ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Crónicas
Tomo I
Capítulo V. Tratan de tomar las armas los indios de Mapocho, i procura contenerlos Pedro de Valdivia. Sale a reconocer el pais, i atacan la ciudad.

Viéndose Pedro de Valdivia en el Valle de Mapocho sin formal oposicion de los chilenos ni contradiccion de sus habitantes i fundada en él una colonia, le pareció ya tiempo de ir facilitando el descubrimiento de los confines de su gobernacion, para establecer en ellos otra ciudad. Le tenia sobresaltado la merced de Camargo, He aceleraba a aventurar mucho el temor de perderlo todo. También contribuyó mucho al apoyo de este pensamiento, la lisonjera esperanza de sojuzgar a los mas distantes, usando de la suavidad, como lo había hecho hasta entonces con feliz suceso. Pero le retardaron sus ideas los de Mapocho movidos por Hualimi i Galdiquin, caciques de Copiapó. Avisaron éstos a Michimilanco, toqui jeneral (17), la llegada de 18 españoles, i que tomándoles descuidados, les quitaron la vida. Les estimulan a hacer lo mismo con los que tienen en su país (18), i ofrecen que en lo venidero no dejaran pasar otras por ahí.

Con esta noticia i resolucion de los copiapenses, volvieron sobre si los de Mapocho, i acordaron sacudir el yugo de la dominacion extranjera, a que tan pacíficamente se habían sometido. No trataron los medios de la ejecucion con el secreto que pedía el caso, i por declaracion de un indio de poca cuenta, llegó a noticia de los españoles. El jeneral reconvino a Michimalonco, i éste supo disculpar sus intenciones i disimular sus designios. Vacilante Valdivia en la eleccion de medios para evitar una invasión, ya resolvía la suavidad i el disimulo, o ya meditaba la prisión de algunos indios de calidad. Nada ejecutó, i aunque receloso de una jeneral conspiracion de aquellos nacionales, que bien se dejaba entender de sus operaciones i de sus semblantes, no suspendió su primera idea de alejarse de la ciudad, i salió en marzo del mismo año (19) con Francisco de Villagra, 60 españoles i la mayor parte de los auxiliares peruanos a reconocer la parte meridional del país, dejando el gobierno de las armas i del fortín al capitán Alonso, de Monroy.

Todos los 150 españoles quisieron llevar la gloria de descubridores, todos quisieron salir con el jeneral, i este prudente jefe, con una sagaz conducta, supo elegir a los que le debían acompañar sin resentimiento de los que dejaba. Les hizo ver que los destinados a mantener a los conquistados gozaban los privilegios de descubridores, como si efectivamente fueran a la expedicion.

Michimalonco aprovechó su ausencia i la división de las fuerzas españolas. Abandonó la vida de cinco indios de calidad que Alonso de Monroy les había tomado en rehenes, i sacrificándolos por la salud de la patria, con 8,000 combatientes (20) que se pusieron sobre las armas, dió principio a una sangrienta funcion (marzo de 1545), i redujo a cenizas las chozas de que se componía la nueva ciudad. Alonso Monroy animosamente defendía el fortín. Los caballos no podían ofender a los indios. Estos acometían en gruesos escuadrones defendidos de las estacadas i palizadas que los españoles habían hecho para deslindar sus solares, determinó Monroy desampararlas, i pelear en campo raso. Entendida esta resolucion por doña Inés de Suárez, mujer de Rodrigo de Quiroga, degolló los cinco indios presos que pretendían romper las prisiones. I aunque este hecho nada contribuyó para la victoria, que después alcanzaron, pero de la animosidad de esta famosa estremeña, se deja entender el coraje del mas ínfimo de los soldados.

Conoció Michimalonco el horroroso estrago que habían los caballos en sus escuadrones. Para evitarlo, dividió su ejército en tres trozos i se propuso la idea de cercar a los españoles, i rendirlos por costados. Fatigada la división que peleaba, entraba otra en el campo de batalla, i aquella se retiraba a descansar. En grande aprieto puso a los españoles esta operacion militar del jeneral chileno. No se les presentaba partido alguno que tomar para evitar sus funestas resultas, i enviaron el último resto del valor. Se comprometieron a morir peleando.

Cerraron con intrepidez i valor sobre aquella porfiada multitud de bárbaros. No les salieron vanos sus esfuerzos. Penetraron hasta el centro de la división en que peleaba el caudillo. Cayó en tierra este jefe gravemente herido de un golpe de espada, i empezaron a huir los enemigos llevándole consigo para curarle. Fué tan oportuna la herida de Michimalonco, que solo la falta de su presencia pudo libertar a los españoles de la desgracia de ser víctimas del furor de los indios. Ya se presentaba a la vista un cuerpo de 3,000 hombres que había quedado de reserva, pero como vio huir a los demás, se volvió a retirar. Los españoles hicieron lo mismo, i ocuparon su fortín para descansar, por si acaso su tenacidad les traía segunda vez a la batalla.

Monroy avisó en tiempo oportuno a Pedro de Valdivia la última resolucion de los indios, pero este jefe no se persuadió de que tuviese efecto, i le respondió con estas precisas palabras: «Menear los brazos como yo también lo haré.» Sea lo que fuere sobre el modo de pensar de Pedro de Valdivia, ello es constante que con la división que hizo de su ejército, se expuso a perderse con todo él, si el invencible ánimo de aquellos españoles, bajo la direccion del valeroso Monroy, no hubiera sabido resistir les furiosos ímpetus de aquella numerosa multitud de guerreros, ganándoles esta victoria que por el corto número de españoles no pudo ser completa, pero fué bastante para escarmentarles de tal modo que les faltó ánimos para volver a presentar campal  batalla.