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Crónicas
Tomo I
Capítulo XXX. Asedia Caupolican las ciudades Imperial i Valdivia, i las socorre Villagra - Continuacion de las competencias sobre el Gobierno - Prende enfermedad de viruelas en los araucanos.

Ya vimos que Lautaro regresó triunfante al estado de Arauco, i después de haber celebrado la victoria con sus acostumbrados regocijos, deliberaron lanzar de aquel reino a todos los españoles, i determinaron empezar por las ciudades Imperial i Valdivia; acordada la resolucion, movió Caupolican su ejercito compuesto de 30,000 hombres, i con aceleradas marchas se puso en breve tiempo sobre el río de las Damas que bañaba su muros (marzo de 1554). Desde allí destacó a Lautaro con diez mil indios para que atacase la ciudad de Valdivia, i él asechó la Imperial con la idea de rendirla sin llegar a las armas. Después de algunos días de cerco i de algunos pequeños ataques sin efectos de consecuencia, se levantó una espantosa tempestad de viento, agua, truenos i relámpagos, i en medio de una oscura nube que arrojaba rayos i centellas, se les apareció el demonio mandándoles que no perdiesen la ocasión que les presentaba la fortuna dilatándola con resoluciones hijas del temor, i les prometió su asistencia en el ataque. Pero al momento la hermosa estrella del mar, la benditísima virgen María, serenó la tempestuosa borrasca, presentándose en una lucida i resplandeciente nube, i con semblante benigno i majestuoso, les mandó levantar el sitio i retirarse. Obedecieron a la suavidad de aquel divino preceptor i lo hicieron prontamente. Deshizo Caupolican el ejército, i pasó orden a Lautaro para que se retirarse al estado de Arauco diciéndole: que la Anchimalguen (mujer del sol significa) se lo había mandado (89). Vieron aquella divina señora coronada de estrellas, calzada de la luna ¡vestida de los resplandores del sol, i su errada tecnología la denominó mujer del sol.

Hallándose Francisco de Villagra en la capital en lo mas ardiente de su solicitud al gobierno, recibió cartas de Martín Ruiz de Gamboa, corregidor de la Imperial, i del gobernador de Valdivia (90), avisándole el peligro en que se hallaban con el apretado asedio del ejército araucano. Al mismo tiempo llegó la voz esparcida de intento por Caupolican, de que ya estaban destruidas las expresadas ciudades i muertos los cristianos de ella. Esta noticia movió de tal suerte el celo de Villagra, que abandonó la pretensión al gobierno i se apronto con toda diligencia a su socorro. Tomó 70,000 pesos del real erario para gastos de la expedicion, i con 150 soldados salió de la capital. Pasó con la mayor celeridad por la parte oriental de los montes de Nahuelbuta, peleando a cada paso con los enemigos, ¡venciendo montes de dificultades, llegó a la Imperial en diez i nueve marchas. Desde allí mandó a la de Valdivia a su maestre de campo con orden de hostilizar el país hasta rendir a los indios, i él con frecuentes correrías talo la Imperial i les tomó los granos que tenían en sus trojes, i les quemó las sementeras. Lo mismo hizo el maestre de campo en los pagos de Valdivia i Río Bueno, i lograron estos jefes, con el rigor de las armas, reducirlos a la primera obediencia (5 de enero de 1555).

En estas circunstancias le avisa el ayuntamiento de la capital, siendo alcaldes Rodrigo de Araya i Alonso de Escobar, que se tenia noticia que se acercaba a ella Francisco de Aguirre con jente armada, i que tomó la providencia de que el licenciado don Bartolomé Rodrigo Gonzalez Marmolejo, presbítero, i Rodrigo de Quiroga, fuesen a encontrarlo i requerirle para que se moderase i volviese a la ciudad de la Serena, i de no hacerlo le notificase el escribano, que con ellos iba, no entrase en la capital, so pena de la vida, de perdimiento de sus bienes, i de ser traidor al rei. I que contenido Aguirre con esta diligencia, envió a su hijo con catorce soldados de caballería, que fueron desarmados i alojados en las casas de los vecinos, i desterrado su comandante, (7 de enero de 1555). Que para mayor seguridad de la ciudad nombró por capitán de guerra a Rodrigo de Quiroga, (14 de enero de 1555); que Aguirre escribió se le restituyesen sus soldados, amenazando que entraría en la ciudad i los libertaria con la demás jente que tenia a sus órdenes, i que juzgaron conveniente enviárselos con Rodrigo de Quiroga, (2 de enero de 1555). Que acordaron saliese Juan Dávalos Jufré con diez soldados de caballería a contener a los promaucaes que se hacían guerra unos a otros, (30 de enero de 1555). I finalmente que había llegado a Valparaíso un navío con noticia de que luego llegarían otros cuatro, i en uno de ellos la resolucion de la audiencia de Lima sobre el gobierno.

Con esta carta entró Villagra en nuevos cuidados, i volvió a la pretensión del gobierno. Envió con su poder a Gabriel de Villagra, i presentado éste en el ayuntamiento, pidió recibiesen al adelantado por Gobernador sin limitacion alguna, pues ya era cumplido el plazo de los siete meses, que pusieron los letrados Altamirano i Peñas. El ayuntamiento se negó a la solicitud, i respondió: que no convenía se hiciese novedad, ni permitiría la hubiese mientras no llegasen las naves, en que aguardaban la decisión de la audiencia, i dispusieron se notificase al adelantado i a los que andaban con él en Arauco, para que no entrasen en el distrito de la capital, so pena de perdimiento de bienes.

Nada de esto le separó de sus deberes, ¡subyugados los indios desde la Imperial hasta Río Bueno, volvió sobre los estados de Tucapel i Arauco con mas felicidad que en sus anteriores expediciones. Corrió por aquellos distritos talando los campos, i no halló hombre alguno porque los araucanos se retiraron a los montes, a causa de la enfermedad de viruelas, que se llevó mas de la mitad de aquellos habitantes, según nos refiere don Jerónimo de Quiroga. El padre Miguel de Olivares i otros autores, no asignan el número de los muertos, pero en el cap. 2 del libro 2 de su historia de Chile, se explicó así: Pedro Olmos de Aguilera, vecino de la Imperial, dice en un escrito que presentó a su primer obispo don F. Antonio de San Miguel en 22 de junio de 1573, que de 10 a 12,000 indios que le dió en repartimiento Pedro de Valdivia por marzo de 1552, solo le dejo 100 la mortandad que hubo en la viruela a los tres años. Hernando de San Martín, vecino de la misma ciudad, en la imposicion de una obra pía hecha en agosto de 1573, dice que de 800 indios que por marzo de 1553 le hizo merced don Pedro de Valdivia, solo le quedaron 80 en la gran peste (así llaman en América la viruela) del año de 1555.»

No hai duda que de los españoles iría a los araucanos esta enfermedad desconocida en la América antes de su descubrimiento, pero después que tomó fuerza de contagiosa epidemia, cundió también en los españoles i no hizo en ellos poco estrago; de modo que obligó a hacer una breve suspencion de armas.