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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Cuarta Parte. Contiene desde el 13 de Agosto de 1811 hasta el 14 de Septiembre del Mismo Aņo.
Septiembre de 1811.

Septiembre de 1811

En la noche del día 2 de este mes hizo pasar don Juan José Carrera, Sargento Mayor de los Granaderos, del Cuartel de éstos a la casa de su Padre don Ignacio de la Carrera, 70 fusiles en un carretón y desde el momento volvió a levantarse el rumor, que todo aquello era para sorprender el Parque de Artillería. Este concepto era general y afianzado con varios denuncios de tener cohechada la mayor parte de los artilleros y que once oficiales de la propia Artillería maquinaban el mismo proyecto.

En dicho día 2, se hizo elección del Presidente del Congreso y recayó en el Presbítero don Juan Zerdán, Cura Rector de la Catedral de Concepción de Penco. A éste se le avisó por repetidos denuncios del premeditado proyecto por personas de respeto y condecoración; pero reduciendo la materia a pueril vulgaridad, despreció el aviso reiterado, dejando al vecindario envuelto en mil inquietudes y zozobras.

El día 3 corrió el mismo rumor de la sorpresa que se intentaba de la Artillería, en términos de hacerse ya una voz general del pueblo, y fue mayor la presunción cuando se vio conceder en esa mañana porción de cartuchos para la tropa con el pretexto de que sirvieran para hacer ejercicio de fuego. Aumentóse el temor cuando se supo por la tarde que dos soldados del Batallón de Granaderos habían llevado dos bolsas de balas, lo que se llegó a entender porque una de ellas se rompió y el soldado entró a coserla a una pulpería frente de la casa de don Juan Enrique Rosales. Esto mismo se le hizo presente al referido don Juan Zerdán y en esa noche se le procuró convencer que el proyecto de sorprender la Artillaría era efectivo. Todo fue disuadir y no tomar ninguna providencia de precaución.

En la noche de este mismo día se doblaron las rondas, a que se destinaron las tropas del Batallón de Granaderos, siendo cada una de ellas de 25 hombres y al menos serían ocho patrullas. Yo encontré una de ellas cerca de la esquina de Palacio y de mi propia casa a las 9 de la noche, la misma que desfiló inmediatamente, ocupando la mitad del costado de dicho Palacio y la otra mitad el de la Catedral hasta llegar a la puerta de mi casa. Aquí puesto en una ventana estuve a la observación y vi que a un cuarto de hora después se reunieron y siguieron para abajo y a poco andar se encontraron con otra de igual número y después de dar el Santo y contraseña, siguieron por direcciones contrarias. Este movimiento me hizo concebir que en aquella noche era indudablemente la sorpresa de la Artillería. En efecto, así se meditó, pero por varias combinaciones se difirió el avance.

Todos los sensatos concebían que los facciosos partidarios del Doctor [Martínez de] Rozas deprimidos y abatidos por la preponderancia de un Gobierno contrario a sus ideas, maquinaban diferentes proyectos y prendían en secreto el fuego más activo de una contrarrevolución girando sus maquinamentos por otro nivel que el que lo habían intentado en los días 10 y 27 de julio. El mustio silencio a que se llamaron fue una estratagema para divertir los ánimos con el descuido, entre tanto que las llamas reconcentradas iban prendiendo y ganando protectores de su nueva rebelión. La conquista fue muy ventajosa y se deja entender por el siguiente detalle en el día 4.

Día 4. Como a las 6 de la mañana fueron entrando de uno en uno los soldados del Batallón de Granaderos a la casa del padre de don Juan José Carrera, hasta el número de 70 con los respectivos oficiales. A la tropa les hizo preparar un excelente almuerzo y bebida a satisfacción, haciéndoles presente el triunfo y galardón que iban a reportar de sus enemigos. Dicho Carreras, como Sargento Mayor, que se había hecho amable a su Cuerpo por muchas condescendencias y rasgos de generosidad, les había persuadido que los 300 hombres del Regimiento del Rey acuartelados en el Palacio del Ilustrísimo Obispo, trataban de invadirlos y sacrificarlos, auxiliando los fuegos de la Artillería y que por lo mismo se debían empeñar en aquella mañana a tomarles por asalto, como único medio para libertar sus vidas.

Este mismo oficial dio las órdenes correspondientes en la propia mañana, de acuerdo con los demás oficiales de su cuerpo. Destinó para guardia del Congreso [a] 100 hombres; confió el mando de ellos al Capitán don José Portales y al Teniente don Bernardo Vélez, ambos a dos encargados de dejar entrar [a] todos los diputados al Congreso, pero sin permitir que de la Sala saliera alguno después, poniendo a este fin cuatro centinelas en la puerta y toda la tropa con bala en boca y 9 cartuchos de reserva.

En la misma forma destinó 50 hombres para la guardia de Palacio, señalando para el mando y cumplimiento de sus órdenes al Teniente don Julián Fretes y al Sub Teniente don Félix Vial y Arcaya, con iguales prevenciones de no dejar salir [a] la Junta hasta poner en planta su meditado proyecto.

Dejó lo demás de la tropa de dichos Granaderos en sus cuarteles, con hala en boca y los mismos cartuchos puestos sobre las armas y prevenidos los oficiales de ocurrir prontamente a auxiliar la Artillería, a la primera señal o aviso que se les comunique.

Como quiera que los dos escuadrones de Húsares, cuyo cuartel está en San Pablo, los tenía dicho[s] Carreras ganados a su devoción, igualmente que a casi todos sus oficiales. También éstos se pusieron sobre las armas en aquella mañana, con el mismo repartimiento de cartuchos y balas, con advertencia de ponerse en marcha precipitada luego que vieran ir al Parque de Artillería el Cuerpo de Granaderos con su bandera. A este fin se puso una centinela en la torre para estar a la expectación del suceso y avisar inmediatamente.

Con estos y otros preliminares montó a caballo con su chapa de pistolas bien cargadas. Hízolo así también su hermano don José Miguel Carrera, con su jaez cabalgar muy primoroso y su uniforme grande de Húsar. Se presentaron ambos en la plazuela del Parque de Artillería, donde, trabando alternativas conversaciones con varios de sus oficiales, llamó la atención de los soldados de dicha Artillería lo extraño de su uniforme y montura. En esta clase de embeleso los tuvo divertidos y descuidados.

En la misma plazuela del Parque estaba el Capitán de Artillería don Luis Carrera, hermano de los dos precitados, tratando a sus soldados halagüeñamente. Pocos minutos antes de dar las 12 se entró a la guardia de la prevención del Parque, solicitando al Capitán Baraínca, que estaba de guardia, suplicándole le diera un papel para remitir dos caballos de estimación a la chacra de su hermano el Presbítero don Borja Baraínca. Detrás de Carrera se entró el Ayudante Mayor don Francisco Formas con sus dos hermanos, don Ramón y don Borja, todos tres empeñándose a que facilitara una esquela para remitir los consabidos caballos. Se excusó el Capitán Baraínca, pretextando no tener papel ni pluma y que todos [los] recaudos de escribir los tenía en su cuarto. A fuerza de súplicas le hicieron salir del cuerpo de guardia. Estaba comenzando a escribir la esquela cuando dieron las 12, hora y señal prevenida para el asalto. En ese mismo acto el Sargento de Artillería don Francisco Picarte arrebató el fusil al centinela; gritó éste y también el Sargento de guardia don José González, diciendo ¡traición! Aún no había acabado de proferir la expresión cuando llegó allí a caballo don Juan José Carrera y le tiró un balazo con pistola. Viéndole aún moribundo le disparó el otro e inmediatamente entraron los 70 hombres de su batallón, los que al golpe de las 12 salieron firmados en batalla por la puerta falsa de su casa, distante media cuadra de la plazuela del Parque, y a marchas redobladas se pusieron casi en el mismo instante en el vivaque, ocupando incontinenti los fusiles y tren de artillería.

