nos valga el ejemplo que le citaremos de lo que el gobierno francés nos ha ofrecido, porque nos dirán que todavía aun no se ha visto reducida a efecto esa promesa, o que cada gobierno varía algún tanto en la aplicación de los principios de derecho público en los casos raros. Yo más bien creo que Lord Dudley (Ministro de Relaciones Exteriores) tomará el temperamento de embromarnos, y que sin darnos respuesta alguna categórica, no se verá el exequátur (que precisamente exige nuestro gobierno, y con razón, si es Cónsul el que nombra) en mucho tiempo. Todo esto habría evitado un gobierno semi-racional no mandándome decretos absolutos y ya publicados en las gacetas, sino órdenes confidenciales y discrecionales para obrar conforme a la prudencia y las circunstancias. Yo en tal caso, o si siquiera me hubieran consultado como también era regular, hubiera hecho lo que siempre había pensado hacer; a saber: dejar a Barra de Encargado de Negocios; lo que no consistía en más que en pasar con el mismo mi secretario a ver al señor Dudley y decirle que por mis enfermedades o cualquier cosa decente había suplicado a mi gobierno y había obtenido su permiso para regresarme, y que como es de estilo (y esto sin necesidad de especial orden o autorización sino en fuerza de los mismos usos diplomáticos que sólo un diplómata como Pinto ha sido, puede ignorar) quedaba el Secretario de la Legación que allí presentaba de nuevo de Encargado de Negocios. Lord Dudley en el acto mismo me habría respuesto [sic] que me deseaba buen viaje, y que tendría mucho gusto en comunicar con el señor Barra cuando se ofreciese. Y he aquí logrado todo lo que el gobierno quería: que yo me fuese; que Barra quedase; que quedase con sueldo de Encargado de Negocios; y que entendiese en el empréstito, etc., todo sin más que haberlo sabido hacer. Ni el gobierno tenía nada que extrañar, porque esto se hace todos los días, ni el de Chile se habría cerrado la puerta (otra locura) para no remitir otro Enviado ínterin la Inglaterra no reconozca la independencia, lo que va muy largo, y esto aunque circunstancias muy críticas exijan que venga uno. Más de tres años hace que de México no hay más que Encargado de Negocios, y cerca de dos a que no hay más de Buenos Aires, ambos subrogados nada más que como secretarios de Legación, dejados en aquella calidad cuando se retiraron los respectivos Ministros.

Tiene Ud. en París al Cura Cienfuegos con quien he conversado largamente y hoy mismo sale para Roma, deteniéndose antes algún tanto en Génova.

Dirijo ésta a la posta y la continúo a ver si alcanza también a ir el resto.

Soy mi amado padre, su

Mariano.