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Crónicas
Tomo I
Capítulo VII. La ciudad de Santiago del Nuevo Estremo en nombre del rei, elije de Gobernador de Chile a Pedro de Valdivia, este lo resiste i al fin lo admite por evitar una sedicion.

Desde que Hernando Pizarro quitó la vida al adelantado Almagro, no sosegaba su hijo don Diego buscando arbitrios para vengar aquel agravio, sin consideracion a las infalibles malas consecuencias de la venganza, porque les es tan dulce a los vengativos, que por conseguirla no tienen temor a la deshonra, ni a la infamia que se les sigue de serlo. Por otra parte, los Pizarro entregados al deseo de dominar i poseídos del espíritu de ambicion, madre de los mas detestables delitos, que olvidada de las mas estrechas obligaciones de humanidad, confunde los derechos humanos i divinos, i atropella las sagradas leyes de la naturaleza, perseguían a los almagritas con inaudita crueldad para que no pudiesen hacer valer los derechos de don Diego, i les hacían jemir bajo el pesado yugo de la pobreza. I como no hai exceso a que no se abandone la desesperacion, éstos alevosamente privaron de la suya al marques don Francisco.

Se tuvo esta noticia en la ciudad de Santiago por declaracion de un indio de calidad, que tomaron los españoles en una de las guerrillas con que estos nacionales les incomodaban, i acordaron nombrar por gobernador de Chile a Pedro de Valdivia, que no era mas que teniente de Pizarro. I para hacerlo con la autoridad que demanda negocio de tanta importancia i gravedad, se presentó (31 de mayo de 1541) el procurador de la ciudad i su ayuntamiento con el siguiente pedimento. (Véase el acta de esta fecha publicada en el tomo I de esta Coleccion, páj. 75).

Pedro de Valdivia por una parte temía de servir al rei, i por otra parte desagradar a Pizarro, si vivía, admitiendo la eleccion, i en 2 de junio siguiente, presentó esta respuesta: (Véase el tomo i de esta Coleccion, páj. 80).

Se dió traslado al procurador jeneral, quien reprodujo otro difuso escrito contra la insuficiencia de las escusas de Pedro de Valdivia, hizo ver que no debían preponderar al bien público i servicio del Rei, i concluyó pidiendo segunda vez se le obligase a admitir la eleccion que se le hacia de su persona. Se dió otro traslado a Pedro de Valdivia, pidiéndole por merced aceptase i respondiese como se le suplicaba, i en 6 del mismo junio se dignó responder lo siguiente: (Véase el tomo I de esta Coleccion, páj. 87 ).

El procurador jeneral volvió a decir que todo lo expuesto por Pedro de Valdivia era impertinente, i que teniendo los señores del ilustre cabildo facultad, como tenían, debían obligarle a la aceptacion de la eleccion. I que supuesto no lo hacían, pedía se le permitiese el convocar a todo el pueblo para hacerle ver las diligencias practicadas a este fin, i noticiarle de las respuestas dadas por Pedro de Valdivia, i que dijese lo que le parecía conveniente. Accedió el ayuntamiento, i el procurador jeneral lo puso por diligencia el dia 10 del mismo mes, i oído, aprobó el pueblo todo lo practicado, i dió su poder al ayuntamiento i al procurador general, para que prosiguiesen la diligencia, hasta hacerle admitir la eleccion.

Escudado el procurador con este documento, el siguiente dia después de celebrado el santo sacrificio de la misa, que todos oyeron, requirió a nombre de todo el pueblo a Pedro de Valdivia con el acatamiento debido. I todos juntos a voces le protestaron que se obligaban todos i cada uno, a sanearle los perjuicios que podían seguírsele de admitir la eleccion, i que la sacarían a paz con Pizarro, si vivía, con las chancillerías, con el consejo, i con el soberano, a cuyo cumplimiento públicamente obligaron sus personas bienes. I siendo que Pedro de Valdivia dijo, que respondería, se levantó el ayuntamiento, i con él todo el pueblo, i después de haberle hecho responsable de la comunidad, muertes, violencias, i pérdidas de la real hacienda que debían seguirse de no aceptar la eleccion, le tornó en brazos la multitud, i levantándolo en alto, lo llamaron i proclamaron; «Electo gobernador en nombre del Rei, hasta que S. M. otra cosa disponga.» Pedro de Valdivia se desprendió de ellos, con enojo, i dijo en voz alta: «Pido por merced no me importunen mas sobre este negocio, porque uno piensa el bayo, i otro es el que lo ensilla.» I dicho esto se metió en su casa que la tenia cerca de la parroquia.

El pueblo entonces comenzó a murmurar su terquedad, i no faltó quien dijese: que si no admitía la eleccion no faltaría quien la admitiese i aceptase de buena gana. Algunas personas entraron a advertirle este principio de sedicion, que para ahogarle en su misma cuna, salió a la calle, i se fué a la casa consistorial. Tomó silla i mandando callar al pueblo les dijo: (Tomo citado, páj. 93).

I pareciéndole aun que no tenia bien afianzada su fidelidad al rei i su gratitud a don Francisco Pizarro, presentó el siguiente escrito. (Véase el mismo tomo, páj. 93).

Al momento aceptó el procurador jeneral la protesta a nombre de toda la ciudad, i se le dió testimonio autorizado en toda forma. Concluido todo, se levantaron los alcaldes i regidores i todo el pueblo, i (se lee en el citado libro de provisiones), tomando en brazos a Pedro de Valdivia con mucha alegría i regocijo, llamándole gobernador en nombre de S. M., le trajeron un poco por la sala, i después de sosegado el rumor, se fueron los mas a comer, porque era hora, quedándose los alcaldes i rejidores i los mas que quisieron ir a comer con el dicho electo gobernador. En este mismo dia por la tarde fué recibido en público con la solemnidad que entonces cabía, i tuvo toda la autoridad que era menester para mandar.