Con igual aceleración se dio parte a los antedichos cuarteles de Granaderos y Húsares, que con la mayor prontitud ocurrieron a reforzar y premunir aquel interesante punto. En el momento pasó el Sub Teniente de Artillería don Juan José Zorrilla a la casa del señor Comandante Reina con una división de 12 hombres y le intimó su prisión, dejándole incomunicado aún de su familia, puesto en un cuarto con dos centinelas de vista. Le trató con insulto y ultrajó indecorosamente su persona. Así se despicó Zorrilla de su resentimiento de no haber tenido efecto su acusación criminal contra su propio Comandante, quien por esta razón y las sospechas de la coaligación, le había impedido de todo manejo, aún de entrar al Parque de Artillería. Para esta prisión ni medió orden superior ni otra resolución que la suya y la de sus aliados.

Al mismo tiempo, montó a caballo don José Miguel Carrera y se puso en la plaza mayor, donde encontró a las puertas de la Audiencia una turba de 25 a 30 facciosos que, instruidos del suceso y prevenidos como se cree de antemano, habían ocurrido a este punto a representar al pueblo; éstos eran la mayor parte de los Larraínes, confundidos con los escribanos, receptores, procuradores, escribientes de oficinas y otros interesados en el triunfo que se acababa de conseguir. Aquí se desmontó y con los aires y humos de un vencedor se entró de improviso a la sala del Congreso, dio cuenta del suceso y sorpresa de la Artillería, y en seguida presentó un papel anónimo a nombre del pueblo, que le había entregado a la puerta de la sala el ahogado don Carlos Correa de Saa, director con el Doctor Argomedo, de todas estas maniobras.

Pidió primeramente la deposición de los diputados representantes de la ciudad, a saber, el Doctor don Gabriel Tocornal, don José Miguel Infante, don Juan José Goicolea, don Domingo Díaz Muñoz, don Juan Antonio Ovalle, don José Santiago Portales, y el Padre fray Manuel Chaparro; el arresto de todos éstos en sus propias casas y la confinación de sus personas. En seguida se pidió la deposición del empleo de regidores, a saber, de don Antonio Mata y don Juan Manuel de la Cruz e igual confinación de sus personas, mientras tanto su arresto en sus propias casas; últimamente, igual pena para el Oficial Real don Manuel Fernández y don Manuel Rodríguez, Procurador de Ciudad.

De allí solicitó la subrogación para diputados en don Carlos Correa y Presbítero don Joaquín Larraín, la permanencia de los otros, a saber, don Agustín de Eyzaguirre, don Joaquín Echeverría y Larraín, el Conde de Quinta Alegre, don José Nicolás de la Cerda y don Javier Errázuriz, de suerte que siendo la disputa de trece diputados, según se relata en los días del mes de julio, que el número de los que debían componer la representación de la ciudad, había de ser ceñido al de 6, en conformidad de la [sic] Acta circular.

En esta revolución se ha agregado uno más contra el espíritu de esa propia acta, que ha sido el apoyo de los desabrimientos, renuncia y protestas de aquellos diputados. Las sediciones abrigan todas estas inconsecuencias.

Pidió igualmente la creación de un nuevo Tribunal de Junta, compuesto de los siguientes sujetos: Don Juan Enrique Rosales, don Martín Calvo Encalada, Doctor Juan Martínez de Rozas, Teniente Coronel don Juan Mackenna, Doctor don José Gaspar Marín, y por los secretarios, Doctor don José Gregorio Argomedo y Licenciado don Agustín Vial. También pidió el grado de Brigadier para su padre don Ignacio de la Carrera y la Comandancia General de Armas para sí mismo.

Sobre estas solicitudes se suscito una conferencia en el propio Congreso. Apenas se entendió la disputa resistencia por los facciosos, cuando entraron a la sala del Congreso como representantes del que llamaban pueblo, don Joaquín Larraín, don Carlos Correa y don José Gregorio Argomedo, significando que las antedichas solicitudes eran reclamos que se afianzaban en la voluntad general. Presentóse a la puerta de dicha sala don Silvestre Urízar con los dos mulatos violinistas Teodoro y Ramón, naturales de Buenos Aires, con otra gavilla de esta naturaleza, asegurando al Congreso que el pueblo pedía lo mismo que habían expuesto sus representantes. Ratificólo así el embajador don José Miguel Carrera, exigiendo el más pronto cumplimiento de todas las propuestas e intimando al Congreso, que hasta el otorgamiento de cuanto había pedido, sufrirían el arresto en la propia sala, porque así lo exigía la tropa mancomunadamente con el vecindario.

El Congreso se mantuvo así hasta las 11 de la noche sin comer ni beber, en la discusión de los puntos y organización de los respectivos decretos. Primeramente salió a luz como a las 3 de la tarde, el nombramiento del Tribunal Ejecutivo, con las mismas amplitudes y privilegios que la regencia de España, que inmediatamente se publicó al que llamaban pueblo, recayendo aquel en los mismos sujetos propuestos.

En seguida salieron las providencias sucesivas para el destierro y confinación de don Juan Manuel de la Cruz, a la Plaza de Arauco, mucho más allá de la Concepción de Penco, a salir dentro de tres días, pena de la vida, poniéndosele inmediatamente arrestado en su propia casa con cinco hombres para su custodia y centinela de vista. A fuerza de muchos empeños consiguió se le permutara el destierro a Talca, su patria, para donde va en camino.

Las propias guardias y centinelas se pusieron a los demás. El señor don Domingo Díaz Muñoz, Coronel del Regimiento del Rey fue confinado a su hacienda, distante 7 leguas de esta capital; don Antonio Mata a su chacra, que dista dos leguas. Estos tres nobles, honrados y beneméritos vecinos han sufrido todos estos vejámenes por la oposición a las máximas de independencia; y el señor Coronel Muñoz, por haber promovido el acuartelamiento de cuatro compañías de su regimiento para oponerse al despotismo y vasallaje de las demás tropas. La misma diligencia se practicó con don Juan Antonio Ovalle, confinado a su hacienda en distancia de veinticinco leguas de esta ciudad.

¡Qué insensibilidad la de los compatriotas al ver salir a sus ilustres ciudadanos, expatriados por la petición de una gavilla indecente! Cuando el Superior Gobierno tomó igual resolución con los tres personajes, Rojas, Vera y Ovalle, después de un proceso formal, y previo acuerdo de la Real Audiencia, se suscitó el clamor general de este pueblo, abriendo las puertas de su Cabildo y de la propia Real Audiencia, para expresar allí los resentimientos del vecindario contra la conducta y despotismo de un jefe en arrancar de los brazos a tan dignos hijos de la patria, sin habérseles oído, ni convencido del delito de que eran acusados, a saber, del meditado proyecto de la Junta de independencia. ¿Y qué proceso se les ha formado a estos expatriados? ¿Dónde está ese derecho natural de oír al reo y de darle lugar a la defensión personal? ¿Cómo no se levanta el confuso rumor de sus compatriotas? Nada menos que esto: la fuerza de las armas ha enmudecido a los virtuosos y honrados vecinos; solamente esa turba de sediciosos y tumultuarios claman, y dicen sufran los rigores los que no quieren adherirse a nuestro sistema; lejos de nosotros los que aun se acuerdan de su Rey Fernando; los que atacan sus leyes, y respetan su soberanía en los tribunales representativos de la Nación.

La misma diligencia se practicó con el Oficial Real don Manuel Fernández, a quien en el propio día se le decretó el arresto en su casa con la guardia de cinco hombres y centinelas de vista, la confinación de su persona a la villa de Cuzcuz, distante ochenta leguas de esta ciudad, y la baja de su sueldo a la de 1.200 pesos anuales para su precisa subsistencia. Queda entregando las cuentas de su administración de los intereses reales para seguir su destino. Este, fuera de la calidad de europeo, tuvo la debilidad de aceptar el ser Diputado de la ciudad de Osorno, que lo pudo excusar por el oficio que ejercía. Pensó congratularse con el pueblo, sin duda por el interés de mantener su empleo y su renta adhiriéndose al partido del Cabildo, que parecía el más sano; no en la realidad, porque todos siguen el sistema de Junta, con oposición declarada a la obediencia de todas las reales órdenes y cédulas que emanan de la Regencia y Cortes Extraordinarias de la Nación, con expreso desobedecimiento de todos los despachos que se han expedido a favor de varios sujetos. El delito de debilidad le ha traído los mismos males que le pudo haber inferido la constancia sostenida del honor y del carácter.

Este mismo perjuicio, (que bien pudo haberle precavido en tiempo) es el que está sufriendo el señor Coronel don Francisco Javier de Reina. A este jefe ocurrieron los europeos y muchos fieles compatriotas antes de la instalación de la Junta, ofreciendo sus personas para la defensa del Parque y sostener con la Artillería los derechos del Rey. Les prometió una y muchas veces hacerlo así cuando el caso fuese urgente y apurado y lo primero que hizo fue entregar la Artillería el 16 de septiembre, dos días antes de la instalación de la Junta, dejando burladas sus promesas y nuestros conatos. Cometió en seguida la debilidad de aceptar el cargo de Vocal de la propia Junta, condescendiendo a casi todas sus providencias. Así recuperó el mando de la Artillería, obtuvo la Comandancia General de Armas y toda la confianza del nuevo gobierno. Hoy se ve preso, ajado y expatriado según dicen a Buenos Aires. Todo lo ha perdido cediendo a las ideas de los revolucionarios. Mejor le hubiera sido y más honroso haber perdido su empleo y sufrido todos estos males por sostener los derechos de su Rey. Las desgracias sigan en hora buena al hombre esforzado en sostener las obligaciones de su cargo. Así se forman los héroes, así se inmortalizan los nombres, de lo contrario se oscurecen infamemente, sepultando en olvido los mejores servicios. No por esto es mi ánimo negar el mérito personal, conducta, pericia militar, probidad innata y demás virtudes que hacen recomendable la persona del caballero Reina; pero como astro que pudo ilustrar en otro tiempo a los mejores jefes, ha tenido al menos sus másculas y fábulas en el eclipse del primer planeta político.

En conformidad también de lo que se pidió por don José Miguel a nombre de la tropa y pueblo, se pusieron arrestados en sus casas a los consabidos diputados Portales, Tocornal, Goycolea, Padre Chaparro e Infante con su guardia y centinela de vista. Se dijo al principio se iba a otorgar también la confinación de sus personas, pero quedan puestos en libertad, con sólo la pena de haber sufrido la pérdida y deposición de sus empleos. Pareció demasiado riguroso igualar a otros en el castigo, a unos patriotas que tanto han influido en el meditado sistema de la Junta, a quién acaso se debe su primer fundamento, señaladamente al Infante, que como Procurador de Ciudad, extremó su decantado patriotismo con la constancia y capricho que acostumbra sostener sus ideas. Fue un amago y arbitrio para separarlos y tener más campo los de la facción contraria para llevar adelante sus proyectos. No tardará mucho en que vengan a ser miembros del nuevo Club que acaba de triunfar.

A las 5 de la tarde de este día se pusieron 4 cañones cargados de metralla, distribuidos en las cuatro esquinas de la plaza, con dos Compañías de Granaderos para su custodia. Don Juan de Dios Vial ocupó la Artillería personalmente para el mismo efecto. Se duplicaron las guardias y las centinelas, tendiéndose las avanzadas del Parque hasta una cuadra a todos vientos.

Es indecible el orgullo y la ostentación de los tres indicados Carreras por el triunfo ganado con el golpe de un homicidio. El Sargento Mayor don José Miguel, que acaba de llegar de la Península en el navío inglés Estandarte, vino sin duda a su patria a repetir los excesos que le merecieron la repulsa de su propio cuerpo militar. A quien la España no pudo sufrir, ¿podrá en Chile ser buen ciudadano? Su carácter le hace más recomendable para emisario de Napoleón. Muy comprobado tiene este título. Apenas llegó, cuando decantó la pérdida total de la España; apenas se le presentó ocasión de intervenir en una popular revolución, cuando se constituye protector de ella, embajador y arbitrio en disponer de la suerte de sus conciudadanos. Mejor habría sido sepultarlo en Orán, que no dar paso a semejante satélite del tirano. Sirva de modelo a la España, ya que lloramos el escarmiento.

Repetir aquí menudamente las bajas lisonjeras adulaciones de los facciosos tributadas a los caballeros Carreras, sería gastar mucho tiempo. Basta decir que dueños de las armas y de la fuerza, son los plenipotenciarios de la capital. Don Juan José Carrera mandó pedir las mulas de su coche al señor Marqués de Casa Real, para tirar los 4 cañones del tren y llevarlos a la plaza, con la prevención que de no venir con la prontitud que exigía, los entregaría de otro modo, pues que en el día no mandaba más que la fuerza. Tuvo el señor Marqués que deferirse prontamente como también su dependiente a entregar un lío de charqui que se le exigió para abastecer la tropa. ¿Podrá inferirse situación más lamentable como la en que vivimos?

Amaneció el día 5, y lo primero que se presenta al público es una relación arbitraria, retratada con los coloridos que de un estilo seductor sabe desfigurar la verdad. Allí se describen los motivos que se dice ha tenido el pueblo para la mutación de su Gobierno, de un modo que no sólo acrimina a sus representantes, sino también hace delincuentes las acciones más recomendables. Se fijó en las puertas de Palacio del modo que acredita el siguiente manifiesto:

“Cuando una peligrosa incertidumbre de su existencia política recordó a este pueblo fiel y generoso el derecho innato de elegirse un gobierno digno de su confianza, la calidad de provisorio le hacía desear con ansia el feliz momento en que reunidos los representantes del Reino, diesen a este nuevo sistema una forma estable que lo consolidase y afianzase en aquellos principios justos y seguros que proporciona una Constitución sabia y bienhechora. Mientras se circulaban órdenes a las provincias para el nombramiento de sus diputados, los buenos patriotas de la capital meditaban con circunspección las mejores medidas de acertar en el acto más importante de su vida civil.

La ambición del mando, la intriga y las negociaciones no eran el camino legítimo sino para entronizar el egoísmo y sin destruir la tiranía, variar y multiplicar los tiranos. Sin embargo, la experiencia nos ha hecho ver con dolor que los pasos más vergonzosos y absurdos triunfaron en mucha parte de los justos deseos de los ciudadanos virtuosos y a este triste principio era consiguiente el desastroso resultado de nuestro Congreso Nacional. Por la naturaleza misma del acto y providencias del Gobierno, estaban excluidos del derecho de sufragar aquellos que abiertamente se habían decidido contra la sagrada causa de la patria. No obstante lo que les era negado de justicia, ellos lo consiguieron por la prepotencia de los que se empeñaron en su  voto. Salió victorioso el número de los electores en aquel día terrible en que el pueblo vio esclavizada la función más augusta de la libertad, sin gozar ni aun de instruir los poderes, que por primera vez ha visto el mundo conferirse por otras personas que los poderdantes.

Depositado en el poder y la fuerza y siendo insuperable la preponderancia de [los] doce diputados con la grave y notoria violación de la [sic] acta mandada a las provincias, no quedaba al pueblo ni el peligroso consuelo de reclamar, al paso que no podía dejar de presentir las quejas de otros cuya estrecha unión era más importante.

La apertura misma del Congreso empezó a descubrir ideas contrarias a la justicia y libertad de la patria.

Allí se proclamó por uno, encadenada la patria a la Corona de Castilla por el derecho de conquista; y a esta sola proposición hubiera sido capaz de sancionarse el sometimiento del Reino de Chile al usurpador de la Europa, si se hubiese entrado en aquellas discusiones de que siempre ha triunfado la pluralidad de sufragios indebidos. A ella han cedido las resoluciones con que se prohibió al pueblo hasta el derecho inalienable de representar, quedó sofocada la formación antes concedida del Cuerpo Militar de Patriotas; se han sepultado en el olvido las denunciaciones y procesos del día 1º de abril, disfrutando los acusados de una libertad tanto más insultante, cuanto ven abandonados y perseguidos a los nobles patriotas que más empeñosamente se interesaron en la instalación del nuevo gobierno que ellos aborrecen; no pueden recordarse sin la mayor angustia el homicidio alevoso que acaba de perpetuar el acusado Garnier, ni sin el mayor furor, los vivas que en un Café de la Plaza ha merecido el triunfo de Goyeneche. Las tropas veteranas que a costa de su sangre libertaron la patria, han sufrido la infamante nota de sospechosas, y que se echase mano de las milicias del Regimiento del Rey para cautelar recelos ofensivos a la dignidad y carácter pacífico de este generoso pueblo, con desperdicio del erario público, en medio de sus grandes quebrantos y daño irreparable de los infelices menestrales que lloraban el abandono de sus pobres talleres y familias; se han esparcido especies seductoras para entregar el Reino a una potencia extranjera, confundiendo la soberanía de los pueblos con el sistema monárquico y exclusivamente aplicable al caso en que libre el Príncipe del cautiverio deplorable, vuelva a la augusta majestad de su trono; en fin, oprimidos ya de las incesantes declaraciones con que les convencía la necesidad de dividir los poderes de aquella monstruosa coalición con que se veían reunidos en el Congreso, se corrió el velo a la imprudente parcialidad y al vergonzoso empeño de arrostrar contra las primeras nociones de la política y del orden, por llevar a su término unos procedimientos faccionarios; el gobierno debía ser representativo, de otro modo los depositarios del Poder Ejecutivo no podían administrarlo sin representar a sus poderdantes y por otra parte caería en tierra todo el edificio de la autoridad presente, de la preponderancia de sufragios, vencer exclusivamente en el nombramiento de los constituidos. No se presentaba otro medio de consultar el formal equilibrio de los derechos, que elegirse los miembros del gobierno separadamente por los representantes de las porciones en que se partiese el Reino por una demarcación provisional. Los diputados de las principales provincias protestaron la justicia de sus respectivas acciones con la resolución firme de retirarse del Congreso si se obstinaban en desatenderlos.

Enseguida preceden a señalar los individuos del Gobierno sin más concurso que el de los representantes de once provincias y cuando faltaban catorce, que tenían igual derecho de sufragar, o tanto más legítimo, cuanto dejaba de serlo el de aquellos que no han podido calificar sus poderes.

Después de la estrecha alianza establecida con Buenos Aires y cuando este generoso reino le había auxiliado con quinientos reclutas y trescientos hombres veteranos, que remitió con sus armas, no para que fuesen sacrificados, apenas por medio de su representante pide aquella capital un socorro de pólvora, viéndose nuevamente amenazada de una potencia extranjera, sobre los graves contrastes que empeñan su constancia, cuando acabada de proponerse al Congreso la solicitud, clama uno desaforadamente, sin detenerse en descubrir el sistema que abrigaba su corazón en obsequio del enemigo mismo; otro aprecia más las relaciones con el Virrey de Lima que con aquella nación confederada y al sufragio de los partidarios casi cede una negativa que hubiera humillado el concepto del Reino con la nota más degradante de inconsecuencia y el compromiso de adherir ciegamente a las bajas ideas de los contradictores.

Esta horrible cadena de absurdos habría limado sordamente los vínculos recíprocos que unen los pueblos, hubieran aniquilado la confianza mutua entre el súbdito y la autoridad y de los ciudadanos entre sí mismos divididos en facciones peligrosas, que al cabo arruinarían todo el sistema de nuestros negocios públicos, si una providencia especial no hubiese inspirado a la más sana porción de esta capital el deseo de recuperar sus derechos y transferirlos legal y libremente en personas acreedoras a su alta confianza. Dos cuerpos militares que han franqueado este paso, no han honrado menos sus armas, que el heroico patriotismo que los distingue, conciliando todo el fuego de un entusiasmo exaltado con la juiciosidad de un ciudadano que sin perder sus derechos por la milicia, medita serenamente sobre la suerte de su patria y hace servir su valor para abrir camino a la razón y que ella sea la única guía de esta revolución magnánima. Mientras ellos han unido la oliva de los sabios al laurel de los guerreros, el gobierno descansa en la satisfacción de que sus individuos han sido elevados a este cargo por el interés de la patria; se ha encomendado a las personas de los señores don Juan Enrique Rosales, don Martín Calvo Encalada, Doctor don Juan Martínez de Rosas, Teniente Coronel don Juan Mackenna, Doctor don José Gaspar Marín y secretarios Doctor don José Gregorio Argomedo y Licenciado don Agustín Vial. Los diputados de los pueblos han sacrificado gustosos, quedando hecha la de los de la capital en don Agustín de Eyzaguirre, don José Nicolás de la Cerda, el Conde de Quinta Alegre, Doctor don Joaquín de Echeverría, Presbítero don Joaquín Larraín, Licenciado don Carlos Correa y don Javier de Errázuriz.

La voluntad general y la felicidad pública serán el solo objeto de sus atenciones y el único resorte de sus providencias.

¡Ciudadanos!: Reposad tranquilos en la seguridad de vuestros respetables derechos; cooperad con la unidad de vuestros sentimientos a los justos deseos que han animado nuestra timidez a encargarse del grave empeño a que nos sujeta el honor de la elección; entregaos a la más estrecha fraternidad en la tierna efusión de estos efectos y en la firme confianza de que un celo activo por la quietud y prosperidad común, dará aliento a nuestras tareas para sacrificarlas gustosos a los intereses de la patria con aquella publicidad que desconocieron los déspotas y que afianza el crédito de los gobiernos y el dulce placer de los pueblos. Santiago de Chile, 5 de septiembre de 1811. Rosales.- Encalada.- Benavente.- Doctor Marín.- Doctor Argomedo, Secretario”.

El día 6 llegó el correo de Buenos Aires con las noticias de que estando a la vista la escuadra de Montevideo con resolución de nuevo bombardeo, había resuelto aquella capital mandar de parlamentarios a los doctores Yunez, Pérez y Pasos que salieron el 12 de agosto. En igual fecha, y con el propio destino, salieron para el Paraguay el Doctor Chavarría y don Manuel Belgrano. La derrota de Castelli se confirma y que el ejército portugués de 5 a 6 mil hombres en auxilio de Montevideo, estaba ya 30 leguas distante de este puerto; también llegaron las relaciones y copias de los oficios de la señora Carlota al señor Elío, defiriéndose a dar todos los auxilios que necesite para la pacificación de aquel territorio.

El mismo día se repartieron 4 cañones de Artillería volante a los cuarteles de San Pablo y al de los Granaderos, para dividir la fuerza y sostenerse mejor los vencedores.

En este propio día registró el oficial Zorrilla al Administrador de Correos don Juan Bautista de Aeta a las 10 de la noche, para sorprenderle algunos papeles que se figuró llevaba a su casa al tiempo de retirarse de la oficina, sin otra autoridad ni resolución que la suya.

En el referido día 6 sacaron sobre 400 fusiles que se hallaban en una pieza de las casas de la Real Audiencia y los condujeron a la Sala de Armas de San Pablo para reunir allí la fuerza.

Día 7. Fue conducido al Congreso don Manuel Rodríguez, Procurador de Ciudad, depuesto el día 4 por los oficiales don Luis Carrera y don Bartolo Ureta, pidiendo su reposición al indicado empleo de que había sido arrojado a petición y odiosidad de don Carlos Correa de Saá con el padre de dicho Rodríguez, a causa de varias desazones con su hermano don Rafael Correa, que pretendía optar [a] la plaza de Primer Oficial de la Aduana y se le opuso don Carlos Rodríguez como Contador de ella, por no guardarse la correspondiente escala de ascensos.

Día 9. Se pasó al Congreso un plan de reforma, según se dice trabajado por el Padre Lector Fray Fernando García, Religioso del Orden Seráfico, el mismo que se repartió en copias para su instrucción, conferencia de la materia y decidir sobre los puntos que contiene. Su tenor es como sigue, a la letra:

Plan Presentado al Congreso Para Reforma
Del Nuevo Gobierno

“1º. Que se pase oficio al Cabildo Sede vacante, sobre que comunique y transfiera todas las facultades sin reserva al Ilustrísimo señor Obispo Andreu.

2º. Que se publique indulto general para todos los delincuentes que actualmente no se hallen en manos de la justicia, con la calidad y condición de presentarse dentro de dos meses de la publicación, en la inteligencia de que los que en dicho término no se presentasen, serán con todo empeño buscados y aprehendidos, sufrirán la pena correspondiente a sus delitos.

3º. Que se haga empadronamiento de todo el Reino, con especificación de los hombres de aptitud para el servicio de las armas desde la edad de 16 años a 50.

4°. Que en todas las ciudades y villas se establezca la disciplina militar y se señalen tiempos y días para los ejercicios de ella.

5º. Que cualesquiera que de fuera del Reino entre en la capital se presente inmediatamente al Gobierno manifestando las licencias que trae y dando razón del lugar de su procedencia, el negocio y objeto de su venida. Y fuera de la capital, todo forastero comparezca ante el juez del lugar a efecto de dar igual razón de su persona y asunto. Y el Juez deberá dar pronto aviso al Gobierno de haberse presentado en tal día fulano de tal, procedente de tal parte, etc. ordenando se arreste y asegure todo forastero que se halle sin licencia y se haga por lo mismo o por otro motivo sospechoso, y decretando conveniente pena contra quien reciba o de posada en su casa, antes de haberse presentado a la Justicia Territorial.

6°. Que se nombren alcaldes de barrio, adjudicando a cada uno en lo interior de la ciudad cuatro manzanas de ella, y en los arrabales dos cuadras de su casa a todos vientos y sean precisamente patricios honorables.

7º. Que a excepción de los arrieros conductores de abastos, toda persona que entrase en la ciudad se haga presente al Alcalde de Barrio a que pertenezca su posada, a fin de precaver por ese medio la entrada de hombres malvados y sediciosos.

8°. Que ningún forastero pueda establecerse y casarse en cualquiera parte del Reino, sin impetrar para ello licencia del Gobierno.

9º. Que se tome exacta cuenta de los bienes de Temporalidades, se recauden las dependencias, se pongan nuevamente en pública subasta las haciendas no pagadas y agregándose los caudales a la Tesorería General, se de fin a este ramo.

10°. Que el Tribunal de Minería observe el método del Consulado en cuanto a sus elecciones, juntas, despacho y dotación de plazas, debiendo ser, precisamente, Profesores de la de Minería al menos 10 años el Administrador y Diputados.

11°. Que se fomente la Minería, dando a los mineros azogue y pólvora al costo y destinando cateadores habilitados del Banco, al que presentarán las colpas para ensayar, teniendo derecho el descubridor a una estaca.

12°. Que se active la fundición de cañones de grueso y corto calibre, para proteger nuestras costas y hacer respetables los puertos.

13°. Que se construyan dos fragatas de guerra para guarda costas.

14º. Que cese la demanda de redención de cautivos y se exhiban las cantidades colectadas.

15°. Que los curatos rurales se dividan y proporcionen de suerte que a cada párroco puedan sólo corresponder 3 mil feligreses cuando más.

16°. Que, dando los feligreses fuera de las primicias, cierta cuota por familia, queden exentos de pagar por bautismos, casamientos y entierros algún otro derecho al cura o se renten los curas de la masa de diezmos.

17°. Que se libren Providencias sobre la importante dirección de los caminos reales y su latitud, de modo que no sólo puedan transitar las tropas sin embarazarse, sino también hacer alojamiento donde les convenga.

18°. Que a cada 8 o 10 leguas se establezca casa de posta para hacerse por ese medio más fácil y pronta la comunicación de todos los puntos del Reino con la capital.

19º. Que los bodegueros de Valparaíso no puedan ser consignatarios de los barcos de Lima, ni tener más comercio de trigos, que expender únicamente los que se conducen a sus bodegas con el premio de tanto por ciento. Así mismo, que salgan inmediatamente de Valparaíso los europeos sarracenos.

20°. Que de todos los conventos y monasterios se exhiba al Gobierno una puntual razón de sus rentas y entradas anuales, a fin de calcular el número de personas que puede cada uno cómodamente mantener y entretanto a nadie se de el hábito.

21°. Que en ningún convento se den ejercicios a seglares y sólo puedan éstos tenerlos en las casas públicamente destinadas a ese objeto.

22°. Que para los actos interiores de comunidad y funciones puramente claustrales no se toquen en los conventos y monasterios las campanas de la torre.

23°. Que en las religiones no tenga efecto algunos órdenes o i de los Prelados generales durante el actual estado de la Europa.

24°. Que se nombre por el Gobierno para el régimen general de las Provincias, los Maestros y Jubilados de cada una, en cuya junta residan sin reserva las facultades superiores del General para todos los casos y cosas que según los estatutos de cada una le pertenecen.

25°. Que se prefije número de individuos para cada convento de las religiones que se hallan establecidas en el Reino, el cual completo no se puedan admitir otros, sino a proporción de que vayan falleciendo.

26°. Que los regulares que soliciten dispensación de sus votos acudan a los respectivos Ordinarios para impetrarla, a consecuencia de sus derechos primitivos.

27°. Que siendo perjudicial al importante objeto de la población una indefinida multitud de personas consagradas al Estado Clerical, sin conocida necesidad de la Iglesia, no se permita recibir los órdenes sagrados sino aquellos que se estimen precisos, atendida la necesidad o comodidad de las Iglesias, en conformidad de lo dispuesto por el Concilio de Trento, Sec. 21 de Reformat. Cap. 2.0.

28°. Que ningún forastero pueda ser admitido en alguna religión ni en el Clero Secular sin previo consentimiento del Gobierno.

29°. Que desde Concepción a Valdivia a la distancia de 6 a 8 leguas a la orilla de arroyo o río permanente, se establezca un castillejo con el competente recinto murado, dentro del cual haya un pedrero, 6 fusiles, 12 hombres y un cabo, a fin de hacer más expedito el camino de una a otra plaza y que en cualquiera alarma de los infieles avise el Pedrero.

30°. Que incontinenti sean separados de los cuerpos militares los europeos, sean soldados u oficiales, como constantemente propicios a nuestra causa.

31°. Que los clérigos, frailes europeos, sean suspensos de confesar por haberse comprendido cuanto influyen prevalidos del confesionario en perjuicio del actual sistema.

32°. Que del Colegio de San Diego de Religiosos Franciscanos, sean confinados a conventos distantes 30 o más leguas, Fray Francisco Caro, Fray Basilio Agudo, Fray Francisco Gayoso y Fray Mariano Sagartegui por enemigos declarados del presente Gobierno y que con escandalosa audacia, insultan a los que se manifiestan adheridos a él”.

A pocas reflexiones se podrá comprender el trastorno y mutaciones que van a sufrir nuestras leyes nacionales en el nuevo sistema de Gobierno. La iglesia misma gemirá con las novedades que se le presentan a sus antiguos estatutos. A es te fin se pretende que el señor Auxiliar Ilustrísimo Guerrero entre al ejercicio de la jurisdicción espiritual, haciendo que el Cabildo Eclesiástico se la transfiera forzosamente. Ninguno más a propósito para la reforma, porque ninguno más adicto al sistema, como lo manifiesta su exhortación del día 7 de abril. Todo el conato de los perturbadores del orden civil, es que la Iglesia le autorice y realce sus extravagancias. Medítese como es regular el plan antedicho y se verán los males que amenazan a los fieles vasallos del Rey Fernando.

En este día 9 se le confirió el empleo de Gobernador Político y Militar de Valparaíso a don Francisco de la Lastra, ex Regidor de esta ciudad y Alférez de Navío de la Real Armada. No pudo presentarse otro sujeto más aparente para sucesor de don Juan Mackenna en el mando de aquel puerto y llevar adelante los designios de la independencia. El excelente mérito que ha labrado en la revolución necesitaba de este premio, con la condecoración de Capitán de Infantería de Ejército que se le ha dado para mayor investidura.

En este propio día por decreto de la Junta se despojó a don Juan Bautista de Aeta del empleo de Administrador de la Renta de Correos, donde ha servido 40 años con la mayor dedicación y placer del público, adhesión y amor al real servicio, con una constancia de que no habrá ejemplar. Así se le ha ultrajado su persona, con agravio de sus dilatados servicios y méritos, sólo por las presunciones o pruebas de ser buen español, fiel a su Rey y no haberse mezclado en las intrigas vergonzosas de los tumultos y rebeliones y no ser adicto al Presente sistema. ¡Qué dolor! ver a un hombre benemérito, cargado de familia, expuesto a la mendicidad y a otros mayores ultrajes. ¡El mal es general y no se puede esperar otro efecto de un gobierno puramente revolucionario!

El día 10 fue señalado para la misa solemne, oración y Te deum en acción de gracias por los triunfos que consiguieron las armas de los Carreras y el pueblo por la erección de la nueva Junta y mutación de los demás empleos. También la fuerza y la tiranía, la tumultuaria rebelión y despotismo, reclaman a veces por las víctimas de propiciación, queriendo simular con la hipocresía, los horrorosos delitos que han ofendido al cielo, a la humanidad y a la Patria. A este fin se puso un magnífico dosel en la Iglesia en el lugar donde debía sentarse el Presidente del Congreso Presbítero don Juan Zerdán y es la primera vez que se ha usado de este adorno, sin duda porque el Congreso gradualmente va recuperando los derechos de la soberanía que le han transferido los pueblos.

Colocado el Congreso en su orden, al tiempo oportuno de la misa, se presentó el orador lector Fray Tadeo Silva del orden de Predicadores. Tomó por tema el capítulo 3º, v 13 de Tobías: “Benedictum est nomen tuum, Deus Patrum nostrorum, qui cum iratus frieres, misericordiam facies”. Exordió con reflexiones a varios hechos de Historia Sagrada, ya de la libertad de Betulia, de las irrupciones de Olofernes; ya de la Judea del poder y numeroso ejército de Antíoco, manifestando que aunque estas persecuciones habían sido en castigo de las iniquidades de aquellos pueblos; pero que en medio de sus iras, el señor se había acordado de sus misericordias, concluyendo para caer a la división de su discurso, que ésta había sido la conducta de Dios en estos tiempos tan calamitosos, infiriendo de aquí dos proporciones: 1º Que la misericordia de Dios le había libertado de tantos males en la época más calamitosa; 2º, que la gratitud debía ser el único medio de corresponder a Dios por su misericordia.

Antes de la introducción a la prueba supuso que en el auditorio no dudaba tener muchos consortes, que prevalidos de una teología rancia y verdaderamente infernal, trataban de impugnar las doctrinas políticas que debían regir en el día, pero que éstos eran unos hombres inquietos y ofensores de la sociedad civil. Con esta advertencia se introdujo a probar los males que amenazaban a este Reino. Tomó por primera prueba la inveterada cantinela de que Napoleón trataba de dominar a la América necesariamente, porque la subyugación de la Península de nada le servía sin las grandes riquezas y útiles producciones de la América y que aquella mente fecunda en proyectos y aquel corazón centro de una insaciable ambición, no había de dispensar arbitrios hasta subyugar estos dominios a su imperio, en cuyas circunstancias era sugerimiento de Dios el Gobierno de la Junta que se había establecido y que el dedo de Dios estaba aquí, pues en tantos movimientos y revoluciones no se habían experimentado mayores males.

De aquí pasó a otra prueba. Trató de persuadir que una potencia extranjera, alarmando fuerzas, trataba de subyugar este suelo; que ésta era la señora Carlota, Princesa de Portugal, que sin duda se habría olvidado de la renuncia que hizo al tiempo de casarse con el Príncipe Regente, o que, alucinada, pretendía alegar derechos de sucesión a la Corona, sin atender a que desde el cautiverio de nuestro adorado Monarca, los pueblos habían reasumido su primitiva libertad y derechos imprescriptibles, eligiendo un Gobierno de su confianza. Que esa controversia sobre derechos de sucesión, esas guerras civiles que se suscitaban en España, por unos para ser franceses, por otros para ser imperiales, eran impropias y repugnantes a la libertad adquirida de los pueblos; que por lo mismo la Regencia estaba de más, y no se debía obedecer; que el juramento hecho a Fernando era por voluntad y en el caso de volver al trono; pero que no siendo así, estos pueblos eran libres y por lo mismo tenían en su mano elegir el Gobierno que mejor les convenga; que los americanos no han de ser peor que esclavos; que éstos pueden, siendo malos los amos, apartarse de su servicio, pidiendo el papel de venta; y que por lo mismo podían los vasallos apartarse del derecho de sucesión, por el despotismo de los Reyes que han experimentado; que los vasallos no son como los demás bienes que se pueden dejar por herencia en testamento o en legados; que no son ni fieras ni animales para disponer a su arbitrio, sino que como hombres libres recuperan sus derechos para deliberar de su suerte.

Que en este conflicto, en estos riesgos y cuando la Patria dividida en facciones peligrosas, trataban muchos de esclavizarle, Dios había inspirado el modo único de salvarle, por la heroicidad y valor de sus compatriotas a costa de una sola vida, cuando se temía el derrame de infinita sangre, eligiéndose así, legítimamente, el gobierno a que debían obedecer pues que no tenían otro empeño que procurar su felicidad.

La segunda parte probó por los principios generales de la gratitud, encargando mucho la paz, la tranquilidad, el orden y la subordinación. Confieso de buena fe, que temeroso yo de que pudiera trepidarse para creer sobre mi palabra que aquellas proposiciones fueron asentadas por el religioso, hice todo empeño por el original o copia del sermón con el fin de estamparle aquí a la letra; debiéndose persuadir que de aquel lenguaje y estilo se hace alarde en los púlpitos, con ofensa de su sagrado destino y sacrílega profanación de la palabra de Dios. Me retiré a mi casa horrorizado y me desahogué con imponer a mi familia el precepto de que nadie vaya a oír sermones, porque ciertamente van a beber el veneno del escándalo, donde esperaban la edificación y la reforma de costumbres.

Al principio, medio y fin de este sacrificio (digno sólo por la víctima que se ofrecía) se hicieron tres salvas de Artillería de a 25 tiros cada una; se tendió la tropa y salieron los facciosos de la Iglesia formando los mayores elogios al orador por la buena proclama que acababan de oír de su boca en la Cátedra del Espíritu Santo.

El día 11 se expidió título de Brigadier de Caballería y el de Comandante General de Armas a don Ignacio de la Carrera, padre de los tres héroes del día 4 del corriente, sin duda para hacerle participante de las glorias que habían adquirido sus hijos.

Este mismo día llegó don Juan Mackenna de Valparaíso y se le recibió de Vocal, dándosele igualmente el título de Comandante de Artillería, cuyo reconocimiento se hizo el 12 de este mes y en demostración de su placer le costeó la oficialidad en la casa de Moneda, que está frente del propio Parque, un magnífico refresco, música, etc., con que se regocijaron mucho los buenos patriotas vencedores.

El 12 llegó un propio de la Concepción con la noticia del gran recibimiento que se le hizo al Doctor [Martínez de] Rozas por aquel pueblo. Salió de aquí despechado en vista de la postergación que se hizo de su persona por haber perdido el capítulo de los diputados de la ciudad, de donde nació que en el Congreso se viese humillado y olvidado para la Presidencia o para ser Vocal de la Junta. Pasó a Concepción con resolución de alarmar aquella provincia y sin duda también de variar su gobierno, disipando la obediencia a éste y la dependencia que ha reconocido tanto tiempo; por cuyo principio y en desagravio de sus ultrajes, formalizó allí una Junta en Cabildo abierto, bajo el pie y calidades que contienen las noticias que de allí se comunicaron y son a la letra como sigue:

Viva la Patria y su Indisoluble Unión

“El 25 llegó don Juan [Martínez de] Rozas y sin embargo de ser su entrada de noche, lo recibió el pueblo entre las aclamaciones más tiernas. Cohetes, fusilazos, camaretas, todo anunciaba la llegada del hombre digno de todo el amor de la Provincia.

El pueblo ha pedido un Cabildo abierto, que se ha formado de un numeroso concurso hoy jueves 5, día feliz para todo el Reino.

El pueblo ha pedido y resuelto por aclamación lo siguiente: 1º, que ha revocado los poderes de sus tres diputados, [a] los que cita y emplaza a dar razón dentro de 40 días y que no compareciendo, se ocupen sus temporalidades. En su lugar se han nombrado los señores don Joaquín Larraín, don Francisco de la Lastra y el Padre Fray  Camilo Orihuela, excelente patriota y de conocido talento; suplentes don Francisco Véliz Melis, don José Jiménez Tendillo y don José de la Cruz. Ha nombrado Gobernador de la Provincia en propiedad y Comandante General de la Frontera al señor don Pedro José de Benavente; ha instalado su Junta Provincial, compuesta de los señores Presidente Gobernador de las Armas Benavente, 2º Vocal don Juan [Martínez de] Rozas, 3º don Luis Cruz, 4º don Bernardo Vergara y el 5º el señor don Francisco Novoa; ha resuelto que en todos los partidos se instituya una Junta que presidirá el Juez de mayor carácter, Vocal nato, los otros dos los elegirá el pueblo.

El pueblo autoriza a la Junta para que se entienda con el Gobierno de la capital y allane las dificultades y diferencias que promueva el bien general de la provincia y el Reino defienda y sostenga nuestra sagrada causa, para lo que le confiere un poder ilimitado. Autoriza a la Junta para que provea todos los empleos políticos y militares hasta Coronel, dándose sólo el mérito.

Declaran todos de lesa sociedad, de lesa patria, de lesa nación, a los que intenten, proyecten o propongan la división o independencia de unas provincias del Reino respecto de otras.

Declaran nulo y sin efecto el nombramiento hecho en don Francisco Javier Solar para el Poder Ejecutivo y nombra para que ejerza este empleo a don Manuel Salas. Declaran igualmente vacantes desde la fecha todo oficio concejil y autoriza a la Junta para que a nombre del pueblo los elija, con la calidad de acreditado patriotismo.

Los vocales sirven sin sueldo y con la noticia de que se dificultaba la remesa de pólvora a Buenos Aires, aprontaban cuanta se necesitase. Tampoco pasa por los 12 diputados que nombró la capital”.

En dicho día 12 tomó posesión don Francisco Prats del empleo de Administrador de la Renta de Correos de este Reino, en compensación de su anti patriotismo, adhesión y buenos servicios a favor del nuevo sistema, como que éste ha sido el que traía muchas veces la valija al cuarto del Doctor [Martínez de] Rozas, para proceder al examen y escrutinio de las cartas y acaso el móvil de la deposición de Aeta. La oficina está a la dirección de toda la familia; don Francisco Formas, concuñado de aquél, Ayudante Mayor de Artillería, goza el sueldo de 2º Oficial; un hijo de Prats es 3er. Oficial; la casa en que está dicha oficina, de la suegra por el interés de 400 pesos que pasa al Rey; de modo que toda la familia ha heredado los destinos de esta Administración, debiéndose advertir que el referido Prats e español europeo, de los muchos que hay desnaturalizados e ingratos a la Madre Patria. Infiérase de aquí el desorden y lo que es más, los perjuicios que se seguirán al público, principalmente a los leales vasallos, si por algún accidente se desmandan en la más mínima expresión de su correspondencia.

A don Juan José Carrera se le ha dado la Comandancia interina del Batallón de Granaderos y corre se le va a dar la propiedad, por cuanto se pretende separar de este cargo a don Juan José Luco y Herrera, aquél que vino en clase de diputado nombrado por la Junta Central para negociar la obediencia de este Reino y sus auxilios a la Península. O aprendió en breve en la escuela de la Patria las máximas de Napoleón o las trajo mediante el poderoso influjo que ha tenido en la revolución. No parece prueba bien que los americanos después de haber militado en la España, regresen a su patria por los funestos efectos que hemos experimentado en todas las revoluciones de la América.

Se dice más: que en premio de la arrojada empresa del día 4 se va a nombrar de Comandante de Húsares a don José Miguel Carrera y sucesivamente irán saliendo los demás premios a los que se manifestaron entonces dignos patriotas.

El mismo día 12 se resolvió por la Junta la celebración de capítulo en la religión mercedaria para la elección de Vicario Provincial, a petición de una facción de religiosos que se entraron al Gobierno a entablar aquella solicitud, en vista de que el Padre Fray José Ignacio Aguirre tenía cumplido excesivamente el término de su Provincialato y sólo estaba suspensa la elección por una Real Cédula que vino para que la presidiera el Ilustrísimo Obispo de esta ciudad y llegó aquí en sede vacante. No obstante esta calidad se procedió a la votación, la que de orden de la Junta fue a presidir el Presbítero ex Religioso don Joaquín Larraín, que había sido de la misma Religión y tuvo la satisfacción de que saliera electo Fray  Joaquín Jara, su antiguo aliado, de modo que las revoluciones han pasado del secularismo hasta los claustros.

El 13 se repitió con mucha viveza la noticia de la proscripción o extrañamiento de más de 160 vecinos. En realidad, esta era la decisión prevalente, pero con las nuevas disputas y la consideración de que el disgusto sería general y trascendente a casi todo el pueblo por los enlaces de las familias, se resolvió dirigir al público la última determinación en la materia, prescribiendo que los descontentos subscriban o se presenten para fijar sus nombres en las listas de esta clase dentro de 30 días, concediéndoseles el término de 6 meses para disponer de sus personas, de sus familias y de sus intereses, como lo acredita el manifiesto que se puso en la puerta de Palacio el 14 del corriente y es a la letra como sigue:

“Después que el Congreso representativo del Reino ha proclamado sobre las mismas aras la Religión de Jesucristo; cuando ha jurado pública y solemnemente fidelidad al adorado Fernando, luego que consagró la existencia misma de más de un millón de generosos chilenos a la seguridad de la Patria, ni pueden desconocerse a buena fe las varas de nuestro sistema, ni ser impune la fría indiferencia. Desde ese momento ha sido un verdadero y alto crimen. No puede negarse, sin declararse abiertamente contra la religión proclamada, el Soberano jurado y la Patria tan dignamente garantida.

La Autoridad Ejecutiva manifiesta al Reino, a los limítrofes y al mundo entero, los sagrados puntos de donde parte el sistema de Chile. Sobre estas bases se levanta el majestuoso edificio de su eterna felicidad. No cree en un insensato que se atreva en adelante; pero no quiere abrigar un solo instante esas almas elevadas, esos indiferentes egoístas miserables, que sólo ven su mal entendido interés. Va a hablarles por la última vez la Patria y a hablarles sobre principios tan liberales, como humanos. Escuchadla.

Los sucesos del 1º de junio, 11 y 16 de julio y 18 de septiembre anterior; los recientes del 1º de abril y 4 de septiembre último y la no interrumpida serie de invectivas, intrigas y maniobras con que ha desenfrenado su insensatez una porción miserable de facciosos, no han logrado aún excitar nuestro enojo. La moderación sólo ha empeñado hasta ahora sus recursos, pero cuando se equivoca con la debilidad, manda imperiosamente la prudencia misma empeñar el cuchillo para asegurar la libertad civil; no la tiene el magistrado para suspender la mano; no es arbitrio sobre la seguridad que cuida; estamos, pues, en la dura pero inevitable necesidad de desenvainar la espada y en este extremo aún no queremos manchar nuestro suelo con la sangre ingrata que alimentó su feracidad liberal.

Déjennos, si odian los principios que proclamamos. Desde este momento se conceden 30 días para subscribirse en las listas generales de descontentos. Ninguno será inquietado por este hecho y a todos se dispensan 6 meses para realizar sus negocios y disponer libremente de sus personas, de sus familias y de sus intereses. Conozca el mundo las ideas que forman nuestro carácter, pero tiemblen en adelante los que no sean decididos por nuestra sagrada causa. Examinen detenidamente los motivos para no llorar su libre elección: una vez hecha se declara crimen de lesa Patria la indiferencia y será irremisiblemente su pena sobre todas y cada una de las clases del Estado.

El buen ciudadano gozará tranquilo dentro de nuestra Constitución sus derechos; vivirá unido a la gran familia de españoles libres; será verdadero señor de sus propiedades; no tendrá que volver el rostro más a la horrorosa arbitrariedad; trabajará él mismo su felicidad venidera; sólo lo juzgará la ley que él ha dictado o aprobado, sin que jamás encargue a desconocidos mandatarios su ejecución, ni necesite curadores desnaturalizados para asegurar la subsistencia; será gobernado por sus hermanos y bajo la apacible sombra de la Religión de nuestros padres, del inalterable amor y lealtad jurada a nuestro desgraciado Fernando; la dulce patria bendecirá los sacrificios consagrados a su libertad civil. Santiago y septiembre 14 de 1811. Calvo Encalada.- Rosales.- Benavente.- Mackenna.- Doctor Marín.- Doctor Argomedo, Secretario”.

Tenemos a la vista los primeros ensayos del rigorismo. Hoy 14 del corriente despertó a los fieles vasallos de Fernando el pavoroso terror de la persecución que se les prepara. De nuevo miran ya sobre sus cabezas el cuchillo y la espada vengativa de la libertad. ¡Qué problema tan horroroso para el español! O ha de ensangrentar las manos en la víctima del inocente o ha de dejar la Patria que le ha sustentado tantos años. Diré más claro: o ha de prostituir su nombre, asentando plaza en las banderas de la libertad, o ha de arrebatar su familia de la casa y suelo patrio, de los brazos de sus deudos y ha de salir como Abraham a buscar nueva desconocida tierra que habitar rompiendo las ligaduras de la inclinación y de las afecciones nativas.

¡Qué contraste tan triste para el hombre de bien, para el ciudadano honrado, para el fiel vasallo de Su Majestad! Aquél que formó su corta suerte en el país; que para asegurar su subsistencia y la de su familia se cimentó en bienes raíces; que tomó un destino seguro de que vivir con decencia, ha de romper forzosamente las fuertes ligaduras de una suerte halagüeña; ha de sufrir pérdidas considerables en la realización de sus intereses o los ha de dejar expuestos al abandono, al quebranto, a la disipación. Esta memoria le lastima, pero más le atormenta la incertidumbre de su fortuna y del destino que le pueda caber para subsistir. Si todo esto fuera para una sola persona, el mal era pequeño; pero desvela los cuidados, los crecidos gastos de transportes y otros mayores para hacer subsistir a la familia en cualquier punto a que se dirija.

Ello es que la necesidad abraza los dos extremos; o el heroísmo le ha de dar la mano para levantarse generosamente y seguir la marcha; o envuelto en los horrores del temor y de la debilidad ha de sucumbir a su propia infamia, negando el juramento de fidelidad ratificado tantas veces a nuestro soberano. No hay medio ni extremo alguno que no sorprenda y horrorice.

A pesar de que mis facultades son escasas, mi familia dilatada, la previsión de los gastos muy cierta, estoy resuelto a entrar por el partido de separarme de este Reino, o a la ciudad de Arequipa o a la capital de los Reyes del Perú. Esta es mi resolución, a que sigue uniformemente la de mi consorte, hijos y familia. El cielo bendecirá mi designio y el Soberano alguna vez sabrá que también en la América y en medio de las llamas de la seducción, hay fieles vasallos de Su Majestad que no han sabido ceder ni a las persecuciones ni a los contrastes de la fortuna.

Todo lo expuesto se entiende bajo la calidad de que mis habituales achaques me permitan moverme sin expendio de la vida, pues desde el ataque del 11 de enero quedó mi salud sumamente quebrantada; y aún en este caso alejaré la vista de los riesgos, retirándome con mi familia a 60 leguas de distancia, a una solariega y pequeña haciendita que tengo de mi dominio.

El 14 también se proveyó la plaza de Oficial Real que ocupaba don Manuel Fernández en don Hipólito Villegas, Contador de Temporalidades, que se trata extinguir con nuevo remate de todas las Haciendas cuyo valor no se ha satisfecho hasta el día. Así se le ha premiado el mérito contraído en la presente revolución

El mismo día 14 se proveyó igualmente la plaza de Juez Decano del Tribunal de Justicia en el señor don Fernando Márquez de la Plata, Regente que fue de esta Real Audiencia y hoy Consejero de Indias. ¡Qué retrogradación tan escandalosa! Pasar de Consejero y de Vocal que ha sido de la Junta a Decano de un Tribunal inferior, de menos representación y honor. Entra por todos estos compromisos vergonzosos, por mantener la renta de 6 mil pesos que tenía de Regente y acreditarse de buen patriota y el más adicto al sistema para que no se le precise a seguir el destino que el soberano le ha señalado. No es de extrañarse: todos los suyos por afinidad han encendido el fuego de la revolución. Calvo Encalada es su hermano político; el Doctor Marín su sobrino, ambos a dos colocados en la Junta de vocales.

En la propia elección sacó don Pedro Díaz Valdés 5 votos. Pretendía este destino con el auxilio de los vencedores Carreras, sus hermanos políticos. Ellos le abrirán camino con las armas a otro mejor destino.